18 de febrero de 2021 - RSSB

18 de febrero de 2021

Queridos amigos,

Sigo pensando que he terminado de escribir estas cartas y entonces el coronavirus muta, los casos se disparan, y siento la necesidad de seguir en contacto. Pienso en vosotros y me pregunto si estáis bien. Espero que estéis todos felices y bien de salud. Hemos pasado los últimos dos meses en Haynes Park, lo que siempre es un placer. Pero ahora es muy diferente a lo que era antes. Antes, el día de seva más tranquilo del fin de semana había entre 500 y 800 sevadares; ahora solo son 20. Realizan el seva rutinario necesario para que el lugar no se deteriore. Como era de esperar, todos llevan mascarillas, mantienen la distancia social y se lavan las manos con la mayor frecuencia posible.

Todavía me sorprendo cuando veo una cola para la comida y que todo el mundo esté a dos metros de distancia, y llevando una mascarilla. Pero, ¿se nota el compañerismo detrás de las mascarillas? Por supuesto que sí. Ese espíritu que resplandece en los sevadares de todo el mundo es para mí el pan de cada día. Me mantiene anclado, inspirado y comprometido.

Aunque resulte casi automático usar una mascarilla antes de salir de casa, sigue siendo una decisión consciente y que desearía no volver a tomar nunca más. Empiezo a estar cansado del covid. Estoy deseando que llegue el momento en que todos podamos reunirnos de nuevo, y el seva vuelva a la normalidad. Pero finalmente he de reconocer que el covid nos acompañará indefinidamente. Es la nueva gripe. Nos vacunaremos una vez al año y esperaremos que ese año sea leve.

Me doy cuenta de que tengo que ser más disciplinado que antes. Si no es así, paso el día ligeramente aturdido. Es una inercia que proviene del aislamiento y la falta de interacción. Tengo que motivarme para seguir comprometido y hacer mi seva. Pero lo que me tranquiliza es que no tengo una sensación de fatalidad y pesimismo. Al ver que amigos y familiares enferman y algunos mueren a causa del virus, sería muy fácil deprimirse, e incluso preguntarnos por qué nos molestamos en hacer nuestro mejor esfuerzo.

Me acaba de contar un amigo de Italia que hoy ha dado positivo en coronavirus. Le dije que estaba un poco preocupado y que esperaba que no se desanimara demasiado. Me respondió: “No te preocupes, soy una persona fuerte y además creo que esto también es obra del Señor”. Inmediatamente sentí que me quitaban un peso de encima. Como siempre, los sevadares de Baba Ji me inspiran y me hacen sentir humilde. Es necesario prestar atención para mantener las enseñanzas vivas y motivadoras. Es muy fácil que se conviertan solo en palabras sin una esperanza real detrás de las palabras. Cuando eso sucede, la belleza del sendero disminuye, la luz se debilita. En cambio, mi amigo dice que es firme en sus creencias e inmediatamente la luz brilla. Estoy aprendiendo que estar alerta y el simran son esenciales para mantener la llama encendida. Y que la esperanza no se puede confinar.

Amigos, si alguno de vosotros me ve deprimido o apenado, os animo, en realidad os exijo, a que me giréis y me deis una buena patada en el trasero. Somos muy afortunados y a veces olvido ese sencillo y extraordinario hecho. Baba Ji, si estás escuchando, ¡tu sangat es maravilloso!

Así que, al ver lo peor, sigo sintiendo que la vida es un camino de rosas. Siempre hay humor, siempre hay claridad. Hablando de claridad, Ann ha dejado de hacer repostería porque estaba engordando un poco. Siempre les dice a sus amigos, en cualquier conversación sobre la salud, que rara vez come azúcar. El último año ha sido todo lo contrario. Uno de los efectos secundarios de la pandemia han sido unos cuantos kilos de más. Ahora está haciendo una dieta depurativa. Le va muy bien, pero a mí me priva de galletas y pan recién hechos. Incluso su querida masa madre se está marchitando por la soledad. Ya no recibe atención. Estoy seguro de que anhela recibir su drishti.

Lo peor es que a menudo me como mi propia comida. Ella hace verduras al vapor y yo me las como, pero lo hago para sentirme bien y ser un adulto maduro que cuida su salud. A las verduras les añado un revoltijo de una olla con aceite y especias. Lo disfruto (¿eso es cierto o solo lo digo por decirlo? En realidad no estoy seguro), pero desde luego lo que hago no se lo serviría a ninguno de vosotros. Añoro una buena pizza italiana o el kharri pakori del langar de los domingos en Italia.

Hoy voy a la ciudad porque tengo que hacer un recado. Primero rociaré mis gafas con un spray mágico que impide que se empañen. De lo contrario, elegiré las cosas equivocadas de la estantería o, lo que es peor, me levantaré la mascarilla para poder ver y alguien de la tienda se enfadará porque me he quitado la mascarilla. Luego, al llegar a casa, Ann me rociará con spray desinfectante para que no contamine la casa. Es una escena de película de ciencia ficción. Estoy exagerando, por supuesto, pero el miedo al virus se está introduciendo en nuestra consciencia. ¿No es la pandemia su voluntad? Sí, lo es. Así que es hora de dejar de preocuparnos, hacer lo mejor que podamos y dejarle el resto a él. Me alegro de haber escrito estas palabras.

Mi problema es que empiezo a acostumbrarme a esta vida, me acomodo y luego todo cambia. El gurú no deja de mover los postes de la portería. Me he dado cuenta de que me gusta la rutina y el orden, y en cuanto todo va bien, y el seva transcurre sin problemas, él cambia las reglas del juego. Supongo que la autocomplacencia es un perjuicio para un satsangui, así que cuando nos toca batear, nos lanza una malvada bola curva, el coronavirus, para que estemos alerta. (Para los que estén más familiarizados con el críquet, sustituyan “bola curva” por “googly”). ¿Tiene esto algún sentido? ¿Estoy diciendo tonterías? El mundo tiene que seguir adelante, y hasta que llegue el momento en que se disuelva de nuevo en el océano de Shabad él va a jugar con nuestras vidas. ¿Quién ha oído hablar de un gurú al que le guste que sus discípulos se sientan confundidos?

Hace unos años, el gobierno británico se planteó incorporar un nuevo cargo ministerial. El ministro de Soledad. Los estudios revelaron que aproximadamente el 9 % de la población se sentía sola. Ayer miré una encuesta realizada en cuatro países europeos: Reino Unido, Francia, Italia y Alemania. Se le pidió a la gente que describiera su estado mental en ese momento. En tres de los países, las palabras más utilizadas para describirse a sí mismos, en más del 40 % de los encuestados, fueron cansancio, tristeza y soledad. ¡Qué cambio con respecto a hace solo unos años! No creo que seamos inmunes a estas emociones.

Desde mi orgullo de satsangui pienso que estoy tan absorto en las enseñanzas que todo eso le pasa a los demás y no a mí. Pero lo que estoy experimentando ahora es que a todos nosotros nos influye el desorden del mundo. Somos tan vulnerables al miedo y a la duda como todos los demás. Pero al menos tenemos a Baba Ji como ancla. ¿Podéis imaginaros la vida sin un maestro?

Descubrí que durante una temporada me obsesioné con las noticias. Así pasaba el tiempo, pero ¡qué forma de perder el tiempo! Solo un montón de gritos y chillidos. En los años 60 fui a un mitin político. Fuimos seis personas. Había miles de personas dispuestas a enfrentarse a la policía. Estábamos delante y vi cómo uno de mis amigos discutía a gritos con un policía. Miré sus caras y me di cuenta de que eran la misma persona: ambos estaban enfadados. Sus opiniones no importaban, pero lo que sí importaba era la emoción que había en sus opiniones. Cuando los vi, me alejé de la manifestación y me fui a casa. Ahí terminó mi interés por salvar el mundo. Pero durante este último año he vuelto a opinar y a tener la sensación de que sabía lo que debían hacer los políticos para cambiar la realidad, para salvarnos de la pandemia. Entonces desperté y me dije a mí mismo que debía controlarme y dejar de alterarme por los asuntos del mundo.

Me acordé de esa historia de mi pasado cuando, el otro día, Ann me preguntó si había leído las noticias sobre el aterrizaje en Marte. Le dije que lo que me interesaba de las noticias era si el Arsenal (club de fútbol en Inglaterra) mejoraba (poco probable) y la programación de la televisión. El resto es mucho ruido y pocas nueces. Leo los titulares y continúo. Todo es lujuria, ira, codicia, etc. ¡Basta ya! ¡Todo tiene un límite!

Por cierto, hace dos semanas nos pusieron la primera dosis de la vacuna. Durante las siguientes veinticuatro horas estuvimos agotados, pero nuestra reacción no fue mala. Ahora esperamos la segunda dosis. Ann tenía programada su vacunación pero yo no. Fui con ella como acompañante. Cuando le tocó vacunarse a Ann, le preguntamos a la enfermera si yo también podía vacunarme. La respuesta fue un no rotundo: sin una petición de tu médico de cabecera no puedes vacunarte. Ann dijo inmediatamente: “Yo tengo esta enfermedad, esta otra y también esta otra. Si él se contagia de covid, me moriré”. La enfermera se encontró con la horma de su zapato. Ella fue inmediatamente a ver a su supervisora y, por supuesto, me vacunaron. ¡Esa es mi chica!

Unos días después... entraba en casa para comer y me encontré con un caos en la cocina. Se acabó la dieta depurativa. ¿Esto merece cantar el aleluya? Probablemente la gracia estaba en que comiera menos, pero los aromas de baklava y tartas de espárragos eran verdaderamente agradables. Secretamente, soy un poco sadhu, un poquito, y echo de menos la dieta más restrictiva y desearía que Ann siguiera depurándose. Así que la analogía es: ¿a todos nos gusta en secreto el confinamiento y sus restricciones? Para nosotros el confinamiento es un regalo, una oportunidad, ¿no es así? Al igual que prefiero una dieta saludable, ¿realmente prefiero la vida de extrema tranquilidad que llevamos ahora? No quiero que la vida tranquila se acabe y luego decir que ojalá hubiera aprovechado mejor el regalo de la pandemia.

Baba Ji insiste en la necesidad de equilibrio. Pero no estoy seguro de lo que es realmente el equilibrio. Llevamos una vida tranquila y no salimos de fiesta, ¿eso es suficiente, es eso el equilibrio? ¿O el equilibrio es una falta de conciencia del yo? ¿Una naturalidad para realizar nuestras actividades cotidianas? ¿Un corazón contento? Todo lo que sé es que quiero complacerle.

Basta ya de mis reflexiones y mi pesimismo. Los dos estamos bien. Estamos viendo demasiado Netflix pero así es. Ambos nos sentimos positivos, contentos y algo perezosos. Sin que importen las circunstancias, la vida es un camino de rosas. Aleluya. Tal vez aleluya sea un poco exagerado, pero somos muy afortunados.

Por favor, cuidaros, mis queridos amigos.

Afectuosamente,
Bill