La búsqueda
Nosotros somos el objetivo
último y más elevado
por el que la creación fue diseñada.
El cerebro estaría ciego,
a no ser por la visión que otorga
la corriente del alma.
A pesar de que el horizonte parezca inmenso,
el mundo es un simple anillo.
Entiende pues, sin lugar a dudas,
que quien lleva el sello del alma,
¡somos nosotros!
Omar Khayyam. Citado en Sarmad: Martyr to Love Divine
Las personas buscan la felicidad en todos los lugares excepto en aquel donde deberían buscarla. En el esfuerzo por conseguir riqueza, solo contraen enfermedades producidas por los extremos y la rivalidad; así padecen de hipertensión arterial, insomnio y enfermedades cardíacas. Ocurre algo similar en el proceso de llegar al poder, al honor y la autoridad. Buscan la felicidad en la mujer o en el hombre, la bebida y las fiestas; pero encuentran una reacción deprimente, frustrándoles física, psíquica, intelectual, moral y sobre todo espiritualmente. Otros buscan consuelo haciendo peregrinaciones, ayunos y visitando lugares santos. Shams-i Tabriz escribe:
Oh peregrino, ¿adónde vas? ¿Adónde?
Vuelve, vuelve; ¡el Amado está aquí!
Su presencia ya está bendiciendo a todo el mundo.
¿Por qué vagas en el desierto?
Tú que estás buscando a Dios: ¡Tú eres él!
No necesitas buscar, él verdaderamente eres tú.
¿Por qué buscas lo que nunca se ha perdido?
¡No hay nada más que tú! ¡No te pierdas en la incertidumbre!
James Rhodes expresa magníficamente el destino de la humanidad:
Lo que verdaderamente eres, ni te lo creerías;
tan extenso, que el tiempo presente,
el venidero y el pasado,
no son sino los sépalos del alma,
cuya flor podría llenar todo el universo hasta el final.Estudiaste la luna, las estrellas, el cielo,
por qué se forman los huracanes o cómo corre el agua,
pero muy poco consideraste el estudio del Ser
y de que tú eres mil milagros en uno.
Incluso cuando una persona goza de una salud perfecta, riquezas, inteligencia, buenos amigos y relaciones, el último avance tecnológico…, aun así sigue estando insatisfecha; situación que sobre todo se hace manifiesta cuando se sienta tranquilamente a solas y comienza a buscar el cómo y el porqué de todo. ¿Por qué hasta estas personas están descontentas? Porque el alma se siente infeliz lejos de su casa, vagabundeando en tierras extrañas. Los psicólogos contemporáneos han fracasado en averiguar la causa. C. G. Jung, un psicoanalista de prestigio, escribe:
“Entre mis pacientes, procedentes de varios países, todos con cierto nivel de formación, hay un número considerable que acude no por el hecho de sufrir una neurosis sino por no encontrarle ningún sentido a la vida. O bien se torturaban con preguntas que ni las filosofías modernas de hoy en día ni las religiones podrían contestar… Yo tampoco tuve ninguna respuesta que darles”.
El descontento se manifiesta cuando se pierde de vista el objetivo de la vida. Asegurar el placer y objetos mundanos no es la meta de la vida humana. Dios la ha previsto para un propósito mucho más elevado. Esto no significa que debemos abandonar nuestras vidas, renegar de nuestros cuerpos, nuestra inteligencia, nuestra cultura… Debemos mantener nuestros cuerpos sanos, pues son el vehículo a través del cual ofrecer devoción al Señor. “Usa esta noble y bella vasija hoy, pues mañana se puede romper”, exhorta un dicho judío rabínico. Pero tampoco se trata de mimarlo demasiado como para olvidar su verdadero objetivo y abandonar su propósito. “Aquel que únicamente vive para alimentarse –según otro dicho–, tan solo nutrirá más y mejor a los gusanos”. Sardar Bahadur Singh Ji, en su carta mensual a sus discípulos de Bombay, les permitía que participaran en todas las diversiones de la vida, que comieran buenos platos y que fuesen felices en general, pero que nunca dejaran de lado su devoción diaria.
Sin embargo, surge la pregunta: “¿Pero cuál es el objetivo de todo esto y qué lugar ocupo yo en él? ¿Acaso es el ‘yo’, el ego, el origen de todo el problema? Sarmad responde a esto de la siguiente manera:
Ve más allá del ego y resguárdate de la maldad:
¿Cuánto tiempo más pretendes permanecer entre espinas?
Conviértete en un jardín perpetuo.
Lucha ferozmente contra la tiranía de la mente,
te he avisado, querido amigo,
conviértete en tu propio enemigo.
Rubai
Cuando un simple mortal obtiene la santidad, ¿a qué más puede aspirar? Incluso la dicha de las primeras etapas del progreso espiritual hace tambalear la imaginación. El Dr. Julian P. Johnson, en el libro El sendero de los maestros, cita media docena de fragmentos de la obra Mystic Experiences of Medieval Saints, de A. Poulain. Por ejemplo, cita a San Francisco Javier que refiriéndose a una de estas experiencias dice:
Después de la oración, en una ocasión me vi inundado por una luz muy intensa… Todo el conocimiento de la ciencia humana, hasta aquello que nunca estudié, se manifestaron ante mí, como ciencia divina… Paralelamente, una voz interior comentó: “Así es el conocimiento humano, ¿acaso te parece útil? Estudia, por el contrario, mi amor y a mí”.
Por otro lado, así se narra la experiencia de San Ignacio:
Su mente se llenó inesperadamente con una novedosa y desconocida iluminación… Se le revelaron ciertas cosas relacionadas con los misterios de la fe, junto a otras verdades de la ciencia. […] Si se pudiera reunir toda la luz espiritual que su espíritu había recibido de Dios hasta esa momento, en el que ya tenía más de sesenta años, parecería que todo este conocimiento no podía igualar lo que ahora se le transmitía a su alma.
Respecto a San Benedicto, el Dr. Johnson cita:
La totalidad de la creación se le presentó ante sus ojos, pero no porque encogieran el cielo y la tierra, sino que fue su alma, la que se expandió.
Sin embargo, estas experiencias constituyeron un preámbulo y no un fin en sí mismas. Es solo por la concentración, practicada bajo la guía de un verdadero maestro vivo, como se obtiene una experiencia mística estable, fiable, y un progreso constante.
Sarmad: Martyr to Love Divine