1 Seres espirituales atravesando por una experiencia humana
Esta vida es tan solo un eslabón en una cadena infinita de existencia. El cuerpo muere pero el alma continúa viviendo, inmortal, recorriendo el camino que le llevará desde su dolorosa separación a su bienaventurado regreso a las mansiones del Señor.
Maharaj Jagat Singh
Los místicos nos dicen que aunque estamos en un cuerpo, no somos ese cuerpo, somos seres espirituales que están pasando por la experiencia de ser seres humanos. Desde este alentador punto de vista, somos seres puros que ya tenemos naturaleza espiritual, pero seres cuya pureza ha sido oscurecida temporalmente por la mente y los sentidos. Únicamente nos podremos dar cuenta de este hecho, cuando nuestra alma domine a nuestra mente. Los Maestros nos dicen que este elevado nivel de conciencia únicamente puede ser alcanzado a través de la meditación.
A través de la meditación, aprendemos a aquietar nuestra atención en el centro del ojo espiritual. Una vez que podemos mantener nuestra atención quieta en el centro del ojo espiritual, la mente queda bajo la influencia del alma y se vuelve receptiva a la realidad más sutil del Shabad. Entonces, las capas que ciegan nuestra espiritualidad y que cubren la pureza de nuestra conciencia con deseos e impresiones mundanas, caen de manera natural y experimentamos, con el ojo y el oído del espíritu, la dulzura y el poder del Ser interior que no muere, el Shabad, que permanece enterrado en lo profundo de nuestro ser. Sin la práctica de la meditación, nuestra mente permanece poseída por las pasiones y los apegos. Sin la meditación, nuestra alma queda privada de su aliado más potente: una mente iluminada, y así, viaja sin apoyo a través de la experiencia como ser humano en este que es el más peligroso de todos los lugares: el mundo de Kal.
La palabra hindú “Kal”, se ha mantenido deliberadamente en este libro, pues no se encuentra un equivalente a este concepto en la tradición occidental. “Kal” en sánscrito literalmente quiere decir tiempo, o sea, la ilusión de la vida desdoblándose secuencialmente. En las enseñanzas de los santos, Kal es personificado como el gobernante de los reinos de la mente y de la materia, dios del universo material: de los planos físico, astral y causal en donde el tiempo destruye y le da forma a todo, mientras que la Conciencia Suprema existe tanto dentro como fuera del tiempo.
De acuerdo con los Maestros Shabad, es Kal quien mantiene a las almas atrapadas en los planos mental y material, donde no domina el espíritu sino la mente y la materia. La salida de esta trampa es trascender la esfera de la mente y la materia a través de la meditación Shabad bajo la guía de un Maestro Shabad viviente. Un guía que esté libre de las prisiones del tiempo y la dualidad, y cuya visión refleje a sus discípulos la ilimitada verdad del Shabad.
En su Forma Radiante, el Maestro ayuda al discípulo a cada paso, acompañándolo a lo largo de todo su viaje espiritual.
Maharaj Charan Singh
La vida en el mundo de Kal
Mira a este mundo como una burbuja: aquel que ve al mundo de esta forma, no ve al rey de la muerte. Ven y mira a este mundo que parece una carroza real pintada. Los tontos se hunden en él; para el sabio, no hay apego a él.
El Dhammapada
Cuando nos quedamos en un hotel, no tratamos de arreglar sus problemas. Esto se debe a que somos sus huéspedes, no estamos apegados, y sabemos que pronto lo dejaremos y continuaremos con nuestro camino. Un puente se hace para cruzarlo, así que nadie construye su casa en un puente. Entonces ¿por qué no nos resulta extraño, que a pesar de que sabemos que no nos quedaremos permanentemente en este mundo, actuemos como si nos fuéramos a quedar aquí para siempre? Soami Ji dice que estamos tan apegados a esta creación y la amamos tanto que nos hemos olvidado de Dios, nos hemos olvidado de nuestro verdadero hogar y nos hemos olvidado de quiénes somos en realidad. Estamos atrapados en un mundo de ilusión y pensamos que todo lo que vemos es real.
No solo los místicos nos dicen que este mundo es una ilusión, sino también los científicos. La ciencia nos explica que a un nivel cuántico o subatómico, nada del mundo material queda intacto. Únicamente hay campos de energía sin ninguna solidez, nada que los sentidos puedan ver o tocar. Nuestros sentidos físicos son muy burdos y muy lentos para tocar, sentir, ver o experimentar de cualquier manera estos campos de energía que son de hecho vibraciones sucediendo en un vacío. Todo el cosmos con sus soles, estrellas y galaxias no es más que un espejismo cuántico, que en un abrir y cerrar de ojos, aparece y desaparece de la existencia millones de veces por segundo. Todo el universo es como una luz centelleante. La ilusión en la que nos encontramos no se limita tan solo al mundo material. Nuestras percepciones mentales, emociones y apegos son parte del plano ilusorio de la materia y la mente.
La meditación es la manera de darse cuenta de la naturaleza pasajera e impermanente de la vida humana, de todos nuestros apegos, de nuestros afanes e incluso de la vida misma. La meditación es el modo de alcanzar un nivel más elevado y permanente de realidad. A través de la meditación y con la ayuda de un Maestro verdadero, podemos despertar de esta existencia ilusoria que caracteriza a los planos inferiores de conciencia. Los Maestros nos enseñan que así como es parte de la misma naturaleza del mundo el estar cambiando constantemente, de la misma manera, es nuestro privilegio, como seres humanos, el experimentar la naturaleza inmortal, inmutable y dichosa de nuestro propio Ser verdadero.
Sin embargo, ¡qué difícil nos resulta mantener la perspectiva y la claridad espiritual mientras vivimos nuestras vidas diarias en el mundo material! Dondequiera que miremos vemos cambios, sufrimiento y conflicto. Influenciados por lo que está sucediendo alrededor de nosotros, tomamos el camino más fácil. Qué natural se nos puede hacer el seguirle la corriente a los demás, de modo que también nosotros nos dejamos llevar por la corriente con sus tendencias descendentes y superficiales que parecen caracterizar nuestros tiempos. Y todo ello, incluso a pesar de que nuestro Maestro nos demuestra los beneficios de escoger el camino ascendente y nos muestra la manera de desligarnos de todo aquello que nos empuja hacia abajo.
Todos se están quemando en el fuego de la ilusión [maya]; todos se están asando en ella día y noche.
Maharaj Jaimal Singh
La injusticia, la enfermedad y la pobreza están por todas partes. Vemos cómo lo que nos rodea está lleno de engaño, violencia y entrega sin medida al goce sensual. Pero para nosotros, rendirnos a una perspectiva negativa de la vida supone negar la existencia de nuestra naturaleza espiritual y atraer hacia nosotros la angustia y el sufrimiento. El llegar al extremo de darle rienda suelta a las tendencias descendentes de la mente es simple y llanamente, pedir otro nacimiento e invitar a que descienda sobre nosotros un mayor sufrimiento.
En el lugar donde la mente y la materia están activas, nunca puede haber paz. Los sufrimientos y las guerras de las naciones, las comunidades y los individuos continuarán. El alma debe buscar otros planos para encontrar la paz. Encontrar la paz es la empresa de todo individuo. Todos deben buscarla en su interior.
Maharaj Sawan Singh
El escoger un camino positivo es afirmar nuestra propia naturaleza espiritual. En el análisis final, todo conflicto, es la manifestación de un conflicto interno, y aunque nunca podamos hacer de este mundo una utopía o paraíso, podemos, nos dicen los santos, transformarnos a nosotros mismos. A través de la práctica de la meditación, podemos reclamar gradualmente para nosotros mismos un estado más elevado del ser. A través de la interiorización, de explorar y experimentar la realidad espiritual de la vida interior, podemos obtener la fuerza de carácter para permanecer cuerdos, aun cuando todo el mundo se vuelva loco a nuestro alrededor. Los problemas de la vida no desaparecerán, son parte de la naturaleza del mundo de Kal, pero el apoyo que obtenemos de la meditación nos hará cada vez más fuertes y más capaces de enfrentarnos a los vaivenes de la vida diaria.
Los placeres que proporcionan los objetos externos
Son verdaderas matrices de sufrimiento.
Tienen sus principios y sus finales;
Ningún hombre sabio busca su alegría en ellos.
Bhagavad Gita
Nosotros somos los responsables de la libertad de nuestra alma
Libertad significa responsabilidad,
Por ello, la mayoría de los hombres la temen..
George Bernard Shaw
Una vez que nos hemos comprometido con el camino espiritual, el primer paso práctico que debemos dar para reconocer y afirmar nuestra naturaleza espiritual, es el de asumir la responsabilidad por cada pensamiento y acción que hagamos. Si la responsabilidad de Kal es la de mantenernos atrapados en las dimensiones del sufrimiento, también es responsabilidad de cada ser humano el ocuparse del futuro de su propia alma.
Lo que somos hoy, es el resultado de lo que pensamos e hicimos en el pasado. Por la misma regla de causa y efecto, lo que seremos en el futuro será determinado por lo que pensamos y hacemos ahora. A través de nuestra conciencia, de nuestro sentido para distinguir entre lo que está bien y lo que está mal, podemos elegir a cada momento cambiar las cosas, no solo para el resto de nuestra vida sino para toda la eternidad. Este es nuestro privilegio, este es nuestro reto.
Mientras que el cuerpo que ocupamos ahora habrá de morir, nuestra alma continuará más allá de esta vida para recoger la cosecha de las elecciones que estamos haciendo aquí y ahora. Si somos inteligentes y hoy elegimos correctamente lo que pensamos y hacemos, será mucho más fácil que mañana elijamos con acierto aquello que debemos hacer. El que hayamos sido puestos en el sendero de los Maestros quiere decir que ha venido el tiempo, en esta misma vida, de llegar a ser maestros de nosotros mismos. No habrá una encarnación mejor que esta en la que ya estamos. Es ahora, cuando tenemos la oportunidad de darnos cuenta de quiénes o qué somos.
Así que, ¿para qué esperar a otro nacimiento? ¿A qué esperamos para hacer de la meditación nuestra prioridad en la vida? Si no vamos a realizar este esfuerzo ahora, ¿cuándo lo vamos a hacer? Necesitamos hacernos estas preguntas. Si no soy yo quien me esfuerzo, entonces, ¿quién lo va a hacer por mí? Podemos preguntarnos, ¿para qué venimos a este camino? ¿Por qué dejamos la meditación para más tarde? Fue por una buena razón, que hicimos la elección consciente de aceptar las enseñanzas de los Maestros Shabad. Para ayudarnos a permanecer enfocados en el camino, necesitamos revisar constantemente nuestros motivos y nuestras prioridades.
¡Ahora es el momento en que debemos tomarnos en serio el vivir las enseñanzas! No hay mejor tiempo que este para hacer el esfuerzo de llevar nuestra atención al centro del ojo. La responsabilidad es solo nuestra y de nadie más. Nadie puede hacerlo por nosotros. Si un estudiante quiere pasar un examen, tiene que estudiar; nadie más puede hacerlo por él. El Maestro Sawan Singh (también conocido como el Gran Maestro) dice: “Desarrolla el poder de retirar tu atención, por tu propia voluntad, de los objetos externos y del cuerpo físico y de concentrarla en el centro del ojo”.
En esta cita, el Gran Maestro, establece claramente la responsabilidad del discípulo. Sus palabras: “por tu propia voluntad” significan que somos nosotros los responsables de mantener nuestra mente en el centro del ojo a través de nuestro propio esfuerzo y autodominio. Nadie lo hará por nosotros. Incluso el Maestro, que nos está enseñando, guiando y protegiendo, tampoco lo hará. A no ser que nosotros mismos demos este paso, jamás obtendremos progreso espiritual.
Con el don de la iniciación, el Maestro otorga al discípulo la suficiente gracia para que haga su meditación. Todos los discípulos de un Maestro perfecto tienen la fuerza para meditar y para mantener la atención en el centro del ojo. No podemos dejar que el miedo o la flojera nos paralicen. Tenemos la fuerza para elevar nuestra atención al centro del ojo, porque la misma fuerza que está sosteniendo a toda la creación nos está sosteniendo a nosotros mismos. Esa fuerza es el Shabad, eso es lo que es el Maestro, y también eso es lo que somos nosotros.
El poder interior no es ignorante de lo que estás haciendo. Está contigo y continuamente te observa y te guía.
Maharaj Sawan Singh
La iniciación no es una póliza de seguros
Uno no se convierte en satsangui por el simple hecho de haber sido iniciado.
Maharaj Jagat Singh
Sant Mat no es una póliza de seguros por medio de la cual se nos garantiza la salvación tan solo por haber asistido a la iniciación. Aunque la iniciación no es algo sin importancia, pues marca la culminación de un viaje de miles de vidas, no es el final del viaje. El Maestro Shabad Baba Gurinder Singh (o Baba Ji, como es conocido) nos dice que el acontecimiento de nuestra iniciación puede entenderse como la proyección de nuestro deseo de crecer espiritualmente. Sin embargo, a menos que emprendamos la acción, no nos convertiremos en satsanguis. Un satsangui es alguien que está en contacto con la Verdad (del sánscrito: (sat, verdad; sang, con). O estás allí o no lo estás. En la experiencia de la Verdad, no hay término medio.
Como explica el Maestro Shabad Jagat Singh (también conocido como Sardar Bahadur), no nos convertimos en satsanguis por el mero hecho de haber asistido a nuestra propia iniciación.
Un estudiante universitario que se haya inscrito en un programa de doctorado, no obtendrá el título de doctor por el mero hecho de haberse matriculado en la universidad. Un estudiante tiene que asistir a clases por muchos años antes de que pueda graduarse. Hasta que no nos fundamos en el Shabad, todos somos buscadores en busca de nuestro verdadero hogar. La forma de viajar hasta nuestro hogar es a través de la meditación. Si no estamos haciendo nuestra meditación, entonces no estamos en camino de convertirnos en satsanguis. Ni estamos siguiendo las enseñanzas del Maestro, no importa cuantas veces lo veamos (darshan) o estemos con su forma física, escuchemos satsangs, hagamos seva o leamos libros espirituales. Sin meditación, es imposible alcanzar la liberación.
El Maestro viene a iniciarnos, a ponernos en contacto con nuestro Maestro interior, que es el Shabad. Una vez que hemos sido iniciados, debemos seguir las instrucciones que nuestro Maestro Viviente nos ha dado. Al poner mas énfasis en la persona del Maestro que en sus enseñanzas, cometemos una seria equivocación que resulta muy negativa para nuestro bienestar espiritual. El dedo del Maestro está apuntando hacia el centro del ojo y nosotros estamos ocupados adorando su dedo, sin ver hacia dónde apunta. Si creemos que el Maestro moverá su varita mágica y, automáticamente, nos dará la liberación después de la muerte, estamos equivocados. Si creemos que tan solo por haber asistido a nuestra iniciación o por haber tenido el darshan de su forma física, sin hacer nuestra meditación, nos dará la liberación después de la muerte, también nos encontramos lamentablemente equivocados.
El Maestro Shabad Charan Singh solía decir que nada justifica el decir que no podemos hacer nuestra meditación. El Maestro cumple su tarea al sumergirnos en un océano de gracia. Ahora tenemos que cumplir con nuestra parte del trato y asumir la responsabilidad, a través de la acción, del bienestar de nuestra alma.
El arma mortal de Kal: dar rienda suelta a los pensamientos
La mente es el más mortal de los enemigos, pero el más útil de los servidores. Cuando se aloca y descontrola, va hacia una destrucción segura. Cuando se despierta correctamente y se controla, no hay límite a lo que la mente puede hacer.
Maharaj Charan Singh
Una vez que hemos sido iniciados, necesitamos practicar el proceso de controlar nuestra mente para que deje de ser nuestra dueña y se convierta en la mejor servidora y aliada de nuestra alma. Todos hemos experimentado cómo nuestros deseos no tienen fin, y sabemos cuán fácil es estar dominados por ellos. La raíz de este problema se encuentra en el hábito de darle rienda suelta a la mente, con lo que propiciamos que vaya a donde los sentidos la lleven. Si aprendemos a controlar nuestra mente, logramos automáticamente el control sobre nuestros sentidos. En Muere para vivir, el Maestro Charan Singh dice: “El intelecto es una gran barrera en nuestro camino, pero tenemos que atravesar la barrera del intelecto con la ayuda del intelecto”.
Si lo usamos de manera constructiva, el intelecto es un gran amigo en el viaje espiritual. Respaldada por un enfoque espiritual y por el hábito de pensar claramente, la mente es capaz de distinguir entre lo bueno y lo malo y cuidar de nuestro desarrollo y bienestar espiritual. Por otro lado, cuando la mente se desboca y va sin ningún control, comienza a pensar compulsivamente creando impulsos irresistibles que alimentan nuestros deseos, fortalecen al ego y contradicen todos nuestros esfuerzos para poner al alma al mando de nuestra vida. El pensamiento obsesivo o compulsivo y sin control nos mete en problemas y nos lleva directo al sufrimiento. Se trata de establecer quién manda en nosotros mismos. Si permitimos que la mente se salga con la suya, sin usar nuestro poder de discernimiento, la mente llega a ser la causa de nuestra perdición.
El pensamiento compulsivo es el proceso de abandonarnos a la conversación que llevamos constantemente en nuestro interior. Es la tendencia a vivir en un mundo de conceptos e ilusiones, de alimentar el miedo al futuro, de obsesionarnos con planear, de vivir en el pasado recordando y rumiando lo que ya pasó. El proceso de dar rienda suelta a la mente construye el hábito de preocuparnos por todo, de juzgar y analizar demasiado las cosas, de crear expectativas y de soñar despiertos. El pensamiento compulsivo alimenta las pasiones y refuerza la falsa identidad del ego. La constante repetición mental de nuestras obsesiones diarias forma profundas impresiones en la mente. Estas impresiones se vuelven tan profundas que aun si actuamos sobre ellas, tal vez no seamos capaces en el transcurso de una vida, de pagar la deuda de karmas que crearemos al responder a nuestras propias fantasías. Entonces, para poder pagar las deudas que hemos contraído, tendremos que reencarnar de nuevo.
Sin tregua y sin descanso, la mente trata de experimentar y de gozar de todo. Pero nada parece satisfacer su hambre insaciable. La adquisición de riqueza y poder hacen surgir un sinfín de deseos. Nuestras posesiones se convierten en los amos, en lugar de ser nuestros esclavos. Las pasiones van forjando gradualmente pesadas cadenas que nos rodean, encadenándonos a las cosas más bajas de la creación e invariablemente van endureciendo nuestros corazones.
Maharaj Charan Singh
Generamos miles de pensamientos al día. Desde el punto de vista espiritual, esto significa que miles de veces al día, nuestra mente pasa por el centro del ojo espiritual sin detenerse, mientras saltamos de un pensamiento a otro sin pausa ni descanso. ¡Y todavía nos preguntamos cómo es que nos sentimos tan inquietos y ansiosos! ¿Cómo podría ser de otra manera, con tanta actividad agitándose continuamente en nuestras cabezas? Cuando le damos rienda suelta a nuestros pensamientos, perdemos muchas oportunidades de centrar nuestra mente a través de la repetición espiritual (simran). Perdemos el beneficio que está al alcance de nosotros, el bienestar que proviene de repetir las palabras que el Maestro nos dio a la hora de la iniciación, y a través del cual podemos crear el tan necesario enfoque en el centro del ojo.
Si en lugar de contener la actividad mental, complacemos continuamente los caprichos de nuestra mente y la dejamos que haga lo que le venga en gana, entonces continuará saliéndose con la suya, haciendo todo lo que quiera. Lo peor es que seguirá comportándose de esta manera cuando más necesitemos que esté quieta, que es durante el tiempo de la meditación.
Por esta razón, los Maestros nos alientan a que no le demos rienda suelta a los pensamientos y los enfoquemos más en el simran. El darle rienda suelta a los pensamientos tiene un efecto negativo sobre nosotros como discípulos, dispersando nuestra atención e impidiéndonos ir al interior.
Puesto que el karma se origina por las acciones, y las acciones se originan por los pensamientos, al estar pensando continuamente en pequeños e insignificantes deseos, estamos abanicándolos para que se conviertan en verdaderos incendios forestales. Primero, nos viene un pensamiento o una idea, al principio puede parecer como una ola inocente de pensamiento, un pensamiento que puede ser eliminado fácilmente por un pensamiento opuesto o por una serie de simran. Sin embargo, si la mente comienza a repetir ese pensamiento, entonces se convierte en un deseo. Una vez que ese deseo toma impulso, se apodera de nosotros y comenzamos a considerar cómo podemos “poseer” el objeto deseado. Pronto desarrollamos una gran sed o apetito por el mismo y sentimos una gran inquietud que nos lleva a satisfacer ese deseo. Una vez que hemos actuado para satisfacer el deseo, hemos creado karma. El deseo o el darle rienda suelta a la mente, es en verdad, la matriz de todas las cadenas y grilletes invisibles que nos encadenan al mundo.
Por otra parte, si escogemos el simran para enfocar nuestra mente y desvanecer esos pensamientos, cuando apenas están surgiendo, terminamos la batalla. Cortamos de raíz los deseos, diluimos las tendencias negativas de la mente y obtenemos una victoria para nuestra alma. Una a una, estas pequeñas victorias se van sumando y, poco a poco, la energía positiva que generan, nos ayuda a asentar nuestra atención en el centro del ojo, desde donde las corrientes de energía espiritual le dan poder al alma.
El hábito de pensar obsesivamente es una forma de diarrea mental que nos debilita, una enfermedad que nos impide alcanzar nuestro potencial espiritual. Es un estado de enfermedad de naturaleza humana, un mal uso que realiza la mente del poder o energía del alma. El pensar compulsivamente no solo debilita nuestro espíritu y fortalece nuestro ego, sino que de modo irremediable refuerza la noción equivocada de que el mundo es permanente, y de que son otras personas y sucesos los responsables de nuestros problemas.
¡Aunque la mente obtiene su energía y su fuerza vital del alma, al mismo tiempo hace todo lo posible para sofocar al alma!
Maharaj Sawan Singh
El remedio para curar esta enfermedad es concentrar y enfocar nuestra atención en el centro del ojo a través del simran. El simran reduce y amortigua el ruido creado por las ondas mentales que fluyen hacia el exterior. El simran restablece la claridad, fuerza y bienestar de la mente. El simran nos libera de nuestras obsesiones para que podamos vaciarnos de nuestro insignificante yo y llegar a estar receptivos en nuestro interior al poder de sanar del Shabad. (Más sobre este tema, en la sección sobre simran del capítulo 5).
Despierta a la realidad
Los satsanguis deberían adquirir el hábito de “pensar”, de pensar lúcidamente… El pensar con claridad es noventa por ciento una práctica espiritual (abhyas). El pensar con claridad es una bendición, y puede lograrse fácilmente con tan solo un poco de práctica.
Maharaj Jagat Singh
A medida que caminamos por el sendero espiritual, comenzamos a comprender más y más que la raíz de nuestro sufrimiento se encuentra en nuestra forma distorsionada o poco clara de vernos a nosotros mismos y al mundo que nos rodea. Al percibir la realidad de una forma ilusoria, construimos internamente la “realidad” ilusoria en que vivimos. Así pues, no es de extrañar que cuando experimentamos lujuria, orgullo o cualquiera de las tendencias descendentes de la mente, nos definamos a nosotros mismos como si fuéramos esos pensamientos o emociones. Engañados por nuestra forma de percibir la realidad, identificamos a nuestro mismo ser con nuestra ira, lujuria, orgullo, apegos o nuestro ego. A medida que pasamos por la experiencia de vivir como seres humanos, confundimos a nuestro verdadero Ser con lo que sentimos y con lo que pensamos.
La tragedia más grande de nuestra manera distorsionada de percibir la realidad, es que no vemos que nuestra verdadera esencia es el Shabad. Los Maestros nos dicen que incluso la parte más pequeña de Shabad no es sino luz, alegría y amor. Desde el alentador punto de vista de los Maestros, nuestras obsesiones y neurosis son tan solo barreras temporales, oscuras nubes pasajeras que bloquean e impiden que llegue hasta nosotros el brillo de nuestra alma. Nuestro reto es contribuir al proceso de disipar esas nubes.
La meditación nos ayuda a alcanzar ese estado en el que podemos estar por encima de nuestras emociones y obsesiones. A través de la meditación Shabad, experimentamos que, en realidad, no somos estas identidades siempre cambiantes que asumimos como resultado de nuestras neurosis y obsesiones, sino que somos fundamentalmente puros y permanentes. No somos el pequeño ser que creíamos que éramos, sino el Ser Shabad: esa luz, alegría y amor que está en nuestro interior. A través de la meditación nos damos cuenta de que las tendencias descendentes son superficiales y temporales. A medida que dejamos de identificarnos con nuestras pasiones y apegos, los dejamos ir. Una vez que dejamos que se vayan, quedamos libres para identificarnos con nuestro Ser Shabad. La meditación nos ayuda a obtener mayor claridad acerca de quiénes somos en realidad.
A medida que nuestra práctica de meditación se vuelve más estable, comenzamos a ver el proceso de la vida de una manera más objetiva. Vemos a las personas y a los sucesos como lo que son verdaderamente, en lugar de seguir viendo nuestras propias proyecciones sobre ellos. Entonces es posible ser testigos y observadores de que nuestros pensamientos y emociones son tan solo: pensamientos y emociones, proyecciones mentales personales o impulsos eléctricos. Viendo estas proyecciones con claridad, las dejamos ir sin que nos afecten más. La ligereza de corazón que experimentamos nos permite ahondar en nuestra práctica de meditación. Cuanto más ahondamos, con mayor claridad vemos la naturaleza de la mente.
Fortalecidos por la meditación, somos capaces de observar cómo la mente, al expresarse, crea infinitos escenarios que luego disuelve una y otra vez. Comprobamos por nosotros mismos que sus reservas son ilimitadas, que sus creaciones no tienen fin. Comenzamos a reconocer que el origen de nuestros problemas está en la naturaleza engañosa de nuestras creaciones mentales, y en el deseo de obtener soluciones permanentes en un mundo siempre cambiante. Debido a que actuamos como si el mundo fuera permanente, buscamos en él la felicidad que anhelamos. Sin embargo, cuando pensamos con claridad, encontramos que es precisamente esta manera distorsionada de ver la realidad, la que nos lleva vez tras vez a buscar la felicidad en situaciones cuyo único desenlace final, tan solo puede ser, por la propia naturaleza de las cosas, frustración, separación y sufrimiento.
A través de la práctica, podemos llegar a pensar con claridad. Vale la pena cultivar este hábito, ya que nos puede ayudar a no caer en nuestras propias trampas mentales. Podemos ayudarnos, razonando y pensando las cosas a la luz de la perspectiva espiritual de los santos; usando nuestro sentido común para sopesar si lo que pensamos es razonable, lógico y verdadero; examinando si nuestras conclusiones nos llevarán más lejos o más cerca de nuestro objetivo espiritual. Sin embargo, la verdadera claridad mental la alcanzaremos únicamente cuando las corrientes de pensamiento se asienten, cuando a través de la práctica del simran se aquieten las ondas mentales en el centro del ojo espiritual.
El pensar claramente nos lleva a profundizar en la práctica de la meditación. Una vez que las corrientes de pensamiento se asientan, nuestra alma experimenta una realidad más elevada a través de la facultad de percepción directa. Cuando anclamos nuestra mente cambiante, percibimos las cosas sin que nos afecten y somos capaces de dejar que la vida siga su curso. De esta manera, se crea un doble proceso: a medida que pensamos con mayor claridad se nos hace más fácil concentrarnos en la meditación, y el aumento de concentración imperturbable nos lleva a ser receptivos al elevado estado de conciencia, que permite que el Shabad se nos revele tal y como es.
Si las puertas de la percepción fuesen limpiadas, todo aparecería como es, infinito.
William Blake
Para lograr mantener nuestra atención en el centro del ojo, es esencial que en el momento de la meditación dejemos ir todas esas cosas que demandan normalmente nuestra atención. Es esencial que nos recordemos constantemente que es nuestra percepción de los sucesos y de las personas lo que nos afecta; que es nuestra percepción de la vida la que nos hace sufrir, más que las personas y las cosas en sí mismas. Si somos capaces de darnos cuenta de este hecho y dejamos ir nuestras obsesiones, entonces será más fácil concentrarnos en nuestra meditación. La percepción correcta ayuda a fortalecer nuestra capacidad de concentración. Es por esto que resulta crucial que pongamos todo nuestro esfuerzo para ejercitar el control sobre nuestros pensamientos.
Con claridad mental podemos ver que no vale la pena seguirles el hilo a muchas de las preocupaciones que nos impiden hacer nuestro simran. Esas preocupaciones son personales, pues están basadas en nuestras concepciones distorsionadas de la realidad y no tienen trascendencia duradera. Por ejemplo, nuestro impulso de culpar a las circunstancias o a las personas es un autoengaño. Démonos cuenta de que las personas o los hechos no nos dañan, es nuestra forma de ver al mundo la que nos daña. Los hechos son impersonales; los demás no tienen la culpa; es nuestra propia percepción la que está equivocada. Lo que los demás piensan o dicen sobre nosotros no está bajo nuestro control: la opinión de los demás es su propia opinión, así que no deberíamos dejar que moleste nuestra meditación. Puede ser que los demás no sean lo que esperamos de ellos, pues cada persona tiene que pasar por su propio drama individual. Dada la ley del karma, es tonto pensar que podemos hacer que los demás se ajusten al drama particular de nuestra propia vida.
Abre tus ojos: ve las cosas por lo que en realidad son, evitándote así el dolor de los apegos falsos y la devastación.
Epícteto
Sucesos tales como el principio o el fin de una relación, las luchas de poder en nuestro trabajo o en nuestro seva, el caer enfermos, el volvernos ricos o pobres, ninguno de estos hechos está bajo nuestro control. La mayoría de ellos fueron determinados mucho antes de que naciéramos por nuestras propias acciones en nacimientos anteriores. Sacaríamos mucho más provecho si en lugar de tratar de controlar a otras personas, eventualidades o circunstancias, nos pusiéramos a controlar nuestros propios pensamientos. ¡De qué nos serviría controlar el mundo entero, si no podemos controlarnos a nosotros mismos!
Lo cierto es que no podemos escoger muchas de las cosas que nos pasan, pero sí podemos elegir cómo reaccionamos ante lo que nos sucede. ¿Reaccionaremos de manera positiva? Eso sí lo podemos escoger. ¿Volveremos nuestra atención a la vida interior? Y de ser así, ¿qué elegiremos ahí? Podemos decidir hacer simran o seguir ocupados con nuestra conversación interna. ¿Dejaremos ir nuestra aparente necesidad de ser entretenidos, infinitamente, por nuestros pensamientos y sueños? Podemos cultivar el ser receptivos al Sonido. ¿Le daremos tiempo a nuestra práctica espiritual? Podemos escoger tranquilizar a nuestra mente, cultivar claridad de pensamiento y tomar un camino de felicidad y libertad interior. ¿Seguiremos trabajando en nosotros mismos para fortalecer nuestro simran? ¿Qué escogeremos?
La libertad y la felicidad comienzan con la clara comprensión de un principio: algunas cosas están bajo nuestro control y otras no lo están.
Epícteto
Usa las cinco pasiones para alimentar la meditación
La claridad mental nos ayuda a reorientar las emociones y los pensamientos que obstaculizan nuestra meditación; sin embargo, es interesante notar que cuando se trata del terreno espiritual la mente es tan perversa que todo lo pone del revés. Sobre el camino espiritual, hablamos de cuánto nos gustaría reemplazar la lujuria, la ira, la codicia, el apego y la vanidad o ego por sus virtudes opuestas para que alimenten nuestra meditación. Pero, ¿tenemos éxito? Por lo que parece, la mayoría de la veces la mente llega y lo enreda todo.
Por ejemplo, la lujuria es el entregarse excesivamente a los sentidos mientras que lo opuesto a la lujuria es la continencia, pero ¿cuándo nosotros, que nos vemos como practicantes de la espiritualidad, practicamos la continencia? Irónicamente, ¡donde practicamos continencia es en la meditación! Llegamos incluso a decir que demasiada meditación es peligrosa. Por otra parte, justificamos el entregarnos a la lujuria “por experimentar la vida”. Decimos: “Esto lo tengo que experimentar”. “Necesito probarlo”. “Necesito pasar por esto”.
Como discípulos en una aventura espiritual, debería ser lo opuesto. En el sendero espiritual, debemos tener lujuria o vicio por la meditación. Si somos apasionados de la espiritualidad, debemos ansiar y anhelar más meditación. Necesitamos alimentar el deseo de una mayor entrega en la meditación hasta el punto en que nos perdamos totalmente en ella.
Otra pasión que necesitamos reorientar para mejorar nuestra meditación es la ira. Cuando alguien en el mundo hace algo que no nos gusta, reaccionamos y queremos cambiar a esa persona. Nos enojamos porque el mundo no es como quisiéramos. Decimos: “Esta persona no es buena”. “Quiero que seas de esta manera”. Estamos llenos de ira. Pero cuando llegamos a nuestra meditación, somos todo perdón. ¿Dónde queda nuestro afán reformista cuando se trata de ocuparnos de nosotros mismos? ¿Acaso tratamos de reformar nuestra mente dándole una buena bofetada en la cara y diciéndole: “¡te vas a sentar y vas a meditar!”? Oh no, entonces somos todo perdón. Decimos: “¡Oh!, pobre mente mía, esto es demasiado para ti. Si te presiono demasiado, te rebelarás contra mí y me aplastarás. Te perdono, sé que eres muy débil, yo te comprendo”. Cuando se trata de la disciplina de la meditación somos todo perdón. Nos perdonamos por nuestra falta de esfuerzo y, sin embargo, cuando se trata del mundo no le ponemos freno a nuestra ira.
Debería ser lo opuesto. Si con alguien debiéramos estar enojados es con nuestra mente: “¿Qué es lo que me estás haciendo? ¿Por qué tratas de perderme? ¿Por qué me haces que despilfarre mi existencia? ¿Por qué no te estás quieta ya y te quedas callada?”.
Luego tenemos la codicia. ¿Cuántos días pasamos en tiendas, centros comerciales o comprando en Internet todo lo que se ofrece, acumulando posesiones, saboreándolas, vistiéndonos con ellas? Necesitamos el coche más rápido y una casa en la mejor zona. Necesitamos ver y que nos vean. Muchas de estas cosas podrían parecer pequeñas, pero si no nos ocupamos del cuidado de nuestra alma, pronto nos encontraremos queriendo comprar rascacielos, crear imperios y descubrir poblaciones enteras a las que debemos explotar. Estar satisfecho con algo de conocimiento ya no es suficiente: debemos saber de todos los temas y asombrar a todo el mundo con nuestra sabiduría. Lo cierto es que no necesitamos la mayoría de estas cosas, así que, básicamente, todo esto no es más que codicia. Pero ¿es que somos igualmente codiciosos cuando se trata de meditar? ¿Queremos más y más de la meditación? No. Cuando se trata de meditar, nos convertimos en la encarnación de la satisfacción y el contento. Nos decimos: “Debo llevar una vida normal y equilibrada; no puedo hacer tanto. Ya he hecho lo más que podía de meditación, y además ya fui a satsang. Estoy satisfecho”.
Para el que ama al Maestro, no existe tal cosa como la satisfacción con la meditación; tiene que haber codicia, codicia insaciable. Siempre querer más meditación, siempre necesitar más de la presencia del Maestro interior; debe haber codicia de ello. Luego tenemos el apego. Si supiéramos que alguien estaba golpeando a la persona que amamos, no esperaríamos a recibir ayuda. Correríamos en su auxilio sin importar ni siquiera si el agresor fuese más grande que nosotros o fueran veinte los atacantes. Ignoraríamos este hecho y nos arrojaríamos en medio de ellos para proteger a esta persona a la que estamos apegados. Ahora, cuando se trata de la meditación, el alma, que es nuestra verdadera esencia, está siendo maltratada, violada, golpeada hasta la muerte por la mente y los sentidos, y sin embargo, en medio de semejante tragedia, nos las arreglamos para encontrar desapego. Pensamos: “Pobre alma mía, estás en un aprieto, pero la mente es muy fuerte y yo no puedo defenderte de ella”. Así que estamos muy desapegados en lo que a nuestra alma se refiere, y nos decimos: “No te preocupes, en el momento final, el Maestro vendrá al rescate como Superman. Así que no necesitas hacer ningún esfuerzo. Él te salvará pues está muy apegado a ti”.
¿Y nosotros? ¿Estamos muy apegados a nuestra alma? Parecería que no. Más bien parece que estamos muy apegados a las cosas mundanas, y desapegados de aquello que es nuestra verdadera esencia. Alegamos: “Pero es que yo tengo mis hijos y mi familia y todas esas cosas”. Y eso es verdad, tenemos todas esas relaciones, pero ¿quiénes son? El Maestro nos dice que esta vida es una obra de teatro: muchos esposos, muchas esposas y muchos hijos durante muchas vidas; ¡hemos tenido de todo!
Hay una historia de un hombre que estaba muy apegado a su esposa. Cuando su esposa murió, el quería que le dieran un mensaje a su esposa, así que fue a ver un discípulo muy avanzado espiritualmente, y le dijo que por favor entrara en contacto con su esposa. El avanzado discípulo fue hacia el interior y después regresó. El esposo le preguntó: “Dime, ¿qué fue lo que ella te dijo?”. Y el discípulo contestó: “Pues mira, ella me dijo: ‘¿Quién? ¿Qué esposo? He tenido tantos esposos con ese mismo nombre mientras estuve en la Tierra. ¿A cuál de ellos te refieres?” Ese es el alcance de nuestros apegos. Pensamos que esas relaciones son tan reales, tan importantes, que son obligaciones tan vitales. Pero con la perspectiva espiritual, vemos la otra parte de este modo de pensar y nos damos cuenta de que el orden tiene que ser el opuesto. Nuestra prioridad tiene que ser nuestra responsabilidad para con nuestra alma. Primero y sobre todas las cosas, tenemos que valorar nuestra alma como lo más importante que hay por encima de todo lo demás.
Llegamos a la última de las cinco tendencias descendentes: nuestro ego. Pensamos que somos tan valiosos en este mundo que todos deberían reconocer nuestra importancia. Pensamos que los demás deberían querer estar con nosotros; que nos deberían pagar más; que el Maestro debería venir personalmente a agradecernos por “nuestro” seva, etc. ¡Estamos tan llenos de ego! Sin embargo, cuando se trata del lado espiritual de nuestra vida, nos convertimos en la encarnación de la humildad. Entonces no somos nada. No podemos valernos por nosotros mismos ni podemos combatir contra nuestra mente. Decimos: “Maestro, tú tienes que hacerlo por mí. Tú tienes que meditar por mí”. Nos volvemos toda humildad, cuando debería ser exactamente lo opuesto.
Si hay algo que necesitamos en el camino espiritual para llegar a nuestro destino, es la determinación del ego. Esto suena como una tremenda contradicción en el sendero pues estamos precisamente tratando de eliminar al ego. La mente es tan astuta que trata de nublar nuestra claridad de pensamiento y que confundamos nuestra facultad de “hacer” con una asociación negativa del “ego”. En el nivel en que nos encontramos, la firme determinación es más importante que cualquier otra cosa, y un ingrediente natural del ego es la firme determinación. “Firme determinación” es la determinación de hacer que las cosas ocurran. “Firme determinación” es la cualidad de la mente que en sánscrito se llama ahankar , y que también se conoce como ego o voluntad de hacer las cosas. Es una cualidad natural de la mente que se pervierte cuando sale al mundo y dice: “Yo soy esto” o “Aquello es mío”. Pero para llegar al centro del ojo necesitamos aprovechar esta misma cualidad, de modo que podamos decir: “Voy a hacer esto, voy a lograrlo”. Si no tenemos este ingrediente, nunca llegaremos al centro del ojo.
Es extremadamente importante que tengamos claridad mental a este respecto. En este plano estamos enredados en el ego. Funcionamos a través del ego y sin él no podemos vivir. Cuando llega el momento de hacer lo que es importante para nosotros, usamos nuestro ego. Pero el uso del ego es una facultad, no una identidad. Cuando precisamos lograr algo importante, como obtener un trabajo, ejercemos nuestra determinación. Cuando vamos a la escuela, decimos: “Puedo aprobar este examen. Puedo conseguir el título que se exige para ese trabajo”. Cuando en realidad queremos algo, vamos detrás de ello. Para nuestro crecimiento espiritual necesitamos usar la misma determinación.
De esta manera, le sacamos provecho a la conducta natural de la mente. Las cinco “pasiones” o “pecados” que se interponen en el camino de nuestro desarrollo espiritual, no son más que simples perversiones de las tendencias naturales de la mente. Podemos tomar cada una de ellas y revertirlas, transformándolas de tendencias descendentes en poderes positivos que usamos como catapultas que nos impulsen hacia arriba en nuestro viaje espiritual. La lujuria, la ira, la codicia, el apego y el ego pueden todas ser revertidas para servirnos espiritualmente y ayudarnos a sostener nuestra práctica de meditación.
Desenmascara al ego
Él habita dentro del cuerpo,
Sin embargo, al Invisible, no podemos verle.
Engañados por la mente,
Los tontos no conocen la verdad,
Y lo buscan exteriormente.
Guru Amar Das
Donde hay pensamiento (mente), hay dualidad. Donde hay dualidad, hay ego: “yo y mis pensamientos” o “yo y el mundo” o “yo soy una cosa; el mundo es otra”. Al ego se le sostiene y se le alimenta a través del pensamiento constante. El ego no puede ocuparse de vivir en el presente, porque el hecho mismo de estar en el presente amenaza su propia supervivencia. El ego se mantiene vivo por estar constantemente pensando acerca del pasado o del futuro. Sin un pasado, es difícil mantener una identidad. La preocupación con el futuro da esperanza a la supervivencia continua del ego. Por lo tanto, el ego siempre busca apegarse a algún recuerdo, situación o problema, para garantizar su supervivencia y reforzar su sentido de ser.
Lo que el ego no puede comprender es que este ser no es más que la máscara de un impostor que se hace pasar por nuestro verdadero Ser. El ego es la ignorancia de quiénes somos en realidad. El nuestro es un caso de falsa identidad. Es como si fuéramos agua contenida en una botella de vidrio que está flotando en el océano, y pensáramos que somos la botella en lugar del agua. Finalmente, las olas estrellarán la botella contra las rocas y el vidrio se hará añicos. Una vez que la botella se rompe, ¿dónde queda nuestra identidad separada? ¿Dónde está la gota individual? Ya no existe. Se convirtió en el océano.
¿Qué es lo que me ha pasado?
Ahora, ¡me he perdido a mí mismo!
Por más que veo en mi interior, no me puedo encontrar.
Tú habitas dentro de mí.
Estás de pies a cabeza,
Y también estás dentro y fuera de mí.
Bulleh Shah
Cuando morimos, perdemos el contacto con nuestros conocidos y con nuestras posesiones. Sin estas relaciones con el mundo exterior ya no seremos lo que éramos y nuestro ego no tendrá sentido. Nuestra personalidad, como la vivimos ahora, morirá con nosotros. La palabra “personalidad” se deriva de la palabra griega “prosøpeion”, que quiere decir máscara. Esta máscara era usada en el antiguo teatro griego para representar una personalidad o interpretar un determinado papel. Nuestro ego es la máscara, persona o personalidad que hemos construido para cubrir a nuestro verdadero Ser. Nuestra personalidad es nuestra identidad falsa o temporal, el impostor que se hace pasar por nuestro verdadero “yo”.
Nunca podremos ser receptivos a la realidad de nuestro verdadero yo, hasta que desenmascaremos al ego, hasta que se derrumbe la engañosa pared de la dualidad que nos separa del Shabad. La pared del ego que se interpone entre nosotros y el Shabad, está hecha de los ladrillos que nosotros mismos proveemos al darle rienda suelta a los pensamientos. Donde hay pensamiento hay ego. Donde hay ego —“yo” o “tú”— hay separación, impermanencia y sufrimiento.
Cuando uno se funde en lo Absoluto no hay ego, no hay dualidad, no hay separación y no hay dolor. Patanjali, en su Yoga Sutras, nos dice que la unión se logra a través de la quietud de las ondas emitidas por los pensamientos. La única manera en que uno puede fundirse de nuevo en lo Absoluto es aquietando la mente. Esto es muy difícil de hacer, pero no imposible. A través de entrenar a la mente para que permanezca en simran, podemos controlar nuestros pensamientos y hacerlos inofensivos. Entonces logramos un estado receptivo cuando tratamos de escuchar el Shabad durante nuestra práctica de ballan. Debemos seguir practicando nuestro ballan hasta que seamos capaces de escuchar el Sonido interno. Una vez que lo conseguimos, somos atraídos por el magnetismo del Sonido. A medida que se amplia nuestra conciencia del Shabad, el ego ocupa el lugar que le corresponde y el alma toma el control. A medida que el alma gana más control, aquietar la mente se convierte en una posibilidad realista. La meditación es el medio de aquietar nuestra mente, para que se absorba en la música celestial y se bañe en la luz del Shabad.
Como respuesta al miedo que muchos expresamos: no perdemos el sentido de quiénes somos cuando nos fundimos en el océano de conciencia. Al contrario, nos hacemos conscientes de que en realidad somos conciencia pura, alegría perfecta y amor ilimitado. ¿Qué es esta personalidad que tenemos tanto miedo a perder? ¿Qué sentido tiene el que permanezcamos satisfechos en este mundo sombrío, separados de nuestra verdadera esencia, cuando nuestras posibilidades son infinitas? ¡Convirtámonos en el océano! Hagamos el esfuerzo para evitar ser embotellados de nuevo. Luchemos por volver a fundirnos de vuelta en el Shabad. Eso es lo que en verdad somos.
Un día me limpié de todas las nociones de mi mente. Dejé los deseos. Deseché todas las palabras con las que pensaba y me quedé en silenciosa paz. Me sentí un poco raro, como si me fueran llevando hacia algo, o como si me hubiera tocado un poder desconocido… y de repente… ¡ztt! Éntre. Perdí los límites de mi cuerpo físico. Por supuesto que aún tenía mi piel, pero sentí que estaba de pie en el centro del cosmos. Hablé, pero mis palabras habían perdido su significado. Vi a otras personas venir hacia mí, pero todas eran el mismo hombre. ¡Todas eran yo mismo! Nunca había conocido este mundo. Creía que yo había sido creado, pero ahora debo cambiar mi opinión: nunca fui creado; yo era el cosmos, ningún individuo llamado Sr. Sasaki existía.
Maestro Zen Sasaki
Es la barrera del ego lo que nos impide conocer a nuestro Ser verdadero. Al reemplazar los pensamientos centrados en nosotros mismos por el simran, y al ofrecerle al Maestro nuestro ego en la meditación, la pared de la dualidad se derrumbará, el impostor será desenmascarado y sabremos quiénes somos en realidad.
Cuando el deseo por el Amigo se hizo verdadero,
Toda la existencia quedó atrás.
El Amado no estaba interesado en mi razonamiento,
Lo deseché todo y me volví silencioso.
La cordura que me habían enseñado se convirtió en aburrimiento,
Tenía que ser desechada.
Loco, en silencio y pleno de gozo,
Pasé mis días con mi cabeza
A los pies de mi Amado.
Shaikh Abu-Saeed Abil-Kheir