La definición del amor
Maharaj Charan Singh solía decir que Sant Mat no es más que amor.
Por lo tanto, podríamos preguntarnos: ¿qué quieren decir Hazur y otros místicos con “amor”? Conocemos muchas clases de amor: amor romántico, amor entre padres e hijos, amor al país y, entre la gente religiosa, amor a Dios. Incluso amamos nuestros coches y teléfonos inteligentes. ¿Pero cómo se entiende el amor en el misticismo, en Sant Mat?
Hazur ofrece una definición singular:
El amor significa convertirse en otro ser, fundirse en otro, perder la propia identidad, convertirse en otro... Ya no existimos en absoluto, solo existe el objeto de nuestro amor... Entonces ya no estamos, solo existe el Señor. Eso es amor.1
Puesto que Hazur nos ha dado esta definición, debemos pensar en ella profundamente, e intentar aplicarla a nuestra comprensión de Sant Mat, que, como él nos dijo, no es más que amor. ¿Qué pasa si, cuando encontramos la palabra “amor” en sus enseñanzas, nos detenemos a recordar cómo la definió?
Pero antes de hacer eso, debemos analizar su definición del término “Dios” o el “Señor”. Nos dice que el Señor mismo es amor.
Dios es amor y el amor es Dios, porque la verdadera forma del Señor es el amor y solo a través del amor podemos volver a él.2
Hazur nos ha dicho que Sant Mat, el sendero hacia Dios, no es más que amor. Y ahora nos dice que la meta de ese sendero, Dios, es también el amor. El amor no es solo el método de los místicos; también es su meta.
Entonces, ¿qué querrá decir Hazur cuando afirma que la verdadera forma de Dios es el amor? Si usamos aquí la propia definición de amor de Hazur, entonces Dios es amor porque Dios siempre se convierte en todo lo que existe. Dios, habiendo creado el universo por el amor, lo impregna por amor, y se ha fundido en él. Se ha entregado y se está entregando infinitamente al universo, a cada una de sus partículas. En cierto modo, se ha entregado tan plenamente a la creación que ya no existe, solo queda esa unión. No se le puede encontrar en ninguna parte de ella. Al mismo tiempo, permanece separado de todo, y nada existe excepto él. Este es un tema que únicamente los santos pueden entender, pero que a veces intentan expresar con palabras para nosotros.
Por ejemplo, en San Juan leemos:
En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios. Lo mismo ocurría en el principio con Dios. Todas las cosas fueron hechas por él; y sin él no fue hecho nada de lo que fue hecho. En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. Y la luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no la comprendieron.3
En la forma de la Palabra o Shabad, Dios lo impregna todo: dándole vida a todo y haciendo que su luz brille en todas partes.
Ahora averiguamos que siempre que los santos explican cómo Dios lo impregna todo, también dicen siempre que nos impregna a nosotros, incluso que habita en nuestro interior. Dicen que nuestro ser esencial, nuestra alma, es una partícula de lo divino. Incluso van más allá y dicen que el alma no es nada, más que Dios.
Como dijo San Juan, la luz de Dios, el Shabad, brilla en todas partes, y Dios en la forma de la Palabra está dentro de nosotros y es nuestra mismísima “vida” y “luz”.
Y Hazur dijo, comentando sobre San Juan:
Nuestra alma es esa chispa divina de ese creador, esa luz divina que nos da vida... Potencialmente, cada alma es Dios, porque su origen es el Creador.4
Entonces, basándonos en todo esto, ¿qué hemos aprendido sobre el misticismo, al que llamamos Sant Mat?
- Dios ya está en nuestro interior en la forma de nuestra alma.
- Aunque su luz está en nuestro interior, y somos la luz, permanecemos en la oscuridad y “no la comprendemos”.
- El misticismo es el camino, el proceso, para aprender a dejar esa oscuridad, a ver esa “luz”, a “comprender” la presencia de Dios.
- No solo debemos ver o conocer a Dios, sino que debemos convertirnos realmente en él, fusionarnos en él, perder nuestra propia identidad.
Y hay un punto relacionado: si el alma no es más que Dios, y si Dios mismo no es más que amor, entonces, ¿no es el alma también nada más que amor, entendiendo por “amor” el convertirse en otro ser?
Hazur dice, usando la analogía de una aguja siempre atraída hacia el imán:
La aguja está siempre enamorada del imán... La inclinación del alma es siempre hacia su propio origen. Eso es el amor.5
Entonces, el alma ¿tiene o no tiene amor? Más bien es que el amor es la esencia misma del alma. No es que “deseemos” convertirnos en uno con Dios. Es algo mucho más profundo.
El alma por naturaleza, por instinto, está enamorada de la fuente, enamorada del océano divino, ya que es una gota de ese océano divino. Así, la característica del amor está realmente en el alma. Y es el mismo amor que está en el Padre. Potencialmente cada alma es Dios.6
Entonces, ¿por qué el alma no vuela instantáneamente de vuelta al Padre, como la aguja hacia el imán? Hazur explica:
Si pones peso sobre la aguja, el imán no podrá atraerla y la aguja no podrá volver al imán. Eso no significa que si el peso está ahí, el amor haya disminuido. El amor siempre está... Pero... tenemos un peso sobre el alma: el peso de la mente, del karma, de nuestros pecados, de nuestras acciones.7
El camino místico, entonces, es el proceso de eliminar gradualmente ese peso de la mente y el karma para que el alma pueda volar de vuelta a Dios. ¿Cómo eliminamos ese peso? Solo por amor al Shabad, fundiéndonos en él. Solo la atracción del Shabad puede alejarnos de la mente.
Nuestros karmas están relacionados con nuestra mente. Por lo tanto, cuando, con la ayuda del Nam o Shabad, la mente vuelve a su origen y el alma se eleva por encima de la mente, esos karmas simplemente se eliminan.
Entonces, ¿de qué forma los mortales insignificantes como nosotros empiezan a convertirse en otro ser en este sendero de amor? Lo comprenderemos mejor si recordamos la definición de amor de Hazur. Los santos dicen que hay dos claves esenciales para poder recorrer el camino.
La primera condición es la iniciación –la instrucción– dada por un maestro vivo. Tal maestro es aquel que se ha fundido de nuevo en Dios y es enviado por Dios para instruir a otros. Él nos enseña cómo meditar, nos guía a través del proceso de fusión con la divinidad, y nos da un ejemplo vivo al que emular.
Pero además de ser uno con Dios, el maestro manifiesta a Dios en este plano, dándonos así una experiencia que es precursora de la unión final. Viéndolo a él, estamos viendo nuestra meta. Como dijo Cristo: “El que me ve, ve al que me ha enviado”8. Nuestro amor por el maestro se funde gradualmente en el amor por la Palabra y luego por Dios mismo. Como dijo Cristo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”9.
El segundo elemento esencial, según los santos, es la práctica espiritual, o meditación tal como la imparte el maestro. Hazur ha dicho que la meditación es simplemente un recuerdo: recordar al Señor y olvidarnos de nosotros mismos. Según una antigua enseñanza, nos convertimos en lo que pensamos intensamente. Por lo tanto, al recordar al Señor intensamente, nos fundimos poco a poco en él.
Al olvidarnos de nosotros mismos y recordar a Dios a través de la meditación, estamos simplemente practicando el amor, en el sentido de practicar y experimentar el convertirse en otro ser. Así que la meditación es el único momento en el que podemos, con total enfoque, practicar la pérdida de nuestra identidad, convirtiéndonos en otro ser, fusionándonos en otra persona.
a meditación es, por lo tanto, la más alta expresión de nuestro amor por Dios. Después de afirmar que “la meditación en sí misma es amor”, se le preguntó a Hazur: “Entonces, ¿al hacer nuestra meditación estamos amando a Dios?”. Él respondió: “Es el colmo del amor”10.
Por eso los maestros insisten en la meditación, porque es la práctica más pura posible del amor, que nuevamente es tanto el sendero como la meta.
Ahora podemos constatar cómo Hazur utilizó su definición de amor al explicar los fundamentos del camino místico. Pero también empleó con frecuencia ese significado para responder a muchas de nuestras preguntas más específicas. Cuando leamos sus respuestas, acordándonos de entender el amor de la manera en que él lo define –convertirse en otro ser a través del método de la meditación–, veremos cómo se nos aclaran muchas cosas.
Por ejemplo, así es como explicó lo que significa ser receptivo a la gracia del Señor:
Ser receptivo al amor del Padre en nuestra vida diaria es aceptar lo que nos da incondicionalmente, sin dudarlo, sin juzgarlo. Aceptar con gratitud lo que nos da, porque nunca hace nada que sea malo. No estando a su misma altura, ¿quién puede juzgar lo que está mal y lo que está bien? Nos daremos cuenta de que nosotros no existimos, solo él existe. Lo que venga de él, lo aceptamos con alegría, con gratitud. Ni siquiera diferenciaremos entre lo que está bien y lo que está mal porque aquel que ve las diferencias ya no existe. Nos hemos fusionado con el Padre.11
Sobre la preocupación Hazur dijo:
Lo que tenga que suceder ya ha sucedido y nosotros, simples mortales, solo somos espectadores indefensos. Si conseguimos eliminar este “ego”, solo entonces podemos disfrutar de este drama de la vida.12
En otras palabras, si no tenemos “ego”, si es Dios quien lo decide todo, entonces no tenemos nada de qué preocuparnos.
O, si volvemos al tema de la meditación, y usamos la definición de amor de Hazur, podemos aprender más sobre cómo se relacionan el amor y la meditación. Por ejemplo, a veces nos preocupamos o nos quejamos de que, aunque estemos practicando la meditación, no “sentimos” ningún amor. Puede que meditemos, pero no sentimos que lo hacemos con “amor y devoción”.
Pero, si recordamos la definición de Hazur, ¿qué sería el amor sino un esforzarse –a través de la meditación– para convertirse en otro ser, para recordar al Señor y olvidarnos de nosotros mismos? ¿Qué sentimiento importa más que la voluntad de simplemente hacer meditación, hasta el punto de que realmente lo hacemos? Como Baba Ji nos dice frecuentemente, simplemente hazlo. Tal vez estamos confundiendo el amor místico con el amor mundano, en el sentido de una emoción o una pasión.
Una última forma de arrojar más luz sobre la definición de amor de Hazur es examinar lo que entendemos por progreso espiritual.
Siempre nos preocupa si estamos progresando o ganando la gracia del Señor. Pero como la meditación es exactamente lo que necesitamos para progresar en el camino –al ser la “cima del amor”–, no es de extrañar que los santos digan que todo esfuerzo puesto en la meditación debe producir progreso, de hecho es progreso.
Hazur dice:
Cualquier minuto que pases en el amor y la devoción por el Padre cuenta a tu favor. Es un peldaño en el camino. Estás progresando, tal vez a la velocidad de una hormiga, pero lo estás haciendo.13
¿Cuál es la mejor señal de éxito en nuestra meditación? ¿Es atravesar las regiones internas, observar las vistas y oír los sonidos internos? No, debe ser más bien cualquier disminución de nuestro sentido del yo y el correspondiente aumento en el deseo de completar nuestra unión, de acabar con nuestra separación.
Cuanto más tiempo dedicamos a la meditación, más fortalecemos nuestro amor, más crece nuestro amor, y nos hacemos ricos en devoción. Personalmente creo que cuanto más tiempo se dedica a la meditación, más se siente el dolor de la separación. Y cuanto más dolor de la separación se siente, más progreso hacemos en el interior, porque en última instancia este dolor de la separación nos hará uno con el Ser, con el Señor.14
Hazur incluso dice: Si [un buscador] siente anhelo, un deseo de volver al Padre, amor por el Padre, ...añoranza por el Padre, ¿hay algo más que hacer?15
¿Cómo llegamos a sentir este anhelo? A través de nuestros esfuerzos en la meditación, sí, pero tal vez, aunque nuestros esfuerzos sigan siendo infructuosos el mismo fracaso nos revela un gran secreto. Sardar Bahadur Jagat Singh nos lo revela:
Trabajar diligentemente en el sendero mostrado por el maestro. Cuando a la mente le parece pequeño el progreso en comparación con su esfuerzo, se inquieta y comienza a sentir las penas de la separación del maestro. Esto se transforma en un deseo intenso y una ardiente añoranza de él, que aniquila por entero todos los deseos mundanos, libera el alma de sus grilletes y la capacita para el transporte místico. Este ferviente amor es la esencia de toda disciplina espiritual y se alcanza realizando fielmente las prácticas devotas de la manera explicada por el maestro en el acto de la iniciación.16
Tenemos expectativas mezquinas de lo que es el progreso, lo que se supone que la meditación debe traernos. Estas expectativas no tienen sentido, como explica Hazur en el siguiente intercambio:
P: ¿Qué se puede esperar? Sabemos que no somos nada, y que no deberíamos esperar nada, pero...
R: Solo entrégate a él. Amar a alguien significa darse a sí mismo sin esperar nada a cambio. Darse a sí mismo, someterse, resignarse a él es toda una meditación. Estamos perdiendo nuestra propia identidad e individualidad y nos estamos fusionando con otro Ser. Entonces, no tengamos ninguna expectativa.17
Tal vez, desde la estrecha perspectiva de nuestro pequeño yo, el progreso no se mida por lo que ganamos, sino por lo que perdemos.
Y cuando al entregarnos podemos convertirnos en Dios, ¿qué más queda por hacer? Si te entregas –como la gota que se convierte en océano–, ¿has ganado o perdido algo? Si al perder la propia identidad te conviertes en el Padre, ¿acaso has ganado o perdido? Eso es el amor.18
- Maharaj Charan Singh, Spiritual Perspectives, Vol. II, #144
- Ibíd.
- Biblia Juan 1:1-5
- Spiritual Perspectives, Vol. I, #223, #227
- Ibíd., #265
- Ibíd., Vol. II, #170
- Ibíd., Vol. I, #265
- Biblia, Juan 12:45
- Biblia, Juan 14:6
- Spiritual Perspectives, Vol. II, p. 101, #143
- Ibíd., Vol. III, #294
- Citado en Tesoro Infinito, p.190
- Spiritual Perspectives, Vol. II, #344
- Ibíd., Vol. III, #96
- Ibíd., Vol. III, #107
- Maharaj Sardar Bahadur Jagat Singh, La ciencia del alma, Parte II, #8
- Maharaj Charan Singh, Muere para vivir, 1ª edición, 1994, #277
- Spiritual Perspectives, Vol. II, #597