Confianza en el sendero
Nuestra tarea, ahora, es comprender quiénes somos realmente. Mientras continuemos identificándonos con nuestro cuerpo y nuestra personalidad, seguiremos sintiéndonos solos y separados de la unidad que lo es todo. La principal causa por la que sufrimos y tememos la muerte es el sentimiento de que estamos separados y aislados, y el saber que todo cuanto conocemos acabará con nuestra muerte.
del yo al Shabad
Como un trabajo de fondo e irreversible, comparable a las marcas de las rocas erosionadas por el lento pero constante movimiento del agua del mar, así podemos entender el efecto que la meditación hace en las personas que la practican.
Si nos miramos día a día o incluso en años apenas percibimos el cambio, pero si consideramos un gran periodo de tiempo el efecto es patente. Y no se trata de un cambio aislado en una faceta de la persona; la meditación produce un cambio total, vital e integral, primero en nuestra forma de percibir la existencia, después en entenderla y, como consecuencia, en vivirla. Es el cambio marcado por el viaje de la consciencia, que de estar pegada a las faldas del mundo se abre camino en el mundo interior del espíritu y se afianza en él, eso… ¡no solo requiere muchísimo tiempo, sino que su manifestación es lenta y gradual! La siguiente cita del libro del yo al Shabad nos habla de los cambios que van produciéndose con la meditación:
Poco a poco, con la práctica espiritual comenzaremos a desapegarnos de todas esas cosas que tanto nos fascinaban. Esto nos proporcionará toda la confianza de que estamos en el camino correcto y en vías de identificarnos realmente con la consciencia del Shabad. A medida que la percepción de nuestra auténtica naturaleza, de nuestra unidad con el Shabad se desarrolle, experimentaremos una felicidad y paz mayor de la que este mundo es capaz de ofrecer.
En primer lugar, señala que con la meditación, con la práctica espiritual, comenzaremos a desapegarnos de las cosas que tanto nos fascinan y a las que estamos tremendamente aferrados. Y la cuestión aquí es, ¿cómo se va produciendo este desapego? La respuesta es: la meditación nos permite dejar de identificarnos con el cuerpo y la mente, y conocer la consciencia que somos realmente. Entonces, entendemos que seguir realizando acciones para satisfacer al cuerpo y a la mente solo nos ata al mundo, a una existencia breve y pasajera, y que, por el contrario, potenciar la experiencia interior de la consciencia, nos lleva a una existencia verdadera y eterna. Solo con la meditación aprendemos que somos consciencia, y una vez lo sabemos –esto es algo que solo podemos creer de verdad cuando lo experimentamos personalmente–, estamos listos para adquirir desapego, no antes.
El desapego no es algo que un buen día, sintiéndonos inspirados podamos poner en práctica; no es algo puntual. Es el resultado de un dedicado trabajo sobre nosotros mismos. Para lograrlo realmente, debemos poner distancia entre nosotros y la vida, y ¿cómo vamos a hacer eso cuando desde nuestros seres queridos a las cosas y vivencias que forman parte de ella los sentimos como nuestra propia piel, hasta el punto de que no concebimos separarnos de ellos ni por un insignificante instante?
La meditación nos proporciona claridad mental, y entonces podemos saber y diferenciar las cosas. Así, lo primero que vemos con claridad cuando meditamos es que hay una consciencia en nosotros que es distinta al cuerpo y a la mente. Y esa consciencia, afirman los místicos, es lo que somos más allá de todo. El método de la meditación nos enseña a retirarnos del cuerpo llevando nuestra atención al centro del ojo. Y este proceso de abandonar el cuerpo y la mente es semejante a lo que ocurre cuando afrontamos la muerte.
Así lo explica Hazur Maharaj Ji en el libro Muere para vivir:
Morir diariamente significa practicar la retirada de la consciencia al centro del ojo cada día. Por esa razón la meditación se conoce como morir diariamente.
Y más adelante dice:
Mediante la gracia del maestro cortamos nuestros apegos con el mundo y olvidamos sus problemas y sus miserias. Morimos diariamente mediante la práctica de la meditación.
¿Por qué esperar a que abruptamente en el momento de la muerte física vivamos ese trance, esta separación entre mente, cuerpo y consciencia, con una confusión dolorosa y violenta? Es muy importante entender aquí, que aprender a morir en vida es aprender a vivir como debería hacerlo un ser humano. Así que primero empezamos muriendo para esta vida, y aprendiendo esto moriremos definitivamente para esta creación; por eso el aprendizaje tenemos que hacerlo ahora, en esta misma vida. Una vez que aprendamos el camino de salir del cuerpo e ir más allá, adentrándonos en la consciencia, tendrá lugar realmente el viaje hacia el Creador, y dejaremos atrás el apego a esta tierra inhóspita y perecedera. Y la lección de vida estará aprendida para siempre.
Hazur Maharaj Ji dice en Muere para vivir:
Como has leído en El libro de Mirdad, Mirdad dijo: “Muere para vivir. Tienes que retirarte al centro del ojo, y entonces vivirás para siempre. De otra manera, te estás limitando a vivir para morir. Cada vez que vivas tienes que morir, así que: muere para vivir”.
El Gran Maestro también afirma en el libro La llamada del Gran Maestro:
Muy pocos saben cómo morir. Solo quien sabe cómo vivir sabe cómo morir.
Debemos ser conscientes de que cuando acudimos al maestro y él nos acepta, podemos considerar que verdaderamente comienza el cambio de rumbo de nuestra vida. Es el momento en que ponemos fin al viaje de las idas y venidas a esta creación y comenzamos el viaje de tomar consciencia de nuestra verdadera naturaleza espiritual que es Shabad.
Hemos viajado mucho por este mundo fenoménico, y esos viajes siempre han comportado temor, soledad, desasosiego, deseo, apego, etc. Son sentimientos que conocemos muy bien, sin embargo, el viaje interior nos otorga paz, sosiego, alegría, confianza, seguridad, amor a nuestro guía… ¿Y quién no querría que su vida estuviera llena de estas bendiciones? Es solo desconocimiento lo que nos hace ignorarlas y vivir orientados y centrados únicamente en el mundo y en sus sufridas consecuencias.
Una vez estamos en la nave del maestro deberíamos pensar que estamos soltando amarras, soltando lastre para volar alto y así no tener que volver más a esta creación. Y para eso es muy importante que nuestra consciencia –esa parte de nosotros mismos que es permanente y está más allá del cuerpo y de la mente–, se capacite y se haga apta a través de la práctica espiritual, para afrontar con experiencia y sabiduría este viaje definitivo. Porque independientemente de las razones por las que hemos venido al sendero, o lo que nos haya movido a seguirlo, el maestro nos ha traído e iniciado para volver con él, para dejar este mundo: ese es el objetivo final de este sendero. Y para poder volver con él, tenemos que aprender a dejar este mundo, apartarnos de él, en resumen, debemos aprender a morir para el mundo y vivir para el espíritu.
Hazur Maharaj Ji dice en Muere para vivir:
Aprende a morir para que puedas empezar a vivir, y vivas para siempre.
A medida que aprendemos a retirar la consciencia al centro del ojo, comenzamos a progresar en el sendero, reflejando en la vida el comportamiento de una consciencia más libre y desprendida de las ataduras o apegos al mundo. Gradualmente sentimos más paz, nos volvemos más profundos en el amor y disfrutamos de la dicha interior. Entonces somos capaces de atravesar los vaivenes de nuestros karmas con más serenidad e instalados en el asiento de la consciencia, desde donde nunca nos olvidamos de quién somos en realidad.
El desapego alcanzado con la meditación hará que sintamos la seguridad de que vamos bien en el camino. En realidad, no necesitamos grandes pruebas para estar seguros y bien fundamentados en el sendero. Como dicen los místicos, podemos apreciar nuestra evolución o progreso en el día a día y en las pequeñas cosas, viendo como nos volvemos mejores personas y siendo conscientes de que todo lo que antes nos desequilibraba, ahora apenas nos afecta… Actuamos de forma mucho más desprendida, sin que las cosas nos preocupen innecesariamente. Nos llena un sentimiento de unión al maestro y de adhesión a la forma de vida de las enseñanzas, que nos da fuerza y seguridad constante. Aprendemos a vivir establecidos en el centro de la consciencia al que nos aferramos, pues de ahí deriva todo nuestro apoyo y fortaleza en la vida.
Tales logros tienen un gran valor en nuestro progreso y evolución espiritual y no deberíamos pasarlos por alto, confundiéndonos con expectativas orientadas en conseguir supuestos destellos de luces y colores de los mundos interiores. Sin duda, paso a paso, alcanzaremos esa confianza absoluta en el sendero, y se producirá una transformación exitosa en nuestra forma de vivir la meditación, pues como explican los maestros, buscaremos en todo momento la soledad y el refugio interior que encontramos en el tiempo de meditación.
Hazur Maharaj Ji explica en el libro Luz sobre San Mateo:
La gente que perseguía búsquedas terrenales y objetos y deseos del mundo ahora no quieren verlos, ni siquiera tienen tiempo para hablar de ellos. Día y noche se sienten llenos del amor y devoción por el Padre, y, ahora, de la misma forma y con el mismo entusiasmo corren hacia el Padre.
Existen muchas otras formas en las que notamos la confianza que hemos logrado tras años siguiendo el sendero… Hemos llegado al punto en que sentimos que nada podría hacernos cambiar el modo de vida que seguimos. Aparece un vislumbre, un pensamiento claro y diáfano por el que somos conscientes de que sin estar en este sendero, no encontraríamos nuestra razón de vivir en ningún otro modo de vida.
Pensamos: ‘¡Qué sería de nosotros sin este sendero que trae fuerza, aliento y esperanza en la vida; qué sería de nosotros!’. Nos resulta fatigoso e impensable la sola suposición de que nuestra vida girase en torno a cualquier pasión, convirtiéndola en nuestro objetivo o meta: como el afán por conseguir dinero o más posesiones o por priorizar las relaciones y el reconocimiento en el mundo… ¡No, no podríamos! Si hemos seguido el sendero honestamente, si hemos persistido en el esfuerzo por practicar la meditación –el apoyo de nuestra vida– no tenemos dudas, y no podemos por menos que afianzarnos en unas enseñanzas que nos mejoran día a día.
No importa lo difícil o cuesta arriba que a veces se nos haga vivir el sendero, tratando de mantener los altos niveles de disciplina que requieren estas enseñanzas. En el fondo de nuestro corazón, sentimos que con la iniciación en las enseñanzas de Sant Mat se nos ha dado una valiosa y excepcional oportunidad, y que difícilmente podemos encontrar un paralelo en este mundo.
Por decirlo de algún modo, llegamos a la conclusión de que sin espiritualidad la vida es menos, y no estamos dispuestos a aceptar menos de la vida. Somos conscientes de que cuanto más profundizamos en el sendero, más conscientes somos de la exigencia y entrega personal que requiere, pero no deja de ser una entrega deseada porque valoramos lo excelsa que es nuestra meta y lo mucho que nos aporta.
Una vez experimentada la quietud de la meditación, la dimensión de la conciencia elevada, viendo cómo se traslada a la vida diaria y cómo nos ayuda a tener control de nosotros mismos, a no confundirnos con las emociones descontroladas, ya no queremos vivir sin espiritualidad.
En Spiritual Perspectives, vol. II, leemos:
Sentimos el efecto de la meditación antes de vislumbrar algún progreso interior. Estaremos tranquilos mentalmente, en paz, sentiremos felicidad, sentiremos esa sensación dentro de nosotros, y habrá una especie de satisfacción. La actitud hacia los acontecimientos del mundo también cambia. Con la meditación desarrollamos una actitud desapegada hacia todo, aunque puede que no hayamos experimentado ningún progreso interior.
Definitivamente, con la práctica de la meditación cada vez nos sentimos más completos. Nos llega el convencimiento de que nuestra vida es útil, que no acabará en nada, sino que estamos dirigiéndonos hacia la unión con nuestro maestro, el centro de nuestra existencia, lo que da sentido a haber venido a esta creación.
El Gran Maestro dice Joyas espirituales:
Con cada paso que el discípulo da en el viaje espiritual, toma más posesión de lo suyo al eliminar la pesada carga de materia física, astral o causal, que verdaderamente no es parte de él y que el alma usa como vehículos para actuar en los mundos causal, astral y físico.
Cuando haya contactado con la forma astral del maestro, su punto de vista, que ahora está basado en la experiencia obtenida en el mundo y en las relaciones mundanas, será que el maestro y el Shabad son los dos amigos verdaderos y compañeros que tenemos aquí, y que nos acompañarán después de la muerte. Todos los demás tienen sus limitaciones.
Esto no significa que tenga que rechazar a los demás. Debe cumplir con su deber hacia ellos, pero conocer su verdadero valor. Está en el mundo, pero no es de él; está apegado exteriormente, pero desapegado interiormente.
El desapego alcanzado con la meditación revela y nos deja sentir nuestra auténtica naturaleza, nuestra unidad con el espíritu: el Shabad, y esa es la experiencia definitiva que nos otorga una felicidad que jamás hemos conocido en este mundo. Dicen los místicos que cuando alcanzamos ese estado se habrá quebrado para siempre la ilusión; entonces tendremos fortaleza para soportar nuestras flaquezas, y como todo el mundo afrontaremos nuestro destino, pero con la diferencia de que nuestro equilibrio, nuestra cordura se mantendrá a salvo anclados felizmente en el Shabad.
Este camino de desprendimiento es toda una conquista, donde las vencidas son las pasiones y la mente perturbadora, y la victoria es nuestro bienestar, nuestro equilibrio, nuestra dicha interior al estar inmersos en el Shabad. ¡Esta lucha vale la pena! Llegados a este punto, ni la soledad, ni el miedo, ni el deseo o la ansiedad, ni todos los demás sentimientos negativos que acompañan nuestra experiencia humana podrán afectarnos. Descansaremos en el Shabad, y en esa unión encontraremos la paz, la dicha, la felicidad y la liberación definitiva.