Nuestra esencia divina
Me dices que soy luz y no la veo,
que estás conmigo y no te creo.
Oh Señor, ¡aparta la oscuridad
que me impide ver tu grandeza;
ayúdame a retirar ese obstáculo!
Anónimo
Los místicos nos explican que una de las razones por las que lo más verdadero y auténtico en nosotros, nuestra esencia divina, nos pasa desapercibido o incluso ignorado es porque hemos dirigido nuestra conciencia hacia el mundo, nos hemos identificado con las cosas externas a nosotros y nos pasamos la totalidad de nuestras vidas mirando por una ventana exterior, que solo nos proporciona la visión de un paisaje distorsionado e irreal de la existencia. Ignoramos que en nuestro interior, podemos experimentar y reconocer la esencia divina que en verdad somos.
Los místicos nos dicen que hay un mundo por descubrir, una verdad por reconocer de fuera hacia dentro. En el libro La llamada del Gran Maestro, cuando le preguntan al Gran Maestro qué diferencia a Sant Mat de otras escuelas de espiritualidad, su respuesta es:
Solo esto –dijo el Gran Maestro–, que desde el ‘exterior’ nosotros entramos en el ‘interior’ y regresamos a nuestra morada original donde hay paz y felicidad permanentes, mientras que otros van desde el interior al mundo exterior, donde no hay nada excepto dolor, sufrimiento y confusión.
En el libro Sant Mat esencial leemos: “Sant Mat enseña que la esencia de todo ser humano es el alma, y el privilegio y el propósito de la vida humana es que el alma tome conciencia de su identidad con la fuente divina. Esta comprensión puede lograrse por medio de la práctica de la meditación en la emanación de la divinidad, la cual resuena dentro de cada ser humano y se conoce como Shabad, la ‘corriente del sonido’ o ‘Palabra”.
En efecto, el camino de ‘fuera hacia dentro’ que describe el Gran Maestro es el de la meditación, o mejor dicho a este camino se le llama meditación. Porque la meditación es precisamente dejar de mirar por la ventana exterior y detener el constante flujo de imágenes, impresiones, pensamientos y deseos que ondean en la superficie de la mente. Meditar es aprender a parar la actividad mental e interrumpir todo pensamiento.
Los pensamientos son los verdaderos arquitectos de las vidas de las personas, los pensamientos junto con los deseos han construido cada una de las celdas de la creación en las que estamos confinados. Solo parando los pensamientos podremos dejar de encerramos a nosotros mismos en las innumerables y oscuras celdas en las que habitamos, y salir de esta interminable y vasta prisión en la que hemos convertido nuestra vida.
Hoy, desde nuestra penosa aunque adorada prisión, nos preguntamos: ¿Cómo es posible que hayamos pasado tanto tiempo–tantas vidas– en la oscuridad, sin ni siquiera anhelar un rayo de luz? En otras palabras, ¿por qué hemos estado tan cómodos en la oscuridad y no hemos sentido la necesidad de conocernos a nosotros mismos ni a nuestro Creador? Los maestros nos responden que nuestra condición actual es el resultado de vidas, de muchas vidas y mucho tiempo priorizando la dedicación de todo nuestro tiempo y energía a nosotros mismos, a nuestros amados seres, a nuestras cosas queridas; en definitiva, a esas relaciones pasajeras y externas que hemos mantenido con los seres y las cosas de mundo. Esto es precisamente lo que nos ha llevado a crear una identidad falsa de nosotros mismos, totalmente alejada de la esencia divina que somos.
En el libro del yo al Shabad leemos:
Nos vemos a nosotros mismos en el contexto de nuestras relaciones, de las compañías que frecuentamos, los roles que representamos, las habilidades o posesiones que tenemos, nuestro nivel social, nuestro género, etc. Estos son, simplemente, algunos de los elementos con los que hemos construido la identidad de nuestra experiencia humana.
[…] nuestra verdadera identidad no se basa en las cualidades que poseemos. Nuestro nombre, cuerpo, edad, género, nacionalidad, profesión, raza, etnia y demás, nos proporcionan una identidad separada muy limitada. Nosotros, sin embargo, no somos esta identidad. La identidad que nosotros percibimos como nuestro ‘ser real’, es la ilusión principal que tenemos que trascender para establecer un contacto consciente con la melodía del Shabad.
¿Quién somos realmente? Si respondemos con sinceridad, tendremos que reconocer que no lo sabemos. Soami Ji nos dice en el Sar bachan: “El hombre no sabe quién es, cuál es su esencia, ni dónde está (su origen)”.
Soami Ji, como todos los místicos, hace esta afirmación para que nos demos cuenta de que estamos atrapados en una identidad falsa que nos hemos creado a lo largo de nuestra experiencia humana; por eso desconocemos que somos Shabad, espíritu.
Hazur Maharaj Ji ilustra cómo hemos llegado a esta situación de desconocimiento. Él nos da el ejemplo de una bombilla que envolvemos con diferentes capas de tela oscura, al final esas capas oscurecen totalmente la bombilla e incluso hacen que desaparezca su luz. ¡Pero esto no es real! Es solo una percepción, porque la luz de la bombilla sigue estando ahí tras el grosor de las telas.
Igualmente ocurre con nuestras vidas: todas las acciones y pensamientos relacionados con el cuerpo y la mente van creando un grosor, que con el paso del tiempo oculta la luz de nuestra conciencia, nuestra identidad divina, nuestra esencia como parte de Dios. ¡Este es el olvido del alma y de Dios!
Pero los místicos han venido a ayudarnos para que podamos cambiar esta falsa percepción. Con la meditación, nos enseñan el camino que nos permitirá atravesar la oscuridad existencial en la que vivimos y experimentar la luz que hay en nuestro interior.
Maharaj Sawan Singh nos explica en Joyas espirituales cómo tenemos que empezar a revertir este proceso:
Nuestra atención siempre ha estado, y aún lo está, apegada a nuestros cuerpos, a nuestros parientes más cercanos, a nuestros hogares, y también a nuestras preocupaciones y pesares. Nos hemos identificado tanto con estas cosas, que hemos perdido nuestra identidad. A no ser que empecemos ahora a desprendernos de estas conexiones externas, y comencemos a desarrollar la capacidad de conectar y desconectar nuestra atención a voluntad, haremos pocos progresos en el sendero.
Tenemos que volver a establecer nuestra identidad, a imponer nuestra supremacía sobre nuestra mente y cuerpo.
¿Cómo perdemos nuestra limitada identidad humana y nos hacemos conscientes de nuestra esencia divina, del Shabad? Maharaj Charan Singh nos da la respuesta en el libro Muere para vivir:
Meditando estás progresando automáticamente hacia tu destino, te convertirás en otro ser y perderás tu identidad. La meditación es el único remedio. No hay otro modo de perder tu identidad. (…) Simplemente cambia tu modo de vida de acuerdo con las enseñanzas y dedícate a la meditación. Eso es todo lo que se requiere.
Perder nuestra falsa identidad es eliminar de nuestra conciencia todo lo que no es verdadero ni permanente. Y ¿qué es verdadero? El Shabad. Los místicos nos dicen que si comprendiéramos que en realidad nosotros somos puras partículas de Shabad, chispas de la divinidad, pequeñas gotas del gran océano del amor y viviéramos en consecuencia, estaríamos en paz, libres de temor, de ansiedad y de deseo. Nuestras vidas serían plenas, y sobre todo nuestra existencia obedecería al propósito para el que el Creador la dotó de vida.
Pero no es así, hemos tomado un rumbo contrario a nuestra naturaleza, y por eso llevamos vidas desequilibradas, desorientadas, aceleradas y llenas de sufrimiento. Naufragamos en la oscuridad, en la materialidad de la mente. Y en esa oscuridad es imposible encontrar paz; no tenemos sosiego ni sentimos una felicidad verdadera. Nuestra vida se sucede en un instante confuso de acciones descontroladas que pasan del blanco al negro en segundos. ‘¿Cómo se puede vivir así?’, se preguntan los que tras apartar las cubiertas de mente y materia han alcanzado la luz.
El Gran Maestro en el siguiente extracto del libro La llamada del Gran Maestro nos responde con total claridad, cuando nos dice que nuestra felicidad no puede basarse en lo que es transitorio, y además nos da a entender que todos los seres a los que tanto amamos y por los que sacrificamos nuestras vidas, un día dejarán de estar a nuestro lado; ellos morirán, nosotros moriremos, todos podemos perder cualquier cualidad, bien o posesión de los que tenemos:
¿Cómo puedes considerarte feliz con el temor de la muerte siempre presente, la decadencia, la enfermedad, la vejez, la incertidumbre o los accidentes pesando como una losa sobre tu corazón, el temor a la muerte de un hijo o a la enfermedad de la esposa, el miedo a las pérdidas económicas y todo lo demás? Ve a algún hospital y mira cómo miles de personas sufren allí.
[…] La felicidad auténtica y duradera se encuentra cuando uno se vuelve a Dios, la fuente de toda felicidad.
¡No podría ser de otra forma! En el mundo hay caos, y una vida con fines mundanos solo nos reportará preocupación e infelicidad. Los místicos nos aseguran que toda tristeza e infelicidad es el resultado de una mente dispersa. Hazur Maharaj Ji nos explica en Muere para vivir:
Realmente, toda esta tensión y depresión que sentimos se debe a la dispersión de nuestra mente. Cuando se dispersa nuestra atención nos sentimos muy cansados, infelices y perdemos la paz. Mientras más nos concentremos en el centro del ojo y mientras más arriba esté nuestra atención, más pacíficos nos tornamos, y solo entonces disfrutaremos de la bendición y la felicidad interior.
[…] La paz solo podemos obtenerla cuando se hayan eliminado todas las coberturas del alma, cuando esta brille y se vuelva completa y merecedora de sumergirse en el Señor.
Una mente concentrada empieza a tener atisbos de luz. Y con la luz nos llega el discernimiento y el entendimiento, entonces somos capaces de comprender que la verdadera felicidad no tiene nada que ver con las experiencias de los sentidos en el mundo sino con abrirnos al curso de la vida, percibiéndola como la fuerza que fluye de la divinidad. Entonces, comprendemos que todo lo que nos ocurre obedece a un plan diseñado con perfección para proporcionarnos las experiencias que nos harán desarrollar y ser conscientes de nuestro potencial divino.
Los maestros espirituales son ejemplos en esta dimensión humana de cómo fluir en la vida aceptando plena y felizmente el curso de la voluntad divina. Los maestros están centrados, siempre mantienen un enfoque espiritual poderoso, viven con amor, equilibrio, ecuanimidad y, además, tienen un humor sensacional. No hay nada de la experiencia mundana que les perturbe; gozan de un estado interior de felicidad y contento porque están unidos conscientemente al Shabad.
Ellos son nuestro ejemplo, viven sus vidas de forma admirable, desde dentro, desde la interiorización. Los santos no se pierden en ninguna pasión o deseo, llevan vidas dirigidas hacia una misión, y no desperdician ni un instante en nada que no sea seguir la voluntad, la obra de Dios. Así son los maestros y, como ejemplo que son, nos dicen que nosotros podemos vivir como ellos.
A nuestro nivel humano hay una cantidad de energía que no podemos seguir despilfarrando en el mundo, porque ese derroche es lo que nos ha llevado a la inconsciencia y la ignorancia que reinan en la oscuridad en la que estamos sumidos. Debemos esforzarnos por canalizar nuestra energía hacia el interior. No podemos continuar añadiendo más capas de oscuridad a la brillante luz del alma, pues si seguimos haciéndolo, ¿cuántas vidas más malgastaremos extraviados en la oscuridad? Es hora de caminar hacia la luz con una nueva determinación. Todo lo que tenemos que hacer es meditar y ponerle freno a la mente con la valiosa repetición de los cinco nombres (simran). Lo sabemos, el simran es el mejor recolector de pensamientos, es la manera de esforzarnos en todo momento para no dispersarnos, para dejar de añadir nuevas capas a nuestra alma y así empeñarnos, con valor, en quitarlas.
Eso es lo que debemos hacer. Repitiendo el simran podremos pasar el resto de nuestros días felices y tranquilos, mientras nos ocupamos en lo que de verdad nos ayuda, nos hace fuertes y nos acerca a la experiencia del alma y Dios, que es lo que somos y a quien pertenecemos. Nuestra misión, nuestra obra, es realizarnos en esta forma humana, descubrir nuestro ser, conocernos a nosotros mismos por la experiencia de la meditación y conocer a nuestro Creador.
La meditación nos dejará ver lo que somos realmente: pequeñas chispas de su luz, extraviadas tan solo temporalmente. No hay otro destino para nosotros. Solo debemos recuperar la conciencia perdida una vez que disipemos la oscuridad temporal de nuestro interior.
Los místicos intentan describir la oscuridad de esta creación. Si no fuese por eso, no querríamos escapar de ella, no desearíamos volver al Padre. […] ¿Por qué maldecimos la oscuridad? Encendamos una vela y entonces no habrá oscuridad. Indudablemente el mundo no es feliz. Solo vemos miseria a nuestro alrededor, pero podemos crear nuestra propia felicidad en el interior, y entonces dondequiera que vayamos irradiaremos felicidad. La felicidad está en nuestro interior y no en los placeres sensuales o en cualquier lugar del exterior. Nunca podremos lograr la felicidad en el exterior.
Maharaj Charan Singh. Spiritual Perspectives, vol. I