El consuelo del Shabad
Estamos viviendo un tiempo muy valioso, en una forma humana. En medio del caos y la incertidumbre de Kaliyuga (edad de hierro u oscuridad), donde los valores humanos están decayendo rápidamente, los que seguimos un sendero espiritual tenemos el privilegio de estar bajo el refugio de un maestro verdadero. Y mientras atravesamos este turbulento tiempo, enfrentando nuestra carga kármica, encontramos un tremendo consuelo en la presencia de nuestro maestro, en sus enseñanzas y en su infinito amor. Su presencia fortalece nuestro propósito espiritual, sus enseñanzas iluminan nuestra comprensión y su amor es nuestra más sublime fuente de inspiración.
Buscar consuelo es buscar protección y refugio, buscar alivio ante el dolor y la ansiedad. Todas las criaturas de este mundo se encuentran, en algún momento, con una u otra forma de dolor. Puede ser de naturaleza física, mental o espiritual. Todos pasamos por días buenos y malos, por diversos karmas que forman el tapiz de nuestra vida, pero en los momentos dolorosos es cuando más buscamos consuelo y refugio en nuestros familiares, amigos o compañeros. Todas las personas desean ser aceptadas, comprendidas y consoladas, pero sobre todo amadas incondicionalmente. Todas ellas buscan, sin saberlo, el amor eterno en un mundo temporal donde no pueden encontrarlo.
La búsqueda de consuelo interior es una búsqueda mucho más profunda que cualquier otra, ya que nos lleva al máximo Confortador, al Espíritu Santo, como lo denomina la Biblia. El Espíritu Santo es el Shabad o música celestial que nuestra alma ha estado anhelado. Y ahora, después de muchas vidas, gracias al maestro espiritual se nos da la oportunidad de visitar un santuario interior –el centro del ojo– donde podemos encontrar un lugar de calma. La meditación es una oración de consuelo que podemos realizar en cualquier momento y en cualquier lugar: alivia y nutre nuestra alma.
Una fotografía del libro Legacy of Love, muestra a Maharaj Charan Singh sosteniendo un paquete junto a su pecho. La palabra ‘frágil’ está escrita en el paquete. Esta fotografía simboliza cómo nos sentimos muchas veces: estamos solos, de pie frente a la vida, y sosteniendo frágilmente a nuestra alma. Sin embargo, no estamos solos, porque las enseñanzas del maestro siempre están junto a nosotros para consolarnos y para mantenernos cerca de su corazón. Él dedica tanto tiempo y atención a su sangat; todos buscan su consuelo, guía y apoyo, pero ¿quién consuela a nuestro amado confortador?
Las enseñanzas de Sant Mat explican que un verdadero maestro trasciende todas las limitaciones del ser humano. Todas las virtudes positivas de un hombre se pueden observar en él, porque habiendo alcanzado la unidad consciente con el Ser supremo vive en el mundo pero no es de él. No obstante, como todas las demás personas, tiene deberes y responsabilidades, atraviesa las presiones y el estrés de la vida cotidiana y, aunque no está encadenado por los lazos humanos y no es esclavo de sus afectos, sigue sintiendo las alegrías y las penas de todo ser humano. A pesar de este hecho, también es cierto que el maestro tiene un cuerpo físico únicamente para cumplir la misión que Dios le ha encomendado: llevar a sus almas asignadas de vuelta al verdadero hogar.
El libro Legacy of Love dice:
Debido a que el maestro sirve como el espejo terrenal de Dios, no expresa las debilidades de un ser humano; aunque como ser humano, él también siente dolor, pena y toda la gama de emociones humanas.
Por tanto, si el maestro no tiene debilidades es porque viene tan solo a cumplir un mandato divino y no es esclavo de su mente. Lo que significa que el Shabad o Verbo de Dios siempre le reconforta interiormente y no necesita consuelo alguno. Los maestros espirituales vienen a conectarnos con Dios, y su mayor consuelo es que esa conexión o lazo entre el alma de sus discípulos y el Verbo de Dios sea cada vez más estrecho. Por eso, siempre han dicho que su sangat es su verdadera familia, y su vida es testimonio de esta declaración. Dedican todo su tiempo al cuidado espiritual del ser humano, y el bienestar de su sangat es siempre su principal preocupación. Si alguien quiere estudiar la biografía de un maestro, solo tiene que mirar a sus devotos. El verdadero maestro da literalmente su vida a su amado sangat, a nosotros.
Cada uno de nosotros forma parte de ese sangat. Si el maestro es valioso para nosotros, para él aún lo es más su sangat, ya que somos sus amadas gotas, sus pequeños hijos espirituales –Jesús llamaba a sus discípulos con el término de “hijitos”–, por eso este pequeño amor nuestro permite que todo lo que hacemos tenga efecto sobre él. Hace que nuestro discipulado, nuestra forma de vida y nuestra fidelidad a las enseñanzas, sean una gran fuente de felicidad para él. Cuando honramos las enseñanzas del maestro con nuestra obediencia, rendimos homenaje a sus esfuerzos. Cuando renunciamos a los placeres mundanos para seguir con el trabajo espiritual, lo hacemos sentir como un padre orgulloso. Y cuando meditamos sinceramente con amor y devoción, transmitimos la intensidad de nuestro amor de la mejor manera que se puede transmitir.
En el libro El sendero de los maestros, se dice en términos inequívocos que el trabajo del maestro físico está limitado en el tiempo. Significa que cada maestro tiene un período definido–su vida– en el que hacer su trabajo. Y cuando ese tiempo haya expirado, su trabajo en este mundo estará terminado y la vida de su cuerpo físico habrá concluido. Excepto el maestro, nadie sabe cuándo esto ocurrirá. Por eso, ahora tenemos ante nosotros una pequeña ventana que nos ofrece una dulce oportunidad para complacer a nuestro amado, para hacerlo feliz, y al mismo tiempo para ser felices viéndole complacido.
No hay duda. Vivimos en un tiempo muy difícil pero muy valioso, en medio del caos y la incertidumbre de Kaliyuga estamos bendecidos con el privilegio de poder consolar a nuestro amado maestro con nuestra pequeña y simple devoción. Mientras atravesamos este turbulento tiempo, enfrentando nuestra carga kármica, podemos mostrarle, a través de nuestro sincero e inquebrantable compromiso con el camino espiritual, que estamos muy agradecidos por su presencia en nuestras vidas: por ser nuestra propia vida.
Y aunque sabemos que la gracia que llena y sostiene este tipo de devoción es la del propio maestro, es nuestro amor lo que la mueve. Y cuando él se conmueve, responde con la única forma en que transmite su amor: nos despierta al resplandor del verdadero Confortador: el Shabad.
En el Evangelio según San Juan, leemos que cuando Jesús se despedía de sus discípulos, les dijo:
No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí (Jn. 14:1).
En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar un lugar para vosotros (Jn. 14:2).
Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Confortador, para que esté con vosotros para siempre (Jn. 14:16).
El Shabad, el Confortador, está siempre en nuestro interior mientras respiramos. El cuerpo tiene valor porque el Shabad habita en él. Si no lo percibimos plenamente es porque no le prestamos la suficiente atención a nuestra meditación, porque no hemos alcanzado la madurez espiritual para experimentarlo.
El Bhagavad Gita dice:
Dominando constantemente su mente, el hombre espiritual crece en paz, alcanza la dicha suprema y regresa al Absoluto.
Cuando consideramos el término ‘madurez’, normalmente lo que nos viene a la mente es el desarrollo físico y mental de un niño que crece progresivamente hasta convertirse en adulto. La madurez física se refiere al desarrollo de atributos físicos, mientras que la madurez mental se refiere al avance de las habilidades intelectuales, como un resultado combinado de la educación y la experiencia. A medida que continuamos madurando, empezamos a ser más responsables de nuestras acciones, y tenemos la oportunidad de aprender tanto de los aciertos como de los errores.
Los místicos nos dicen que existe un tipo de madurez más sutil que involucra al alma, al verdadero ‘yo’, a la verdadera identidad. Esta madurez –de gran trascendencia– no solo se refiere a la vida presente sino a todas las vidas pasadas, ya que está directamente vinculada al alma inmortal. La madurez espiritual implica el desarrollo progresivo de nobles atributos (como la bondad, la humildad, la honestidad, la fidelidad, la paciencia, etc.) que van de la mano con la elevación del alma hasta su fuente: su forma absoluta y más pura. Este proceso, sin embargo, requiere el tremendo esfuerzo de eliminar las pasiones y las tendencias negativas acumuladas a lo largo de varias vidas, y que han formado un velo oscuro sobre el alma, dejándola indefensa y rehén de la mente y los sentidos.
La madurez espiritual es, por lo tanto, un proceso continuo, largo y arduo, pero que culmina en un perfecto estado de ecuanimidad, equilibrio y paz. Así, aprendemos a disciplinar a la mente, a no ceder a los sentidos y a aceptar el propio destino viviendo en la voluntad del Señor. Los santos, en sus escritos, a menudo dan el ejemplo de la flor de loto: aunque la flor crece en agua fangosa, deja el lodo atrás para elevarse sobre la superficie y florece con una belleza única, sin ser contaminada por la impureza.
Los místicos nos advierten que la madurez espiritual requiere un nivel de comprensión más profundo que la madurez habitual en el mundo, y esto se puede lograr si canalizamos todo el conocimiento espiritual que obtenemos a través de la práctica de la meditación. En el momento de la iniciación, el maestro espiritual imparte la técnica de la meditación que nos ayuda a concentrar y controlar a la mente, retirando la atención de los sentidos y dirigiéndola hacia el interior. La corriente del sonido o Shabad, es la base de nuestra práctica espiritual diaria.
En el libro Meditación viva leemos:
La realidad de nuestro progreso espiritual no se mide primero por las experiencias internas, sino por nuestro nivel creciente de serenidad y contento, por la aceptación de nuestros karmas de destino, y por cómo nos comportamos cuando nos relacionamos con los demás seres humanos. ¿Somos ahora más considerados, más serviciales y tolerantes que cuando nos iniciamos? ¿Estamos interesados solo en tener experiencias internas o tenemos un sentido creciente de la extraordinaria experiencia que se puede tener simplemente con el trabajo de convertirnos en verdaderos seres humanos, a través del esfuerzo de ser en verdad considerados con los demás? La práctica de la meditación encontrará su expresión natural en los detalles de la vida cotidiana y en la forma en que nos relacionamos con los demás.
Con el tiempo, aprendemos que el camino hacia la madurez nos aparta del ‘yo’. A medida que logramos algún control sobre la mente y subyugamos nuestro ego, nos rendirnos a la divina voluntad de Dios. De la mano del maestro, aprendemos a expandir nuestro pensamiento, y desde un punto de vista limitado logramos una perspectiva más amplia y espiritual. Nos damos cuenta de que nuestras acciones están motivadas principalmente por deseos personales, y tratamos de eliminar o al menos minimizar esos deseos y motivos de nuestra agenda diaria.
Así como en otras facetas de la vida desarrollamos destreza a través del esfuerzo, la práctica de la meditación y la propia experiencia de andar el sendero nos acerca cada vez más al amor de nuestro maestro. Su amor nos funde en el amor de Dios. Es cuestión de amar y no de preocuparnos por cuánto estamos progresando espiritualmente. No necesitamos medirnos o compararnos con otros. Los místicos nos recuerdan que tenemos que modificar esta mentalidad orientada a los resultados y simplemente trabajar en mejorar la calidad de nuestra meditación mediante el amor y la devoción. En última instancia, esto es lo más importante. Tenemos que recordar que el crecimiento espiritual viene de la gracia, y solo el propio Señor tiene el poder de regalárnosla.
Los árboles tiernos y las bellas plantas languidecen y se marchitan en el jardín incluso recibiendo esmerado cuidado y atención por parte del jardinero. Pero los que solo cuentan con la gracia de Dios, prosperan y fructifican en las cumbres nevadas de las montañas.
Sardar Bahadur. La ciencia del alma. (Ramillete espiritual)