5 La práctica de la meditación
Permanece inmóvil, y conoce que Yo soy Dios.
Salmos 46,10
En el instante en que nos sentamos a meditar es el momento en que comenzamos a caminar por el sendero de los santos. En ese preciso momento dejamos todos los conceptos atrás y comienza la experiencia.
Es mientras estemos sentados en meditación que llegaremos al centro del ojo, se inmovilizará la mente, iremos al interior, encontraremos la Forma Radiante, realizaremos nuestro propio Ser inmortal y alcanzaremos la realización de Dios. Todo sucederá mientras estamos en meditación. Por eso se dice que la meditación es acción y que la meditación es iluminación. Cada vez que nos sentamos en meditación estamos haciendo la tarea más importante que cualquier ser humano pueda hacer: la de transformar completamente su carácter y su conciencia.
Por lo tanto no deberíamos creer a nuestra mente o a la sociedad y sentirnos culpables cuando nos digan: “¡No te quedes ahí sentado, haz algo!”. En su lugar, deberíamos decir: “¡No te quedes haciendo algo, siéntate ahí!”. El verdadero valor de la meditación se mantiene oculto a los demás.
Sentado en silencio, sin hacer nada, la primavera llega y la hierba crece por sí misma.
Dicho zen
Al sentarnos en meditación le devolvemos su poder a nuestra alma, le damos alimento espiritual, nos volvemos espiritualmente fuertes para enfrentar al mundo y aprendemos a hacer contacto consciente con el Shabad en nuestro interior. Al sentarnos sin movernos, aprendemos a entregarnos, a ser pacientes, a resistir y a aceptar el camino del Shabad. Al someternos a las instrucciones del Maestro de meditar, alimentamos la semilla de la verdadera humildad, que consiste en vivir en su voluntad. Cuando alcanzamos un estado mental meditativo, ¿qué nos puede irritar, o perturbar nuestro equilibrio? En medio de una vorágine de actividades, catástrofes o buena suerte, permanecemos inalterables, contentos y felices en nuestra quietud en el centro del ojo. Tal es el poder de la meditación. ¿Cómo puede haber una actividad más importante durante el día que sentarnos en meditación?
Preparación
No existe una “forma correcta” de prepararnos para meditar, pero hay muchas cosas que podemos hacer que facilitarán nuestro viaje. Durante el día podemos prepararnos para nuestra meditación, haciendo simran cada vez que podamos y manteniendo al Maestro y sus enseñanzas frente a nosotros durante nuestras diversas actividades mundanas. De esta manera, la práctica de la meditación será la culminación de todo un día pasado en una atmósfera meditativa, y cuando nos sentemos para nuestra práctica, será más fácil concentrarnos en el centro del ojo.
Para crear un estado mental propicio a la meditación, podemos conscientemente tratar de abstenernos de situaciones que nos provoquen enojo, lujuria, tensión y otras cosas por el estilo. Estas situaciones dejan fuertes impresiones en nuestra mente. Descubriremos que cuando nos sentamos a meditar, son estas mismas cosas las primeras que surgen en nuestra mente y que gastamos mucho tiempo y energía en expulsarlas. Así que, en la medida de nuestras posibilidades, cuando estas situaciones surjan, recordemos que nuestra meditación sufrirá si nos entregamos a ellas. Recordando este punto, es mejor dejarlas ir.
Algunas personas saltan directamente de la cama a su lugar de meditación. Le sacan ventaja al estado somnoliento, desde el cual se les hace más fácil llevar la atención al centro del ojo. Esto no es fácil de hacer, pues con mucha facilidad la atención se desliza hacia el centro de la garganta y uno de nuevo se vuelve a dormir. Para prevenir el volver a dormirse, muchas personas optan por activar la circulación de la sangre realizando algún ejercicio. Otras prefieren bañarse o simplemente echarse agua en la cara. Hay quienes se preparan tomándose un café o un té. Lo importante es que estemos completamente alertas y despiertos. Entonces será más fácil concentrarnos y será menos probable que nos volvamos a dormir.
Para ayudar a preparar a la mente para la meditación, algunas personas gustan de leer algún libro o artículo que les inspire, o comienzan la meditación con una pequeña oración. Como todos sabemos, lleva tiempo asentar la mente. Las palabras que el Maestro nos dio para hacer simran son la herramienta ideal para calmar la mente y así pasar directamente, sin más preámbulos, a la meditación. ¿Qué mejor manera de orar, de calmar la mente y de infundir una actitud de amor y devoción que usar las palabras que nuestro Maestro nos dio para ese propósito?
Como parte de la preparación de nuestra meditación matutina, podemos comenzar la noche anterior por tener una cena ligera y por acostarnos temprano. Al irnos a la cama, podemos quedarnos dormidos haciendo nuestro simran. De esta manera, cuando despertemos encontraremos que es más fácil concentrarnos en la meditación. Baba Ji nos aconseja que, sea lo que sea que hagamos para apoyar nuestra meditación, tengamos cuidado de no convertir nuestra meditación en un ritual, en algo que hacemos diariamente sin siquiera pensar por qué lo hacemos. Al prepararnos para comenzar nuestra práctica de meditación, podemos recordar las razones por las cuales nos disponemos a meditar y cuál es nuestra meta.
Hora
Cualquier hora es buena para meditar. Si esperamos a que las condiciones sean ideales, probablemente nunca nos sentemos a meditar. A cualquier hora tenemos una buena oportunidad de calmar y de purificar la mente, así que podemos hacer nuestra meditación a cualquier hora del día o de la noche. Para algunas personas, la mejor hora para meditar es en la noche. A esa hora sienten que están más alertas, y con objeto de tener un sueño reparador y despertarse llenos de energía y purificados, deciden que la meditación en la noche es mejor para ellas. Para otras personas al llegar la noche están tan cansadas que prefieren dormir. Para ellas, temprano en la mañana, es la mejor hora de meditar. A esa hora la mente está fresca y todavía no lleva las cargas de sus responsabilidades. Cuando es temprano, los demás todavía duermen, los problemas del día no han hecho su aparición y no hay ruido. Por estas razones, puede ser más fácil dedicar dos horas y media a la meditación, temprano por la mañana, pues nuestras responsabilidades mundanas hacen que sea más difícil sentarnos más tarde, a otra hora del día. Aun así, algunas personas prefieren meditar a mediodía o durante la tarde.
En realidad, la mejor hora para meditar es la que a nosotros en particular nos acomoda mejor. Debemos sopesar los diferentes aspectos y responsabilidades de nuestra vida, y luego tomar nuestra decisión sobre cuál es la mejor hora para que nosotros meditemos, pero debemos tratar de sentarnos siempre a la misma hora cada día. Si decidimos hacer nuestra práctica formal de meditación por la mañana, entonces sería bueno que tratáramos de dar un tiempo adicional en la noche, antes de irnos a dormir. Si escogemos hacer nuestra meditación formal por la noche, entonces sería bueno que tratáramos de dar un tiempo adicional por la mañana. ¿Qué mejor manera de terminar o de comenzar el día que agradeciéndole al Maestro y que, dejando a un lado todas nuestras preocupaciones, nos pongamos en contacto con la fuente de paz y gozo que existe en nuestro interior?
Para sacarle el mayor provecho a la atmósfera creada por nuestra meditación matutina, es mejor que no nos volvamos a dormir después de haberla hecho. Si por ejemplo, nuestra meditación comienza a las tres de la mañana y nuestras actividades diarias comienzan a las ocho de la mañana, y en el espacio entre las cinco treinta y las ocho de la mañana nos ponemos a dormir, podríamos considerar comenzar nuestra meditación a las cinco y media en lugar de a las tres y media de la mañana. De esta manera no habrá espacio entre nuestra práctica de meditación y nuestra rutina diaria, y así podremos sacarle el mayor provecho a la atmósfera creada por nuestra meditación matutina. Pero en esta cuestión no hay ninguna regla estricta puesto que el beneficio que obtenemos de la meditación es el mismo ya sea que durmamos o no después de ella. Depende de cada uno de nosotros ver qué es lo que nos funciona mejor.
Lugar
En caso de que no tengamos un lugar especial para sentarnos a meditar, podemos buscar uno cómodo que sea favorable a nuestra práctica. En cualquier lugar se puede meditar. Cuando hagamos nuestra meditación formal, es conveniente que nos sentemos en el mismo lugar, pues pronto asociaremos a ese lugar con la paz y la tranquilidad de la meditación y encontraremos que la mente puede concentrarse mejor cuando se hace esta asociación. Aunque es deseable que el lugar sea silencioso y que meditemos en soledad, a veces, la situación particular de nuestra vida no nos permite darnos el lujo de meditar en privado. Si esa es nuestra situación particular y la única manera que tenemos de meditar es haciéndolo frente a otros, entonces no hay ningún daño en que hagamos nuestra meditación formal de esa manera. Sin embargo, tratemos de no llamar demasiado la atención de los demás.
Postura
Cuando nos sentamos a meditar es importante hacerlo de forma relajada y con la espina dorsal y el cuello rectos. El mentón o barbilla ligeramente metido, pero no tanto que deje que la cabeza caiga hacia delante. La cabeza no debe echarse para atrás ni caer hacia delante. Las dos posiciones pueden conducirnos a que nos quedemos dormidos. Los ojos deben estar cerrados y la atención debe mantenerse en medio de las dos cejas, en el centro del ojo espiritual. Pongamos cuidado de no invertir los ojos hacia el centro del ojo. Las manos pueden estar hacia abajo o hacia arriba descansando naturalmente sobre los muslos o las rodillas. Todo nuestro cuerpo debe estar relajado.
La meditación es una actividad que involucra a nuestra mente y a nuestro cuerpo. Si no adoptamos una postura que apoye y ayude al proceso de la meditación, estaremos obstaculizando nuestra práctica de meditación. Lo importante es que nos sentemos con nuestro cuerpo inmóvil y nuestra espalda erguida y recta. Esto ayudará tanto a nuestra concentración como a nuestra salud. No es importante si nos sentamos en una silla, al estilo occidental, o si nos sentamos en el suelo con las piernas cruzadas, al estilo hindú. Las dos formas son correctas para meditar. Muchas personas creen que sentarse en una silla al estilo occidental, no es tan bueno como sentarse con las piernas cruzadas. Esta es una idea equivocada. La meditación es un asunto que tiene que ver con la concentración. Algunas personas se pasan años luchando para poder sentarse con las piernas cruzadas, al estilo hindú, y todo el tiempo que pueden emplear en desarrollar la concentración, se gasta en mantener la atención en las piernas, el dolor o los cojines. El resultado es que estas personas pasan menos tiempo en meditación del que hubieran pasado meditando, si se hubieran sentado en otra posición más cómoda.
La mente no puede tranquilizarse ni aquietarse si el cuerpo está continuamente moviéndose, de la misma manera que el agua no puede estar quieta en un vaso que se mueve. Si inmovilizamos el cuerpo, estamos ayudando a inmovilizar la mente, así que es importante que encontremos una postura que nos permita mantenernos quietos y que minimice el dolor y la incomodidad que nos llevan a estar continuamente cambiando o ajustando nuestra posición. Si eso significa que es más fácil que nos sentemos en una silla o un sillón, entonces podemos sentarnos de esa forma, recordando que al sentarnos debemos hacerlo con la espalda recta. El encorvarnos es malo para la espalda, ocasiona que nos cansemos más rápidamente y hace que la mente también se adormezca, cuando debería estar en una posición alerta y despierta. No es aconsejable que nos acostemos para meditar ya que es más fácil quedarse dormidos en esa posición. Podemos experimentar con diferentes posturas hasta que encontremos una que nos permita sentarnos el máximo de tiempo sin estar incómodos ni quedarnos dormidos.
En ninguna otra posición es tan evidente la conexión entre el cuerpo y la mente como lo es en la postura que adoptamos para la meditación. Cuando estamos con pereza o deprimidos, encorvamos la espalda y agachamos la cabeza. Si al sentarnos hacemos el esfuerzo de estar erguidos y mantener la cabeza en alto, es difícil que podamos mantener un sentimiento de lástima por nosotros mismos o una actitud negativa. Al asumir una postura erguida, inspiramos a nuestra mente a que también adopte una postura mental alerta y despierta. Si nuestra postura y nuestra actitud están inspiradas, es más fácil concentrarnos y disfrutar de nuestra meditación. Para la postura de escuchar el sonido, también conocida como la postura del ballan, podemos sentarnos en cuclillas, o con las piernas cruzadas y la ayuda de un apoyo para los brazos, o podemos sentarnos en una silla descansando nuestros codos, ya sea en una mesa o en cualquier otro tipo de apoyo. El uso de tapones para los oídos durante la práctica de ballan, no es recomendado por el Maestro.
Algunas veces cuando hemos estado sentados durante un periodo de tiempo sentimos alguna pequeña incomodidad y queremos movernos. Es conveniente que sigamos sentados sin prestarle atención a esa urgencia de movernos, y descubriremos que es perfectamente posible resistir a esa necesidad de movernos o de rascarnos. Nuestra mente ha sido entrenada para reaccionar inmediatamente ante cualquier cosa que no le guste. Así que es de esperar que la mente dé la pelea y que el cuerpo se inquiete. Estamos tratando de entrenar a la mente y al cuerpo y eso no les gusta. El cuerpo y la mente no van a querer ser disciplinados, pero debemos mantener las riendas firmes. Después de un tiempo cederán.
Baba Ji nos da el siguiente ejemplo para ilustrar la importancia de mantenernos inmóviles durante la meditación. Él dice que si levantamos un vaso con agua de una mesa y luego volvemos a poner el vaso sobre la mesa, el agua se seguirá moviendo aunque el vaso ya no se mueva. Baba Ji le llama a esto el “efecto de las ondas”. De igual manera, si movemos nuestro cuerpo cuando estamos en meditación, aunque solo sea un pequeño movimiento, es suficiente para agitar las ondas de la mente y perturbar cualquier paz que hayamos logrado. Sin embargo, si mantenemos tranquilamente nuestra mente en las palabras y no nos movemos, pronto experimentaremos cómo el inmovilizar al cuerpo ayuda a inmovilizar la mente y viceversa, cómo al inmovilizar la mente ayudamos a inmovilizar al cuerpo. Cuando alcanzamos la inmovilización del cuerpo y la mente, comenzamos a disfrutar de la paz que trae consigo la concentración en la meditación.
Concentración
Meditación significa tratar de mantener nuestra atención en el centro del ojo sin dejar que se baje a los sentidos. Eso es concentración, mantener la mente firme en el centro del ojo sin dejarla que se baje.
Maharaj Charan Singh
Baba Ji dice que la mente es como un ordenador o computadora, cualquier cosa que le metamos, eso es lo que vamos a obtener. Si bajamos información del mundo físico, la mente recogerá impresiones de cosas materiales. Si bajamos información espiritual, la mente archivará impresiones de las cosas sutiles. La mente trabaja igual de bien en esas dos esferas. En la meditación, no alteramos la naturaleza de la mente, simplemente introducimos impresiones espirituales y automáticamente anulamos las mundanas. Con el tiempo, a través de la práctica de la meditación concentrada, las impresiones espirituales desplazarán a las mundanas, reemplazando los deseos mundanos por deseos espirituales. De esta forma, a medida que aumenta la concentración de la atención hacia arriba y hacia el interior, la mente automáticamente se purifica.
La concentración es similar a encender una hoja de papel con una lupa. Una lupa se sostiene de cierta manera para que atrape los rayos dispersos del sol y los concentre en una hoja de papel. Estos pequeños rayos, cuando están dispersos son inofensivos, pero cuando se juntan, se sostienen firmemente y se enfocan a través de la lupa, se vuelven tan poderosos que pueden hacer arder un papel. Uno tiene que sostener la lupa sin que se mueva, pues cualquier movimiento perturbará el punto central hacia donde los rayos se están enfocando e interrumpirá el proceso de generar suficiente calor para encender el papel. Cuando la lupa se ha sostenido firmemente por cierto tiempo, aparecerá un punto brillante en el papel, y si el punto se mantiene constante, estallará en una llama.
De igual forma, debemos de recoger todos los rayos de nuestra atención dispersa y enfocarlos firmemente en el centro del ojo, hasta que la intensidad de nuestra concentración en el simran encienda la Llama interior en el centro del ojo. A medida que vamos prolongando nuestros periodos de concentración, nuestra atención se va enfocando más y más en el centro del ojo, hasta que nos hacemos receptivos al Sonido interno.
Para entender lo que es la meditación, debemos comprender la importancia de la concentración. La meditación concentrada transformará la forma en que percibimos las cosas y la manera en que vivimos nuestra vida. El progreso espiritual depende de nuestra capacidad para inmovilizar la mente en el centro del ojo, y la concentración es lo que la inmoviliza. El simran concentrado es la mejor manera de entrenar a la mente a que se “siente” en el centro del ojo. Nuestra mente está acostumbrada a saltar de un objeto a otro, así que el entrenar a la mente a que se concentre en el simran es algo difícil de hacer, pero no imposible.
Concéntrate en mantener la mente en la presencia del Señor; si algunas veces vaga y se retira de Él, no te molestes por ello; la confusión solo sirve para distraer la mente, no para concentrarla; la fuerza de voluntad debe traerla tranquilamente de regreso.
Hermano Lawrence
Luchamos en la meditación porque nuestra atención no está concentrada en el simran, está concentrada en el mundo. Desde el momento en que nacimos, la mente ha salido del centro del ojo y ha estado trabajando en el exterior. La tendencia de la mente a estar en el exterior se ha convertido en un hábito con raíces muy profundas. Si queremos ser capaces de concentrar nuestra atención en el centro del ojo, necesitamos luchar para revertir este proceso.
Todo es cuestión de disciplina, entrenamiento y hábito. Nuestra concentración en la meditación está en proporción directa al grado en que podamos desapegarnos del mundo. No podemos atravesar la oscuridad interior porque nuestra atención ha estado, y todavía está, enredada con nuestro cuerpo, nuestros apegos, neurosis y pasiones en el exterior. A menos que desarrollemos un desapego por todo lo exterior y la capacidad de concentrarnos en el interior en el centro del ojo, no haremos más que pequeños progresos en el sendero. Si nos entregamos a nuestra naturaleza física y le damos rienda suelta, entonces, cuando nos sentemos en meditación, nuestra mente será zarandeada como un barco en un mar embravecido y veremos que, sencillamente, no podemos concentrarnos. Entonces nos daremos cuenta, por nosotros mismos, de cómo la orientación hacia el exterior dispersa nuestra atención y cuáles de nuestras acciones y pensamientos se interponen entre nosotros y la concentración.
Solo existe una forma de lograr la concentración en la meditación. Debemos estar dispuestos a revertir nuestras tendencias hacia fuera y hacia abajo. Necesitamos llevarlas hacia arriba y hacia adentro, a través del simran constante, en el centro del ojo, en el asiento del alma.
El asiento del alma
El tercer ojo es el asiento de la mente y del alma. Este es el punto central que guarda al misterio de la vida. Es desde aquí que nuestra atención continuamente desciende y se desparrama por el mundo a través de las nueve aperturas del cuerpo… Desde aquí cada minuto la mente vaga. No se queda quieta en este punto ni siquiera por un momento. Sus actividades son legión. El secreto eterno, la sabiduría más antigua, el sendero de los santos está en llevar la atención de regreso a este punto.
Maharaj Charan Singh
Para revertir el proceso a través del cual nuestra atención corre hacia abajo en el mundo, lo primero que necesitamos hacer es localizar el lugar, en el recipiente de nuestra conciencia, desde donde nuestra atención se está fugando. Este lugar es el que se conoce como el centro del ojo, el ojo espiritual, el tercer ojo o el asiento del alma. Es un error común pensar que el centro del ojo se localiza en algún lugar particular en el cerebro, o que está físicamente en medio o detrás de los ojos, y que se puede medir en milímetros o con un compás. Debido a esta creencia, tratamos de localizar este punto con nuestros ojos o pensamientos, intentando colocar la atención físicamente entre el entrecejo.
Cuando nos acercamos a la meditación de esta manera, automáticamente nos alejamos del centro del ojo. La mente se encuentra saltando, buscando a ciegas algo o tratando de localizar algún lugar. Al estar pensando en el centro del ojo, automáticamente la mente queda fuera del centro del ojo, en lugar de simplemente relajarse y quedarse en la oscuridad con los ojos cerrados. El proceso de estar pensando indica que la mente está dispersa, mientras que la concentración en el centro del ojo significa la ausencia incluso del más mínimo pensamiento. Si estamos pensando acerca del centro del ojo, quiere decir que no podemos estar en él. Si estamos en el centro, no estaremos pensando en él.
Cuando cierras tus ojos, ya estás donde deberías estar. Estando ahí, haz simran, concéntrate. Cuando cierras tus ojos, no estás afuera. Estás solamente aquí, en el centro del ojo.
Maharaj Charan Singh
A lo largo de este libro hemos visto cómo los Maestros, una y otra vez, enfatizan la suprema importancia de llevar y mantener la atención en nuestro interior, en el asiento del alma. En la siguiente carta de Joyas Espirituales, el Maestro Sawan Singh nos explica cómo hacerlo:
Respondiendo a tu pregunta de cuál es la mejor manera de alcanzar y mantener la concentración en el centro del ojo, solo puedo repetir la esencia de lo que ya se te ha dado…
El método es el mismo que todos los santos usan, el cual es simplemente mantener la atención firmemente en el centro mencionado. ¿Qué más puedo decir? Todo es cuestión de mantener fija la atención. Cada rayo de atención debe centrarse ahí y mantenerse ahí. Si uno se desvía por algún tiempo, uno pierde la ventaja. Se puede decir con seguridad que si un alumno dedicado mantiene su atención totalmente en el centro del ojo, por tres horas, sin vacilar, debe ir al interior. Pero eso no es tan fácil sin una larga práctica. Sin embargo, poco a poco, la mente se acostumbra a permanecer en el centro. Cada vez se rebela menos y menos, y finalmente cede a la demanda de mantenerse en el centro. Entonces se alcanza la victoria.
Antes de eso, la mente no permanecerá quieta por largo tiempo. Salta de un lugar a otro como un mono salvaje. Pero después de algún tiempo se rinde y se asienta. Es una cuestión de fuerza de voluntad permanecer en el centro, así como no olvidar ni permitir que la atención siga a otro pensamiento o experiencia. Uno fácilmente se olvida y luego la mente se va hacia abajo. Una inteligencia aguda y despierta debe aferrarse al centro, firmemente, cada momento. Si algún pensamiento entra en la conciencia, sacude la mente de regreso al centro y mantenla ahí. Haz que el espíritu, en lugar de la mente, sea el que domine la situación. La mente es mañosa y se escabullirá hacia afuera si se lo permites. Conquístala. Aunque conquistarla, por supuesto, no es fácil y toma tiempo.
El problema no es complicado para nada. Todo el asunto es precisamente la atención y luego más atención inquebrantable, en el centro del ojo, sin dejar que ningún otro pensamiento se introduzca en la conciencia y te saque del centro del ojo. Este es el método mediante el que yo gané mi camino al interior y este es el método mediante el que tú ganarás tu camino. Es el antiguo método de todos los santos.
La razón por la cual casi lo alcanzas, y como tú dices, luego lo pierdes, es porque no puedes mantener la mente quieta. Es como si fuera un animal salvaje que está acostumbrado a vagar libremente por la selva. Cuando es capturado, se pone muy inquieto, al sentirse en manos del que lo atrapa. Pero, si persistimos en nuestros esfuerzos, la mente al igual que el animal, poco a poco cederá y obedecerá. La repetición de los Nombres es para ayudar a mantener la mente en el centro del ojo. Ese es el valor de los Nombres…
Si persistimos debemos entrar. Todos los poderes del espíritu, la verdadera alma atma en el hombre, se reúnen en el centro, a través de este pensamiento concentrado; y luego, por medio de la fuerza acumulada (a través del ballan y el simran), atravesamos la cortina y entramos en la luz.
Maharaj Sawan Singh
De los conceptos a la experiencia
A menos que retiremos nuestra atención al centro del ojo, no podemos concentrarnos en el interior y ni siquiera dar el primer paso de nuestro viaje espiritual de regreso al Hogar.
Maharaj Charan Singh
Los Maestros no pueden ser más claros en cuanto a que llegar al centro del ojo es nuestro primer objetivo en el camino para alcanzar un mayor grado de espiritualidad. Sin embargo, a pesar de esto, algunos sienten que ahora que han sido iniciados, tan solo deben ocuparse de lograr la realización de Dios. Aunque la realización de Dios es nuestra meta final, el pasar por alto las etapas cruciales que nos llevan a esa realización, es contraproducente y puede ser usado como un truco contra nosotros mismos por nuestra astuta mente. Aún no tenemos un amor total y absoluto, y sin ese ingrediente no podemos fundirnos en el Shabad y alcanzar la realización de Dios. El amor puro es perder nuestra propia identidad y convertirnos en otro ser. Mientras sigamos funcionando con un fuerte sentido de tener una personalidad separada, será absolutamente imposible que logremos la unión con el Shabad. Por lo tanto, al nivel en donde nos encontramos ahora, la realización de Dios está fuera de nuestro alcance. Así que invertir desde este nivel en la realización de Dios resulta impracticable, estéril e irreal.
Entonces, si por el momento, nuestro objetivo inmediato no es la realización de Dios, ¿no deberíamos aspirar por lo menos a alcanzar la autorrealización? No hay duda de que antes de obtener la realización de Dios, debemos alcanzar primero la realización de nuestro verdadero Ser. Pero alcanzar la autorrealización es llegar a un nivel muy elevado en el cual el alma se da cuenta de lo que en verdad es y exclama: “Yo soy Eso, Yo soy el Ser Inmortal” (Sohang). Nuestras mentes todavía están inmersas en la dualidad y aún no tenemos la pureza que se requiere para experimentar tan elevado nivel de realización. Igual que vimos lo acertado de dejar a un lado el objetivo inmediato de lograr ya la realización de Dios, también debemos, por el momento, dejar a un lado el objetivo de alcanzar ya la autorrealización.
Antes de lograr la autorrealización, necesitamos haber contactado con la forma espiritual del Maestro. Pero si aún no hemos pasado a través de las estrellas, el sol y la luna interiores, no podemos haber visto la Forma Radiante del Maestro. Y si ese es el caso, entonces nuestro objetivo inmediato debe ser el cruzar los planos que se interponen entre nosotros y su Forma Radiante. Pero, para cruzar esos planos, debemos primero atravesar la barrera de lo físico a través de morir mientras estamos vivos, es decir, de tener una experiencia de muerte cercana, mientras estamos sentados, conscientemente, en meditación. Esto, al igual que la lupa que concentra y hace más potentes los rayos del sol, sucederá cuando recojamos y enfoquemos toda nuestra atención en el centro del ojo y pasemos al plano astral.
Así que, si no hemos roto la barrera de lo físico pasando a través del centro del ojo, lo primero que debemos hacer es lograr que la mente se inmovilice a través de recoger nuestra atención dispersa en el centro del ojo. Y ahí, finalmente, es donde se encuentra nuestro objetivo inmediato: ¡el centro del ojo! Para la mayoría de nosotros, alcanzar el centro del ojo y mantener ahí la atención, es nuestro objetivo espiritual y nuestro verdadero propósito en la vida. Alcanzar el centro del ojo y mantener nuestra atención concentrada ahí, es un objetivo realista que sí podemos lograr. El centro del ojo es el lugar donde comenzaremos nuestro viaje espiritual. Ese debe ser el único objetivo que en realidad nos importe. Pues solamente a través de lograrlo, alcanzaremos el único medio para obtener transporte espiritual.
Alcanzar el centro del ojo nos dará la experiencia espiritual que apoyará una fe inamovible en el Maestro y sus enseñanzas. El hecho de que sea un objetivo más humilde que nuestro objetivo final de alcanzar la realización de Dios, no lo hace menos necesario o más fácil. Para alcanzarlo, necesitaremos concentrar toda nuestra atención, amor, devoción, energía, inteligencia, habilidad y esfuerzo. Reducir y aquietar las ondas de nuestros pensamientos, por medio del simran en el centro del ojo, debe ser nuestra principal ocupación y el reto más grande de nuestra vida.
Entonces, el primer paso es retirar nuestra conciencia al centro del ojo.
Maharaj Charan Singh
Cuando vayamos al interior del centro del ojo, nos daremos cuenta de que en verdad somos seres espirituales. Sin esta realización, la declaración de que somos seres espirituales seguirá para siempre siendo un concepto mental más con el cual decoramos nuestras repisas mentales. Sin alcanzar primero el centro del ojo, no se puede tener ningún progreso espiritual. Por lo tanto, y debido a la magnitud de la transformación que queremos lograr, es prudente que antes de la realización de Dios, la autorrealización, la Forma Radiante y los planos interiores, hagamos del centro del ojo nuestro objetivo inmediato.
Mientras permanezcamos lejos de este punto y no nos agarremos a la corriente del Sonido, la salvación seguirá siendo un sueño distante.
Maharaj Charan Singh
Las recompensas son inimaginables y el tesoro esta ahí, esperándonos:
Ni en tus más descabellados sueños o fantasías te podrías hacer una idea de la grandeza que hay en el interior. Pero ese tesoro es tuyo y está ahí para ti. Puedes quedarte con él cuando vayas ahí. Te lo digo yo, de una vez por todas, que todo, incluido el Creador, está en tu interior, y que quienquiera que lo haya alcanzado, lo alcanzó a través de ir al interior del centro del ojo.
Maharaj Sawan Singh
Simran
Es posible orar a toda hora, en cualquier circunstancia y en todo lugar, y fácilmente subir de la oración vocal frecuente a la oración mental y de ahí a la oración del corazón, la cual abre el Reino de Dios en nuestro interior.
San Juan Crisóstomo
Baba Ji dice que cuando nos sentamos en meditación, debemos estar absolutamente relajados, comenzar nuestro simran y dejarnos ir. Por lo tanto, el primer paso en meditación es colocar nuestro simran en el centro del ojo. Esto requiere un acto deliberado de extraer a nuestra mente de su enredo con los pensamientos. Debemos sacar a nuestra mente de sus pensamientos y conscientemente contenerla en el simran. Al principio de la meditación, hacer simran se siente como si estuviéramos domando un animal salvaje. Por eso nos ayuda reconocer que estamos desenredándonos del mundo, y decirnos a nosotros mismos: “Ahora estoy dejando ir mis pensamientos y estoy colocando mi mente en el simran”. Al hacer esto, comenzamos a recoger nuestra atención. De estar dispersa en todas direcciones, comenzamos a llevar la atención hacia un punto en donde podemos contenerla. Esa es una buena manera de empezar nuestra sesión de meditación.
Si comenzamos de manera dispersa, nuestra meditación continuará sin enfocarse durante toda la sesión. Pronto estaremos tan metidos en nuestros propios pensamientos que estaremos pensando en lugar de estar meditando. Cuando eso sucede, estamos dándole rienda suelta a nuestros pensamientos, alimentando nuestros deseos, tratando de hacer real nuestro mundo de ilusión. Cuando nos damos cuenta de que estamos pensando y dejamos ir esos pensamientos, estamos recordando las enseñanzas y retando a nuestra pereza mental. Cada vez que conscientemente dejamos ir nuestros pensamientos para regresar a nuestro simran, estamos logrando una valerosa y heroica victoria. Estamos, por así decirlo, nadando contracorriente, regresando a casa, a nuestro origen. Estamos invirtiendo las corrientes descendentes de la mente y llevando nuestra atención hacia arriba, al centro del ojo.
Baba Ji nos dice que hacer simran es, para el alma, como desatar un globo de la cuerda que lo retiene. Una vez que el globo se desata, comienza a elevarse de manera natural. No podemos forzar a nuestra conciencia a que se eleve. La conciencia se elevará por sí misma como consecuencia natural de haberse liberado de su enredo con el mundo, al estar haciendo nuestro simran.
Por favor no intentes subir el alma por la fuerza. El alma encontrará su propio camino.
Maharaj Sawan Singh
Al cambiar nuestros pensamientos por simran, nos sacamos del mundo de conceptos. Nos desenganchamos de la necesidad de estar siendo constantemente entretenidos por nuestros pensamientos, dejamos nuestra adicción al chismorreo interno y caminamos hacia el sendero de la paz interior. Nuestra práctica de simran es el tiempo para entrenar a nuestra mente a permanecer quieta en el centro del ojo. Si durante nuestra práctica de meditación no estamos alertas, vigilantes y listos para reconocer y dejar ir nuestros pensamientos, no estamos meditando sino dando rienda suelta a los pensamientos. Pensar no es meditar. Esos pensamientos tomarán impulso, se fortalecerán, y pronto nuestro periodo de meditación habrá terminado. En lugar de haber pasado a un estado mental alerta y en paz, seguiremos viviendo en un mundo de conceptos, entregándonos a las mismas fantasías que ahora nos impiden conocer lo que es estar completamente despiertos y totalmente llenos de vida.
Si, por el contrario, hacemos el esfuerzo de mantener nuestra mente en el simran, para tener nuestra atención en el centro del ojo, el alma poco a poco comienza a recobrar su poder. Cuanto más fuerte y efectiva sea nuestra práctica, más débil será nuestro mundo de conceptos. Cuanto más fuertes estemos, más realista, más potente y más transformadora será nuestra práctica de meditación.
Hay belleza en simple y sencillamente hacer simran, tan solo en hacerlo. El simran produce un bello y sencillo gozo interior. Una vez que aprendemos a concentrarnos en las palabras, no surge la cuestión de que nos aburra la práctica. Tampoco tenemos que pedirle al Maestro resultados. El simran es la práctica y se convierte en y por sí mismo en la recompensa. Nos aburrimos cuando mentalmente no queremos estar donde estamos; cuando queremos saltarnos el esfuerzo y pasar directamente a los viajes astrales y a ver cosas en el interior, o cuando pasamos por alto la oportunidad de obtener la paz que proviene del esfuerzo en sí mismo. Primero debemos aprender a asentar nuestra mente en el simran y a quedarnos ahí, disfrutando de la práctica con agradecimiento y humildad. Eso es, en sí mismo, un gran logro espiritual. Si somos capaces de mantener la mente en simran a lo largo del día, experimentaremos sus beneficios en nuestro interior y la meditación se convertirá en la gloriosa coronación de un premio que ya está al alcance de la mano.
No existe en el mundo ninguna manera más agradable y más llena de gozo que la continua conversación con Dios; únicamente aquellos que la practican y la experimentan pueden comprenderla.
Hermano Lawrence
A través de la práctica de colocar nuestro simran en el centro del ojo, obtenemos paz mental y gustamos por nosotros mismos un gozo interior que no depende para nada de situaciones externas. Desarrollamos confianza en las razones por las cuales meditamos. Lo hacemos con entusiasmo porque sabemos que esta práctica nos da paz. Vemos por nosotros mismos la inutilidad de darle rienda suelta a nuestros pensamientos y de alimentar problemas externos, preocupaciones y emociones. Estamos dispuestos a dejar ir esas fantasías porque hemos experimentado los beneficios de hacerlo.
Entonces el simran se vuelve una forma práctica, razonable y sensata de vivir. A través de practicarlo, avanzamos en nuestro camino y pasamos de vivir de un mundo de ideas y conceptos al de la experiencia espiritual. Adoptando la espiritualidad como la forma de vida más deseada, descubrimos que la claridad mental que viene con la práctica del simran, nos hace más hábiles en todo lo que hacemos. Al concentrarnos en el simran nuestra meditación se siente bien. Disfrutamos de ella porque hemos aprendido a soltarnos —ya hemos experimentado adónde nos llevan nuestros pensamientos y como ya no queremos ir por ahí, los dejamos ir. Nos cogemos unas vacaciones de la tiranía de nuestra propia mente parlanchina y disfrutamos la paz que viene de aquietar nuestra mente con el simran en el centro del ojo.
El que se acostumbra a esta atracción (de la oración continua interior) experimenta como resultado una consolación tan profunda y una necesidad tan grande de estar siempre ofreciendo la oración, que ya no puede vivir sin ella.
El Camino del Peregrino
La estabilidad que alcanzamos con el simran no ocurre de milagro. La alcanzamos a través de mucho esfuerzo y de aplicarnos a seguir las instrucciones de hacer nuestro simran una y otra vez. Una vez que aprendemos a descansar en nuestro simran, comenzamos a sentir que la bestia salvaje de la mente comienza a ser domada. Estamos dejando el confuso mundo de los conceptos; tenemos la satisfacción de que estamos aplicando nuestro conocimiento de las enseñanzas de una forma práctica. Comenzamos a despertar de nuestro sueño profundo de apatía espiritual. La luz comienza a amanecer en la noche oscura del alma.
Nadie puede describir la gloria del momento en que la mente se inmoviliza y el alma está en un estado de completa absorción.
Soami Ji Maharaj
Al principio el simran no llegará automáticamente, así que tenemos que hacer un esfuerzo para establecer ese hábito. Poco a poco y con esfuerzo constante, veremos cómo nuestro esfuerzo por hacer simran se convierte en un esfuerzo sin esfuerzo, igual que conducir un automóvil y otras cosas que hacemos, que al principio llevan tiempo y práctica hacerlas, pero que, una vez establecidas, las hacemos sin ningún esfuerzo.
Nadie debe decir que es imposible para un hombre que está ocupado con los asuntos del mundo… orar siempre. En cualquier parte y en donde sea que te encuentres, puedes ponerle un altar a Dios en tu mente a través de la oración. De manera que es adecuado orar en tu trabajo, viajando, estando de pie en el mostrador o sentado mientras haces trabajo manual… A través del poder de la invocación del Nombre de Dios… se puede saber, por la experiencia de la frecuencia de la oración, que esta forma de salvación, es una posibilidad al alcance de la fuerza de voluntad del hombre.
San Juan Crisóstomo
Para fortalecer nuestra práctica de simran, es conveniente asociar las palabras de nuestro simran con el Maestro. Estas son las mismas palabras que el Maestro nos dio en la iniciación, y nuestra asociación entre el Maestro y estas palabras es, de hecho, inseparable. Cuando se menciona el nombre de alguien que amamos, la imagen de esa persona viene a nuestra mente. De la misma manera, la repetición del simran debe ser la nota para tener presente a nuestro Maestro. Si asociamos las actividades rutinarias de nuestra vida diaria con hacer simran, poco a poco ayudamos a nuestra mente a hacerse consciente de la presencia del Maestro durante todo el día.
Las personas que repiten los nombres sagrados de Dios tienen ángeles a su alrededor.
Hazrat Muhammad
Comenzamos por escoger una acción que hacemos cada día y decidimos estar enteramente en el simran mientras que hacemos esa acción, sin hacer ningún comentario mental. Cuando practicamos de esta manera, encontramos que nuestro simran nos ayuda a vivir en el momento y que le sacamos más jugo a la vida. Por ejemplo: cuando caminamos, podemos asociar caminar con el simran. Antes de comer o beber, podemos disponer de un momento para reconocer la presencia del Maestro y darle gracias con nuestro simran. Esto puede hacerse con los ojos abiertos y sin que nadie se entere, no tenemos por qué hacerle propaganda a nuestra espiritualidad. Cuando estemos esperando en una oficina o en una cola, podemos practicar nuestro simran. Durante el trabajo, podemos dedicar unos momentos a reconocer su presencia, aunque tan solo sea por uno o dos segundos. Cocinar, hacer jardinería y otros trabajos manuales, son excelentes oportunidades para estar inmersos en el simran.
El simran puede continuar ya sea que nos estemos duchando, vistiendo, haciendo la cama, abriendo o cerrando una puerta, o encendiendo o apagando el ordenador o computadora. Podemos hacer que todas estas actividades sean oportunidades que provoquen nuestro recuerdo del Maestro al asociarlas regularmente con el simran. Cualquiera que sea la actividad que estemos haciendo, podemos decidir estar completamente en el simran durante esa acción en particular. Después de algún tiempo, podemos movernos a otra acción y luego a otra, hasta que la mayor parte de nuestro día tengamos nuestra atención en el simran. De esta manera estaremos presentes en nuestra propia vida. No estaremos un paso por delante de nosotros mismos, o un paso atrás, sino totalmente presentes y viviendo en el momento. Después de todo, nuestra vida está hecha de una serie continua de momentos. El estar presentes en cada momento, mejorará la calidad de nuestra vida y nos fortalecerá para vivir el camino espiritual.
Me mantengo en Su presencia por una simple atención y mirada amorosa en Dios, la cual puedo llamar la presencia verdadera de Dios o, para ponerlo más claramente, una conversación habitual, silenciosa y secreta del alma con Dios; la cual algunas veces me causa alegría y gozo interior, y también muchas veces exterior.
Hermano Lawrence
El simran debe hacerse mentalmente y nadie fuera de nosotros debe escuchar lo que estamos repitiendo. Todo es cuestión de crear el hábito. El simran incesante es la puerta secreta a una vida llena de devoción.
No necesitas decirlo en voz alta
Pues Él es el Conocedor
De todo lo que es secreto,
De todo lo que está escondido:
Dios —¡no hay otro más que Él!—
A Él pertenecen
Los más bellos nombres.
Corán
La repetición constante del simran nos lleva a sentir lo divino en nuestra vida. Esto en sí mismo se convierte en nuestra práctica. La repetición amorosa de los nombres nos hará conscientes, de manera natural, de la presencia constante del Maestro. Para tener éxito en esta práctica, la repetición de las palabras debe hacerse a un ritmo que nos resulte cómodo: no tan rápido que provoque ansiedad, ni tan lento que podamos llenar los espacios entre las palabras con pensamientos. Sentiremos la presencia del Maestro como algo que nos protege y calienta interior y exteriormente. La conciencia de la presencia de nuestro Maestro en nuestras actividades diarias cambiará nuestra relación con él. Dejará de ser el Maestro que está lejos de nosotros en el Dera y se convertirá en nuestro íntimo amigo y compañero diario. Será el amigo cercano que comparte nuestras lágrimas y risas, nuestras penas y alegrías, nuestros fracasos y éxitos. A través de profundizar en nuestra práctica formal de meditación y de asentarnos en el hábito de recordar al Maestro en nuestras actividades diarias, crecerá nuestra comprensión del sendero y sabremos, sin ninguna duda, que él siempre ha estado con nosotros. Él está con nosotros ahora, y siempre estará con nosotros. Parafraseando a Farid, se podría decir:
El azúcar, la leche de búfalo y los chocolates son todos dulces.
Pero incomparablemente dulce
Es la repetición de los nombres de mi Señor,
Como miel pura derritiéndose en mi corazón.
Dhyan
¡Oh mi Amado! Había escuchado muchas historias
Acerca de tu maravillosa hermosura;
Pero ahora que te he contemplado en mi interior,
Veo que en verdad eres
Mil veces más maravilloso
De cómo te describen las historias.
Hafiz
Cuando el Maestro nos inició dejo muy en claro que la Forma Radiante está siempre con nosotros. Esto no es tan solo producto de nuestra imaginación o un deseo que nos gustaría que fuese realidad, es algo real, que podemos comprobar una vez que hayamos trabajado lo suficiente en nuestro interior para darnos cuenta de esta verdad. Capas sobre capas de miedos, apegos, pasiones, deseos, antojos e ilusiones cubren nuestro ojo interior y nos impiden darnos cuenta de que la Forma Radiante está verdaderamente en nuestro interior. Baba Ji dice que ver la Forma Radiante es el resultado natural del simran concentrado. El verdadero dhyan (ver internamente al Maestro) brota sin esfuerzo; es la gracia del Maestro.
El simran lleva nuestra atención al centro del ojo y el dhyan nos ayuda a mantenerlo ahí. Si estamos nadando contracorriente en un río, para descansar necesitamos agarrarnos a una roca, de esa manera podemos seguir nadando hasta alcanzar nuestro destino. De la misma manera, el simran nos ayuda a nadar contra las tendencias descendentes de nuestra mente, y el dhyan es la roca que nos permite descansar para que podamos hacer más progreso. Incluso si cerramos nuestros ojos y tan solo vemos oscuridad, esta puede ser en sí misma una experiencia interna que nos ayudará a despertar el dhyan o el nirat, que es la “facultad de ver” del alma. En esa oscuridad es donde comienza nuestra meditación. Tan pronto como nuestra atención está totalmente en esa oscuridad, estamos en la entrada de la puerta a nuestra casa. Esta es la entrada a la eternidad. De aquí en adelante, es solo cuestión de mantener la atención en la oscuridad con el simran, desarrollando progresivamente mayores niveles de concentración, hasta que estemos tan absortos en la percepción interior que ya no sintamos nuestro cuerpo. Entonces experimentaremos un nuevo nivel de conciencia.
En el dhyan, es la atención la que “ve”. No hay necesidad de enfocar en el centro del ojo con los ojos ni de invertirlos hacia arriba. Los ojos físicos no tienen nada que ver con la facultad de ver del alma, como tampoco los oídos tienen nada que ver con la facultad de escuchar que tiene el alma. En los dos casos, es la atención concentrada lo que despierta ambas facultades. El Gran Maestro dice:
Cuando tu concentración es casi completa, entonces, en lugar de oscuridad en el centro del ojo, comienzan a aparecer chispas y destellos intermitentes, y luego la luz se hará constante y el alma automáticamente dejará el cuerpo y entrará en el tercer ojo (tisra til).
El cielo oscuro del que estamos conscientes inmediatamente al cerrar nuestros ojos, es como la pantalla de un cine. Es el mismo cielo en el cual aparecerán las estrellas, el sol, la luna y la Forma Radiante interiores, una vez que nuestra concentración sea profunda. Así que, esa oscuridad encierra un gran significado y no deberíamos de temerla, más bien, al contrario, debería de ser apreciada e incluso amada. Cuando hayamos obtenido mayor concentración en el simran, la facultad de ver se desarrollará naturalmente y la oscuridad será sustituida por la luz en nuestro interior.
En una noche oscura,
con ansias, en amores inflamada,
¡oh dichosa ventura!,
salí sin ser notada,
estando ya mi casa sosegada.
A oscuras y segura,
por la secreta escala, disfrazada,
(…)
En la noche dichosa,
en secreto, que nadie me veía,
ni yo miraba cosa,
sin otra luz y guía
sino la que en el corazón ardía.
Aquesta me guiaba
más cierto que la luz del mediodía,
adonde me esperaba
quien yo bien me sabía,
en parte donde nadie parecía.
¡Oh noche que guiaste!
¡Oh noche amable más que la alborada!
¡Oh noche que juntaste
Amado con amada,
amada en el Amado transformada!
San Juan de la Cruz
Ballan
Ballan simplemente significa atender a la corriente del Sonido, la cual también es conocida por los santos como la práctica del Shabad Yoga. Esto es hecho por el alma, o por su atención. Es a través del alma o surat que la divina melodía es escuchada. Esta práctica despierta al alma que ha estado dormida por tiempo inmemorial y produce un estado de bienaventuranza.
Maharaj Sawan Singh
El ballan es el acto de estar receptivo al poder resonante del Shabad. Si no escuchamos nada, debemos mantener nuestra atención en el silencio y estar presentes en nuestro anhelo de escuchar el Sonido. Con práctica, se despertará la facultad del alma de escuchar, y escucharemos el Sonido. Independientemente de que escuchemos algo o no, siempre debemos sentarnos para el ballan. El Sonido siempre está ahí, pero necesitamos tiempo para entrenar a la mente a volverse receptiva a él. Necesitamos adquirir el hábito de sentarnos para el ballan. Esta es la forma en la que seremos receptivos a la sutileza del Sonido y cómo alimentaremos nuestro amor por él.
Tu atención puede permanecer concentrada durante no más de uno, dos, cinco o diez minutos, o puede ser que apenas escuches el Sonido, pero aun así las noticias de tu esfuerzo llegarán hasta el mismo Sach Khand, de que estás ofreciendo una oración.
Maestro Jaimal Singh
La razón de que no escuchemos el Shabad se debe a que nuestra alma está cubierta por capas de karmas y en consecuencia no podemos hacer contacto con lo divino. La práctica de la meditación remueve estas capas. Únicamente el Shabad-dhun, el sonido vibratorio del Shabad, con su poder de purificar todo lo que se le acerca, puede disolver estos karmas. Es a través de estar en contacto con el Shabad que podremos llegar a ser libres para regresar a nuestro verdadero hogar.
Cuando te sientes en meditación, comienza por apegar la mente y la atención al primer sonido que escuches –que es como el de un molino de grano a mano, o como el de una locomotora de vapor, o como el de un horno a toda máquina– y mantén las facultades de ver y de oír en el interior dirigidas hacia arriba para que te concentres en donde el Sonido se origina. Después apega la mente y la atención al sonido de la campana y luego al de la caracola. Entonces el alma comenzará suavemente a saborear la dicha, y algún día de seguro alcanzará Sach Khand. Por favor no tengas prisa. Cuando el alma es constante en su amor por el Sonido, se forja una relación con el Sonido del Shabad. Así, paso a paso, poco a poco, la mente es domesticada. Algún día seguro que llegarás a Sach Khand.
Baba Jaimal Singh
Muchos de nosotros solo hacemos simran y no nos sentamos para el ballan. Debemos recordar que el simran, aunque sea dulce y satisfactorio, no es nada comparado con el contacto con la melodía divina interna. El simran es tan solo un medio; la verdadera práctica espiritual es estar receptivos al Shabad. El simran es como preparar la comida. El ballan es como comerla. ¿Quién se tomaría la molestia de preparar toda una comida para comerla, y luego, cuando la comida estuviera lista, no la comería? Sin embargo, eso es precisamente lo que hacemos cuando nos sentamos en meditación y únicamente hacemos nuestro simran descuidando nuestro ballan.
Cada vez que nos sentamos, aunque tan solo sea por quince minutos, debemos crear el hábito de volvernos receptivos al Sonido del Shabad, dándole un tiempo al ballan. Aunque no escuchemos nada, debemos desarrollar el hábito de estar receptivos a lo que sea que haya en nuestro interior. Incluso si lo que hay es solo silencio, debemos prestarle atención. Ese silencio descansará nuestra mente y calmará las ondas de pensamientos. De ese silencio, el Sonido, o Shabad-dhun, se hará audible. Si no practicamos el estar receptivos, ¿cómo escucharemos el Shabad? Si no llegamos a ser receptivos, ¿cómo obtendremos algún día todo el beneficio de nuestra meditación?
Es por esta razón que es tan importante que cada vez que nos sentemos a meditar, primero le demos un tiempo al simran y luego al ballan. Cuando llegue el tiempo que habíamos programado para el ballan, debemos de dejar la posición de simran y cambiar a la posición de ballan, sin importar si logramos o no concentrarnos durante la sesión de simran.
La luz y el sonido del Shabad ya están en nosotros. Podríamos imaginar cubrir una bocina o la luz de un foco o bombilla con muchas capas de tela. En esa situación, no podríamos escuchar el sonido ni ver la luz, ni incluso darnos cuenta de su existencia. Sin embargo, si comenzamos a quitar las capas de tela, primero tendremos un leve indicio de luz o de sonido. Cada vez que quitemos una tela, el sonido y la luz aumentarán en intensidad. Finalmente si quitamos todas las cubiertas, contactaremos con la fuente de luz y sonido. Igualmente, en la meditación quitamos todas las capas de karma de nuestra alma y experimentamos esta luz y sonido, que ya están ahí presentes.
Una flauta de bambú emite sonido porque está hueca y vacía por dentro. Es imposible emitir algún sonido con una flauta que esté rellena por dentro, y mucho menos tocar una melodía. El dejar nuestros pensamientos durante la meditación es convertirnos en una flauta de bambú vacía. En el vacío del ser nos volvemos receptivos a la divina melodía que está constantemente reverberando en cada célula de nuestro cuerpo. Entonces experimentamos con toda su fuerza la música del Shabad en nuestro interior. Los Maestros Shabad nos dicen que nada es comparable a vivir conscientemente en la corriente del Sonido.
La devoción por el Shabad consiste en volvernos hacia el interior y escuchar con toda nuestra atención su melodía. El Sonido es sutil y a menos que también nosotros nos hagamos sutiles, no podemos escucharlo… Este Sonido está resonando todo el tiempo. Entonces, ¿por qué no podemos oírlo? La razón es que constantemente están surgiendo ondas en nuestras mentes y estamos llenos de egoísmo y orgullo.
Maharaj Sawan Singh
Experiencias internas
Oh amigo, el alma ha penetrado en la cúspide,
Y agujereado, como una lanza, un hoyo en el cielo.
Ahí contempló paisajes maravillosos,
Más allá de toda comprensión.
Así como una bala de cañón derrumba la puerta de una ciudad fortificada,
Así el alma demolió la puerta de la torre de la fortaleza.
Se eslabonó al Señor como perlas a un collar.
Pasó zumbando sobre la línea del firmamento,
Oh amigo, con dicha y gozo llenando su corazón.
Se le otorgó el don de realizarlo a Él, oh Tulsi,
En una región sin árboles, semillas o creación.
Tulsi Sahib
Durante la meditación podemos experimentar visiones internas. Sin embargo, el objeto de la meditación no es disfrutar de visiones internas, sino trascenderlas. Normalmente, las visiones internas que tenemos son impresiones que la mente ha acumulado durante muchas vidas. Si les prestamos atención o nos dejamos absorber por ellas, nos impedirán alcanzar nuestra meta.
Debemos mantener nuestra atención en el centro del ojo, continuar haciendo nuestro simran, o escuchando el Sonido, y poco a poco todas estas imágenes se desvanecerán hasta desaparecer. Si experimentamos transporte espiritual, debemos mantener siempre nuestra atención en el centro del ojo haciendo simran, dhyan del Maestro o escuchando el Sonido interno. De la misma manera en que vemos una película y sabemos que se trata tan solo de una película, sin nada que sea real en ella, igualmente debemos permanecer indiferentes a todo lo que se nos presenta en los planos interiores, hasta que lleguemos a la Forma Radiante del Maestro. A partir de entonces, la Forma Radiante nos dirá qué hacer y nos llevará de la mano.
No estás imaginando cosas, y en el transcurso del tiempo por ti mismo sentirás y sabrás que lo que ves en el interior es más real que aquello que ves en el exterior.
Maharaj Charan Singh
Si tenemos una experiencia interna, es mejor que no nos apeguemos a ella ni tratemos de reproducirla cuando nos sentemos de nuevo en meditación. Únicamente debemos ocuparnos de mantener nuestra atención en las palabras o el Sonido. Ya sea que tengamos experiencias internas o que no las tengamos, no debemos preocuparnos. Si hacemos nuestra meditación con cualquier otra actitud, corremos el riesgo de hacerla esperando algo, y si los resultados que esperamos no llegan, nos frustramos. Entonces, después de algún tiempo puede ser que hasta dejemos de meditar. Esta es una de las razones por lo que es importante concentrarnos únicamente en el esfuerzo y dejar los resultados en sus manos.
No debemos hablar de nuestras experiencias internas a otros, a pesar de lo cercana que sea nuestra relación con ellos. Si vomitamos la comida que se nos da, ¿cómo obtendremos nutrición espiritual? Al hablar de nuestras experiencias internas, es muy posible que estas se distorsionen, y corremos el riesgo de inflar nuestros egos, con el resultado de que perdemos los beneficios del progreso que habíamos alcanzado. Al permanecer en silencio y digiriendo en nuestro interior nuestra experiencia interna, continuaremos haciendo progresos en el camino interior.