La intensidad del anhelo
Deléitate en el Señor, y él te concederá los deseos de tu corazón. Encomienda al Señor tu camino; confía en él, y él actuará.
Salmos 37;4-5
Hay dos cosas que pueden ayudar a alcanzar el amor a Dios, elevándonos más allá de las limitaciones del ego. La primera es la inmensa gracia y compasión del maestro espiritual. La segunda es nuestra meditación, que no solo nos permite elevar y concentrar la atención, sino que también vuelve profundo y verdadero el amor, que de forma natural todos tenemos en nuestro interior y que es imprescindible para poder penetrar la barrera del ego.
Hay una historia de Rumi en la que un discípulo bueno pero descorazonado fue abordado por el diablo, que le preguntó: “¿Por qué sigues rezándole al Señor? ¿Le has visto o ha respondido alguna vez a tu oración? ¿Por qué pierdes el tiempo?”. El pobre discípulo recapacitó sobre estas preguntas y se desanimó aún más. Pronto dejó de meditar.
Algún tiempo después, se le apareció un ángel y le preguntó: “Dios no ha escuchado tus oraciones últimamente. ¿Por qué has dejado de hacerlo?”. El discípulo respondió que no sabía si Dios existía, que nunca lo había visto y que Dios nunca había respondido a sus oraciones. El ángel le dijo: “¿De dónde crees que viene el deseo de rezar? Si Dios no te favoreciera con su gracia y no quisiera, no tendrías el deseo de rezar. Tu oración es la respuesta de Dios”.
Nuestros esfuerzos son una señal de que el Señor nos tiende la mano, y los místicos nos dicen que Dios aprecia y quiere nuestros esfuerzos. La meditación practicada con devoción vuelve más y más profundo el anhelo por Dios. El anhelo es realmente una gran bendición para el discípulo, pues entonces permanece enfocado y concentrado en el amor por la fuerza de este anhelo. Además, también es cierto que, a veces, los maestros provocan en la vida de sus discípulos situaciones en las que deben afrontar la separación del maestro físico; estas son ocasiones cuyo propósito es también fomentar ese anhelo por el maestro interior, pues en la medida en que no pueden encontrarle externamente redoblan sus esfuerzos en la práctica interior de la meditación.
Un discípulo le pregunta a Maharaj Charan Singh en Muere para vivir, si todos antes de unirnos de nuevo con el Padre tendremos este tipo de anhelo intenso. Él responde:
Siempre que le quites el peso a una aguja, esta se dirigirá automáticamente al imán. Tanto si hay mil agujas o solo una, todas tienen la misma tendencia de ir hacia el imán. (…) Todas las almas sienten definitivamente el mismo anhelo en ese nivel de conciencia.
Así que es cierto que tendremos ese anhelo, esa intensidad de anhelo, ese anhelo íntimo y de amor antes de volver al Padre. Forma parte de la hoja de ruta. Forma parte del plan. El maestro nos está preparando para ello. Pero tendremos que ser sinceros en nuestro anhelo, y él se encargará de que la sinceridad al cien por cien brille en nosotros algún día.
Hazur Maharaj Ji dice en Muere para vivir:
El anhelo eliminará el ego y hará que te fundas en el Ser. Perderás tu identidad y te convertirás en uno con el Padre mediante el anhelo. Pero este anhelo, este intenso anhelo, no viene sin el Shabad.
Ese Shabad y ese grado de anhelo –esa intensidad de anhelo– son un regalo del Señor que percibimos a través de la meditación. Nosotros tenemos que continuar esforzándonos y él considerará cuándo y cómo concedérnoslo.
Hazur Maharaj Ji dice en Muere para vivir:
El anhelo es un regalo del Señor. Tú no puedes crearlo… No creo que haya ninguna forma de crear ese anhelo… La meditación fortalece ese anhelo y nos ayuda a elevarnos hasta el nivel donde podamos experimentarlo, y finalmente sumergirnos en ese Ser.
El anhelo no se puede crear porque es un regalo del Señor. Pero el amor está dentro de nosotros. ¡Es nuestro estado natural! Lo hemos cubierto u ocultado con capas y más capas de materialidad y mente, se han vuelto tan gruesas y resistentes que han endurecido nuestro corazón, cual coraza, hasta tal punto que es difícil de penetrar. Podemos empezar a rasgar esas capas, a debilitar la coraza a través de la meditación, porque la meditación elevará nuestra atención y la concentrará, de modo que podamos comulgar con el verdadero amor interior.