¿Para qué meditamos?
La obediencia incondicional es el comienzo de una vida de sumisión. Mientras que la sumisión verdadera es un ideal elevado, (…) el simple hecho de practicar la meditación cada día es un gran paso en la dirección hacia esa noble meta.
A Wake up Call
Cuando alguien se familiariza con el sendero espiritual y las enseñanzas de Sant Mat, sabe que a partir de la iniciación la práctica de la meditación debe formar parte de su vida. Esto es algo que conocemos de antemano antes de comprometernos con el sendero, y entendemos la importancia que tiene en la espiritualidad.
Sin embargo, tras años de práctica, como el sendero que recorremos no se caracteriza por proporcionarnos resultados inmediatos de la forma en que nos lo habíamos imaginado, la mente cuestiona el sentido de la meditación. Y surge la pregunta: ¿para qué meditamos? Es una cuestión a la que con el tiempo vamos dándole diferentes respuestas, debido a que nuestra perspectiva cambia con la experiencia que vamos adquiriendo en el sendero.
Sin que sea algo general, a menudo, los primeros tiempos están cargados de propósito y suelen estar acompañados por declaraciones vigorosas acerca de nuestra dedicación a la meditación. ¡Intensidad!, cierto, pero también dificultad y adaptación porque son muchas las cosas nuevas a las que debemos adaptarnos, como el plan horario del día, al tener que incorporar la dedicación de un mínimo de dos horas y media para la meditación. También nuestros hábitos deben cambiar y ser compatibles con un modo de vida que apoye la meditación, etc. En cualquier caso, cumplir con la meditación es nuestro compromiso y es lo que a partir de la iniciación le hemos prometido al maestro que haremos. Por tanto, sin necesidad de mayor análisis, meditamos porque es un compromiso adquirido, el voto principal apoyado por los tres restantes (seguir una dieta lactovegetariana, abstenernos de drogas, alcohol y tabaco, y llevar una vida honesta). Podríamos decir que en las fases iniciales es un acto de pura obediencia y honradez, equiparable al acuerdo que firman las partes en un contrato.
La práctica de la meditación continúa con los años, como debe ser, y la misma pregunta sigue en el aire: ¿Para qué meditamos? Mantenemos la respuesta: Meditamos por obediencia, porque es nuestra promesa y compromiso con el maestro; pero la práctica nos ha llevado a otros niveles de experiencia, donde surgen sentimientos y experiencias que manifiestan uno de los efectos importantes de la meditación: proximidad con el maestro, una devoción más sólida hacia él, apreciación y gratitud por hacernos sentir protegidos y acompañados en la vida y con la esperanza de que alcanzaremos nuestra meta. Esta lista podría continuar, y según la experiencia de cada discípulo se relacionarían diferentes cosas. Aunque, en definitiva, todas esas diferentes experiencias confluyen en el hecho de que la meditación se convierte en una dedicación sin la cual no sabríamos vivir, ya no podemos prescindir de esa relación que nutre nuestro ser interior, esa relación con nuestro maestro y guía. Así que la respuesta a la vista de todos estos aspectos, podemos decir que es: Meditamos para vivir una relación espiritual con el maestro, el guía que ha prometido liberarnos del repetido ciclo de la existencia.
La práctica de la meditación como la misma vida está sujeta a altibajos, pero el satsangui comprometido continúa adelante, poniendo en práctica el consejo de todos los maestros: Siéntate y practica tu meditación. Confía y acepta el hecho de que cada paso cuenta, y alcanzarás tu meta.
La vida de nadie es un lecho de rosas, todos tenemos problemas, todos pasamos por enfermedades, pero estamos aligerando el karma y mientras pasamos por esos periodos necesitamos fuerza, necesitamos meditar; si no tuviéramos esos problemas no habría ninguna necesidad de meditar. Por tanto, meditar es una necesidad real, y meditamos porque queremos encontrar paz y equilibrio. En definitiva, necesitamos afrontar la vida con una actitud positiva.
Cuando atravesamos un problema creemos que nuestro problema es el más grande que existe, pero no es así, es solo la actitud la que nos hace verlo inmenso, aunque sea simplemente un pequeño contratiempo. Con toda seguridad, el equilibrio y fuerza interior de nuestra práctica interior nos ayudarán a pasarlo fácilmente e incluso con buen humor. Con un ejemplo muy cotidiano, Baba Ji suele explicar la necesidad de la meditación –ahora en este momento, en esta vida– al referirse al caso del enfermo y el doctor. En efecto, estamos enfermos de la vida, de su dolor, de sus altibajos, enfermos de apego…, y ocasiona sufrimiento perder esos apegos o tener que lidiar con los problemas que se generan alrededor de ellos. Y el sabio doctor nos dice que nadie va al médico cuando está sano, y que para poder sanar, para poder vivir y recuperar la salud, debemos tomar la medicación que el médico nos prescribe ahora.
En medio de la vida, en esta lucha y adversidad, seguimos preguntándonos a solas y en nuestros adentros, ¿para qué meditamos? Sin embargo, nuevas perspectivas aparecen…
Han pasado esas etapas en las que solo nos enfocábamos en el compromiso y las promesas. Una vez estos se han asimilado forman parte de nuestro foro interno y aparece la madurez, y entonces sabemos que la respuesta a la pregunta es que meditamos ‘por necesidad’. Porque precisamente el trabajo de introspección y purificación mental que lenta pero firmemente hace la meditación, nos ha llevado a comprender que sin la meditación no podríamos afrontar la vida. Siendo conscientes de todas nuestras debilidades, solo con la concentración obtenida en el retiro de la meditación, obtenemos la claridad mental y la fuerza de voluntad para afrontar nuestro destino. Un destino que, aunque el ser humano se empeñe en disfrazar de colores, es amargo y duro: En Discursos espirituales, vol. II, leemos:
Tulsi Sahib nos explica, que cuando vemos la pompa y el espectáculo de la vida (la gente alojándose en hoteles de fantasía, viajando en avión, viviendo en casas regias, conduciendo coches de lujo, luciendo hermosas joyas), no debemos imaginarnos que esta gente es feliz. ¿Qué sabemos del reverso del cuadro?
Un cuadro tiene dos lados. Si miramos la parte frontal, vemos una hermosa pintura, y un marco que también es bonito. Pero si miramos la parte de atrás, allí no hay más que clavos y cartón, que no nos atraen para nada. Así es como vemos a la gente: por la parte externa. Pero nos basta con mirar lo que hay dentro: cómo el dolor late dentro de ellos, dispuesto a reventar como el pus de una herida.
Un destino que se sufre y está cargado de nostalgia y de un profundo sentimiento de soledad, y que solo se calma cuando la pureza mental (adquirida a través de la meditación y la gracia del maestro) nos permite tener el apoyo definitivo del maestro interior. Entonces somos independientes del destino, lo sufrimos, lógicamente, pero la fuerza interior nos permite no desequilibrarnos, no tambalearnos, no perder la fe. No porque lo hayamos leído en algún libro y juguemos a ser equilibrados, sino porque forma parte de nuestra experiencia. Se abre nuestra percepción, nuestra comprensión se vuelve profunda, y atisbamos el rayo divino que nos da claridad mental para percibir la voluntad de Dios detrás de cualquier situación y del más mínimo detalle de nuestro destino. ¡Nada podría ocurrir sin esta voluntad que ahora somos capaces de reconocer en todo! San Francisco de Sales nos ofrece este pensamiento:
Las mismas miserias de la vida se convierten en delicias celestiales si sabemos encontrar en ellas el placer de cumplir la voluntad de Dios.
Así que meditamos para vivir con equilibrio, y esto es sinónimo del ser que afronta la vida desde la perspectiva más próxima a como un verdadero ser humano debería vivir. Porque, sin duda, por la experiencia corroboraremos la declaración de los maestros al afirmar que cuando somos verdaderamente humanos la espiritualidad está a nuestro alcance. ¡Meditamos para convertirnos en verdaderos seres humanos!
¿No es todo eso lo que queremos y por lo que vale la pena meditar? Para este desarrollo básico y esencial del ser humano que le permite alcanzar su máximo potencial divino es imprescindible la meditación.
Todos los filósofos y místicos están de acuerdo en la supremacía del hombre en la creación. Su superioridad consiste en que como hombre puede resolver el enigma del universo y separar la causa del efecto. Si no resuelve este enigma, su venida a este mundo ha sido en vano. (…) Te encuentras en el camino principal de la corriente, con amor y fe, a marcha rápida, camina por este sendero y alcanza el lugar de la paz y la felicidad eternas.
M. Sawan Singh. Joyas espirituales