Sed hacedores de la Palabra
Absortos en el juego de la dualidad, nos consideramos ganadores o perdedores, éxitosos o fracasados. Estamos atrapados en un torbellino de tensiones y luchas de poder. Habitamos varios niveles de inconsciencia. En el mundo animal algunos son depredadores, otros son presas. En el mundo humano, los supuestos ganadores degradan y “consumen” a los perdedores. Y los supuestos “perdedores” se defienden, a veces con medios violentos, potenciados por un odio o un miedo muy reprimido, o ambos. Este juego oscuro no es nuevo; es un juego muy antiguo, y sigue renovándose. Y con la ayuda de los medios de comunicación modernos, se filtra en nuestra atención con escenas cada vez más y más feas.
Los santos nos dicen que hay un camino para salir de este juego insoportable y agotador, y que el verdadero poder y el éxito se alcanza a través de un juego completamente diferente, en el que no hay ganadores ni perdedores. Se denomina el juego del amor – bhakti –, el amor por lo divino. Es un juego en el que el ganador se lleva al Señor y el perdedor se convierte en el Señor.
Estamos constantemente activos, constantemente “actuando” en el juego de la vida; pero para participar en el juego del amor, debemos convertirnos en un tipo de hacedor diferente – un hacedor de la Palabra. En realidad, tenemos el don natural para jugar al juego del amor, para ser hacedores de la Palabra. Simplemente, se nos ha olvidado cómo jugar.
Hemos sido hacedores de tantas otras cosas menos de la Palabra. Algunos llaman a estas acciones karmas, porque en las lenguas indias karm significa hacer. Hacer la Palabra divina deshace todas nuestras acciones humanas anteriores, nuestros karmas. ¿Pero cómo nos convertimos en hacedores de la Palabra? ¿Y por qué deberíamos convertirnos en hacedores de la Palabra? Se reduce a una elección entre la verdad y el engaño. ¿Queremos la verdad, o estamos contentos siendo engañados?
En el Nuevo Testamento de la Biblia, en una sección considerada como la parte más antigua de esta escritura, hay una epístola del hermano de Cristo, Santiago. En esa carta, Santiago dice: “Pero sed hacedores de la Palabra, y no solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos”.1
Este versículo dice que, si no practicamos la Palabra, practicamos el autoengaño. El autoengaño es cuando somos ignorantes y estamos confundidos, pero no somos conscientes de nuestra ignorancia y confusión. Pensamos que sabemos y entendemos. Sin embargo, nos engañamos a nosotros mismos. Si estamos cansados de la falsedad, de las falsas apariencias y de los engaños, querremos convertirnos en hacedores de la Palabra en lugar de hacer todas aquellas cosas con las que nos dejamos engañar. En la carta de Santiago dice un poco antes:
Por esto, despojaos de toda inmundicia y de la maldad que tanto abunda, para que podáis recibir con humildad la palabra sembrada en vosotros, la cual tiene poder para salvaros la vida.2
Este versículo nos explica claramente la clase de palabra de la que debemos ser hacedores, y también cómo convertirnos en hacedores de esa Palabra.
En primer lugar, la única manera de conocer esta Palabra es “recibir[la] con mansedumbre”. La clave para desbloquear el conocimiento de esta Palabra es la mansedumbre y la humildad. Dejamos atrás nuestra mentalidad competitiva orientada a los logros: nuestro deseo de seguir demostrando que “yo soy mejor que tú”. Este tipo especial de Palabra no puede ser obtenida; solo puede ser recibida, en la quietud y la humildad. Así que la receptividad y la quietud son esenciales para quien quiera ser un hacedor de la Palabra. Nos convertimos en hacedores y receptores de la Palabra al perdernos a nosotros mismos.
Santiago describe la Palabra de una manera peculiar. La llama “Palabra sembrada”, una traducción de la expresión griega emphytos Logos. Cuando un árbol es injertado en otro, hay un árbol creado desde dos, y los dos se convierten en uno. Pero el griego original de este pasaje bíblico no se refiere en absoluto a siembra. Emphytos Logos realmente significa: Palabra nativa, natural, innata, que constituye nuestra naturaleza interior. Esta Palabra no fue sembrada en nosotros, sino que nacimos con ella. Es una Palabra que conocemos desde que respiramos por primera vez. Es nuestra naturaleza interior con la que estábamos familiarizados incluso antes de que tomáramos nuestro primer aliento en este cuerpo físico.
Esta Palabra innata es parte de nuestra esencia y naturaleza (phy significa naturaleza); pero a medida que nos arraigamos en la materialidad, perdimos conciencia de la Palabra. Es vital que recuperemos esta conciencia perdida porque, como dice Santiago, esta Palabra que sostiene a todo el universo, incluyendo nuestro propio cuerpo, desde el momento en que es concebido para nacer en la carne, es lo único que puede salvar a nuestras almas. Santiago no dice nada nuevo con esto. Muchos santos de diversas tradiciones han dicho que la Palabra del Señor es lo único que puede salvarnos del engaño, de la confusión y del sufrimiento sin sentido que nace de esta confusión. Guru Nanak dijo:
Solo es docto y sabio
Quien practica el Nombre del Señor.3
Sócrates tuvo una visión similar. Un oráculo, una persona divinamente inspirada, declaró que no había un ser humano más sabio que el filósofo ateniense Sócrates, que vivió hace 2400 años.4 Con toda humildad, Sócrates pensó que esta declaración no tenía sentido si se toma literalmente. Pero para mostrar su respeto por ella, Sócrates pasó toda su vida tratando de descubrir su verdadero significado. Se juntó con intelectuales, profesionales y expertos en diversas ramas del conocimiento en la época, pensando que seguramente el ser humano más sabio debía encontrarse entre ellos.5 Sin embargo, sus incansables preguntas, descritas en los diálogos de Platón, revelaron que el conocimiento que estos expertos poseían era muy especializado. Fuera de su propia especialidad, su “sabiduría” parecía consistir solo en opiniones y conceptos. Además, estos expertos se contradecían constantemente, diciendo cosas opuestas e ilógicas, mientras que se consideraban sabios, expertos y eruditos. Sócrates finalmente concluyó que cuando el oráculo le designó el ser humano más sabio, quiso decir que Sócrates era el único humano que estaba dispuesto a reconocer su ignorancia y no engañarse a sí mismo con que él sabía, cuando realmente no sabía.6
Sócrates era la única persona dispuesta a declarar abiertamente que él estaba confundido. Solía decir que no sabía nada y nunca enseñó nada.7 Solo hacía preguntas8 porque el verdadero conocimiento existe a otro nivel, más allá de la mente obstinada, a un nivel donde el alma puede rememorar, recordar y acordarse de su conocimiento original innato. La idea de que todos los conceptos y opiniones conducen a la confusión, fue para él la cumbre de la inteligencia humana, ya que “La sabiduría humana tiene poco o ningún valor”. 9
La comprensión de que todo el conocimiento humano es en realidad confusión fue espiritualmente el estado más fructífero para él. Por lo tanto, hizo todo lo posible para que sus discípulos se dieran cuenta de lo confundidos que estaban, para que dejaran de confiar en su arrogante creencia de que eran expertos, y en su lugar comenzaran a despojarse de sus opiniones y a buscar el verdadero conocimiento que no se puede comunicar, sino solo experimentar.
De la misma manera, Maharaj Sawan Singh, el Gran Maestro, dice en Joyas espirituales:
Quieres obtener conocimiento. El conocimiento está dentro de ti. La corriente del sonido es conocimiento. Cuanto más lo estudias, más te elevas y más sabio te vuelves. Y este conocimiento es completo en sach khand [el reino verdadero].10
El conocimiento está dentro de ti y es desde tu interior que lo encontrarás. Los libros proporcionan una descripción e inducen a ir al interior, pero no dan la experiencia y el conocimiento.11
El hermano Lorenzo, un hermano lego francés del siglo XVII, llegó a esta misma percepción que expresaron Santiago, Sócrates, Guru Nanak y el Gran Maestro. Aunque pasó su vida en la cocina de un monasterio, para él cada acción, por pequeña o insignificante que fuese, era un acto de amor al Señor. Vivía en la presencia de su bienamado incluso entre el ruido de las ollas y sartenes. Escribió:
Si quieres avanzar en la vida espiritual, debes evitar confiar en las conclusiones sutiles y los razonamientos agudos del simple intelecto. ¡Infelices son aquellos que buscan satisfacer su deseo a través de ello! El Creador es el gran maestro de la Verdad. Podemos razonar laboriosamente durante muchos años, pero más completo y profundo es el conocimiento de las cosas ocultas de la fe y de él mismo, que él destella como luz en el corazón de los humildes.12
No podemos ser hacedores de la Palabra leyendo libros, pensando en la Palabra o hablando de ella. Únicamente un maestro vivo puede hacernos entender el significado de los libros y ayudarnos a comprender como ser hacedores de la Palabra. Samarth Ramdas dice:
Explicaré por la gracia del maestro:
lo más profundo de lo profundo es conocido
solo a través de las palabras de un maestro.
Esto da una satisfacción perfecta.
Mi experiencia personal ha demostrado que
todo el conocimiento, espiritual y mundano,
es portado en las palabras del maestro.
Las palabras del maestro me guiaron
a todo aquello que es más profundo –
en esto encontré la mayor realización.13
Cuando acudimos a un maestro, sus palabras siempre nos dirigen hacia la Palabra interior, que no perece ni cambia y, por lo tanto, puede salvarnos del plano material perecedero. Pero el mero hecho de ver al maestro no es suficiente para convertirse en hacedores de la Palabra:
Todo el mundo puede ver al maestro,
Pero esto no conduce a la salvación
A menos que uno practique el Shabad.14
Necesitamos que el maestro nos enseñe a escalar gradualmente desde nuestra forma física limitada hasta el poder creativo sin forma del Shabad. Comenzamos con amar al maestro físico, luego progresivamente nos enamoramos de sus enseñanzas, y luego nos enamoramos de la práctica que nos prescribe. Y esa práctica nos lleva a la realidad y Verdad a la que este verso se refiere como Shabad.
Este ascenso gradual desde lo físico hacia lo espiritual es también lo que Sócrates enseñó cuando habló de la escalera del amor en el diálogo de Platón llamado El banquete15. Un grupo de intelectuales distinguidos, un doctor, un dramaturgo exitoso, etc. se reunieron para un banquete, y Sócrates fue invitado. Decidieron que todos darían un discurso sobre el amor. Todos dieron discursos muy sofisticados y eruditos, pero todos estos discursos refinados presentaron el amor como una transacción calculada. Sócrates habló de la escalera del amor: cómo empieza con la atracción por la belleza física y termina con el amor por la belleza eterna e imperecedera, lo divino en sí. Al final de la noche, un joven discípulo ebrio se coló en la fiesta y dio un apasionado discurso sobre cómo Sócrates le hizo sentir como un adolescente enamorado:
Cuando le escucho…encuentro que mi corazón palpita y que las lágrimas caen por mi rostro al escuchar sus palabras. Y veo que tiene el mismo efecto en muchos otros. He oído a… otros oradores hábiles, pero… nunca he experimentado algo semejante. No han desconcertado a mi ser completo ni me han hecho sentir insatisfecho con el estado de esclavitud de mi vida.
Además de infundir el ser de este joven con un amor intenso parecido al estado eufórico de bailarines celebrando un culto misterioso, Sócrates también provocó en su interior un estado de confusión intelectual intensa.
Lo más asombroso de él es que no se parece a ningún otro ser humano, ni del pasado ni del presente… Es tan atípico (atopos), y tan extrañas son sus palabras que por mucho que busques nunca encontrarás a nadie que ni tan siquiera se asemeje a él. Si analizas sus palabras, te encontrarás que son las más divinas y llenas de ideas de bondad. Abarcan todos los temas que debes estudiar si quieres convertirte en una persona verdaderamente buena.16
El discípulo que pronunció este discurso de amor no sabía cómo darle sentido a Sócrates. Solo había experimentado el amor como una atracción sexual, apenas había situado su pie en el primer peldaño de la escalera del amor. Con Sócrates había experimentado el amor espiritual por primera vez y no entendía lo que le estaba ocurriendo. Así pues, dio el discurso más potente sobre el amor de esa noche. Mientras los demás tejían pensamientos intelectualmente inteligentes, él habló desde la experiencia. Confesó que incluso había intentado seducir a Sócrates varias veces, pero fracasó; él, el irresistible joven y atractivo aristócrata no tenía ningún encanto con el que pudiera atraer a Sócrates.
A través del discurso alterado de este pillo, que incumplió con todas las reglas sociales y se coló en el banquete ilustrado, tenemos ahora un indicio de la intensidad del amor que inspiró Sócrates. Platón llamó a su maestro la “encarnación del amor”, parecido a Eros, el gran mediador entre el reino humano y el divino.17 Sócrates pasó su vida ayudando a sus amigos a canalizar su amor desde lo físico hacia lo divino. Trabajó durante muchos años como profesor de espiritualidad en Atenas, cinco siglos antes del nacimiento de Cristo.
¿Por qué incluyó Platón la confesión cruda y sin pulir de un joven discípulo, con todos sus matices sexuales vergonzosos, en este refinado diálogo lleno de discursos eruditos sobre el amor? Este discípulo, cuyo nombre era Alcibíades, era también un político oportunista que llevó a su ciudad al borde de la catástrofe. Platón incluyó sus palabras porque quería mostrar el poder del maestro sobre todos y cada uno, independientemente de su posición social o nivel de madurez.
Pero también lo incluyó porque quería presentar las tres poderosas herramientas de la orientación de Sócrates de forma teatral. La primera era la confusión intelectual, la segunda era el amor intenso, y la tercera era la ética. Por muy ebrio que estuviera – tanto por el vino como por la la intoxicación de la atracción física hacia el anciano y familiar Sócrates – el discípulo resumió bien las enseñanzas del maestro: dijo que Sócrates era desconcertante y confuso, pero también que sus ideas estaban llenas de bondad y que enseñaba todo lo que uno necesitaba para convertirse en un ser humano verdaderamente bueno.
Hoy en día, Sócrates es considerado el creador del estudio de la ética, que explora los pormenores de cómo convertirse en un buen ser humano, con el objetivo de subir la escalera del amor y elevarse al nivel de la belleza divina inmortal. Insistió en la ética y la purificación como base para el ascenso espiritual. El amor sin ética puede ser destructivo. La espiritualidad y la religión sin ética se convierten en extremismo o narcisismo. Los tres – la humildad intelectual, el amor intenso y la ética – son necesarios para convertirse en hacedor de la Palabra, receptivos al don divino de la Palabra y un humilde seguidor del amor divino.
Los maestros a lo largo de las edades han enseñado varios métodos para purificar a la mente y elevar la ética de las personas. A menudo prescribían una repetición, un canto o o un mantra para ocupar a la mente en constante actividad y permitir que las energías del alma ganaran impulso. Para los satsanguis, nuestro maestro proporciona el simran, que es dulce para el amante debido a su asociación con el maestro que se lo dio. Cada forma de purificación implica inicialmente esfuerzo y dolor, que solo un amante genuino puede soportar. Kanra Ram Das dice forma alentadora:
Bendita es la palabra del gurú,
Porque con ella se alcanza el néctar del Señor....
Las palabras del maestro son dulces;
Se obtiene el néctar a través de ellas.18
¿Por qué no probamos esa dulzura? Algunos de nosotros somos como abejas enfermas que han olvidado cómo disfrutar del néctar de las flores. Como nosotros, las abejas enfermas confunden el néctar con el veneno. El Nombre siempre nos ha sostenido, pero no hemos sido conscientes de ello, envenenados como hemos estado con la enfermedad del ego. Ahora, sin embargo, el néctar del Señor, el Nombre, puede residir conscientemente en nuestro corazón espiritual:
El maestro me susurró el Nombre del Señor al oído;
Mora en el interior de mi corazón.19
Recibimos el Nombre a través de nuestros oídos físicos, pero la práctica interior del simran comienza cuando abrimos nuestros oídos espirituales también, y esto transforma nuestra conciencia. Lo que es similar es atraído por lo que es similar. El Nombre está en el interior, y también nuestra capacidad de disfrutar de su dulzura. Como dice Samarth Ramdas:
Escucha los signos del conocimiento:
el verdadero conocimiento es el conocimiento del alma,
es ver nuestro verdadero Ser –
a esto se le da el nombre de conocimiento.20
Conocemos al alma solamente cuando experimentamos el Shabad, porque solo el Shabad es como el alma; en realidad, el alma es de la misma esencia que el Shabad. Ambos son eternos e imperecederos:
Lo importante es conocer al Señor,
para reconocer esa verdadera forma.
Distinguir lo imperecedero de lo perecedero –
y esto es denominado conocimiento.
Escuchad los signos del conocimiento puro:
que la forma pura es lo que nosotros somos.21
Sí, nosotros somos la Palabra – pero la Palabra atraerá a la conciencia del alma solo cuando esta sea purificada del veneno. Al igual que Sócrates, que se preocupaba tanto por la ética, el Gran Maestro escribió:
El primer paso esencial para una vida espiritual es el carácter... Es el deber de un devoto mantener una vigilancia constante sobre su mente y nunca dejarla suelta. Como una madre cuida de su hijo, así un verdadero devoto vigila su mente. 22
También escribió: “El sonido atraerá a una mente pura, libre de la escoria de la pasión [veneno]”. Él y todos los maestros de Sant Mat han enfatizado siempre la importancia de la ética, de ser un buen ser humano.
Los votos de Sant Mat tratan de la ética y de la recuperación de la pureza del alma: vivir una vida ética y pura respecto a otros humanos, tratándolos con respeto, compasión y comprensión; el tratamiento ético de los animales al no matarlos para alimento; y también una relación ética con nosotros mismos al no drogarnos con sustancias que degraden nuestra capacidad de razonar y de ejercer el aspecto más esencial de nuestra humanidad: la discriminación. El cuarto voto, de meditar diariamente durante al menos dos horas y media, asegura nuestra relación ética con el señor – no pecar contra el Espíritu Santo, la Palabra, que nos dio nuestro aliento y que es nuestra esencia misma.
Como dijo Baba Ji recientemente, sach khand es un concepto para nosotros. La única realidad para nosotros ahora es el maestro. Solo el maestro puede llevarnos a la Palabra imperecedera, al Shabad eterno que nos liberará verdaderamente de la amarga montaña rusa de la fortuna cambiante, en la que hoy somos ganadores y mañana perdedores.
Con el néctar del maestro nos liberamos de los interminables altibajos que nos han mantenido enfermos, confundidos e ignorantes de la Verdad y de la realidad durante tanto tiempo. Nos volvemos receptivos a su gracia, lo único que puede llevarnos más allá del campo de las victorias y derrotas, las opiniones e interpretaciones. Él hace todo lo necesario para que estemos abiertos y receptivos a esa realidad interior que ya es nuestra. Únicamente tenemos que darnos cuenta de ella.
A través de la confusión, el amor intenso y las estrictas directrices éticas, que son todos dones de su gracia, podemos volver a una nueva conciencia de nuestra verdadera naturaleza, que consiste en disfrutar del néctar del Nam, la Palabra que nos dio vida y que es nuestra única esperanza de dulzura en este mundo amargo y envenenado.
Nota del autor: Para las citas de Platón utilicé los volúmenes de la Biblioteca Clásica de Loeb Apología, Vol. 1; Meno, Vol. 2; y Simposio, Vol. 3. Consulté el griego para este artículo, primero utilizando mi propia traducción en The Spiritual Guide, y luego modificándolo aquí.- Biblia (Versión Rey Jacobo), Santiago 1:22
- Idem., 1:21
- Guru Nanak, Adi Granth, p.1288, citaado en Sultan Bahu, p.111
- Platón, Apología 21A
- El simposio 211C
- El simposio 211C
- Idem. 202 E-203A
- Platón, Meno 82A
- Apología 23A
- Maharaj Sawan Singh, Joyas espirituales, Carta 175
- Idem., Carta 66
- Brother Lawrence, The Practice of the Presence of God, 1999 (Bridge-Logos), p.17
- Samarth Ramdas en Many Voices, One Song, pp.134–35
- Maharaj Sawan Singh, Philosophy of the Masters, Vol. V, 6th ed., p.347
- Platón, El simposio 211C
- Idem., 215 D-E, cf. The Spiritual Guide, Vol. 1, p.313
- Idem., 202 E-203A
- Guru Ram Das, en Philosphy of the Masters, Vol. V, 6th ed., p.344
- Idem., p.130
- Samarth Ramdas en Many Voices, One Song, p.134
- Idem.
- Joyas espirituales, Carta 177
- Idem.