El camino de la entrega
Amar a alguien significa darte a ti mismo
sin esperar nada a cambio.
Darte a ti mismo, entregarte a él,
rendirte a él, es todo meditación.
M. Charan Singh. Muere para vivir
Nuestra atención está apegada a los órganos de los sentidos, y lo ha estado desde que nacimos. Desde ese mismo momento hemos estado satisfaciendo sus peticiones una y otra vez, recluidos en este mundo, atrapados en él. El Gran Maestro nos dice en Joyas espirituales:
Mientras nuestra atención siga apegada a los órganos de los sentidos seremos esclavos de esos sentidos…, la atención de los ojos se ve atraída irremediablemente cuando ve un objeto bonito. La del oído cuando escucha una voz agradable. Al salir del vientre de nuestra madre y abrir los ojos vimos el mundo; al abrir los oídos escuchamos las voces del mundo; al abrir la boca contestamos a lo que escuchamos; de esta manera fuimos estableciendo nuestra conexión con el mundo y nos hicimos de él. Practicamos esto en los brazos de nuestra madre, con los profesores en los colegios, y hacemos lo mismo en la vida diaria. Esta es nuestra vida, limitada a este mundo, en el plano material.
¡Estamos atrapados por los órganos de los sentidos!, esa es nuestra situación. Nosotros nos creemos libres. Nos creemos libres porque nadie nos dice lo que tenemos que hacer, porque no tenemos que dar explicaciones, porque somos, o eso nos parece, dueños de nuestro destino.
No lo somos, nos lo puede parecer, a nuestra mente se lo puede parecer, pero no lo somos porque los sentidos y el apego que les tenemos a las pasiones dirigen nuestra vida. Somos esclavos de la lujuria, de la ira, de la codicia, del apego y del orgullo; estas pasiones toman las decisiones que creemos nuestras, y son las que nos hacen vivir en la ilusión de que somos los dueños de nuestras vidas.
Vivimos constantemente en un estado de ensoñación permanente en el que nos creemos libres, pero es solo cuando intentamos salir de él que nos damos cuenta de la tiranía a la que nos tiene sometidos la mente, y de lo enganchados que estamos a sus pasiones.
Queremos entregarnos al maestro, sabemos que eso es lo que tenemos que hacer, pero todavía tenemos mente y no nos lo pone fácil. Parece fácil, pero no lo es. Uno toma conciencia de su situación; tiene la medicina que necesita a su alcance y simplemente se la toma: fácil. Sin embargo, nuestras intenciones y nuestras acciones siguen yendo en direcciones diferentes. Nos entregamos hoy, pero mañana cambiamos de opinión. Hoy decimos que aceptamos su voluntad, pero mañana y sin darnos cuenta empezamos a preocuparnos por lo que nos deparará el futuro. En Spiritual Perspectives, vol. III, Hazur Maharaj Ji nos habla de esto:
En un momento determinado creemos que le hemos entregado la mente al maestro y al siguiente nos rebelamos, eso no es entrega.
No, eso no es entrega, eso es solo nuestro concepto mental de la entrega. Nada más. Y es que la verdadera entrega no depende de nosotros, no es algo que podamos decidir, es algo que se siente, ¡algo que no se puede evitar! Hazur Maharaj Ji continúa y nos dice algo que a estas alturas todos deberíamos saber: “Solo la meditación nos ayuda a entregarnos”.
Solo la meditación y la experiencia que adquiramos a través de ella hará que aprendamos a querer de verdad y, en consecuencia, que aprendamos a entregarnos. La meditación es nuestro grito pidiendo ayuda. Es nuestra forma de invocar su gracia, de decirle al Señor que no podemos, que sin su ayuda ni somos nada ni podremos nunca conseguir nada. El Gran Maestro expresa la entrega en Discourses on Sant Mat, vol. I, del siguiente modo:
El discípulo inclina su cabeza ante la voluntad de su maestro de la misma manera en la que un cuerpo muerto yace inerte como un montón de tierra, sin voluntad propia.
¡Eso es entrega! Y a este respecto, recordemos la historia de Gurú Amardas y las plataformas, que ilustra muy bien este concepto de entrega. Cuando le llegó a Gurú Amardas la hora de elegir sucesor, mandó construir una plataforma a dos de sus discípulos. Ambos lo hicieron siguiendo sus instrucciones, pero el maestro las mandó destruir una y otra vez. Por cuarta vez el maestro pidió que las construyeran de nuevo, pero uno de los discípulos decidió abandonar, pensando que el maestro debido a su edad estaba senil.
Sin embargo, el otro discípulo, Ramdas, continuó demoliendo y construyendo plataformas hasta que la séptima vez le dijo al maestro: “Soy un necio y no soy capaz de hacer nada bien, no puedo entender ni las más sencillas de tus instrucciones y, sin embargo, me has aceptado… Tú posees todo el conocimiento y yo no sé nada. Instrúyeme, muéstrame lo que debo hacer”. Al oírlo, por fin, el maestro quedó satisfecho. El discípulo se convirtió en Gurú Ramdas, el cuarto gurú sij.
La imagen es bastante gráfica. ¿Quién de nosotros podría decir que es capaz de hacer algo así? Es difícil, es difícil porque todavía tenemos una mente, una mente que piensa por sí misma, que cuestiona, que duda y que, en definitiva, se interpone entre nosotros y el maestro. De todas, todas, si podemos estar seguros de algo es de que cumplir con la voluntad del Señor no es un error, y si lo que él quiere es que destruyamos y volvamos a construir la plataforma un millón de veces, si eso es lo que hace falta para llegar hasta él, ¿qué otra cosa mejor que esa tenemos que hacer? ¿Por qué no hacerlo?, ¿Cómo no hacerlo? El error sería lo contrario.
Si queremos caminar por el sendero del verdadero amor y de la verdadera entrega debemos ser como ese cuerpo muerto que yace inerte, sin una voluntad propia, sin deseos, completamente entregado a la voluntad de su maestro porque él no tiene una propia. En el libro Discourses on Sant Mat, vol. I, leemos:
A no ser que el propio ser se haya entregado completamente, nada puede alcanzarse en el sendero del amor. No hay término medio… Los santos alcanzan la unión consciente con el Señor solo a través del amor, en otras palabras, si hay algún tipo de interés personal no es amor verdadero. No hay término medio.
La última frase lo resume todo “… si hay algún tipo de interés personal no es amor verdadero”. El amor no sabe pedir, el amor solo sabe dar, no calcula, solo sabe entregarse, ¿qué sabe el amor de cálculos y de intereses? El amor, por dar, daría hasta su propia vida.
Santa Teresa de Lisieux es un ejemplo de este tipo de entrega, de la aceptación absoluta de su voluntad… No solo de lo positivo sino también de lo que nosotros consideramos como negativo. De esos momentos difíciles de nuestra vida en los que el esfuerzo se vuelve doloroso y en los que, por mucho que lo intentemos, no conseguimos ver la salida al final del túnel.
Santa Teresa dice en sus escritos y cartas que debemos darle la bienvenida a esos momentos, porque son esos momentos los que harán que podamos reconocer nuestra debilidad espiritual y nuestra total dependencia de la gracia de Dios. Si no fuera por esos momentos, ¿cómo podríamos ser conscientes de lo perdidos que estamos y de cuánto lo necesitamos? En una carta fechada el 26 de abril de 1889, escribe:
Queremos sufrir, pero generosamente, a lo grande; quisiéramos nunca caer; ¡qué ilusión! ¿Qué importa, Jesús mío, si caigo a cada minuto? En ello veo mi debilidad, y eso constituye para mí una gran ganancia. Tú ves ahí de qué soy capaz a no ser que me lleves en tus brazos; y si me dejas sola, bueno, pues si eso es lo que te complace, verme en el suelo, ¿por qué debería yo inquietarme?
Los momentos difíciles de nuestra vida son los que nos enseñan la gran lección de la humildad, porque no importa lo que hagamos ni cuantas veces lo intentemos, nosotros no podemos hacer nada para evitarlos, y al final nos damos cuenta de que no nos queda más remedio que aceptarlos humildemente. Ese sufrimiento hace a la mente más humilde porque la hace ser consciente de todas sus debilidades. Citando una de las numerosas cartas que Baba Jaimal Singh le escribió al Gran Maestro, leemos:
Dios nos envía el sufrimiento para probarnos. Cuando la mente no vacila en el dolor ni en el placer sino que ve su voluntad en ambos y los recibe igualmente bien, entonces, Dios la bendice con el Nam.
¡Entrega una vez más! “Dios nos envía el sufrimiento para probarnos”, para poner de manifiesto nuestra actitud en los malos momentos. Para que nos demos cuenta de dónde estamos realmente, de la incapacidad que tenemos de entregarnos a su voluntad y para que podamos seguir adelante con humildad, una humildad que acepta todo lo que él quiera enviarle con la misma actitud.
Santa Teresa de Lisieux decía que si verla en el suelo es lo que le gustaba a Jesús, ¿de qué tendría que inquietarse? Igualmente nosotros ¿por qué deberíamos inquietarnos? Cuando sufrimos, cuando nos quejamos, es nuestro ego el que se queja, porque es nuestro ego el que sigue siendo vulnerable, el que sigue siendo débil y el que sigue sufriendo. A nuestro ego no le gusta verse en el suelo y se rebela, sin embargo, ¿qué podría ser más beneficioso para él? En el libro En busca de la luz leemos:
Todo lo que sucede en nuestra vida está predestinado en función de los karmas de vidas anteriores.
Y en otra carta del libro Cartas espirituales, Baba Jaimal Singh escribe: “No deberíamos perder el equilibrio en tiempos de dolor y tristeza, pues en poco tiempo pasarán”. Y dice más adelante en otra de sus cartas:
Los karmas de destino de vidas anteriores darán su fruto con toda seguridad. No deberíamos perder el equilibrio ni en el placer ni en el dolor, sino mantenernos en la devoción y el apego al Shabad.
Todavía no hemos sido capaces de deshacernos de nuestra mente y, por eso, la entrega es solo un concepto cargado de más o de menos emoción, dependiendo del momento. Después, cuando esa emoción desaparece, volvemos a la normalidad y dejamos de nuevo que nuestro ego crea que está en control de la situación.
Pero hasta que el momento de la verdadera entrega llegue no se nos piden imposibles, porque él sabe que, simplemente, todavía no estamos preparados. Solo podemos entregar aquello que dominamos, aquello que está bajo nuestro control, y la mente, que es lo que queremos entregar, no lo está ¿cómo, entonces, vamos a entregarla?
Solo podremos vivir en su voluntad cuando retiremos nuestra atención del mundo y de los sentidos y dejemos de funcionar a través del cuerpo, cuando hayamos experimentado el poder del Shabad en el interior y a través de él hayamos desarrollado ese amor que nos traerá la verdadera entrega, porque ¿cómo podemos entregarnos si no hay amor? ¿Cómo podemos amar al maestro si no conocemos el verdadero amor? Y ¿cómo podemos conocerlo sin la meditación?
Para alcanzar el objetivo de la realización de Dios solo hay un camino: la entrega. Y el camino más fácil para llegar a esa entrega, propia de los santos, es lograrla a través de la meditación.
Los santos han sacrificado completamente sus vidas en el altar del amor y son uno con el Señor. Porque le aman han perdido completamente su identidad y no tienen voluntad propia, su voluntad es la voluntad de su maestro y se han entregado completamente a ella. Este es el sendero de los santos, y por eso Baba Ji finaliza muchos de sus satsang con la expresión, ¡permanece en su voluntad!