Transformar la prisión en un refugio
Tal vez sintamos que el mundo está girando incontrolablemente y no tenemos ningún poder para detenerlo y cambiar su dirección. Puede que nos sintamos abrumados por la pandemia global, y sintamos que estamos perdiendo nuestra cómoda vida y nuestro futuro predecible. En el corto plazo, desconocemos cuánto tiempo durará el distanciamiento o las limitaciones del confinamiento, y cuándo acabará el peligro y el temor… para podernos sentir seguros de nuevo. No tenemos ningún control.
Pero debemos sentirnos reconfortados sabiendo que nuestro maestro nos ha preparado para este tipo de situación.
¡Acaso no nos ha dicho que este mundo no es perfecto y que jamás lo será! Que no debemos esperar que las condiciones se adapten a nosotros, sino que tenemos que ajustarnos a los cambios de las circunstancias. (¡Simplemente no esperábamos que fueran tan severos o extremos!) Nos ha dicho que seamos positivos, y que busquemos maneras de serlo para experimentar todos estos cambios bajo la luz de la positividad. Solía decir que si el terreno por el que caminamos es desigual, solo tenemos que usar botas resistentes. Estas botas resistentes nos protegerán. Estas botas son nuestra meditación, seva y satsang. Nos ha animado a tomar una perspectiva positiva ante cualquier situación en la que nos encontramos. Este tipo de pensamiento positivo no es algo pequeño. Puede transformar una situación de temor en una de amor y liberación.
Si nos sentimos inquietos por nuestro futuro, podemos canalizar esta inquietud ayudando a los demás. Así podremos mantener nuestro equilibrio. Como dijo Mahatma Gandhi: “La mejor manera de encontrarse a sí mismo es perderse en el servicio a los demás”.
A menudo nos encontramos con historias de personas que vencen obstáculos insuperables y encuentran un camino a seguir. Un ejemplo inspirador fue publicado recientemente en el periódico ‘The Guardian’:
Una mujer de 41 años, que había estado en prisión durante 20 años, escribió cómo su período de encarcelamiento la cambió para mejor. Después de una larga lucha interior, fue capaz de adaptarse a sus circunstancias y cambiar su perspectiva.
Al principio pensó que las paredes de su celda se le venían encima, y que ya no le quedaban más opciones. Pero después de un tiempo se dio cuenta de que cambiando su actitud, y usando su tiempo en la cárcel de manera productiva, la prisión podía convertirse en un refugio de todos los problemas del mundo exterior: todas aquellas tentaciones y debilidades que en su día la llevaron a cometer estos crímenes en primer lugar, por los cuales fue condenada. Una vez que consiguió ver esas paredes como un refugio, se sintió liberada, sintió que le habían concedido la libertad. Aprendió a vivir “en el ahora” y apreciar cada momento de su vida.
Finalmente recibió la libertad condicional. Pero justo cuando iba a disfrutar los primeros días de su vida fuera de los muros de la cárcel, comenzó el confinamiento por el Covid-19. ¡Qué ironía! Sin embargo, gracias a su experiencia en prisión (a pesar de haber estado confinada en solitario durante un tiempo), llegó a valorar su soledad y una vez más vio este período como un refugio de los problemas del mundo. Escribió:
De vez en cuando temo que no haya nada significativo para contribuir con la sociedad, pero con una pandemia global que obliga a la mayoría del mundo a confinarse, tengo una oportunidad inesperada: compartir las lecciones de mi experiencia en la cárcel para ayudar a los demás a adaptarse…
En la cárcel, me sorprendí creyendo que las paredes eran lo único que existía. Se mostraban indiferentes hacia mi sufrimiento y se me venían encima cada vez más… A menudo pensaba que perdería la cabeza por la sensación de estar lentamente sepultada y aislada del mundo, pero entonces sucedió algo.
Escribe que conforme cambió su enfoque desde el mundo exterior hacia su interior, un nuevo mundo fue configurándose y revelándose ante ella.
La lección más importante que aprendí durante este tiempo fue que tenía que aceptar mis circunstancias tal y como se presentaban, y luego cambiar mi perspectiva ante ellas. Sorprendentemente, cuando lo hice, esas paredes que solían ser amenazantes… ya no me tenían como prisionera sino que me ofrecían un refugio.
Sigue diciendo:
Las restricciones y las órdenes de permanecer en casa son la realidad, pero si somos capaces de cambiar nuestra perspectiva, nuestros hogares se convierten en santuarios y no en prisiones. No estamos encerrados sino que las amenazas de la enfermedad y miles de otras cosas dañinas están bloqueadas, las distracciones y las prioridades desalineadas entre sí.
La soledad te desafía a que veas las cosas con otra perspectiva… Tuve que aprender a entender lo que estaba bajo mi control y lo que no. También descubrí que el tiempo existe cuando está vinculado a una emoción o una experiencia, y se ralentiza o se acelera según la habilidad de permanecer en el presente. Por tanto, aprendí a dejarme llevar con él, sin prisas y sin postergar, y permanecer completamente absorta en aquello que estaba ante mí…. Fue tan sencillo como prestar atención.1
Luego describe cómo comenzó a leer libros detenidamente, a calmar a los demás y a tranquilizar su mente de rumiar incesantemente los acontecimientos del pasado y del presente. Empezó a prestar toda su atención a cada actividad. Su atención estaba más enfocada, y el estar más consciente la hizo sentirse cada vez más fuerte y agradecida, y se dio cuenta de que podía transformar su celda en un refugio.
Podemos considerar este periodo de confinamiento o aislamiento en nuestras casas como un periodo adicional en el que poder prestar más atención a nuestra meditación, al seva (si hay algo que podamos hacer en casa), a la lectura de literatura inspiradora, y a encontrar oportunidades para ayudar a los demás. Esto nos ayudará a despojarnos de las preocupaciones que nos caracterizaban y dominaban nuestra mente. Es un proceso de invertir el flujo de nuestra atención desde el exterior hacia el interior, de lo negativo a lo positivo. Y hay un paralelismo en el reino de nuestro trabajo interior, nuestra meditación.
Los maestros taoístas chinos enfatizan que en nuestro estado de vigilia normal, nuestra energía espiritual fluye hacia afuera y hacia abajo, disipándose en el mundo. Con la meditación podemos revertir este flujo de energía espiritual y alcanzar una concentración en el interior, y una conciencia del espíritu divino omnipresente y que todo lo abarca.
La luz espiritual siempre resplandece en el interior, es nuestra naturaleza esencial. Desafortunadamente, la luz de nuestra consciencia se dispersa fácilmente en el exterior, disipándose a través de nuestros deseos, nuestros temores, nuestra actividad sensorial e intelectual, y las interacciones que tenemos con los demás. Necesitamos “darle la vuelta a la luz”, invertir su foco, para que brille dentro de nosotros y despierte nuestra consciencia espiritual, y no permitir que nuestra atención se disperse en la creación.
Como dijo Hazur, el maestro siempre tira de nosotros desde el interior, nos da medios, oportunidades y un entorno propicio, para que pensemos en el Señor y tratemos de volver a él. A menudo ese ambiente y esa oportunidad no son las situaciones alegres y de color de rosa que esperamos. De vez en cuando tenemos que enfrentarnos a situaciones aterradoras para que entendamos la realidad de esta vida, volvamos a él y nos sometamos a su voluntad.
Se le preguntó a Hazur una vez:
¿Cómo podemos intentar mantener una actitud tranquila o de aceptación cuando estamos sufriendo?
La respuesta de Hazur nos insta a que miremos a largo plazo:
Tómalo como su gracia y piensa más en el Padre. Cuando sufrimos, pensamos más en el Padre que cuando atravesamos situaciones felices. Entonces ¿qué es lo mejor desde su punto de vista? Se acredita a nuestro favor cualquier momento en el que le recordamos. Por tanto, únicamente es un momento de gracia aquel en el que pensamos en él y le recordamos. Y cuando le olvidamos, ese no es un momento de gracia en absoluto.
Así que si la felicidad mundana nos hace inclinarnos ante él y nos hace recordarle, eso es gracia. Pero si la felicidad mundana nos hace olvidarle, si nos ha dado tanto y eso hace que nos perdamos en los placeres del mundo y olvidemos incluso al Señor, eso no es su gracia. Así que la gracia puede no ser de nuestro agrado…
El Señor sabe lo que es mejor para nosotros. De modo que solo nos dará aquello que nos lleve hacia él. El maestro no nos dará las cosas que hagan que olvidemos al Señor y nos aferremos más a la creación. Esa no es su gracia en absoluto.
No significa que quiere que suframos. Quiere salvarnos del sufrimiento. Ni siquiera sabemos lo que es el sufrimiento. Solo nos preocupan estos momentos de sufrimiento aquí, pero nos hemos olvidado por completo del sufrimiento de cada nacimiento, de cada especie en la que estuvimos, todo lo que hemos atravesado a lo largo del tiempo.
El Señor solo quiere salvarnos de todo eso, y a nosotros únicamente nos interesan estos pocos momentos de placer, y creemos que el Señor está descontento con nosotros, que no quiere que disfrutemos de esta vida.2
Él trata de que regresemos a él lo antes posible. Así que usemos este tiempo en nuestro beneficio.
- The Guardian, 13 de abril, 2020, “I was in prison for two decades – here's what I learned about isolation”
- Maharaj Charan Singh, Spiritual Perspectives, Vol. I, #410