Toma su mano
En el libro Spiritual Perspectives vol. I (P. 400), una persona le pregunta a Hazur Maharaj Ji una cuestión que analizaremos detalladamente a continuación:
Maestro, en este momento tengo muchas dificultades para celebrar la vida. Soporto mucho dolor. Siento la carga de vivir y quiero volver al Señor. ¿Cómo puedo aliviar mi dolor?
Probablemente todos hemos estado en la misma situación que esta persona. Sabemos que tenemos que disfrutar de la vida y nos sentimos agradecidos por lo que el Señor nos ha dado. Ahora bien, cuando todo va bien, es fácil decir: “Gracias Señor; gracias maestro, por esta vida maravillosa que estoy viviendo”. Sin embargo, es mucho más difícil decir estas palabras cuando estamos enfermos, tenemos problemas financieros o estamos en conflicto con un ser querido de nuestra familia. Porque cuando estamos dolidos, nada nos parece positivo y no le vemos el final a la situación en cuestión. Si nos encontramos en esa circunstancia, puede que nosotros también digamos: “Siento la carga de vivir y quiero volver al Señor. Maestro, por favor, llévame a casa”.
Hazur Maharaj Ji comienza su respuesta diciendo:
Hermana, ¿quién no quiere volver con el Padre? ¿Quién quiere quedarse en este mundo donde no sabemos cuándo llegará la muerte, de la mano de quién vendrá o cómo sucederá?
La respuesta del maestro es muy interesante. Dice que, si nos dieran la elección, todos querríamos estar en el regazo del Señor, lejos del dolor y de la incertidumbre de la vida. Más allá del miedo a la muerte. Con estas palabras él consuela a la persona que pregunta, diciéndole que su deseo de volver a los brazos del Señor es normal. Todo el mundo siente esto.
Entonces, ella dice: “Espero que esto llegue pronto.” Una respuesta emocional. Y Hazur Maharaj Ji le responde:
Todos estamos separados del Padre; incluso si viviésemos en palacios y tuviésemos todos los lujos del mundo, aun así nos sentiríamos desdichados. Mientras que estemos separados de él, ninguno de nosotros será feliz. Hay quienes se sienten cómodos viviendo en la desdicha y otros, en cambio, se sienten incómodos. Pero todos seremos infelices mientras estemos separados del Padre.
El maestro nos explica que esta desdicha proviene de nuestra separación del Padre y que forma parte de la experiencia vital de todos nosotros, no importa lo ricos que seamos. No importa si sufrimos un dolor físico, como la persona que pregunta, o si tenemos salud; literalmente todos somos desdichados debido a la separación del Señor. Esto forma parte del designio del Señor. Hazur Maharaj Ji continúa:
Si el amado y el amante están separados, el amante no puede ser feliz, aunque le den todas las comodidades de la vida. Puede poseer todos los artilugios del mundo, pero no le complacerán en absoluto.
El maestro menciona aquí la palabra ‘artilugios’. A todos nos gustan los aparatos electrónicos: los sistemas de audio con altavoces de alta calidad, los ordenadores y los más novedosos móviles, los yates, motos y coches y todas esas posesiones materiales que nos parecen tan tentadoras… Creemos que todos estos artilugios mejorarán nuestras vidas, nos harán más felices, pero pronto nos damos cuenta de que una vez que los tenemos pierden su interés. ¡Cuántos de estos artículos acaban sin usar, depositados en un armario, un garaje o un almacén, o los echamos a la basura!
Ningún objeto material puede hacernos felices durante mucho tiempo. Este pensamiento de Hazur Maharaj Ji nace de su propia experiencia. Nada en este mundo nos hace felices, porque nuestro verdadero ser –el alma– está separado del Señor. El maestro, contestando a la discípula, sigue hablando acerca del alma:
Lo que más le complace es el amado. Mientras siga separada, no encontrará la paz. Mientras el alma esté separada del océano divino, del Señor, nunca encontrará paz en esta creación.
La respuesta de Hazur Maharaj Ji es clara. No podemos escapar de la tristeza de la separación. La paz viene de la unión del alma con el Señor, de la unión de la gota con el océano. Ante esto, la persona que pregunta dice finalmente: “¿Entonces, tengo que seguir viviendo así, de esta manera? Tal vez, ¿deba cambiar mi actitud?”.
Ella está diciendo lo que muchos de nosotros nos planteamos también. ‘Si no puedo encontrar la felicidad hasta que muera y mi alma regrese a su fuente, y no tengo control de cuándo voy a morir, entonces, no hay nada que pueda hacer. Solamente tengo que seguir ‘superviviendo’, soportar el dolor que sufro en la vida y cambiar mi actitud; quizás por una de aceptación’. Y el maestro le dice:
Bien, tenemos que hacer el mejor uso de la oportunidad que el Señor nos ha dado.
Esta respuesta responde todas estas preguntas. Porque no es solamente por aceptar el deseo del Padre –que, por cierto, ayuda mucho para pasar por los altibajos de la vida–, sino porque tenemos que sacar el máximo provecho de la oportunidad de habernos encontrado con un maestro verdadero vivo, ser iniciados por él, y aprender cómo volver al Señor mientras estamos vivos. Lo más importante es ‘morir mientras vivimos’; no esperar hasta la muerte física, sino morir a través del proceso de la meditación. Esta es la oportunidad que el Señor nos ha ofrecido al traernos al sendero. Hazur Maharaj Ji sigue diciendo:
A menudo, doy el ejemplo de un niño que va a la feria de la mano de su padre. Todo en la feria le gusta: las luces, los juguetes, los niños jugando, las tiendas de golosinas…, todo le gusta. Pero si por equivocación suelta la mano de su padre, entonces, empieza a llorar a pesar de seguir rodeado de todo lo que le era agradable. Se da cuenta, en ese momento, de que la feria solo le gustaba cuando tenía agarrada la mano de su padre. Sin este apoyo, sin la mano del padre, todo es triste para él.
Hemos escuchado antes esta historia. Incluso podemos tener recuerdos de algo parecido que nos ocurrió cuando éramos niños. Estando junto a nuestra familia en algún lugar, al separarnos de ellos y perdernos en la multitud, pasamos de la felicidad al pánico en segundos. La felicidad que siente el niño en la feria proviene de compartir la experiencia con su padre. Sin el padre no se divierte. Y lo mismo ocurre con nosotros. Hazur Maharaj Ji continúa:
Si estamos separados del Señor, toda la creación es infelicidad para nosotros. Cuando nos agarramos a su mano, cuando nuestra atención se dirige hacia él, nuestra vida transcurre sin que perdamos mucho el equilibrio.
¡Qué bella imagen! Tomar la mano del Señor, la mano del maestro. Si cada vez que hacemos algo en la vida lo recordamos, lo llevamos con nosotros, nuestra mano con su mano…, ¿qué hay que temer? Él está al mando, dirigiéndonos a través de nuestras vidas, ayudándonos a caminar por el sendero a pesar de las situaciones difíciles de la vida, sentado con nosotros, por ejemplo, en la consulta del médico cuando esperamos con miedo los resultados de una prueba médica. Él es quien está al mando, como nuestro padre cuando éramos niños.
Daryai Lal Kapur nos da un buen consejo (publicado en la revista Science of the Soul nº 4.1998):
Siempre, en todas las ocasiones, haz la contemplación del maestro. Mantén su imagen ante tu mente. Cuando caminas, piensa que él camina contigo; cuando viajas, piensa que él viaja contigo; cuando comas, siente que él está comiendo contigo; cuando trabajas en tu oficina, imagina que él está sentado junto a ti mirando tu trabajo (…) En cada acción y en cada estado anímico, visualízalo compartiendo tu alegría y tu dolor.
De esta manera mantenemos al maestro con nosotros durante todo el día. Sostenemos su mano y él sostiene la nuestra. En el libro Tukaram, The Ceaseless Song of Devotion, leemos:
Eres mi compañero constante; dondequiera que vaya
sostienes mi mano con amor y me guías.
Solamente tu apoyo hace posible
que camine por el sendero de la vida.
El santo Tukaram nos recuerda que cuando el Señor toma nuestra mano, podemos estar seguros en este mundo. Solamente el Señor, el maestro, puede hacernos sentir que estamos protegidos, seguros, amados. Solamente el maestro nos ama de verdad y no temporalmente, él desea para nosotros lo mejor. Con el maestro a nuestro lado veinticuatro horas al día, siete días a la semana, ¿por qué deberíamos preocuparnos? Esto no es ficción; el Señor está con nosotros todo el tiempo y más allá del tiempo. Seremos conscientes de su presencia en la medida en que dirijamos nuestra atención hacia él.
Hazur Maharaj Ji le sigue explicando a la misma discípula en Spiritual Perspectives, vol. I:
Si nos hemos olvidado por completo (del Señor), entonces, vivimos infelices en esta creación. Sin embargo, si él es el objeto de nuestra atención, si él es nuestro destino y estamos intentando alcanzar este destino, entonces, podemos respirar en paz. En tal caso, obtenemos consuelo y satisfacción porque nos estamos dirigiendo hacia nuestro hogar. Y así transcurre nuestra vida.
El maestro nos dice que tenemos una elección. Podemos olvidar al Señor, enfocarnos en el mundo, satisfacer todas nuestras ambiciones y como resultado vivir infelices, o podemos recordar al Señor, enfocar nuestra atención en él e intentar alcanzar nuestro verdadero hogar con la meditación. Como resultado tendremos paz y contento mientras vivimos. Enfocar la atención en el maestro nos permite tener equilibrio en nuestras vidas.
En el libro Tulsi Sahib, el santo de Hathras, también leemos: “Mantén tu mirada fija en el maestro, él te ha ofrecido su mano”.
Hazur Maharaj Ji concluye su respuesta inicial diciendo:
Así pues, no podemos encontrar la felicidad en este mundo, únicamente la encontraremos en el regazo del Padre, regresando a él.
Nuestra alma quiere estar siempre con el Señor. Este anhelo, este dolor de la separación, esta infelicidad es lo que nos conduce a buscar la espiritualidad, y esto es lo que nos lleva a practicar la meditación cada vez con más ansia y concentración.
El mensaje del maestro es muy simple: Este mundo no es nuestro verdadero hogar y aquí nunca podremos ser felices. Nuestro ser verdadero, el alma, languidece desdichadamente porque anhela regresar a su hogar en el regazo del Señor. Nuestra alma está atada a la mente, que intenta encontrar la felicidad a través de los sentidos y adquiriendo cosas materiales. El único camino para ayudar al alma a volar libre es liberar a la mente de los sentidos, y para ello hemos de proporcionarle un placer mucho mejor: el que proviene de la corriente del sonido. Esto lo logramos con una meditación profunda de dos horas y media de meditación cada día, y manteniendo nuestra atención en el maestro –haciendo simran cuando nuestra mente esté libre–, atendiendo a los satsangs, haciendo seva y leyendo literatura de Sant Mat. Y sobre todo, recordando por encima de todo que no estamos solos en esta lucha. El Señor y el maestro están con nosotros a cada paso del camino.
Nadie encuentra el camino hasta que Dios le ofrece su mano. ¡Aceptemos la mano que nos ofrece el maestro y dócilmente dejemos que nos lleve a casa!