El propósito de la vida humana - RSSB Satsangs & Composiciones

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El propósito de la vida humana

A lo largo de toda la historia los humanos han tratado de entender el significado de la vida. En un momento u otro, la mayoría de nosotros nos hemos preguntado ¿de dónde venimos, por qué estamos aquí, y a dónde iremos después de la muerte? Esta búsqueda del propósito de la vida distingue a los humanos de cualquier otra especie. En todas las épocas ha habido personas con una perspectiva especial de estas cuestiones. Estos místicos o santos entienden quiénes somos realmente y cuál es nuestro verdadero propósito.

Como dice Soami Ji:

Dime alma, ¿quién eres?
¿De dónde vienes?...
La mente ha creado los enredos del mundo;
¿cómo es que has caído en esa red?
Tú eres hijo de Sat Purush, el verdadero Señor,
y en un tiempo fuiste habitante de la morada eterna.
Mediante la gracia del maestro
  y la compañía de almas realizadas,
  cambia tu rumbo
  y alcanzarás tu hogar.
Escucha el ilimitado Shabad en el interior.
Radha Soami ha dicho esto para que lo entiendas.1

En estos versos, Soami Ji dice que no somos quienes creemos que somos. No somos seres limitados definidos por la raza, el género, la riqueza y los cientos de parámetros que usamos para definirnos. Dice: “Tú eres hijo de Sat Purush, el verdadero Señor, y en un tiempo fuiste habitante de la morada eterna”. Los santos nos recuerdan nuestro legado. Nos dicen clara e inequívocamente que es solo una ilusión que seamos seres limitados. Y es solo una ilusión que creamos estar separados unos de otros. Nuestro verdadero ser es una partícula de la realidad eterna y suprema, y cuando nos demos cuenta de ello, comprenderemos que todos somos uno.

Hazur Maharaj Charan Singh dice: “Cuando pertenecemos a aquel que pertenece a todos, entonces también pertenecemos a todos”.2

El mundo puede decirnos que no valemos nada, pero los santos nos dicen lo contrario. Hablan de nuestro potencial y nos muestran cómo desarrollarlo. Lo mismo que Mark Twain, según se dice, aconsejó a una joven a principios del siglo XX: “Mantente alejada de las personas que menosprecian tus ambiciones. La gente de poca monta siempre hace eso, pero las personas realmente geniales te hacen sentir que tú también puedes ser grandiosa”.3

Eso es lo que hacen los santos. Su propósito al venir aquí no es que les adoremos, sino animarnos a buscar y experimentar nuestra divinidad interior. Nos hablan de nuestro potencial divino y nos muestran cómo hacer realidad el espíritu interior.

Los santos dicen que hemos estado en este mundo durante siglos. Hemos vivido las experiencias que el mundo nos ofrece. Sabemos lo que es estar sano y enfermo, rico y pobre, poderoso e indefenso. Hemos hecho buenas y malas acciones y nos las han hecho a nosotros. Lo hemos hecho todo, repetidamente. Ahora en esta vida podemos emprender un camino diferente. Podemos movernos en una dirección interior. Y podemos lograrlo solo en la forma humana.

Sin embargo, incluso después de recibir la iniciación, a veces nos desviamos y olvidamos nuestro propósito. Es tan fácil quedar atrapado en los problemas del mundo. Suceden tantas cosas que no son de nuestro agrado, en los ámbitos de la política, la salud, las finanzas, la familia. Estas cosas nos molestan mucho. Pero los maestros nos dicen que un satsangui debería tomarse el mundo con suavidad. Podemos actuar cuando sea necesario, pero el truco es no dejar que estas cosas se adentren en nuestros corazones, porque si no olvidaremos nuestro propósito en la vida. Hazur solía recordarnos que, si permitimos que cada problema en la vida sea del tamaño de los Himalayas, entonces ¿cómo lograremos concentrarnos y meditar?

Los maestros entienden los obstáculos que se encuentran en el camino de la realización de nuestro potencial. Repitamos lo que Soami Ji nos aconseja: “La mente ha creado los enredos del mundo; ¿cómo es que has caído en esa red?”. Dice que el mundo es una red que nos mantiene atrapados.

Muchos de los problemas que experimentamos en la vida ocurren por dos razones: actuamos sin pensar o seguimos pensando sin actuar. Actuamos sin pensar cuando nos enredamos tanto en el mundo que simplemente reaccionamos como los demás. Seguimos a la multitud sin pensar e incurrimos en karmas que nos atrapan aún más.

En el libro “What Is God?” el filósofo Jacob Needleman analiza este enfoque pasivo de la vida: “Desaparecemos constantemente en nuestras reacciones emocionales. No vivimos nuestras vidas, mas la vida nos consume y podríamos morir sin haber despertado nunca a lo que realmente somos, sin haber vivido”.4

Cuando reaccionamos sin pensar y seguimos a la multitud, antes de que nos demos cuenta nuestra vida ha terminado y hemos desperdiciado una valiosa oportunidad. Igualmente problemático es pensar sin actuar, como cuando recibimos la iniciación pero luego no ponemos nuestro corazón en nuestra meditación; no ponemos en práctica las enseñanzas.

Para lograr nuestro propósito en la vida, nuestras acciones deben ser consistentes con nuestro deseo de encontrar la verdad, y el maestro nos muestra cómo hacerlo. Como dice Soami Ji en el poema citado anteriormente: “Mediante la gracia del maestro y la compañía de almas realizadas, cambia tu rumbo y alcanzarás tu hogar”.

Únicamente un verdadero maestro puede ayudarnos a revertir nuestra dirección, de afuera hacia adentro. Este cambio de sentido de nuestra dirección es extremadamente importante y vital, y no es un logro insignificante.

Hazur Maharaj Charan una vez respondió a una pregunta de esta manera: “La meditación significa entrenar a nuestra mente para ir hacia dentro y hacia arriba... Crear esa tendencia en la mente es el propósito de la meditación”. El intercambio continuó:

P: Sé que dices que no debemos esperar resultados, pero ¿qué papel juegan los resultados?
Maestro: Los resultados vienen y van. A menudo puede que no veas nada en tu interior, pero te sientes tan feliz, tan contento, tan en paz dentro de ti mismo, te sientes desapegado de todo.

P: ¿Y eso es suficiente en el momento de la muerte para elevarnos?
Maestro: Eso es más que suficiente. Porque en ese caso tu tendencia no es hacia la creación.5

Invertir la dirección de nuestra atención es tan importante que Hazur lo solía llamar el verdadero milagro en la vida de un discípulo:

¿Qué mayor milagro puede suceder en la vida de un discípulo que su actitud hacía la vida se transforme completamente?... Las personas que corrían detrás de objetos y apetencias mundanas, no quieren verlas más… Día y noche están llenos de amor y devoción por el Padre. ¿Qué mayor milagro puede tener un discípulo que este? Todo su enfoque hacia la vida cambia.6

En otro lugar dice Hazur:

Los místicos vienen a impartir sus enseñanzas, para cambiar nuestra actitud y enfoque hacia la vida. Su propósito principal es desapegarnos de esta creación y conectarnos al Creador. Ese es el milagro que llevan a cabo. Y este milagro es individual con cada discípulo. Él siente ese milagro en su interior.7

Así como Soami Ji nos aconseja “escucha el ilimitado Shabad en el interior”, todos los maestros insisten en que necesitamos meditar en el Nam. Sabemos por las enseñanzas de los santos que el ilimitado Shabad está dentro de nosotros, pero el proceso de llegar al nivel de ese Shabad puede parecer el trabajo de toda una vida o de muchas vidas. Entonces, cuando la meta parece tan lejana, ¿cómo evitamos abandonar nuestra meta? Un primer paso sería comprender de dónde hemos venido durante nuestro viaje en este mundo.

Hay una historia pertinente de un texto budista:

Hace muchos años un viajero sintió una gran sed. Afortunadamente se encontró con un conducto de madera por el que corría agua clara. Bebió hasta quedar satisfecho y, cuando terminó, levantó la mano y le dijo a la corriente de agua: “Ya no bebo más. Agua, deja de correr ahora mismo”. A pesar de estas palabras, el agua siguió corriendo. Cuando el hombre vio esto se enfadó mucho...

La gente es así. Desarrollan una gran sed en el reino del nacimiento y la muerte y, por lo tanto, beben el agua amarga de los cinco sentidos. Luego, con el tiempo, se cansan de estos deseos y, como el hombre que bebió hasta saciarse, dicen: “Formas, sonidos, olores, sabores y cosas que he tocado, exijo que ya no aparezcáis ante mí”.8

Como satsanguis, podemos desear no sentir más la atracción del mundo, pero no es tan sencillo. El simple hecho de iniciarse no elimina nuestros deseos y apegos. Tenemos tanta asociación previa con especies inferiores, y hemos incurrido en tantos karmas a lo largo de tantas vidas, que un cambio de dirección de afuera hacia adentro requiere que nos elevemos a un nivel más alto.

Solo el esfuerzo sincero en el camino nos proporciona una profunda sensación de satisfacción, incluso si nuestro esfuerzo parece no producir resultados tangibles. ¿Qué sucede cuando trabajamos duro en algo que es realmente importante para nosotros, algo estrechamente unido a nuestros valores fundamentales? Nos sentimos felices. Por el contrario, si trabajamos duro en algo que no es importante para nosotros, nos sentimos incómodos, sentimos que no es natural. Incluso si tenemos éxito en algo que no es importante para nosotros, no nos sentimos satisfechos. Por lo tanto, si establecemos nuestras prioridades y luego nos centramos en lograrlas, el esfuerzo que ponemos en esos temas de alta prioridad es valioso. Si practicamos y trabajamos duro en algo que es de alta prioridad para nosotros, solo ese esfuerzo por sí solo nos dará la suficiente felicidad para sostenernos.

En su libro What Is God, Needleman se pregunta: “¿Cuál es, después de todo, el significado de mi propia vida humana si vivo sin el anhelo de ‘lo que las religiones llaman Dios’?”.9 Si abandonamos la búsqueda de la verdad, la vida no tiene sentido. Bien podríamos haber nacido como animales.

Nuestro maestro nos ha pedido concreta y repetidamente que hagamos nuestra meditación. No lo haría si no fuera importante, y ya con eso la meditación cobra sentido para nosotros.

El progreso en el camino se refleja y se fortalece con una actitud positiva, y una actitud de aceptación de su voluntad con un corazón agradecido. Él nos llevará como y cuando quiera. Los resultados de nuestros esfuerzos no están en nuestras manos. Como Soami Ji ha escrito: “Pon tu fe en la voluntad del maestro, no en tus obligaciones, ni en tus esfuerzos”.10

Los maestros nos dicen que el simran es una de las acciones que podemos hacer. Tal vez aún no estamos experimentando el ilimitado Shabad. Eso no está en nuestras manos, pero podemos hacer simran. Son palabras que podemos repetir, al igual que repetimos las palabras del mundo. Soami Ji nos dice: “Da vueltas con el simran al rosario de tu mente”11 y, según Maharaj Sawan Singh:

Solo por medio del simran, el alma puede abandonar el cuerpo y elevarse… Cuando el simran es completo escuchamos el sonido interiormente. Si pudieras vaciar (retirar la corriente) aunque solo fuera hasta la mitad tu cuerpo, verías la luz interior dentro de ti.12

Esta meditación no es algo a realizar a medias. Se trata de un sendero de amor, un sendero para olvidarnos de nosotros mismos y soltarse del mundo. Seguir este sendero es el propósito de nuestra vida. El Gran Maestro nos insta a poner nuestro mejor esfuerzo:

Alcanza tu mansión espiritual eterna en sach khand para que acaben tus vagabundeos por los mundos de la mente y la materia. Hazlo ahora, mientras estés vivo. Esta es la finalidad de la vida humana… El amor, la fe y la perseverancia hacen que el sendero sea fácil y que sea posible lograr lo inalcanzable.13

  1. Soami Ji, Sar Bachan Poesía, p. 63
  2. Maharaj Charan Singh, Spiritual Perspectives, Vol. II, #589
  3. Website www.quoteinvestigator.com
  4. Jacob Needleman, What Is God? (Tarcher/Penguin, 2010), ch. 19
  5. Maharaj Charan Singh, Spiritual Perspectives, Vol.I, # 272, p. 217
  6. Ibid., Vol. III, #539
  7. Ibid., #536
  8. K. Tanahashi & P. Levitt, A Flock of Fools: Ancient Buddhist Tales of Wisdom and Laughter from the OneHundred Parable Sutra.(Grov/Atlantice Press, 2004), “The Wooden Conduit”
  9. Jacob Needleman, What Is God (Tarcher/Penguin, 2010), p. 224
  10. Soami Ji, Sar Bachan Poesía (Selecciones), p. 164
  11. Ibid, p. 128
  12. Joyas espirituales, carta 9, p. 16
  13. Ibid, carta 89, p. 128