Ilusión
Los místicos hablan extensamente de la naturaleza ilusoria de este mundo y nuestra existencia en él. Utilizan una gran variedad de palabras gráficas para describirla: sueño, falsedad, sombra, farsa, ilusión, irrealidad y espejismo. ¿Qué quieren decir cuando describen así nuestra vida y nuestro mundo? ¿No es real mi cuerpo? ¿Mi casa? ¿Mi esposa y mis hijos? ¿Las montañas y los océanos?
Veamos las muchas formas en que los místicos nos dicen que todo lo que vemos, tocamos y valoramos tanto es, desde su perspectiva, ilusorio.
El mundo es ilusorio porque es impermanente
Alguien le preguntó una vez a Hazur Maharaj Charan Singh:
Pregunta: Se nos dice que todo este asunto es un sueño. Puedes comentar eso; ¿qué quieres decir con eso?
Maestro: Bueno, es un sueño en el sentido de que no hay ninguna realidad en este cuerpo, y por tanto el sueño es de 50, 60, 70, u 80 años. ¿Dónde están nuestros antepasados, dónde están ahora? ¿No han abandonado el escenario? Fue como un sueño; vinieron y se fueron. Ya no existen, no existen definitivamente. Todo lo que no existe permanentemente es como un sueño1.
Esa fue siempre la forma habitual de Hazur de definir lo que hace que este cuerpo y nuestra existencia sean como un sueño; que son impermanentes. Decía que, por el contrario, la realidad o verdad es permanente e inmutable. Así que este mundo y nuestra vida en él evidentemente no son reales, porque son muy efímeros y cambiantes.
Y continúa:
Nuestras relaciones pasadas, el papel que desempeñamos en la última vida como esposo, esposa, hijo, amigo, ¿no es un sueño para nosotros? ¿Dónde están? Nos hemos olvidado de todos. Fue como un sueño. Así que esto también se convertirá en un sueño cuando dejemos este cuerpo. No hay ninguna realidad. Los santos dicen que carece de realidad todo aquello a lo que le damos tanta importancia. Algo que es real, siempre existe; no perece, es estable.
Luego dice: “Todos estamos en el país de los sueños. Tenemos que despertarnos de este sueño y encontrar la realidad, y cuando estés con la realidad, entonces sabrás que tienes que despertar de este sueño, no antes”.
¿Qué significa ‘cuando estés con la realidad’? ¿Quizá se refiere a la presencia del maestro, con la que la influencia del gurú cambia nuestra percepción lo suficiente como para que veamos este mundo con más claridad? ¿O cuando somos capaces, en nuestra meditación, de llevar la atención más arriba y empezar a escapar del mundo de la dualidad? Dice que solo entendemos realmente que tenemos que despertar del sueño cuando hemos escapado, al menos temporalmente, de su influencia.
Finalmente concluye: “Los místicos quieren explicarnos que no demos tanta importancia a estas cosas porque no durarán. Van a abandonarnos”.
La creencia del ego en su existencia separada es una ilusión
Otra clave fundamental de la ilusión en la que vivimos es el error esencial en cómo nos vemos a nosotros mismos. En lo más profundo, cada uno de nosotros piensa: “Yo soy yo y estoy separado de todos los demás y separado de Dios”. Ese es el ego hablando, una parte de nuestra mente que es la responsable de crear una barrera imaginaria entre nuestra alma y el Padre.
Gurú Nanak Sahib describe, desde una perspectiva muy elevada –una que está más allá del tiempo y por encima de este plano físico– cómo pasamos por un ciclo vida tras vida, atrapados en la ilusión creada por el ego. Ese engaño o ilusión, aunque no es real, sigue teniendo el efecto de atarnos a este mundo. Dice:
Cada uno toma su nacimiento desde el ego,
y envuelto en el ego muere;
y va y viene,
da y recibe, y gana y gasta,
y miente o dice la verdad,
en el ego todo el tiempo2.
“En el ego todo el tiempo”: Todo, todo lo que hacemos, dice, está contaminado por el ego, esa sensación de ser un yo separado. Pero a pesar de esa poderosa ilusión y sus repercusiones, “de hecho no estamos separados del Señor y nunca lo hemos estado. Pero nuestra mente y nuestro ego nos convencen de que lo estamos, y tenemos que escapar de esa ilusión antes de poder entregarle nuestro ser a él”3.
Maya extrae su poder de nuestro anhelo insatisfecho por el Señor.
Por causas que no podemos entender, el Señor nos envió desde su reino hace eras, a esta extraña existencia en la que nos encontramos. Nos dio cuerpos y mentes, y el ego se desarrolló. Pero bajo todas esas envolturas, siempre hemos tenido profundamente gravados recuerdos de él. Los místicos nos dicen que cada deseo, cada necesidad que sentimos es una expresión de nuestro anhelo innato por Dios, ese anhelo por acabar con nuestra separación y regresar con él. Pero nuestra mente corrompe ese anhelo puro y trata de satisfacerlo con cosas efímeras y mezquinas.
Hazrat Inayat Khan dice:
La mente [del ser humano], su razón, siempre propone alguna otra causa para su infelicidad en lugar de la real, para que se mantenga en la ilusión toda su vida, para que toda su vida corra tras cosas que no son el verdadero objetivo de su alma… Y si se le diera el universo entero, aun así su corazón no estaría satisfecho, porque la petición de su alma aún no ha sido comprendida3.
Y según Idries Shah:
La gente, enseña Rumi, no sabe realmente lo que quiere. Su anhelo interior se expresa en cien deseos, que creen que son sus necesidades. Esos no son sus verdaderos deseos, como demuestra la experiencia. Porque cuando se alcanzan esos objetivos, el anhelo no se calma4.
Así que maya, en cierto sentido, pervierte nuestro anhelo innato por el Señor en lujuria, codicia, avaricia y demás. Todos los deseos de la mente se basan en una premisa falsa: que si los satisfacemos, el deseo desaparecerá. Pero, por supuesto, la mente nunca está satisfecha, porque no consigue lo que realmente anhela. Y los deseos son casi irresistibles. Un discípulo tiene que vigilarlos toda su vida.
El cuerpo es una ilusión
Veamos a continuación otro pilar aparentemente sólido de la realidad: nuestro cuerpo. Los místicos lo ven como algo totalmente efímero, como un sueño, y nos animan a darnos cuenta de lo efímero que es y a prepararnos para su muerte.
El poeta místico Eknath dice: “Tu cuerpo es la sombra de una nube, el agua de un espejismo; pasajero, irreal”5. Y luego:
El cuerpo se va en un momento,
pero no lo creemos.
Una ola en el agua; eso es el mundo.
Un espejismo de agua no es agua,
la sombra de una nube no da lluvia.
Una estatua de sal se disuelve en el agua;
este cuerpo está muriendo mientras lo miras,
dice Eknath6.
Y sin embargo, no creemos que vayamos a morir. Hay una historia sobre un predicador que comenzó un sermón sobre la muerte diciendo: “Todos en esta congregación van a morir”. Mientras escudriñaba a la audiencia para ver el efecto de sus palabras, se fijó en un hombre que estaba delante con una gran sonrisa en su rostro. Le preguntó al hombre: “¿Por qué sonríe, teniendo en cuenta lo que acabo de decir?”. El hombre respondió: “¡No soy de esta congregación!”.
¡Utilizamos cualquier excusa para autoengañarnos!
Los santos ven la totalidad del proceso de la existencia de un cuerpo, desde el embrión hasta el cadáver, como un breve destello. También ven la totalidad de nuestras encarnaciones pasadas, los muchos cuerpos que hemos habitado. Entonces, ¿cómo pueden tomarse en serio este cuerpo en particular? Nos advierten que debemos mirar más allá y no quedarnos atrapados en el sueño del cuerpo.
Aunque el cuerpo es un sueño, es un regalo mágico
Aunque el cuerpo físico en efecto puede ser una trampa y es una ilusión, también contiene en su interior los secretos y el poder del Shabad, la energía divina que impregna el universo, que trasciende toda ilusión y es la verdad última, la realidad última. En cierto modo, el cuerpo es una especie de caballo de Troya. Kal, el poder negativo, creó esta creación con tanta astucia que todos los aspectos del ser humano están rodeados de maya, por lo que el pobre humano está atrapado. Pero el Señor se escondió dentro del cuerpo humano en forma de Shabad, y está allí para apoyar al alma y, cuando aparece un maestro, despertarla y ayudarla a escapar.
Hazur dijo una vez: “Hermana, es mejor considerar toda esta vida como un sueño y durante el sueño tratar de descubrir la realidad que hay dentro de cada uno de nosotros”7.
Así que durante el sueño, tenemos que descubrir la realidad última dentro de nosotros mismos. La santa Bahinabai dice:
Solo dentro de este sueño de un cuerpo
puedes despertar a la verdad y descansar en el Uno…
Si recorres el camino de un maestro de la verdad,
alcanzarás lo real a través de lo irreal8.
Está diciendo que para alcanzar lo real (el Shabad, el Señor) tenemos que utilizar lo irreal (este cuerpo) y, por supuesto, necesitamos tener un maestro. Y el maestro encierra esa misma dicotomía: su forma de Shabad es real, pero su forma física es irreal, es maya, como él mismo dice. Así que, de nuevo, llegamos a lo real a través de lo irreal.
Otro místico habla del enorme valor de este extraño trozo de carne que habitamos:
¡Qué tesoro se ha puesto en tu mano!
Las almas desafortunadas convierten ese tesoro en polvo;
este cuerpo que contiene la esencia de toda la bondad,
este cuerpo que guarda una biblioteca de escrituras,
este cuerpo que respira la verdadera santidad en los lugares sagrados.
Kanhoba dice, nada es comparable
a nacer como humano9.
Así que en este asombroso instrumento, esta olla de inmundicia y templo del amor divino, tenemos que encontrar lo real mientras estamos inmersos en lo irreal.
¿Estamos despiertos o dormidos?
Una historia dice así:
Un discípulo se reunió con su maestro para hablar de la naturaleza de la liberación y preguntarle sobre la actitud que adoptan los que la alcanzan. El discípulo preguntó: “Maestro, ¿cómo es posible que un ser humano liberado pueda permanecer en paz ante las tragedias que sufre la humanidad?”. El maestro dijo: “Imagina que estás durmiendo y que sueñas que estás en un barco con muchos pasajeros más. De repente, el barco choca con una roca y empieza a hundirse. En tu angustia, te despiertas. ¿Volverías a dormirte para avisar a los demás pasajeros de que el barco se está hundiendo?”10.
Esto no quiere decir que los maestros no sean compasivos. Tienen un corazón sumamente tierno y sienten el sufrimiento que padecen los seres en este mundo. Pero tienen una perspectiva más elevada, que ayuda a responder la pregunta habitual: “Cómo pudo un Dios amoroso crear un mundo en el que hay tanto sufrimiento?”. Dicen que los seres humanos están, en efecto, soñando su existencia y su sufrimiento. Como Baba Ji nos dice, solo el Shabad es real; todo lo demás es una ilusión.
Los místicos dicen que el problema no está en la creación, sino en nuestra percepción de ella. Hazur dijo una vez que la creación le parece perfecta al perfecto. La conclusión es que los maestros intentan despertarnos del sueño para que podamos compartir con ellos su percepción superior.
El argumento de la ciencia ante la ilusión de este mundo físico
Consideremos nuestra situación desde la perspectiva de un físico moderno. Resulta que los físicos también argumentan que vivimos en una ilusión.
Dicen que cada uno de nosotros está formado por unos 50 billones de células. Cada una de estas células contiene 20 billones de átomos. Cada átomo, si se observa de cerca, está formado por un montón de partículas subatómicas, pero cada partícula subatómica, si se mira de cerca, solo está formada por energía. Así que, en efecto, no somos más que energía. Lo que vemos cuando nos miramos a nosotros mismos o a otra persona u objeto es tan solo un campo de energía, una ilusión de solidez que, de hecho, es casi totalmente espacio vacío, con solo una cierta cantidad de energía que crea la ilusión de solidez11.
Por ejemplo, si ampliamos un átomo para que ocupe el espacio de un estadio de fútbol, el núcleo tendría el tamaño de una canica situada en el centro del campo, y los electrones, mucho más pequeños, estarían zumbando en las afueras del estadio. Todo lo demás sería espacio vacío. ¡No hay mucho ahí! Pero resulta muy convincente para nuestros sentidos.
Hazur Maharaj Ji tuvo una vez el siguiente diálogo con un discípulo:
Pregunta: ¿Este mundo está realmente aquí o es un mundo de sueños?
Maestro: Este mundo es perecedero. No podrás permanecer en este mundo para siempre. Este mundo es perecedero.
Pregunta: ¿Existe realmente?
Maestro: Existe en cierto modo. Cuando estas soñando, todo te parece real. Cuando te despiertas del sueño, solo entonces te das cuenta de que de hecho no era real. Era solo un sueño. Mientras estamos en este mundo, pensamos que es totalmente real. Cuando abandonamos este mundo, entonces nos damos cuenta de que solo era un sueño.
Pregunta: ¿Estamos en el mundo o no?
Maestro: ¡En este momento estamos soñando! Cuando despertemos de este sueño, entonces sabremos que este mundo es perecedero12.
Es una buena transición pasar de hablar de todas las formas de ilusión a preguntarnos por qué es importante y qué hacemos al respecto.
¿Por qué los místicos insisten en la naturaleza ilusoria de este mundo, de este cuerpo y de esta vida? Esencialmente, intentan despertarnos, sacudirnos de este trance inducido por maya, en el que estamos completamente seducidos por el mundo, sus placeres, sus promesas de riqueza, poder y fama; y sus horrores, que nos fascinan tan intensamente que no podemos apartar los ojos de ellos. Los santos siguen diciéndonos que no nos dejemos embaucar por el espectáculo de este mundo: es como un reality show muy atractivo, pero no es la realidad. Por eso Baba Ji nos dice que seamos serios con nuestra meditación pero que no nos tomemos la vida muy en serio.
Pero no queremos despertarnos; estamos absolutamente pegados a la pantalla de la vida y no podemos apartar nuestra atención de ella. Y estamos tan profundamente dormidos que la mayoría de las veces no nos damos cuenta.
Afortunadamente, nuestro maestro no se contenta con dejarnos dormir. Él nos despertará. Y esa es la lección más importante de este debate: que nunca despertaremos de este sueño, nunca veremos a través de estas infinitas capas de la ilusión, sin la ayuda de un maestro vivo, alguien que esté despierto, alguien que exista fuera de esta niebla de ilusión.
En su libro The Case for God (En defensa de Dios), Karen Armstrong, una escritora y exmonja católica romana, relata esta conocida historia:
Un día un sacerdote brahmán se encontró con el Buda sentado en contemplación debajo de un árbol y se asombró por su serenidad, quietud y autodisciplina. “¿Eres un dios, señor?”, le preguntó el sacerdote. “¿Eres un ángel… o un espíritu?”. No, respondió el Buda. Explicó que él simplemente había revelado un potencial nuevo de la naturaleza humana. Es posible vivir en este mundo de conflicto y dolor, en paz y armonía con tus semejantes. “Recuérdame”, le dijo Buda al curioso sacerdote, “como alguien que ha despertado”13.
Así que nuestro maestro nos sacude constantemente de distintas formas, para intentar que abramos los ojos y despertemos de este sueño, de esta ilusión. Y nos apremia, nos alienta, e intenta desesperadamente persuadirnos para que hagamos nuestra meditación con toda la intensidad, amor y compromiso que podamos reunir, ya que ese es el único camino para despertar a la realidad.
¿Y qué es esa realidad? El Shabad o poder divino, o Nombre. El Shabad o Nombre es Dios en acción, y adopta la forma física de nuestro maestro. El Shabad o Verbo es el poder que nos salvará de este mundo.
Como enseña el místico Narhari:
Un pintor acaricia con su pincel una pared;
eso es el mundo, aquí nada es real.
Los niños construyen castillos de arena,
luego los derriban y se van a casa.
Todos hacen su trabajo aquí;
lo aman como si fuera suyo, y lo consideran algo verdadero.
Si realmente quieres conseguir algo real,
solo tienes que repetir el Nombre, dice Narhari, y permanecer en la compañía de los místicos14.
- Maharaj Charan Singh, Spiritual Perspectives, Vol. I, #39
- Citado en Luz divina, p. 36
- RS Greetings, Otoño 2001, p. 9
- Idries Shah, The Sufis, p. 140
- Many Voices, One Song, p. 260
- Ibíd., p. 208
- Maharaj Charan Singh, Cinta de 2 diciembre, 1988, Pregunta 10
- Many Voices, One Song, p. 147
- Ibíd., p. 143
- Citado en Spiritual Link, marzo 2009, p.24-25; de 101 Cuentos clásicos de la India, comp. Ramiro Calle,
- Una gran parte se tomó de la charla TED del 2011 TED realizada por Jeff Lieberman en YouTube: https://www.youtube.com/watch?v=N0--_R6xThs
- Spiritual Perspectives, Vol. I, #18
- Karen Armstrong, The Case for God, p. 330
- Many Voices, One Song, p. 166