Huyendo de la muerte, anhelando el amor
La mayoría de nosotros permanecemos en continuo movimiento durante toda nuestra vida. Temerosos de la muerte, llenamos nuestro tiempo y mente con las comodidades de la ocupación, con responsabilidades y placeres. Tememos a la muerte porque se encuentra al otro lado de la barrera entre lo conocido y lo desconocido. Aunque es el único acontecimiento inevitable hacia el cual todos avanzamos, evitamos pensar en ello y corremos desesperadamente en dirección contraria. Nos sumergimos en todo tipo de placeres. Perseguimos el dinero, el poder y el estatus. Nos volcamos en nuestra familia, responsabilidades y apegos. Pero siempre tenemos en nuestra conciencia la perturbadora realidad de que algo nos espera al final del todo, y eso es la muerte.
¿Hay alguna manera de saber lo que hay al otro lado? ¿Alguien ha estado allí y ha vuelto para contarlo todo? Parece que no, parece que todos estamos en la misma situación. Sin embargo, en algún lugar entre la confusión y las distracciones de la vida está la voz de los místicos, aquellas almas iluminadas que han aparecido en todas las religiones y en todas las épocas de la historia y en todos los lugares del mundo. Estos místicos nos enseñan que si podemos aquietar nuestras mentes y llevar nuestra atención hacia el interior, podemos trascender las limitaciones del cuerpo y de la mente y obtener una experiencia divina. Su proceso de meditación nos lleva mas allá de la barrera de la muerte, y por ello a veces se le llama “morir en vida”.
Es nuestra esencia o naturaleza divina, nuestra alma, que es lo único permanente en nosotros, todo lo demás es temporal. A la hora de nuestra muerte, el alma abandona el cuerpo y el cuerpo se descompone y se disuelve. La tierra regresa a la tierra, el agua al agua, el aire al aire. Entonces ¿qué somos realmente? Los místicos dicen que nuestra esencia, nuestra alma, no es más que amor, pero no somos conscientes o no estamos en sintonía con nuestra verdadera naturaleza debido a que estamos demasiado enredados en nuestras actividades cotidianas. Nos identificamos con todo lo que hacemos, pero nos mantenemos ignorantes de lo que realmente somos.
Los místicos enseñan un método de meditación que nos permite obtener la consciencia de nuestra naturaleza intrínseca y divina. Nos dicen que la vida misma puede convertirse en un viaje de autodescubrimiento a través del cual podemos perder nuestro temor a la muerte. Ahora somos esclavos de este miedo. Con práctica podremos llegar a ser libres.
Al buscar la guía de un místico verdadero, podemos llevar nuestra atención a planos superiores de conciencia en nuestro interior y experimentar el amor de Dios que se manifiesta como luz y sonido espiritual. Este sonido y luz se proyectan desde el reino más elevado de la divinidad, que es la fuente del amor, la fuente de todo. El viaje espiritual no se puede dar sin la guía de un maestro que por sí mismo haya experimentado la realización de Dios y cuyo propósito es llevar a las almas hacia su origen. No podemos seguir el sendero a nuestro hogar solo mediante la lectura de las escrituras o realizando los rituales tradicionales de la religión. Cada estudiante de la espiritualidad necesita un maestro que lo guíe en el viaje interior y que camine a su lado para superar los desafíos de la vida.
Los maestros enseñan que si realmente queremos libertad tendremos que hacer sacrificios. La libertad requiere de disciplina. Tendremos que seguir un estilo de vida que disminuya nuestros lazos con este mundo, en lugar de aumentarlos. Pero el sacrificio merece la pena, porque trae consigo la liberación completa. Un estilo de vida basado en la espiritualidad incluye algo más que la meditación; tenemos que tomar decisiones éticas y morales en cada momento de nuestras vidas, a través de una dieta vegetariana, alejándonos de las bebidas alcohólicas, las drogas y mucho más.
Huimos de la muerte, mientras anhelamos amar y ser amados. Hablamos de boquilla sobre la idea de que Dios es amor, pero queremos experimentar ese amor y vivir en esa realidad. Cuando, a través de la práctica espiritual, seamos verdaderamente conscientes, estaremos en sintonía con la voluntad del Creador y experimentaremos su gran amor.