Mantequilla, cuerda, 20 dólares y felicidad
Karma
La pregunta no es: “¿Lo que ocurre en el mundo actualmente es provocado por el karma?”
La pregunta es: “¿Hay algo que no sea provocado por el karma?”
A los satsanguis a menudo nos gusta hablar del karma, culpando al karma de muchos acontecimientos y sucesos. Pero ¿realmente comprendemos qué es el karma? No, no lo comprendemos. Consideremos durante un minuto que el mundo entero (y el más allá) no es más que una esfera inmensa e interconectada de karma, con una coreografía de una danza de acontecimientos perfectamente integrados. La sutileza y magnitud para llevar a cabo esto en un movimiento continuo y fluido, está más allá de nuestra comprensión. Cada acción genera una multitud de reacciones que repercuten en personas, lugares y cosas como cuando se tira una piedra a un estanque en calma. ¿Es importante que comprendamos mejor esta ley de acción y reacción tan omnipresente y universal? No, no lo es. Una simple comprensión de la ley del karma es suficiente para orientarnos en la vida. No es necesario complicarse. La siguiente historia ilustra todo lo que necesitamos entender.
Una libra de mantequilla
Un granjero le vendió una libra de mantequilla a un panadero. Un día el panadero decidió pesar la mantequilla para comprobar si recibía la cantidad correcta, y descubrió que no. Enfadado por esto, llevó al granjero a los tribunales. El juez le preguntó al granjero si utilizaba algo para pesar la mantequilla. El granjero respondió: “Su señoría, soy un simple granjero. No tengo un medidor preciso, pero tengo una báscula para pesar la mantequilla”. El juez preguntó: “Entonces, ¿cómo pesas la mantequilla?”. El granjero respondió:
“Su señoría, mucho antes de que el panadero empezara a comprarme mantequilla, yo le compraba todos los días una barra de pan de una libra. Ahora, cada día cuando el panadero me trae el pan, lo pongo en la balanza y le doy el mismo peso en mantequilla. Así que ya ve, si hay algún culpable, es el panadero”.
La moraleja de la historia: En la vida, recibes lo mismo que das.
La expresión popular que se usa hoy en día es: “Todo lo que se da, se recibe”. Entonces, ¿qué más necesitamos entender? Nuestras acciones causan reacciones. Como dice la Biblia: “Lo que siembres, recogerás”. La acumulación de todas nuestras acciones pasadas conforma los acontecimientos de nuestra vida actual. Para evitar aumentar nuestro karma solo necesitamos seguir los cuatro votos, cuidadosamente proporcionados por nuestro maestro, y una simple regla: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. (Biblia, Mateo 22:39)
También nos ayudará recordar que en la vida, recibimos lo que damos. Así que demos amor y perdón con nuestras dos manos.
Hazur Maharaj Ji ha explicado que cuando mantienes la compañía de los místicos, las enseñanzas son muy fáciles de entender. Y piensas: ¿Por qué permanezco en la ilusión? ¿Por qué no comprendí antes esta verdad tan simple?
Sin embargo, seguir el sendero no es tan sencillo. Seguir algo que es sencillo es muy difícil. Vivir una vida sencilla es muy difícil; vivir una vida complicada quizá sea muy fácil. Es muy difícil para nosotros aceptar la sencillez de lo que es simple. Nos gusta que nos digan la verdad de una forma intelectual. Si decimos algo a una persona intelectual de una forma complicada, pensará sobre ello; pero si se lo decimos de una forma sencilla, no lo aceptará, no lo entenderá.
Las enseñanzas se convierten en sencillas cuando estamos en compañía de los místicos y santos. El Señor nos ha llevado a su compañía porque quiere que entendamos las enseñanzas. Él es el hacedor y quiere que los sigamos para que las enseñanzas se hagan fáciles para nosotros.
Spiritual Perspectives, Vol. III, #152
Lazos que atan
Parece que a la mayoría de la gente la vida no siempre nos va según lo planeado. Desde una edad muy temprana experimentamos nuestra dosis de decepciones y fracasos. Las cosas en las que depositamos nuestras esperanzas no acabaron bien. La vida tiene sus altibajos, triunfos y fracasos, y se espera que perseveremos y sigamos intentándolo. Sin embargo, a veces estas decepciones causan una fuerte impresión en nuestra mente, consciente o inconscientemente. Estas impresiones pueden impedir que intentemos algo nuevo sin que nos demos cuenta. Incluso cuando se trata del sendero, a veces nuestros esfuerzos pasados por mejorar no dieron resultados, y estos fracasos pueden influir en que reanudemos nuestros esfuerzos. El maestro ha dicho muchas veces que todos tenemos la capacidad de tener éxito en este sendero, de lo contrario no nos habría iniciado. Aunque podemos afrontar y reconocer nuestras dudas conscientes para dar un paso positivo hacia adelante, ¿qué pasa con nuestros miedos subconscientes al fracaso que nos impiden incluso intentarlo? Tal vez podamos aprender una lección de la siguiente historia.
La cuerda de los elefantes
Un hombre caminaba por un campamento de elefantes cuando observó que los elefantes no estaban enjaulados, y lo único que les impedía escapar del campamento era un pequeño trozo de cuerda atado a una de sus patas.
Mientras el hombre miraba los elefantes, se sintió completamente confundido al ver que estos enormes elefantes no usaban su fuerza para romper la cuerda y escapar del campamento. Podrían haberlo logrado fácilmente, pero en cambio, no lo intentaban. Por curiosidad, le preguntó a un adiestrador que estaba cerca por qué los elefantes estaban quietos y no intentaban escapar.
El adiestrador respondió: “Cuando eran muy jóvenes y mucho más pequeños, usamos una cuerda del mismo grosor para atarlos. A esa edad la cuerda era lo suficientemente fuerte para retenerlos. A medida que crecían, se les condicionó para que creyeran que no podían escaparse, que la cuerda aún podía retenerlos, así que nunca intentaron liberarse”.
La moraleja de la historia: No dejes que un fracaso del pasado te frene en el futuro.
La única razón por la que los elefantes no se liberaron fue porque, con el tiempo, adoptaron la creencia de que no podían hacerlo. Por mucho que el mundo intente retenernos, o que no recompense nuestros esfuerzos, siempre debemos seguir creyendo que lo que queremos lograr es posible. Creer que puedes tener éxito es el paso más importante para conseguirlo. El maestro nunca pierde la fe en nosotros. Solo ve nuestro potencial. Ignora nuestros fracasos y recompensa nuestros esfuerzos. Y con esfuerzo, él mismo interviene y nos ayuda. Veamos lo que dice Soami Ji sobre cómo el maestro ayuda al discípulo:
Llevo tus cargas en mi corazón
para que puedas sentirte libre de preocupaciones…
Yo mismo te ayudaré a realizar el esfuerzo,
yo mismo te llevaré a tu morada final.
Escucha lo que Radha Soami tiene que decirte:
todo se solucionará...
Sar Bachan poesía, bachan 33, shabad 16
¡Está claro que nuestro éxito está garantizado!
¿Cuál es tu valor?
Si alguien te pidiera que te valorases, ¿te pondrías un valor alto o bajo? ¿Qué criterios utilizarías para calcular tu valor? Considera lo siguiente: Si salieras a caminar por la naturaleza y vieras una piedra rugosa y sucia, ¿te molestarías en recogerla? Pero, ¿y si fueras un joyero familiarizado con trabajar diamantes en bruto? Reconocerías inmediatamente el tipo de piedra que es y verías más allá de su apariencia rugosa el núcleo del diamante. La diferencia es que nosotros no hemos desarrollado la visión para poder ver más allá del exterior, pero el joyero sí. El maestro es el joyero que mira más allá de nuestro exterior rugoso y solo ve nuestro potencial, nuestro verdadero valor. Ante los ojos del maestro joyero nuestro valor nunca disminuye. La siguiente historia explica de forma muy clara y sencilla cómo deberíamos valorarnos siempre.
Todavía tienes el mismo valor
Un conocido orador comenzó un seminario mostrando un billete de 20 dólares. Una audiencia de 200 personas se había reunido para escucharlo. Preguntó: “¿Quién quiere este billete de 20 dólares?”. Doscientas manos se alzaron.
Dijo: “Voy a darle estos 20 dólares a uno de vosotros, pero primero, dejadme hacer esto”. Entonces arrugó el billete.
Luego preguntó: “¿Quién lo quiere todavía?” Las 200 manos volvieron a levantarse.
“Bueno”, respondió, “¿Y si hago esto?”. Dejó caer el billete arrugado al suelo y lo pisoteó con sus zapatos. Lo recogió y se lo mostró a la audiencia. El billete estaba arrugado y sucio.
“Ahora, ¿quién lo quiere?”, preguntó. Siguieron levantándose todas las manos.
Amigos míos, acabo de enseñaros una lección muy importante. No importa lo que le haya hecho al billete, vosotros lo queréis porque su valor no ha disminuido. Aún vale 20 dólares.
Muchas veces en nuestras vidas, la vida nos arruga y nos machaca en la suciedad. Tomamos decisiones equivocadas o nos enfrentamos a circunstancias adversas. Nos sentimos inútiles. Pero no importa lo que haya pasado o lo que vaya a pasar, nunca perderás tu valor. Tú eres especial; ¡no lo olvides nunca!
La moraleja de la historia: Nuestro valor nunca disminuye, no importa lo toscos y poco pulidos que estemos.
Nuestra alma, el Shabad interior, es nuestra verdadera naturaleza, nuestro resplandeciente diamante de gran valor. Nada de lo que hagamos cambiará eso. Podemos cubrirlo con capas de ego, deseos, comportamientos poco ejemplares, pero tales acciones nunca cambiarán nuestro valor fundamental. Si el maestro nos valora, ¿no deberíamos valorarnos también nosotros?
Soami Ji dice:
El maestro y el Shabad cuidan constantemente de lo que más te conviene; son los protectores de tu cuerpo y de tu mente. Sé agradecido y llévalos siempre en tu corazón, ellos apartarán todo dolor de tu vida.
Sar Bachan poesía, bachan 18, shabad 8
¿Eres feliz?
¿Cuántos de nosotros podemos decir que somos verdaderamente felices? Si tú puedes, entonces que Dios te bendiga porque no es una tarea fácil. Demasiado a menudo buscamos la felicidad en las cosas del mundo: ese nuevo coche del color que me gusta hará que me sienta mejor; ese viaje a la playa mejorará mi estado de ánimo; remodelar la cocina mejorará mi vida. En sí mismas, ninguna de estas cosas tiene nada de malo, pero nos engañamos frecuentemente pensando que, si hacemos muchos cambios de esta índole, nuestra vida será mejor, seremos más felices. Es más fácil cambiar de coche que de perspectiva. Todos sabemos que la verdadera felicidad proviene solo del interior, pero ¿cuántos de nosotros dedicamos nuestros esfuerzos interiormente para conseguirlo? Hay una sencilla historia sobre buscar en el lugar equivocado para encontrar algo que está en otro lugar.
Deja de perseguir la felicidad
Había un anciano que vivía en un pueblo. Todo el pueblo estaba harto de él porque siempre estaba malhumorado y triste. Se quejaba constantemente y siempre estaba enfadado. Cuantos más años vivía, peor estaba. La gente hacía lo posible por evitarlo porque su mal humor era contagioso y a menudo provocaba un sentimiento de infelicidad en los demás.
Pero un día, al cumplir los ochenta años, ocurrió algo increíble. Inmediatamente todo el mundo empezó a escuchar el rumor: “Hoy el viejo está feliz, ¡no se queja de nada! ¡Incluso sonríe y su cara se ve alegre y relajada!”.
Todo el pueblo se reunió a su alrededor y le preguntó: “¿Qué te ha pasado?”.
El anciano respondió: “Nada especial. Durante ochenta años he perseguido la felicidad, pero ha sido en vano. Hoy he decidido olvidarme de buscar la felicidad, y empezar a disfrutar de la vida. Por eso ahora me siento feliz”.
La moraleja de la historia: La felicidad no puede encontrarse en el exterior a través de cosas o situaciones. La felicidad solo llega con la aceptación y el contento.
¿Cómo define Hazur Maharaj Ji el contento?
Ser feliz al pasar por nuestro destino. No tener deseo alguno y no pedir al Señor nada de este mundo. Somos felices con lo que nos dé. Estamos contentos pasando por nuestra vida. Solo vemos el drama de nuestra vida como un espectador en esta creación. Así que estamos contentos con lo que él nos dé. En otras palabras, vivimos en la voluntad del Padre. Eso es también contento.
Spiritual Perspectives III, #291
Cuando no puedes cambiar los eventos de la vida, tenemos que enfrentarnos a ellos, tenemos que nadar junto a las olas. Entonces ¿por qué no aceptarlos con una sonrisa? ¿Para qué llorar y lamentarse?, ¿por qué tener una cara tan triste? No hay mucho por lo que llorar, porque los eventos de la vida no van a cambiar. Y si no van a cambiar, ¿entonces para qué preocuparse? Aceptémoslos como la voluntad del Señor.
Spiritual Perspectives III, #273