Esencia del camino espiritual
Entre la Palabra y una palabra
hay una gran diferencia.
La Palabra es la fuente de toda espiritualidad,
así que busca sinceramente
esta Palabra verdadera.
La talla de un maestro se puede
reconocer por la Palabra,
el poder espiritual en el que te inicia.
Kabir – The Great Mystic
Meditar implica mucho más que sentarnos simplemente con los ojos cerrados repitiendo mentalmente alguna expresión verbal. Meditar es el principal medio para la evolución espiritual, para el crecimiento espiritual. Es el desprendimiento de todo aquello que oscurece la luz de nuestro ser interior.
Meditar se convierte en nuestro modo de vida, e incluye el desarrollo de la comprensión interior, así como el aprendizaje de cómo comportarnos con gracia, amabilidad, compasión y amor… Es decir, se trata de redescubrir todo aquello que entra dentro del comportamiento de un ser humano excelente, lleno de las mejores cualidades humanas.
Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto.
(Mateo 5:48)
Debemos aprender a vivir como los seres espirituales que realmente somos, como rayos de sol del gran Sol, gotas del gran Océano. Ser continuamente conscientes de la presencia del Ser Único dentro y fuera. Y eso lleva tiempo.
Solo cuando nuestro ser interior se purifica de toda impureza, podemos calmarnos y ser capaces de pasar a través de las puertas de la muerte mientras aún vivimos. Entonces podemos ir y venir del cuerpo cuando queramos hasta que llegue el momento de nuestra muerte física real, en la que felizmente dejamos el cuerpo y ascendemos a un mundo superior.
Ahora bien, el problema es que, en nuestra vida actual, la mayoría de nosotros no alcanza nada parecido al grado de pureza requerido para morir en vida. Nuestras mentes están demasiado involucradas con la existencia material como para alcanzar la concentración suficiente para poder atravesar la puerta interior.
A lo largo de nuestra vida, pensamos, actuamos y deseamos, personas y cosas, la mayoría de las veces de forma totalmente dispersa y desenfocada. Todos estos pensamientos y acciones dejan impresiones en nuestra mente, y en el momento de la muerte, nuestra cabeza sigue llena de cosas relacionadas con nosotros mismos y con nuestra existencia en este mundo. Entonces, ¿qué nos pasa después de la muerte?
Podemos pasar un tiempo en algún lugar interior, en algún nivel interno de conciencia o de ser, cuyo grado de felicidad depende de la pureza de nuestra mente. Pero tarde o temprano –normalmente temprano– nuestra mente nos atrae de vuelta a este mundo, y renacemos. Reencarnamos. Incluso transmigramos a formas no humanas, si es ahí donde están nuestras inclinaciones.
Y no solo eso, sino que las acciones que realizamos en la vida, las cuales crearon surcos o impresiones duraderas en la mente, ahora regresan a nosotros y forman el tejido de nuestra próxima vida. Nuestro pasado determina nuestro futuro, al igual que ha pasado en la vida presente. Los místicos indios han llamado a esto la ley del karma, la ley de acción y reacción, de causa y efecto, y los místicos griegos la llamaban la ley de la justicia.
Ahora estamos abordando un tema profundo. Estamos intentando comprender un poco los procesos ocultos del universo, y cómo todo funciona como una proyección del Ser único. Todo es una cuestión de causa y efecto. El contable cósmico (aspectos superiores de la mente, en realidad) lleva la cuenta de todo. Y nosotros cosechamos lo que hemos sembrado. Nos guste o no.
¿Y podemos escapar de este ciclo de nacimiento, muerte y renacimiento? Sí, dicen los sabios que parecen saber de estas cosas: a través de un tipo específico de meditación. Dicen que la liberación del nacimiento y la muerte (un ideal antiguo en la historia de la humanidad) es un aspecto esencial del viaje al centro de nosotros mismos, y que aprender a morir viviendo es solo el punto de partida.
Pero ¿qué tipo de meditación nos libera de tener que volver a morir? Esta es la clave:
En el principio era el Verbo y el Verbo estaba con Dios y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.
(Juan 1:1-3)
El Ser único trae el universo a la existencia a través de su Palabra. Él pronuncia su Palabra y la creación se hace realidad. Cuando decreta algo, le dice: “¡Sé!”. ¡Y es! Y así como él es un Ser consciente, su Palabra o música es también consciencia. Esta Palabra creadora o música es el poder dinámico y activo del Uno. Esto es lo que trae las cosas a la existencia y las sostiene. La Palabra es el Uno mismo. Es también la esencia de nuestro propio ser o consciencia. ¿Y esto es musical? ¿Puede escucharse? Sí.
La Palabra creadora es luz y sonido, puede experimentarse en nuestro interior, no con los ojos y oídos materiales, sino con las correspondientes facultades espirituales de ver y oír. La luz divina de la Palabra puede verse interiormente y las vibraciones del Verbo pueden escucharse como la música más dulce e irresistible.
Esta es nuestra salvación. La meditación, como la hemos descrito hasta ahora, es solo una preparación. Retirar toda la conciencia del cuerpo y enfocar la atención en la frente es solo ir a la estación del tren. Todavía tenemos que abordar el transporte que nos llevará a nuestro destino. Ese transporte es la música creadora, y nos embarcamos en ella simplemente al escuchar su encantadora melodía.
(…) Esta música cósmica es el eje de la existencia, el eje del amor, el centro creativo del universo. Nunca cesa. Si lo hiciera, el universo dejaría de existir. Es el enlace natural entre el Ser único y los pequeños seres que se sienten separados. Es una escalera de dicha hacia el Uno, una columna de gloria que nos guía a lo eterno, una escalera ascendente al infinito.
No hay un tipo de meditación más elevado que escuchar esta sinfonía celestial. Esta música transporta más allá de todos los cuerpos, las mentes, el nacimiento, la muerte y de cualquier otra forma creada.
Esta es la música silenciosa del Uno silente. Esta música contiene la esencia de su quietud original. Por lo tanto, para entrar en contacto con ella, el cuerpo y la mente deben estar completamente inmóviles. Tras concentrar la mente mediante la repetición de un mantra, y aquietar todos los pensamientos e inclinaciones caprichosas, llega el momento de sentarse en quietud, sin pensar, esperando que la música se manifieste. La música siempre está ahí. Sin ella, ningún ser podría existir.
El canto de los pájaros suena en un jardín, pero nuestras mentes están demasiado absortas en preocupaciones e inquietudes para poder escucharlo, asimismo la música creadora suena eternamente en el centro de nuestro ser, pero debido a nuestra gran distracción no podemos ser conscientes de ella. Solo tenemos que escuchar. Estar verdaderamente quietos y en silencio. Entonces nos daremos cuenta de que esa música siempre ha estado resonando.
Pero ¿cómo podemos alcanzar este estado? ¿Cómo podemos redescubrir nuestra conexión con el eterno sonido del silencio? ¿Cómo podemos escuchar la música de la vida? Bueno, como sucede con muchas otras cosas en la vida, ayuda si podemos encontrar a alguien que ya lo haya logrado y cuya misión sea enseñarle el camino a los demás. Eso es lo que representa un maestro espiritual, un santo, un místico, un sabio, un iluminado de la orden más elevada, un “Verbo hecho carne”. Alguien que vive con nosotros en este momento.
Una mirada retrospectiva a la historia revela que el mundo siempre ha tenido sus maestros espirituales. Han estado presentes probablemente en todos los países y religiones. Pero como todos los maestros, algunos tienen más conocimiento y son más competentes que otros. En el mundo de la educación humana, algunos maestros enseñan en el jardín de infancia, otros en la escuela primaria, otros en la secundaria y otros son profesores universitarios. En el ámbito de la espiritualidad, el mejor tipo de maestro o maestra espiritual es alguien que ha realizado plenamente el Ser único en su interior. Para él o ella no existen misterios. Tiene su mente completamente bajo control. Ha contactado con la música creadora y ha elevado su espíritu hasta el Uno.
(…) Por eso, algunas personas han llamado a un ser así de elevado, maestro completo; porque es un ser humano completo, y habiendo alcanzado su destino está capacitado para enseñar a otros cómo seguir el camino que él ha recorrido.
(…) Todos los maestros viven en este mundo y sufren problemas y contrariedades como el resto de nosotros. Pero esto no les perturba porque pueden verlo todo como realmente es. Nada les afecta. Los maestros son los mejores de los mejores.
Frescos como el sándalo,
serenos cual la luna son los santos;
serenos cual la luna,
ellos calman el febril calor del mundo.
Todo el que ardiendo llega hasta ellos,
encuentra alivio en la dulzura de sus palabras…
San Paltu: Su vida y enseñanzas
Un maestro es un ser humano extraordinario, pero completamente natural. Estar cerca de él puede ser tan espiritualmente edificante que la gente sabe intuitivamente que está en presencia de alguien muy especial. Su forma de hablar, de reír, de hacerlo todo, es única. Refleja su condición interior. Puede, a su vez, ser sabio y perspicaz, cariñoso y afectuoso, amable y gentil, chistoso e ingenioso, fuerte y magistral. También puede ser bravo, duro y severo, y muchas otras cosas.
En todo momento, dentro de sí mismo, está totalmente consciente de la presencia del Uno. No lleva consigo ninguna carga del pasado ni preocupaciones para el futuro.
Porque mi yugo es fácil y ligera mi carga.
(Mateo 11:30)
Esto significa que él es totalmente consciente y libre para vivir su vida y ser amoroso de una manera enteramente desinteresada. Por consiguiente, lo mejor de las cualidades humanas se manifiesta en él. Su misión es enseñar a los seres humanos que acuden a él a contactar y escuchar la música creadora que conoce perfectamente. A los iniciados (los bautizados en el Espíritu Santo, como algunos los han llamado) los sintoniza interiormente con la música creadora, para que con el tiempo ellos también puedan llegar a escucharla. Les enseña los detalles prácticos de la meditación y les guía en cada paso del camino. No es un teórico, sino alguien que ha aprendido a controlar su propia mente. Conoce todas las vertientes del camino espiritual y todos sus peligros.
También es siempre un dador, uno con el Dador supremo. Ha organizado su vida de tal manera que nunca necesita cobrar un centavo por todo lo que hace. Da materialmente, emocional y mentalmente y, sobre todo, espiritualmente. Es una fuente inagotable de gracia y aspiración divina. Su realidad es la música creadora consciente, el sonido de la creación, la Palabra creadora, y como tal está con todos en todo momento. Pero cuida personalmente, por así decirlo, de los que ha iniciado. Les enseña a vivir una existencia pura e inmaculada en este mundo, de tal forma que el mundo no siga ejerciendo control sobre ellos y los arrastre de regreso.
Él es la puerta que conduce al alma fuera de este mundo, para que nunca tenga que volver a vivir en un cuerpo físico. Verdaderamente, es un salvador.
Extractos del libro One being one