21 de noviembre de 2020 - RSSB

21 de noviembre de 2020

Queridos amigos,

¡Qué lío de carta! La empecé a principios de noviembre, y he ido añadiendo un párrafo o dos de vez en cuando. Desde que la empecé, las circunstancias han cambiado drásticamente. De un simple confinamiento a otro más estricto, de un otoño magnífico al frío de principios de invierno. De hecho, anoche tuvimos la primera helada: menos un grado, que creo que son unos 30 grados Fahrenheit. Ayer cubrimos las lechugas y acelgas pequeñas con fieltro para mantenerlas tibias. Me alegra decir que todo ha sobrevivido y tiene un aspecto estupendo. Hoy hace sol y seguro que damos un paseo a las 2 de la tarde, cuando la temperatura es más cálida.

Ahora estamos casi a final de mes. Hoy está nublado y oscuro. Hemos trabajado un rato con el abono después de recoger coles y lechugas para compartirlas con el sangat local. La disciplina es muy necesaria. Es muy fácil dejarse llevar por el shock-covid y esforzarse solo a medias en la vida. Acabo de recibir un wasap de un sevadar joven que dibuja para diferentes proyectos. Me ha escrito porque está preocupado, ya que desde hace dos semanas no hace seva en casa y ha perdido el entusiasmo. Acababa de escribirle esta cita de Winston Churchill a un grupo de sevadares: “El éxito consiste en ir de fracaso en fracaso sin perder el entusiasmo”. El entusiasmo está infravalorado. Es una cualidad cálida y positiva que resulta esencial para motivarnos a recorrer el camino hacia el cielo.

No pensaba que escribiría otra carta, pero hace unas semanas ocurrieron dos cosas que me impulsaron a llevar la pluma al papel o los dedos al teclado. Empezamos un nuevo confinamiento y le corté el pelo a Ann.

Ann me dijo varias veces que quería que le cortara el pelo, solo la parte de atrás –no todo–, pero la ignoré por miedo. Sin embargo, cuando yo le pedí que me cortara el pelo, ella sugirió muy astutamente que yo también podía cortarle el suyo. Así que, valientemente, dije que sí. Para mi sorpresa, cuando empecé, no tuve nada de miedo. Me di cuenta de que, aunque no tenía técnica, la forma de hacerlo era de sentido común y no un misterio que escapara a la comprensión de alguien tan inepto como yo. Nadie me pagaría por cortarle el pelo, pero tampoco nadie que vea a Ann en los próximos días se reirá de su pelo. Si el confinamiento continúa, estaré encantado de volver a cortárselo. Mientras solo sea la parte de atrás, puedo arreglármelas. A la mayoría no os lo recomiendo, ya que tras un desliz de tijeras puede surgir la desarmonía matrimonial. Sin embargo, es ciertamente factible en caso de apuro.

Como sabéis, los casos de covid se han disparado en toda Europa. Italia estaba mejor que la mayoría de los países hasta hace dos semanas. Ahora los casos aumentan rápidamente también aquí. Pero los repuntes se dan solo en ciertas zonas. Milán, por ejemplo, está a punto de estallar. La respuesta del gobierno ha sido crear tres categorías de regiones: rojas, naranjas y amarillas; siendo las rojas las peores, y las amarillas las que tienen menos casos. Cada diez días se revisa la situación para ver si hay que cambiar el nivel. Nosotros estamos en una zona amarilla, así que nuestro confinamiento esta vez es más moderado.

Tenemos que permanecer en nuestra región y no podemos ir a una zona naranja o roja. Hay un toque de queda nocturno y los centros comerciales están cerrados el fin de semana, cuando normalmente tienen más afluencia. Por supuesto, las mascarillas son obligatorias.

Esto significa que hemos suspendido el satsang en nuestro centro y estamos limitando el seva de fin de semana a quince personas al día pertenecientes al sangat local. Se traerán su propio almuerzo como medida de precaución adicional. No es un confinamiento demasiado oneroso y esperamos mantenernos en zona amarilla. Los que están en zonas rojas no pueden salir de su localidad, así que esperamos que puedan de nuevo volver a reunirse con nosotros en el centro.

Hoy, sábado, somos doce sevadares. Es estupendo disfrutar de su compañía y ver el amor en acción. Siempre me sorprende tener esta oportunidad de presenciar semejante servicio a Dios.

El otro día fuimos al pueblo que está a unos diez minutos. Es el pueblo más grande de nuestra zona, probablemente con unos quince o veinte mil habitantes. Entramos en una tienda y compramos algunos pequeños detalles para nuestra casa. Nos dimos cuenta de que era la primera vez que gastábamos dinero, que no fuera para comida en 2020. Fue divertido comprar algo porque era novedoso y no algo normal. Debe ser la primera vez en los 50 años que llevamos juntos que no hemos gastado dinero en un período de diez meses. ¡Ha hecho falta una pandemia!

Hoy es 14 de noviembre. Los casos aumentan dramáticamente. Mañana empezamos el confinamiento en categoría naranja. Podemos salir de casa para comprar comida, pero solo en nuestra localidad. Hoy es el último día de seva y a partir de mañana será como en marzo, abril y mayo. Tan solo nosotros dos. Volvemos a una vida tranquila impuesta. Hoy vamos a ir a la tienda de alimentación natural, está a unos 30 minutos, y allí compraremos algunos productos básicos para poder sobrevivir. Pero está bien. No hay nada de qué quejarse. Tenemos lo suficiente, comida, vivienda y las preguntas y respuestas de Baba Ji para ver. La vida puede ser un poco aburrida, ¡pero ahí está la gracia!

Milán y Nápoles son las zonas más afectadas. En Italia existe una división norte/sur. El norte es más rico, más industrial, mientras que el sur es más pobre y tiene un sistema sanitario mucho más deficiente. Es un desastre. Esto es kaliyuga en tecnicolor: la pandemia, el lío de las elecciones americanas, el Brexit, China/Hong Kong, los secuestros, la lista puede ser interminable. No es muy diferente de lo que sucede habitualmente, pero de alguna manera parece peor. Probablemente porque tengo bastante tiempo para leer las noticias, así que me obsesiono.

Pero al mismo tiempo, de nuevo, hace un bonito día de otoño; los colores son preciosos, al igual que la luz. Ann está fuera plantando y podando con dos sevadares mientras yo soy un zoquete sentado frente al ordenador. Pero tiene que trabajar mucho porque se está poniendo rellenita. Muchos de vosotros sabéis que es buena cocinera. Sin embargo, tal vez no sepáis que no es una buena repostera. Pues bien, en los dos últimos días ha hecho una tarta de manzana y galletas de chocolate y nuez. Hasta ayer nunca en su vida había hecho una galleta. Anoche, después de sacarlas del horno y probarlas, parecía una adolescente entusiasmada por lo buenas que estaban. Se ha convertido en una mastana (adicta) de la repostería. Cada conversación telefónica que tenía la interrumpía para hablarle a su interlocutor de sus galletas. No la había visto tan emocionada desde que tuvo una conmoción cerebral tras caerse de un caballo hace unos 25 años. Fue un placer verla, no por su caída del caballo, sino por su alegría al hacer unas buenas galletas.

Después estuvo despierta toda la noche por el efecto del azúcar. Rara vez toma azúcar, pero lamió el bol, las cuchillas de la batidora y también se comió una de sus “obras de arte” de repostería antes de irse a la cama. Hace unos minutos se ha comido otra con el té de la mañana. ¿Podrán los sevadares seguir su ritmo? No estoy seguro, pero al final se desplomará y tendrá que descansar por la sobrecarga de azúcar. Entonces tendrán algo de tranquilidad. Tengo que decir que las galletas están deliciosas. Estoy comiendo una mientras escribo esto. Me propuse comérmela despacio, pero al parecer eso es imposible. Ha desaparecido en mi boca en un delirio de placer.

Hablando de algo más importante, espero que todos estéis bien. En este momento, tenemos dos familias con covid. Todas ellas están bien. Al mismo tiempo, hacemos todo lo posible por afianzar el mensaje al sangat y a los sevadares de que en este momento nuestro seva es cuidar de nosotros mismos y de los miembros del sangat. El cansancio causado por el covid está definitivamente presente, a pesar de que las mascarillas ya forman parte de nuestra rutina diaria. Ver a alguien sin una nos choca. Creo que todos añoramos los buenos tiempos. Y, por supuesto, volverán, pero todavía no. Espero que aprendamos algo en este periodo y que seamos más positivos en el futuro.

He renunciado a viajar este año e incluso el primer trimestre del próximo. Pero vivo con la esperanza de poder viajar y ver los sangats e iniciar (Naam Daan) a aquellos que han estado esperando tan pacientemente. Me hace feliz saber que están bajo el cuidado del satgurú. Sin embargo, de vez en cuando tengo un fuerte deseo de subirme a un avión e ir a algún sitio. Quizá sea una necesidad de sentirme más útil. El confinamiento se siente sin duda como una combinación de prisión y oportunidad. Sin embargo, es muy fácil eludir las oportunidades.

Algunos de vosotros habéis preguntado dónde vivimos. Estamos a una hora al sur de Verona y a unos 30 minutos al norte de Reggio Emilia, en el norte de Italia. Estamos en el valle del río Po, por lo que el terreno es llano. Podemos ver los montes Apeninos al sur y los Dolomitas al norte. Así que el paisaje a lo lejos es precioso, pero el que tenemos cerca es aburrido. La gente de la zona nos pregunta extrañada, ¿por qué os habéis venido a vivir a este lugar? Por aquí no viven expatriados; ellos viven en la siguiente provincia que está al sur de la nuestra, Toscana. Florencia está a una hora y 45 minutos en coche. Les decimos que estamos aquí porque hacemos trabajo de voluntariado en la zona. Normalmente, con eso se termina la conversación.

Es domingo por la mañana: no hay satsang, ni sevadares, ni tan siquiera están los sevadares de recepción o en puerta de entrada. Únicamente nosotros dos. Puedo escuchar el silencio. Tendré que acostumbrarme de nuevo a la tranquilidad, al aislamiento, a la separación, y empezar a utilizar el silencio para su finalidad. ¡Deseadme buena suerte!

Los dos vamos tirando, no cojeamos, pero tampoco corremos.

Por favor, cuidaos. Sed precavidos, sed felices. ¿Acaso no será hermoso cuando nos reunamos de nuevo?

Afectuosamente,
A&B