Un sendero de liberación
Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí está la libertad.
2 Corintios 3:17
Como en muchas otras enseñanzas espirituales, en Sant Mat los maestros centran el objetivo de la práctica de la meditación en llegar a controlar a la mente. ¿Por qué? Porque en un sendero cuya finalidad es liberarnos del ciclo de nacimientos y muertes para que el alma regrese a su origen con el Creador, es precisamente la mente la que se orienta en una dirección contraria a ese objetivo. Es decir, mientras el alma solo quiere volver a Dios, la mente va hacia el mundo. Hazur Maharaj Ji dice en Perspectivas espirituales, vol. I:
El alma ya está enamorada del Padre. No tenemos que crear amor en el alma por el Padre. Ya lo tiene. El alma anhela unirse al Padre. Lo que ocurre es que está indefensa debido a que la tendencia de la mente es hacia fuera y hacia abajo, a los sentidos.
… Tenemos que traer de vuelta a la mente a su propio origen apegándola al sonido o Espíritu Santo, así se purifica nuestra mente. Solo entonces el alma puede liberarse de la mente.
Por tanto, como indica el maestro, para hacer realidad la liberación del alma tenemos que llevar a la mente hasta su propio nivel, entonces, la mente se quedará ahí en paz y dejará al alma continuar su viaje hasta la misma unión con el Padre.
Este concepto se entiende perfectamente con un ejemplo comentado en el libro Espiritualidad básica, que establece el símil de un cohete. Dice así: “Imaginemos que el alma es la nave de mando que tiene que elevarse hasta el espacio, y la mente el potente cohete en cuya cabeza descansa la nave. Nuestro cuerpo es la plataforma de lanzamiento y la estructura que soporta los diversos componentes del vehículo espacial. La misión (el objetivo) es situar a la nave de mando (que en este caso es el alma) en una ‘órbita’ elevada”. Es decir, libre del cohete, libre de la plataforma de lanzamiento.
Efectivamente, en la meditación la repetición del simran impulsa a la mente fuera del plano más inferior de la creación, de la misma manera que, en el ejemplo, el cohete se eleva sobre la plataforma de lanzamiento y al alcanzar cierta altura libera a la nave de mando y viaja con su propia energía. De igual modo, a través de la fuerza del Shabad que percibimos como sonido y luz, la mente, a cierto nivel, deja libre al alma, produciéndose así el transporte místico hasta el origen.
Maharaj Charan Singh explica en el libro Espiritualidad básica: “… este sonido no solo nos dirige, sino que verdaderamente nos lleva hasta el Padre. Primero lo seguimos, luego, al realizar más progreso interior, nos fundimos en él y ascendemos hasta nuestra casa por medio del sonido o Verbo. Como un imán, nos está atrayendo e impulsando constantemente hacia nuestro verdadero hogar”.
Retirar la atención al centro del ojo, elevarla e ir más allá para llevar a la mente hasta su origen, a través de la meditación, es una tarea compleja y, como todas las cosas complejas, es importante entender qué es la mente en realidad. El Gran Maestro, en Joyas espirituales, nos da una explicación que nos ayuda a hacernos una idea. Dice así:
Desde nuestro nacimiento, hemos estado haciendo diariamente fotografías de lo que hemos oído, leído u observado, y las hemos almacenado en nuestra mente. Y la mente es tan grande que incluso si pusiéramos la totalidad del universo en ella, encontraríamos que es todavía mayor y capaz de contener cualquier cantidad de universos, y todavía seguiría siendo grande.
¡La mente no es cualquier cosa! La mente es todo lo que hay en nuestra cabeza, todas las emociones, sentimientos; la mente es todo lo que hay en el subconsciente, y condiciona nuestra actual existencia. La mente es lo que creemos saber de nosotros y todo lo que ignoramos. Hazur Maharaj Ji comenta en Perspectivas espirituales, vol. I:
Las emociones no son nada más que expresiones de la mente. Todos los instintos no son nada más que expresiones de la mente. El intelecto está con la mente. Las emociones están con la mente.
… Incluso la devoción, las emociones que sentimos por el Señor, también son de la mente.
… Ahora todos vivimos en la voluntad de la mente. Por lo tanto, desde este punto de vista, mientras la mente nos domine, no tenemos libre albedrío porque la mente está influenciada por nuestra herencia, nuestra educación, las amistades, las relaciones y el entorno en el que hemos crecido. La mente está siempre condicionada por todo esto y actuamos en consecuencia.
Desconocemos en gran medida a la mente, ignoramos su poder. Nos confunde, nos domina y gobierna nuestras vidas debido al peso de esa herencia kármica que la constituye. Los maestros dicen que solo cuando comenzamos a meditar, empezamos a darnos cuenta de lo absolutamente dominados que nos tiene, y de lo difícil que es controlarla.
En el libro Perspectivas espirituales, vol. I, le preguntan a Hazur Maharaj Ji: “… la tarea más difícil a la que se enfrentan los nuevos buscadores es la de no poder mantener la mente inmóvil…”. Y él responde:
No es una cuestión de nuevos buscadores. Incluso para los iniciados, la mente es difícil de someter. La verdadera lucha con la mente empieza cuando estamos en el sendero. Como buscadores no somos conscientes del alcance de la lucha con la mente. Cuando somos iniciados, cuando ya somos discípulos, comprendemos lo difícil que es.
Por eso, en gran parte de la literatura mística, encontramos expresiones del tipo: “Conquista a la mente y conquistarás al mundo”, como dice Gurú Nanak. Y también, en el libro Cuentos del Oriente místico leemos:
Si me dijeran que alguien ha escalado los Himalayas, podría aceptar durante un momento que esa persona existe en este mundo. Si alguien me dijera que se ha tragado el mar, aun cuando pueda parecer imposible, por un instante, también lo creería. Si alguien afirmara que ha dominado los vientos del mundo, no se le podría tomar en serio, pero momentáneamente quizá le diese la razón. Sin embargo, si alguien presumiera de haber controlado su mente, no lo creería. La poderosa fuerza de la mente no es fácil de controlar.
Todas estas expresiones nos dan una idea de la dimensión del recorrido que tenemos por delante en el camino espiritual. Conquistar a la mente no es lograr el dominio sobre una entidad conocida, no es algo puntual; pues su vastedad abarca lo que sabemos más lo que desconocemos de nuestra experiencia en la vida. No es por casualidad que Hazur Maharaj Ji, en Perspectivas espirituales, vol. II, comente que el noventa y nueve por ciento de la meditación está dirigido a la mente:
Por eso a menudo hablamos de que el noventa y nueve por ciento de la meditación es para la mente; en cierto sentido, para los karmas y pecados que hemos ido acumulando en vidas pasadas, porque todo eso es ahora un lastre para el alma, es escoria en el alma. Poco a poco queremos eliminar ese peso del alma.
Hablar de la dificultad no es para desanimarnos, sino para hacernos conscientes de que es un camino que tiene sus altos y bajos; no es uniforme, hay etapas, fases… Y aunque es verdad que es una enorme tarea, ninguna meditación deja de hacer su efecto. Ninguna meditación se desperdicia. Todo son pasos hacia la meta, hacia esa conquista en la que no tenemos que desfallecer, pues es una lucha que dura toda la vida. Hazur Maharaj Ji dice en Muere para vivir:
Cada minuto que dediquemos a la meditación se pone en nuestro haber, y definitivamente tenemos el efecto de esa meditación de una forma o de otra.
Nuestro trabajo no es analizar ni valorar nuestra meditación, nuestro trabajo es hacerla, como el maestro nos ha dicho, y ser conscientes de la buena suerte que tenemos de poder efectuar esta tarea, que cambia definitivamente ‘para bien’ nuestra vida. Deberíamos sentir la dicha y el agradecimiento, sencillamente por poder hacerla. Hazur Maharaj Ji expresa en Muere para vivir:
Cuando verdaderamente meditamos, desaparece el “yo”. Entonces percibimos su gracia (…) En ese instante no hay “yo”, no hay nada sino agradecimiento: todo es gratitud. Entonces sabemos de nuestra insignificancia.
El Gran Maestro se refería inicialmente al material del que está compuesta la mente: tantísimas impresiones almacenadas en ella. Ahora con la meditación, todo se reduce a que los múltiples y diversos pensamientos que aparecen y obstaculizan nuestra concentración tienen que detenerse. Leemos en Joyas espirituales:
Los pensamientos que aparecen son las mismas fotografías que hemos estado fotografiando y archivando durante tanto tiempo. Sin embargo, no son infinitas. Con el tiempo se acabarán; cuando la atención encuentre el foco. Entonces esta sesión de cine se acabará.
Efectivamente, cuando logremos ese enfoque, esa concentración, los pensamientos pararán, se detendrán, y entonces podremos permanecer en el centro del ojo, en esa quietud. Empezaremos a estar listos para percibir la fuerza del Shabad en la forma de sonido y luz interior, que harán un efecto real en nuestra consciencia. Así que cuanta más concentración logremos, más cerca estaremos de la solución, del remedio para conquistar a la mente.
A propósito de conquistar a la mente y los sentidos, podemos mencionar lo que pregunta Paltu Sahib: “¿Dónde está, pues, el remedio?” Y la respuesta es: “En el Nombre, en el Shabad”. Bellamente, él expresa en San Paltu: Su vida y enseñanzas:
El Nombre libera al rey de su reino sin pedirle que se apee de su trono, libera de la lujuria al hombre casado sin arrancarle de su familia, emancipa al hombre de negocios de sus preocupaciones sin hacerle abandonar el despacho y capacita a aquellos que tienen rango para caminar humildemente mientras conservan sus posiciones de honor.
Igualmente, los maestros les explican a sus discípulos que practiquen su meditación mientras se desenvuelven en sus vidas; eso les proporcionará el desapego al que se refiere Paltu. Precisamente, un discípulo le pregunta a Hazur Maharaj Ji en Spiritual Perspectives, vol. III: “Maestro, he oído a alguien decir que las personas que meditan también pueden volverse más violentas, enfadarse más que la gente que no medita. ¿Es eso cierto?”. Y el maestro le contesta:
Puede ser. Algunas veces la gente intenta encerrarse en una habitación y no quiere llevar una vida adulta natural y normal. Intentan meditar todo el día y la mente reacciona, y pierden el equilibrio. Se comportan de una manera anormal. La meditación es un proceso lento. Por eso es conocido como sahaj marg (el sendero natural). Tenemos que ser parte del mundo y también practicar la meditación. No podemos luchar con la mente día y noche.
También tenemos que distraerla en asuntos mundanos, pero después volver a traerla a la meditación. De otro modo, en ocasiones se crea demasiada represión y la mente puede reaccionar, a veces, de manera violenta. No es un enfoque saludable. Por eso, nunca se nos aconseja cortar todas nuestras actividades mundanas y dedicarnos solo a la meditación. Tenemos que llevar una vida normal: ser parte de la sociedad normal y luego también hacer nuestra meditación. La meditación es una forma de vida, no es encerrarse en un cuarto, cortar todas las relaciones y sentarse a meditar. Eso no es meditación. La meditación se debe reflejar en toda la vida, en el día entero. Se convierte en parte de nuestra vida, nuestra forma de vida. De esta manera el día entero se pasa en meditación.
No caigamos en la comprensión infantil de que leer libros, sentirnos inspirados un buen día y creer que hoy nos controlamos a nosotros mismos, controlamos a la mente, es ya un logro, pues a la primera de cambio la mente nos llevará por donde quiera. Este es un camino que se caracteriza por una conquista de la mente firme y experimentada, manteniendo en todo momento el esfuerzo y la disciplina, y eso es lo que nos llevará a la percepción consciente del Shabad; no es algo emocional. En Muere para vivir, leemos:
Solo el Shabad, solo la luz y el sonido interior pueden atraerte hasta ese nivel de consciencia; ninguna otra cosa. Tu deseo no servirá. Servirá tu práctica, tu fe.
Hazur Maharaj Ji nos habla de la determinación y disciplina que requiere conquistar a la mente. Por ejemplo, él compara nuestra actitud como discípulos respecto a la meditación con la del soldado. Dice así en Perspectivas espirituales, vol. I:
Un soldado tiene que salir a desfilar todas las mañanas. Habrá días que le apetezca y disfrute haciéndolo y habrá otros que no, pero lo tiene que hacer. Es parte de la disciplina que tiene que aceptar. Así que no todo lo hacemos con ganas. En ocasiones tenemos que meditar incluso por la fuerza, tenemos que forzar a nuestra mente a sentarse, tenemos que luchar con nuestra mente.
En el libro Muere para vivir, encontramos el comentario que un discípulo le hizo a Hazur Maharaj Ji, en el que él expresaba que era consciente de la lucha que hay que sostener con la mente, y que le asustaba mucho ver el bajo nivel en el que se encontraba tras arduos esfuerzos en la meditación, durante quince o dieciséis años. Por este motivo, él creía que no tenía posibilidad en el momento de su muerte de ir al centro del ojo. Pero deseando salvar lo que él discípulo consideraba una situación muy desfavorable respecto a su progreso espiritual, le dijo al maestro: “El otro día dijiste que si nuestra mente estuviera siempre encaminada en una dirección, incluso después de morir, ¿adónde más podría ir?”. La respuesta del maestro fue:
Meditar significa entrenar a nuestra mente para que vaya hacia dentro y hacia arriba. Estamos creando una tendencia en la mente para ir hacia dentro y hacia arriba, retirándola del exterior y llevándola de vuelta al centro del ojo. Crear esa tendencia en la mente es el propósito de la meditación.
Y el discípulo replica: “¿Y eso es suficiente para llevarnos hacia arriba en el momento de la muerte?”. A lo que el maestro responde:
Es más que suficiente, porque nuestra tendencia ya no es hacia la creación.
Y con estas palabras, podemos concluir, tal como se decía al comienzo de este artículo: En un sendero de liberación, en un sendero donde queremos volver al Padre, ¡qué más queremos si el maestro nos dice que, por cumplir con nuestro deber de sentarnos cada día a meditar, estamos creando esa tendencia hacia dentro y hacia arriba; esa impresión en la mente que nos hará no volver más a esta creación!
Nuestro trabajo no es evaluar, ni calcular ni medir nuestro progreso, es solo obedecer y hacer la meditación como el maestro nos ha dicho. Eso es suficiente. El inmenso amor del maestro y su infinita misericordia lo capacitan para guiar sabiamente nuestro progreso y evolución en el sendero. Nosotros no tenemos, en realidad, ninguna manera de saber cuál es el siguiente paso en nuestro camino, o qué nos aguarda. Dejémosle a él, quien vela constantemente por vernos interiormente con él lo antes posible.