Vivir en el amor
Haz de este mundo un paraíso. Ten paz interior y el mundo entero estará en paz contigo. Si somos capaces de hacer que el cielo esté en nuestro interior, entonces el mundo entero se convertirá en un paraíso en la tierra.
M. Charan Singh. Spiritual Perspectives, vol. I
Se cuenta una historia sobre la mística sufí Rabia Basri:
Rabia recorría el mercado con una antorcha encendida en una mano y un cubo de agua en la otra.
La gente le preguntaba: “¿Qué haces?”.
Ella respondió: “Hago lo que se debería haber hecho hace mucho tiempo. Voy a prenderle fuego a la idea de que el cielo está arriba y a ahogar la de que el infierno está abajo. Las dos son falsas; no forman parte de ningún lugar externo, están en nuestro interior. Depende de nosotros vivir en el infierno o en el cielo”.
El cielo y el infierno son de nuestra propia creación. Podemos elegir vivir con ira y odio en las profundidades del infierno o alimentar los valores del amor y la compasión, y vivir en el cielo.
Donde no hay amor y compasión, no hay cielo, no hay espiritualidad.
La sociedad actual no se preocupa mucho por las personas mayores. Las residencias de ancianos aumentan porque no tenemos sitio en nuestras casas y en nuestros corazones para nuestros padres. Los abandonamos para que se las arreglen solos, a pesar de que son ancianos y están indefensos.
No tenemos tiempo para nuestros padres, precisamente para aquellos que cogiéndonos de nuestros pequeños dedos nos enseñaron a caminar y sufrieron con nuestras caídas. Ellos lloraban profundamente en su interior cuando nos veían llorar, se sacrificaban para alimentarnos y educarnos, y se quedaban toda la noche despiertos para cuidarnos cuando estábamos enfermos.
Y ahora, cuando necesitan que les demos la mano, no tenemos tiempo. Cuando necesitan que los cuidemos, no los cuidamos. Cuando necesitan que los amemos, nuestro amor ha desaparecido. Nosotros también seremos viejos algún día, y ese día no está muy lejos. Y de la misma manera que nosotros sacamos a nuestros padres de nuestras vidas, nuestros hijos nos sacarán de las suyas. El dicho budista es muy acertado: “¡Haz el bien y recibirás el bien, haz el mal y recibirás el mal!”.
Los niños de las calles buscan comida en la basura mientras nosotros organizamos espléndidas cenas, y no tenemos un corazón lo suficientemente grande como para meter la mano en nuestra billetera y comprarles algo de comida a estos niños hambrientos. ¿Contribuimos con la responsabilidad social de educar a un niño? Observemos los anuncios que nos animan a pagar la educación de un niño, cuyo coste es tan insignificante que es vergonzoso no hacerlo. No basta con que sintamos compasión por los necesitados. ¡Debemos hacer algo!
Si queremos vivir en el amor, tenemos que amar y respetar a los demás, y si queremos servir a la humanidad, tenemos que hacerlo con humildad.
Donde no hay humildad, el efecto del seva desaparece.
En el seva experimentamos un proceso de aprendizaje, un proceso de purificación, un proceso de toma de conciencia. El seva nos da la oportunidad de hacernos conscientes de nuestros defectos. El seva es fácil para los que quieren dar, y difícil para los que quieren recibir. Es una ofrenda silenciosa de nuestro amor por el maestro. Seva es cuando inconscientemente empezamos a descartar o ignorar al “yo”, porque estamos intensamente concentrados solo en servir. Es una forma de expresar nuestra devoción, un débil esfuerzo de entrega para así poder humillar nuestros egos. Como dijo Maharaj Sawan Singh Ji: “El seva tiene muchos beneficios, pero el más importante es que la persona absorbe las cualidades de la persona a la que sirve”.
Baba Ji insiste repetidamente en que debemos trabajar colectivamente, hombro con hombro, sin tener en cuenta casta, credo, color o estatus social. En el seva no hay ni rey ni mendigo, ni superior ni inferior, ni dirigente ni trabajador. En el océano de amor del maestro solo hay sitio para el alma desamparada y humilde que se entrega.
Podemos crear un cielo o un infierno en nuestro interior, la decisión es nuestra. ¿Qué queremos elegir?
Conceptos e ilusiones