Cenicienta y el loro muerto
Un extracto de un poema del santo Paltu, dice:
En la corte del Señor, oh Paltu,
solo cuentan la devoción y el amor.
Solo cuentan la devoción y el amor,
pues la devoción agrada al Señor.
Él prefiere la comida insípida de un pobre devoto
a una regia fiesta1.
De este poema, Maharaj Charan Singh, señala: “Todos los santos tienen un mensaje universal que impartir. Tienen la misma enseñanza que ofrecer. ...Nos enseñan que el ser humano y Dios son uno, y que existe un velo de ego que los separa. Solo el amor puede retirar ese velo. Este es el núcleo de sus enseñanzas”2.
Que solo “cuentan la devoción y el amor” significa que muchas cosas no cuentan en la corte del Señor. Una pequeña lista incluiría indudablemente:
Orgullo, ira y arrogancia.
Riqueza o pobreza, salud o enfermedad, éxito o fracaso mundano.
Hombre o mujer, heterosexual o gay, bajo o alto.
Autocompasión.
Explicaciones ingeniosas de por qué no hemos atendido a la meditación.
Aquí hay algunas cosas más que no cuentan en la corte del Señor:
El seva con cuerpo físico, monetario y mental si no se lleva a cabo con amor y devoción.
El número de satsangs que hayamos escuchado, o incluso impartido.
Humildad, a menos que sea verdadera humildad – el entendimiento de que realmente no somos nada; solo el Shabad es verdadero. Ni siquiera podemos imaginar este nivel de humildad mientras nos identificamos con el cuerpo o con la mente, aunque puede vislumbrarse en la generosidad y el altruismo del sevadar ejemplar: el maestro físico.
Bien, todos podemos reconocer nuestros defectos, aunque no los admitamos. Hay un dicho en inglés: si la gorra te queda bien, úsala. Es un dicho que deriva del tonto de capirote, y significa “cuando recibes una crítica que es cierta, reconócela”.
Una variante moderna de este dicho es “si el zapato te calza, úsalo”. Este parece derivarse de la historia de Cenicienta. En este cuento, el príncipe visita todas las casas de un pueblo tratando de encontrar a la hermosa joven de la que se ha enamorado. Dejó atrás un zapato de cristal cuando huyó a medianoche del gran baile en el palacio. En este caso, el dicho “si el zapato te calza” es afirmativo; después de todo, la historia de Cenicienta es una historia de amor. Cuando el zapato de cristal solo le quedó bien a Cenicienta, Cenicienta y el príncipe se casaron y vivieron felices para siempre.
Las historias se cuentan y se vuelven a contar porque tienen un significado, a veces un significado que está oculto. Podemos analizar la historia de Cenicienta desde un punto de vista místico y espiritual. Cenicienta es el alma, por lo que es hermosa más allá de lo imaginable. Sin embargo, está encarcelada en una casa hostil y vestida con harapos, su belleza oculta. Impotente, está a disposición de su cruel madrastra y de sus dos hermanas considerablemente menos guapas, llamémoslas mente y maya. Estos parientes poseen características desagradables: ignorancia, ira, orgullo, avaricia y así sucesivamente. Obligan a Cenicienta a quedarse en casa y a hacer todo el trabajo sucio por ellas. En otras palabras, Cenicienta, el alma, es esclava de la mente, de los sentidos y de las pasiones. Naturalmente, ella anhela ser libre.
En la noche del baile, Cenicienta está desesperada por su difícil situación. Su deseo por escapar de su encarcelamiento y asistir al baile llama la atención de un buen hada, digamos que es el gurú. El hada buena le dice a Cenicienta que sí puede ir al baile y le enseña cómo llegar allí. Estas son las instrucciones de la iniciación: el maestro permitiéndonos meditar. Pero advierte a Cenicienta de que todavía tiene responsabilidades que desempeñar en casa, y que debe dejar el baile y regresar cuando el reloj marque las once.
Cenicienta se revela en su verdadera belleza y viaja al baile. Las luces, los colores y el baile simbolizan la dicha del Shabad en el interior. Baila con el hermoso príncipe, que es su verdadero amor, su señor. El alma y el Señor están conectados temporalmente. Pero al empezar a sonar las campanadas de medianoche se rompe el hechizo del hada madrina y Cenicienta se encuentra de nuevo vestida con unos pobres harapos. Tiene que huir a casa, perdiendo un zapato de cristal en el camino. Ella todavía está bajo el poder del tiempo, en el reino de la mente y maya. Ha dejado la prisión del cuerpo y ha establecido contacto con el verdadero amor, pero esto no es una liberación permanente; todavía está atada por sus karmas y no puede escapar de las garras de la mente y de maya con sus propios esfuerzos.
Todos conocemos el final de la historia. El príncipe, que representa la gracia del Señor, busca a su querida devota y la identifica como suya por su zapato de cristal. El zapato es un fragmento del Shabad, del océano de amor, del cual también es una gota la bella alma de Cenicienta. El zapato de cristal, hecho de Shabad, rechaza a las dos hermanas mente y maya. Cuando el príncipe, el maestro interior, encuentra a Cenicienta, la rescata de su cautiverio bajo la mente y las pasiones y une su alma con la suya en la corte del Señor, donde solo cuenta el amor.
La historia de Cenicienta es la de morir en vida. Una noche, Cenicienta va al baile –es decir, va hacia el interior– y se encuentra fugazmente con el príncipe, la forma radiante del maestro. Sin embargo, tiene que regresar a este mundo para cumplir con sus responsabilidades, para completar el ciclo de sus karmas. De la misma manera, a través de la meditación podemos saborear la dicha del Shabad en nuestro interior, sin embargo por nuestros propios esfuerzos no podemos lograr la liberación permanente. Precisamos de esfuerzo y precisamos de gracia. Pero para ser receptivos a esa gracia, debemos hacer como Cenicienta e ir al baile; tenemos que morir primero, morir en vida.
La parábola del loro muertoLa muerte, como se ha observado a menudo, no es un acontecimiento en la vida. Si caigo muerto, no estaré allí para unirme a los que me sobreviven observando los restos mortales y tener una interesante charla sobre el significado de la vida y la muerte. Tampoco me llevaré nada de lo que actualmente considero que soy yo, o que me pertenece. Y no seré consciente de que he muerto, como tampoco soy consciente cuando me duermo de que me he dormido.
Entonces, ¿dónde estaré? Como dice Baba Ji, eso depende. Morir en vida obviamente no significa una muerte física ordinaria. Todo el mundo muere. A pesar de los asombrosos avances médicos, la tasa de mortalidad se mantiene en un obstinado 100 %.
Empleamos varios sinónimos y eufemismos para la muerte física. En el famoso sketch del loro muerto de Monty Python, un cliente de una tienda de mascotas compra un loro en una jaula. Pero cuando llega a casa lo encuentra muerto, aunque permanece erguido porque está clavado a su percha. Regresa a la tienda para quejarse e insistir en que el loro está muerto, en contra de las excusas del dependiente, que dice que solo está descansando. Este loro, dice el cliente, ha fallecido, ha palmado, ha pasado a mejor vida, descansa en paz, ha llegado al final de su vida, ha dejado este mundo, se ha desprendido de su cuerpo mortal, ha estirado la pata, ha muerto, ha dejado de existir, ha exhalado su último suspiro.
Nada de eso representa ningún tipo de logro. Morir no es un avance, no es una evolución. Como con frecuencia decía Hazur Maharaj Ji, uno no se convierte repentinamente en mejor persona solo por morir. Si somos analfabetos cuando morimos, no vamos a obtener un doctorado solo porque estemos muertos. Si queremos aprender a tocar la guitarra o la batería, esperar a estar muertos no tiene ningún sentido.
Sin embargo, otro par de términos empleados para la muerte en este sketch de Monty Python, nos dan que pensar. El cliente indignado dice que el loro ‘se ha unido al coro invisible’ y ‘ha ido a encontrarse con su creador`. Estos son sin duda eufemismos; nos gusta pensar que alguien que ha muerto ha ido a algún lugar bonito, o ha regresado a Dios. Como mínimo, estos términos reflejan la creencia de que la muerte es algo más que el final de la vida. Sin embargo, se aplica el mismo principio. Si no nos hemos unido al coro invisible en vida, no nos encontraremos de repente con que tenemos una voz para el canto y una plaza reservada en el coro celestial cuando muramos. Y si en vida no somos buenos amigos de nuestro creador, ¿tenemos posibilidades de que se nos invite a la casa de Dios para conocerlo personalmente, solo porque hemos dejado atrás nuestro cuerpo (y nuestra casa y familia, nacionalidad, cuenta bancaria, teléfono móvil y todo lo demás) y por lo tanto no tenemos nada más que hacer? Si no hemos planificado con antelación, en lugar de ser recibidos como celebridades a las puertas del cielo solo por haber muerto, seguiremos yendo a cualquier situación que nuestras elecciones y acciones (karmas) hayan creado para nosotros, en la forma que nos hayamos ganado. Y si no hay un cambio significativo en nuestra conciencia, seguiremos reaccionando a los acontecimientos y creando nuevos karmas en esa forma de vida, de la misma manera que lo hacemos ahora.
Mientras estamos bajo el dominio de la mente y de los sentidos, no tenemos elección. Sí, es cierto que podemos leer libros de Sant Mat, escuchar satsangs, tratar de meditar y estar decididos a comportarnos con la paciencia de los santos; pero mientras estemos por debajo de la mente, sujetos a las pasiones, reaccionaremos a los eventos de acuerdo con nuestro condicionamiento. Y expresaremos esa reacción, que creará un nuevo karma en ese mismo momento, o reprimiremos nuestra reacción, la guardaremos y probablemente nos hará actuar otro día.
Por el contrario, si hemos aprendido a morir en vida, entonces la muerte es un acontecimiento en la vida.
Morir en vidaMorir en vida significa mantener el cuerpo en meditación estando plenamente conscientes y completamente despiertos, de hecho, más despiertos de lo que estamos actualmente. Este estado de vigilia se logra aquietando y enfocando la atención en el centro del ojo durante la meditación. El centro del ojo es la única puerta dentro del cuerpo que conduce hacia dentro y hacia arriba, hacia el Shabad, el Uno, en lugar de hacia abajo y hacia fuera, al reino de los sentidos dispersos. Si podemos sosegar y concentrar la mente de esta manera, podemos ensayar la muerte –ensayar lo que sucede cuando dejamos el cuerpo atrás– mientras aún estamos vivos. Maharaj Ji solía decir que la meditación no es más que un ensayo para la muerte:
La meditación no es más que un ensayo para morir, que dura toda la vida, un ensayo para aprender a retirar nuestra conciencia al centro de los ojos y luego dejar el cuerpo3.
El Gran Maestro, hablando sobre la meditación, particularmente sobre el simran o repetición, dijo:
El simran no debe realizarse apresuradamente. Debe hacerse lentamente, con amor y devoción, repitiendo los nombres de forma clara y correcta. Hacerlo apresuradamente o considerarlo como una tarea no deseada, o llevarlo a cabo simplemente como una rutina, no nos lleva a ninguna parte. Si la mente se vuelve perezosa mientras hace el simran, o la atención se vuelve hacia los placeres sensuales, uno debería repetir los nombres de forma audible durante diez o quince minutos, para que la atención de la mente regrese al lugar adecuado.
La repetición debe hacerse con la atención enfocada. Al hacerlo, las manos y los pies se entumecerán y toda la conciencia del cuerpo se recogerá en el centro del ojo. A su debido tiempo se llega a una etapa en la que cesa la repetición y se manifiesta la forma contemplada. Este es el punto de culminación de la repetición.
Los resultados de la repetición serán directamente proporcionales al amor y a la fe ejercidos. Realiza el simran del Señor con amor y fe. Sus nombres tienen un gran poder. Cuando se hace con fe, uno se siente embriagado de alegría, con el resultado consiguiente de que se olvida de su cuerpo y de sí mismo y es consciente de la presencia del Señor. Cuán potente y dichoso es el Nombre de Dios, ya que crea en el devoto una corriente de dicha, paz y fuerza del alma que fluye rápidamente, y él es verdaderamente bendecido4.
La meditación, morir en vida, no se trata de cómo o cuándo morimos físicamente. Morimos físicamente cuando nuestros karmas para esta vida en concreto llegan a su fin. Hasta que nuestros karmas para esta vida lleguen a su fin, somos como Cenicienta: podemos ir al baile y saborear la vida en la corte del Señor, pero solo durante un tiempo limitado. Podemos dejar el cuerpo temporalmente durante la meditación, pero volveremos a enfrentarnos a otro día porque todavía nos quedan karmas aquí.
Nuestra carga kármica disminuirá si seguimos los votos: evitar matar (la dieta vegetariana); vivir honestamente sin engañar; evitar las drogas y el alcohol, preservando así nuestra capacidad de discernir, de tomar buenas decisiones; y, lo más importante, emplear nuestro mayor esfuerzo en la meditación diaria regular para contactar con el Shabad a través de simran y bhajan.
Pero, reducir nuestra carga kármica, es decir, ‘limpiar el recipiente’, no nos llevará muy lejos. El recipiente vuelve a llenarse con más decisiones, más acciones. Algo debe deshacer el karma de una vez por todas, de lo contrario permaneceremos atrapados aquí, incapaces de escapar de la mente y de maya. Como no podemos liberarnos solos, necesitamos ayuda. Algún día nuestro príncipe –la forma radiante del maestro– vendrá y nos llevará hacia adentro para fundirnos en él. El amor, dijo Maharaj Ji, es perder nuestra identidad y convertirnos en otro ser. Ese ser es el Shabad, el Señor.
Según Maharaj Ji, conocer la forma de Shabad del maestro es la verdadera iniciación. Él dice:
La verdadera iniciación comienza cuando ves la forma radiante del maestro. ¿Qué es la iniciación? Ser guiados en el camino de regreso al Padre. Así que, en realidad, empiezas tu viaje espiritual desde el punto donde ves la forma radiante. ...Pero para alcanzar la forma radiante del maestro, también hay que conocer alguna técnica y método, por lo que eso también es una forma de iniciación. Pero la verdadera iniciación es cuando somos guiados por el maestro interior, de regreso al nivel del Padre5.
Cuando se produce este encuentro –el contacto entre el alma y el Shabad– el llamado discípulo físico se convierte en el verdadero discípulo: el surat, el alma. No importa si llamamos a la unión del alma y del Shabad ‘sach khand’ o ‘vivir felices para siempre’. Solo son conceptos que empleamos aquí para marcarnos algo a lo que aspirar.
El cuento del loro muerto de RumiEl gran poeta sufí Rumi tenía su propia versión del loro muerto, tan divertida como la de Monty Python, aunque considerablemente más profunda en su significado espiritual. En la historia de Rumi6, un comerciante de Oriente Medio tiene un loro indio al que ama por su dulce canto, por esa razón lo tiene en una jaula en su casa. Está a punto de realizar un viaje de negocios a la India y le pregunta al loro si tiene algún mensaje que entregar a sus parientes en la India. El loro dice: “Diles que estoy atrapado en esta jaula y por favor pregúntales cómo puedo salir”. El comerciante acepta hacer la pregunta.
Cuando llega a la India, se encuentra una bandada de loros en un árbol y transmite el mensaje. Inmediatamente, uno de los loros cae muerto. Cuando el comerciante finalmente regresó a casa, su propio loro le preguntó: “¿Cuál fue la respuesta?”. “Lo siento mucho”, dijo el comerciante, “pero no he traído ninguna respuesta para ti. Tan pronto le hice tu pregunta sobre cómo escapar, uno de los loros cayó muerto al suelo, y no tuve el corazón para seguir preguntando”.
Mientras relataba lo ocurrido, su propio loro también cayó muerto desde su percha. El comerciante se reprendió a sí mismo, diciendo: “¿Por qué transmití un mensaje tan angustioso? ¡Debería haber mantenido la boca cerrada!”. Luego, lamentando la pérdida de su bello pájaro cantor, recogió al loro muerto de la base de la jaula y arrojó el pequeño cadáver. Para su sorpresa, el loro extendió sus alas y voló hacia un árbol cercano.
El comerciante le preguntó: “¿Qué está ocurriendo?”. El loro respondió: “Ese verdadero amigo mío de la India respondió en secreto la pregunta que le hiciste por mí. Al caer muerto, me mostró cómo escapar. Me mantuviste prisionero porque querías que te sirviera cantando tu canción. Mientras vivía y cantaba nunca podría escapar. Al morir, me volví inútil para ti, la puerta de la jaula se abrió y me liberé”.
Rumi continúa:
El comerciante le dijo: “Tú me has
mostrado ahora un camino nuevo”.
El comerciante (después) se dijo a sí mismo: “Este es el consejo para mí:
seguiré su camino, porque este camino es luminoso”.
“¿Cómo puede mi alma ser inferior a la de un loro? ¡El alma debe
(seguir) esto, pues es un (muy) buen camino (en efecto)!”.
“El cuerpo se asemeja a una jaula. El cuerpo se ha convertido en una espina para el alma debido a los engaños de aquellos (que están) dentro y
fuera”7.
El mensaje de Rumi es claro. Si queremos salir de la jaula de este cuerpo, si queremos escapar del ciclo de vida tras vida, necesitamos morir. Pero esto no tiene nada que ver con la muerte física. Significa morir diariamente, dejando el cuerpo, volando hacia arriba para pasar al menos algún tiempo cada día en una rama del árbol del Señor, para que cuando se otorgue la gracia del Señor y se abra esa puerta a la eternidad, seamos capaces de aceptar esa gracia: sepamos hacia dónde volar, seamos libres, no seamos prisioneros de nuestros karmas. Entonces ciertamente nos encontramos con nuestro creador, o “nos unimos a los coros invisibles”, es decir, nos fundimos en el Shabad. Podemos hacer esto porque ya hemos establecido esa relación con el Señor mientras estábamos en este cuerpo. Como dijo Jesús a sus discípulos, según Juan 12:35: “Todavía, por un poco de tiempo, la luz estará entre vosotros. Caminad mientras tenéis la luz, para que no os sorprendan las tinieblas. El que anda en la oscuridad no sabe adónde va”.
Por ‘caminad’ Jesús se refiere a emprender el viaje de la meditación mientras estamos vivos. Atender diariamente al simran y al bhajan durante al menos dos horas y media. No porque podamos, no porque necesariamente queramos, no porque seamos muy buenos haciéndolo, no porque alguien más nos esté observando, sino porque esa es la instrucción que hemos recibido de ese sabio, positivo y amable maestro loro en la India cuando, por alguna extraña casualidad del destino, tenemos la oportunidad en esta vida de encontrarnos con un maestro verdadero y pedirle su guía. Su mensaje es: la manera de liberarse es morir en vida. La iniciación explica cómo se hace. Todavía tenemos que hacerlo; todavía tenemos que aprender por nosotros mismos cómo caer de nuestra percha de ego y permanecer allí, aparentemente muertos para el mundo, pero en realidad bien despiertos en el umbral interior y listos para volar lejos en el momento en que se abra la puerta interior.
Si morimos físicamente y todavía nos quedan karmas aquí, tendremos que volver para saldarlos. De hecho, eso es lo que sucede todos los días; nos despertamos por la mañana en nuestro cuerpo que nos es familiar, solo porque nuestro karma para esta vida no se nos agotó mientras dormíamos. Podemos morir en vida a diario a través de simran y bhajan. Cuando nuestro período de meditación termina, volvemos a ‘nosotros mismos’, a nuestros karmas diarios. Volvemos a la jaula de los cinco sentidos, como un loro cautivo cantando para su cena, apoyado por un coro llamado las cinco pasiones. Así es la vida. Nuestro bhajan y simran es nuestra expresión de devoción. El resto es hacer tiempo.
Cuando dice Paltu “solo cuentan el amor y la devoción en la corte del Señor” se refiere a que estas son las únicas acciones que evocan la gracia del Señor. No podemos llegar allí por nuestros propios esfuerzos, pero sin nuestro esfuerzo su gracia no fluirá. ¿Por qué? Porque solo el amor y la devoción cuentan en la corte del Señor, y el amor y la devoción no son otra cosa que emplear el esfuerzo en la meditación. No tenemos que tener éxito según nuestros propios criterios, sino ser persistentes, regulares, puntuales, positivos e inquebrantables. El Señor es sorprendentemente generoso valorando nuestros insignificantes esfuerzos, lo cual es muy afortunado para nosotros. Como dice Paltu: “Él prefiere la comida insípida de un pobre devoto a una regia fiesta”.
- Isaac A. Ezekiel, Saint Paltu, 4th ed. 2009, p. 27
- Discourses on Two Poems of Saint Paltu, 3rd ed. 1988, p. 1–2.
- Maharaj Charan Singh, Spiritual Perspectives, Vol. II, #328
- Maharaj Sawan Singh, Philosophy of the Masters (abridged), Chapter 2
- Maharaj Charan Singh, Spiritual Perspectives, Vol. II, #30
- Versions of Rumi’s story of the parrot can be viewed at http://www.dar-al-masnavi.org/n-I-1547.htm and at http://www.masnavi.net/1/50/eng/1/1503/
- http://www.dar-al-masnavi.org/n-I-1547.html#22