Caminos de búsqueda
Cuando nos encontramos con un maestro verdadero, vemos con nuestros propios ojos la radiante encarnación humana de la paz interior y el amor divino. Es al encontrarnos con un maestro vivo cuando nos resulta evidente que realmente el amor verdadero y duradero, la paz y el contento pueden alcanzarse en nuestro interior.
Sant Mat esencial
En el apartado de la revista Caminos de búsqueda, se relatan historias de travesías en busca de respuestas que van más allá de lo mundano. Desde el inicio, palpita en todas ellas un anhelo por saber más sobre lo trascendental, por descubrir, de alguna manera, una forma real y al mismo tiempo práctica que le dé un significado más profundo a la vida. En cada relato, se entretejen los hilos de la búsqueda interior y el deseo de encontrar, en definitiva, un sendero hacia la espiritualidad, un guía que ilumine el camino, así como el método para adentrarse en ella.
La protagonista de este relato, creció dentro del cálido hogar de una familia profundamente arraigada en la fe cristiana. Desde sus primeros años, se sentaba con atención junto a sus hermanos, escuchando las narraciones de la Biblia que su madre les leía. Cada relato sembraba en ella una semilla de anhelo por un encuentro personal con Dios. Su corazón se llenaba de admiración por el maestro Jesús, y ese sentimiento la llevaba a desear fervientemente conocer a un guía espiritual vivo, alguien que encarnara el amor y la compasión que encontraba en sus enseñanzas.
Con sincero fervor, le pedía a Dios la presencia de un maestro vivo, uno que reflejara la bondad y la sabiduría de Jesús. En momentos de oración, expresaba su pesar por el hecho de que solo hubiera existido un maestro, y también por haber permitido su crucifixión. Debido a su educación católica desconocía que en la historia de la humanidad había habido más maestros, por lo que la existencia de otros maestros vivos era un territorio todavía inexplorado.
A pesar de la profunda enseñanza del cristianismo sobre la presencia del Espíritu Santo como guía de la humanidad, este postulado era más que distante para ella; tenía necesidad de un contacto directo, el mismo que pudieron tener los discípulos de Jesús y todos los que lo conocieron. Por eso, como muchos otros buscadores, en su mente siempre aparecía el pensamiento de por qué ella no había tenido la misma oportunidad. Como acertadamente se menciona en el siguiente fragmento del libro En busca del camino:
¿Cómo podrían recibir las generaciones anteriores y posteriores el pleno impacto del mensaje de Cristo –por muy divino que él fuera, por muy poderosas que fueran sus enseñanzas, por muy elocuentes que fueran sus biógrafos–, si a esas generaciones no se les daba el mensaje de primera mano? Si la humanidad en su conjunto no obtenía este impacto pleno, entonces, Dios –un Dios amoroso– sería culpable de discriminar a esas generaciones dejándolas desamparadas y perdidas.
El hecho de no encontrar respuestas que satisficieran su inquietud, la impulsó a explorar otras tradiciones espirituales que ofrecían diferentes perspectivas sobre la presencia de maestros o guías vivos en el mundo actual. Desde las teorías de la reencarnación hasta el concepto del karma, desde los yoguis de la India hasta los maestros espirituales contemporáneos, cada descubrimiento avivaba aún más su búsqueda interior. Finalmente, el deseo de encontrar a su maestro ideal la llevó a emprender un viaje a un lugar que resonaba con la esencia espiritual que anhelaba. En este sentido, en el libro Perspectivas espirituales, vol. I, leemos que “… cuando con sinceridad deseamos seguir el sendero, cuando con sinceridad deseamos volver al Padre, su mano protectora está siempre con nosotros”.
Y así fue como esa protección estuvo con ella en todo momento, pues en su travesía, a pesar de enfrentar desafíos y obstáculos –desde enfermedades repentinas hasta pérdidas materiales–, cada experiencia no solo fortalecía su determinación y fe en el destino que la aguardaba, sino que la empujaba con más fuerza hacia él. En un bullicioso mercadillo, un joven que estaba de vacaciones con su hermano, se acercó a ella y curiosamente le preguntó por qué viajaba sola. Cuando ella respondió que buscaba a su maestro, él accedió a mostrarle una foto del suyo, algo que rara vez hacía. Al ver la imagen del maestro, sintió un profundo reflejo de sí misma en su mirada, como si finalmente hubiera encontrado al maestro que tanto tiempo había buscado.
Emocionada le preguntó al joven dónde se encontraba el maestro, y él le explicó cómo llegar al lugar, así como los detalles esenciales de sus enseñanzas, remarcando que era importante seguir una dieta vegetariana. El chico le facilitó la dirección para contactar con el centro y visitar al maestro. Decidida a seguir los pasos hacia su encuentro con el maestro, se comprometió a seguir una dieta vegetariana, y así esperar el momento adecuado para su visita.
Un año después, durante su regreso enfrentó más desafíos. Con el corazón lleno de determinación, llegó a una resolución interna: No importaban las dificultades ni problemas que surgieran, estaba decidida a afrontarlo todo si eso significaba conocer al maestro que siempre había deseado tener. ¡Lo daría todo por encontrarse con él!, pensó para sí misma. Y fue entonces, en medio de esa profunda entrega, que el destino le jugó una carta inesperada. Tres horas después, en el bullicio del tren, la cruel realidad la golpeó con fuerza: todas sus posesiones habían desaparecido. La mochila que contenía lo más preciado, desde el dinero para el viaje hasta el pasaporte con el visado… todo, se había esfumado sin dejar rastro. Solo le quedaba algo de ropa y su teléfono móvil.
A pesar de la adversidad, su determinación permaneció incólume. Entendió que cada desafío en su camino era una prueba de su auténtica búsqueda y que no había obstáculo lo suficientemente grande como para frenar su búsqueda espiritual.
Así fue como no se detuvo hasta que logró llegar al lugar donde residía el maestro. A su llegada, relató lo ocurrido y los organizadores la ayudaron y la acomodaron en una preciosa habitación que daba a un bello jardín lleno de flores.
Al día siguiente, pudo ver y escuchar su primer satsang del maestro. Fue un momento mágico, donde se le paró el mundo y el tiempo. Y al cabo de unos minutos, de manera incontrolada, empezó a llorar y llorar; no sabía qué le estaba pasando y no podía controlarse. La que lloraba era su alma. Por fin, estaba frente al tan anhelado maestro, su señor del alma, del que había estado separada durante eones. Era un momento glorioso, indescriptible con palabras, colmado del sentimiento más profundo. Solo las lágrimas podían expresar de manera sublime la autenticidad y la intensidad de su emoción.
Finalmente, su búsqueda había culminado felizmente: ¡Ya tenía maestro espiritual! Ahora sabía que su progreso interior dependía de su amor y fe en Dios y el maestro, de su esfuerzo y perseverancia en el sendero, y de la gracia divina, que le abriría la puerta cuando fuera el momento adecuado.