Un día en Dera
(Traducción de The Tribune, India, 29 de Abril, 2000) — Moviéndose por Dera en Beas cualquiera se quedaría convencido de que hay un poder divino que guía y mueve todo en este lugar de una manera meticulosa.
Dera, ubicado en Beas se extiende sobre una superficie amplia. Hay un orden notable en todas partes. Con muchos espacios verdes. Todo está en su lugar apropiado, desde un arbusto hasta un árbol grande. Todo el mundo es disciplinado. Todos, sean ricos o pobres, son cuidados. El Dharma (código moral) prevalece en el recinto. Pero no connota religión. Significa un sistema de valores. Una “ciencia de ética”. Y es el concepto que guía toda acción. Y no es asombroso que todo el lugar tenga un aura. Un ritmo inusual. Una fragancia dulce. Emite paz eterna.
¿La paz, en el mundo actual que está destrozado por el estrés y el conflicto? ¿Difícil de creer? Pruébalo. Las puertas de Dera siempre están abiertas. Y para todos. Está para que todo el mundo lo visite. Yo lo he hecho.
Era un sábado. Mi familia y yo habíamos llegado a Dera después de las 4 de la tarde. Baba Ji – el Maestro – iba a reunirse con las personas extranjeras a las 5:30 de la tarde. Habían venido a Dera desde el extranjero. Quizás, en busca de la paz eterna. Para conocer el camino de poder superar el estrés y las presiones de la vida actual. Algunos tenían preguntas que hacer. Como un privilegio otorgado a petición de un anciano amable, incluso a mí se me permitió atender esta reunión. Estaba feliz. Y curioso también.
Nos dijeron que permaneciésemos sentados cuando llegase el Maestro. Y mientras me planteaba las posibles razones de esto, Él ya había llegado. Puntual. Es joven. Más joven que la mayoría de las personas sentadas ante él. Su paso era rápido. Su postura, erguida. Se quitó los zapatos antes de tomar asiento en el escenario (plataforma) elevado. Miro a su alrededor. Parecía como si mirase a todos con una buena mirada. Quizás, su manera de bendecir. Hubo algunas palabras que se realizaron por uno de los seguidores. Y luego el Maestro contestó algunas preguntas. Uno por uno. En total, tres personas compartieron sus problemas. Las contestaciones fueron directas. No hubo ambigüedad. Sin peros.
Fue el final de la primera sesión. Regresé a la habitación del hostal. Un lugar compacto y cómodo. Todas las comodidades para atender a las necesidades básicas.
Como regla, se sirve la cena temprano. Por lo tanto, no fue extraño que después de la congregación, todas las 350 personas alojadas en el hostal se fuesen al comedor. Había mucha comida deliciosa. Variedades europeas y desi (locales). Calientes e hirviendo. Había un aroma característico en el ambiente. Una ojeada rápida a la distribución de la comida incitó el paladar. El lugar despertó el apetito. Tomé mi ración. Y luego, un paseo. Y un poco de conversación. Me dijeron que se esperaba que las luces estuviesen apagadas a las nueve. La alarma por la mañana era a las tres. Se esperaba de todo el mundo estar despierto a las horas tempranas de la madrugada. La hora de Brahma Mahurat (la del elixir). Se considera favorable para el cuerpo y alma.
Yo estaba bien dormido. Quizás incluso antes de las nueve. Ni una llamada a la puerta (de la que me informaron por la mañana) había sido suficiente para despertarme. Ni siquiera había escuchado la sirena de madrugada. Obviamente, dormí bastante bien. Me desperté a las cuatro escuchando una sinfonía melodiosa. Como si fuesen las palabras de una oración mañanera. Había otros sonidos también. A intervalos regulares. ¿Un pájaro? ¿Una cinta? ¿La magia del Maestro? Varias preguntas circulaban en la mente. No estaba seguro. Salí de la habitación. Al exterior. No veía nada. Aun así, había sonidos. Y muy claros. En todo el alrededor. Relajante para los sentidos.
El misterio persistió. Tuve curiosidad. Salí de nuevo. Me paseé. Mucho espacio abierto. Aire fresco y frío. Muy reconfortante. La gente moviéndose en distintas direcciones. Sobre todo, los voluntarios presentándose a sus tareas. Para el seva del amor y la devoción. Un servicio totalmente desinteresado. Una característica permanente del lugar.
Había un número elevado de edificios. Y más bajo construcción. Andando casualmente, llegue a la zona del langar. Enorme. Hable con una persona. Me dijo que a 50.000 personas se les sirve en 10 minutos. En el Bhandara (la congregación principal), el numero supera el medio millón de personas. Y todos comen. Luego también hay un complejo hospitalario enorme. Construido sobre los cimientos del amor y la compasión de Maharaj Charan Singh. Y como símbolo de la ‘humildad y la dedicación de los sevadars’. El Hospital Caritativo Maharaj Sawan Singh es una fuente de ayuda y esperanza para los enfermos y necesitados. Realiza un servicio excelente hacia la sociedad.
Moviéndome por este lugar convencería aún más a cualquiera de que hay un poder divino que le guía a todo el mundo y que lo mueve todo en Dera. Muy meticulosamente. Todo el tiempo. Casi con una precisión de relojero.
Después de un buen paseo, volví a la habitación. No eran ni las siete. Aun así, tenía hambre. Finalmente, a las 07:15h se sirvió el desayuno. Hasta la espera de 15 minutos pareció una eternidad. Me serví raciones grandes de gacha y leche con mucho azúcar moreno. Seguido por tostadas con mantequilla, confitura y mermelada que se nos fue facilitada por la dulce y simpática Sra. Desai. Incluso los niños que habitualmente se despiertan tarde estaban listos. Y desayunaron antes de las ocho. Un poco inusual. Pero, verdad. Obviamente el lugar había marcado una diferencia.
Luego todos procedieron al Kirtan de la mañana. Los discursos del Maestro del domingo por la mañana hacia la congregación. El lugar aparentaba ser una masa de hombres y mujeres. Una multitud de más de 200.000 personas ya se habían reunido. Para las 08:30h. bajo, lo que uno puede decir es, la zona más grande con techo del país. Y personas seguían entrando. Desde todas las direcciones. Pero había un completo orden. Una disciplina total. Ningún ruido. Incluso un murmullo podía ser escuchado. Y a las nueve puntualmente, el Maestro tomo asiento. En breve estaba ya dirigiéndose al sangat.
Hablo en punyabi. Animándole a todos a adueñarse de la mente. A controlar los cinco sentidos. A ser un buen ser humano. En las obras y en la acción. Equilibrando las acciones kármicas. Anhelando obtener únicamente la riqueza espiritual. El tiempo (quizás dos horas) pasaron muy deprisa. Nadie se movió, ni hablo, ni bostezó. Aquellos que venían del extranjero estaban sentados de una manera quieta. A pesar del hecho de que quizás no siguieron ni entendieron una palabra. Obviamente había un deseo irresistible de estar en la presencia del Él. Al final, había un sentimiento satisfactorio de una lección de espiritualidad. No de un discurso sobre los méritos comparativos de una secta, o de una religión comparada a otra.
Y luego, la audiencia tan esperada con el Maestro. Para la familia. En su casa. Una oportunidad de verle en carne y hueso. Estando en su presencia. Para sentarse junto a Él.
Un rostro bello. Una barba ondeante. Una mirada radiante. Una expresión serena. Una presencia divina. Y un niño, que tenía menos de tres años, el primero en inclinarse a sus pies. Sin ser preguntado. A pesar de su indicación de detenerse. Por la absoluta reverencia.
Él fue paciente y mostró entendimiento. Aguanto con nosotros durante más de media hora. Sin haber nunca una mirada de impaciencia. A pesar de que muchas personas esperaban. Al final, entendimos exactamente porque el Maestro quería que todos abandonasen el alcohol y siguiesen una dieta vegetariana únicamente.
En el camino de vuelta, observamos el lugar donde las personas donaban dinero. La gente echaba una buena cantidad de dinero en una estructura de ladrillos y cemento. Y de manera totalmente voluntaria. Y al final de cada día, hay bastante. Para todo y todos. Un almuerzo rápido y estábamos preparados para marcharnos. Nos fuimos. Pero reticentemente. Como desee quedarme más. ¿Por qué? ¿Por la disciplina excepcional? ¿Una paz total? ¿O fue porque el entorno estaba lleno de dicha? Había un poco de todo. Todo lo que pueda llevar a la salvación de un ser humano.
El día en Dera parecía haber transcurrido demasiado rápido. Pero el impacto seguía allí. ¿Cuánto tiempo durará? ¿Una vida entera? Uno puede únicamente tener esperanza y rezar. Yo lo hago.