Que nada se interponga
Deja todos tus vanos sueños, querida mente,
¡abandona tus pensamientos fútiles y retorna!
No esperes la felicidad en este mundo…
¡Vuelve!
Sarmad, Martyr to Love Divine
Vamos por la vida de puntillas, corriendo, sin pensar más allá de nuestras obligaciones cotidianas. No vivimos de verdad; rozamos la vida y nos quedamos en la superficie. Nos falta verdad, profundidad y tiempo para descansar y reflexionar hacia dónde vamos y qué encontraremos al final de este camino. No tenemos claro el propósito de todo esto, ni nos damos tiempo para pensarlo.
La mayoría llevamos vidas superficiales, sin autenticidad ni significado. ¿Por qué nos levantamos cada mañana? ¿Por qué hacemos lo que hacemos? ¿Para qué tanto esfuerzo? Los maestros nos dicen que nos agotamos por una ilusión, porque trabajar para el mundo es trabajar por algo que nunca será nuestro y que al final tendremos que dejar atrás.
Vivimos en una ilusión que nos hace creer en una felicidad permanente en cosas transitorias. ¡Solo el ser humano, en su necesidad, puede ser tan incoherente, creyendo que las cosas materiales le proporcionarán una felicidad duradera! Esta ilusión nos hipnotiza y engaña con falsas promesas. Nos falta sabiduría para darnos cuenta. ¿Dónde está nuestra prudencia, nuestro sentido común, nuestra comprensión profunda? Sardar Bahadur en La ciencia del alma dice:
Los satsanguis deben adquirir el hábito de pensar, de pensar con lucidez. Son muy pocas las personas que piensan.
Maya, la ilusión, le da al mundo una importancia que no tiene, haciéndonos vivir como si fuéramos eternos, como si nunca tuviéramos que morir. Pensamos que cuando pase esta mala racha, nuestras circunstancias mejorarán. Pero mientras tanto, los días pasan y con ellos, la vida. ¿Qué sentido tiene?
Desde una perspectiva material, la vida no tiene sentido, pero no nos damos cuenta. Seguimos esperando que la ‘vida de verdad’ llegue algún día, olvidando que cada día que nos despertamos es, de hecho, nuestra vida. La tratamos como si fuera un ensayo, diciéndonos a nosotros mismos que justo cuando hayamos acabado de hacer lo que tengamos pendiente, en ese momento, podremos dedicar nuestras energías a lo que realmente queremos hacer.
Pero ese mañana con el que soñamos nunca llega, porque lo que tenemos cada día delante de nosotros es ese mañana con el que soñamos: es la vida. Lo que nos sucede cada día es la vida real, una vida que se nos ha dado con un propósito determinado, y que nosotros seguimos tratando como si fuera un ensayo hasta que un día cuando cumplimos sesenta o setenta años, nos encontramos con un reloj, miramos hacia atrás en el tiempo y nos damos cuenta de que todos esos años esperando la vida de verdad eran, de hecho, “la vida”. Un dicho sufí, expresa:
Tu vida es como el agua de un arroyo. ¿Puede acaso el agua que ya ha pasado volver atrás?
¿Puede el agua del arroyo volver atrás? la respuesta es ‘no’. Un día mal aprovechado es una oportunidad perdida de empezar a vivir de verdad, de tratar cada día con la profundidad que merece. Debemos averiguar quiénes somos y qué hacemos aquí. Y ¿quiénes somos? Ahí es donde tenemos que empezar a buscar. En Sant Mat, los maestros nos enseñan a averiguar cuál es el objetivo de nuestra vida como seres humanos. Es decir, descubrir quién somos. Para lo cual es imprescindible fijar las prioridades en función de ese objetivo y aprender a caminar, poco a poco, hacia él.
A Séneca se le atribuye esta frase: “No hay viento favorable para el barco que no sabe adónde va”. Así de importante es el objetivo: cada paso tiene sentido solo si nos lleva hacia el objetivo previsto. ¿Cuál es el nuestro? Hazur Maharaj Ji en Perspectivas espirituales, vol. I, dice que “… el objetivo principal de la vida es realizar a Dios”. Y continúa:
Esta forma humana (…) se nos da precisamente con ese propósito. Este es el único deber de la forma humana, porque solamente en la forma humana podemos viajar por el camino que nos lleva a nuestro destino y alcanzar nuestro objetivo. En otras formas nunca podemos hacerlo.
… El privilegio de volver al Padre solo puede lograrse en la vida humana.
Pero no es un privilegio especial, ni un regalo que se haya concedido a unos cuantos seres humanos en particular, es la condición de la humanidad. El Señor está en el interior de cada uno de nosotros, no importa la religión o la cultura en la que podamos haber nacido. Precisamente ‘ser el templo del Dios vivo’, significa que Dios reside en el interior de la forma humana, que cada ser humano participa de la esencia de su Creador y que puede tener, por lo tanto, acceso a él.
Esta capacidad, nos dice el Gran Maestro en Joyas espirituales: “… le ha sido dada al hombre y solo al hombre, y es ahí donde reside su grandeza…”.
Los maestros nos dicen que nuestro verdadero objetivo como seres humanos, está en función de nuestra verdadera naturaleza que no es material sino espiritual, somos algo más que un cuerpo y una mente, somos alma, espíritu, porque nuestro verdadero origen es Dios. En el libro Espiritualidad básica, leemos:
Igual que el pez necesita agua fresca para vivir y el león necesita libertad, así también los seres humanos, para sentirnos bien y desarrollar todo nuestro potencial, necesitamos alimento espiritual. La llave de la felicidad consiste en devolver a nuestras vidas la espiritualidad que una vez perdimos.
¿Cómo vamos a conseguir esa felicidad viviendo una vida material, controlados por las pasiones y los instintos, cuando no somos eso? Necesitamos honrar nuestra naturaleza y volver al Padre; eso es lo que necesitamos, es nuestra ‘agua de la vida’.
Hazur Maharaj Ji en Perspectivas espirituales, vol. I, dice: “Nuestro principal objetivo es dejar esta creación, porque somos absolutamente desdichados en ella”. Y en el libro The Master Answers leemos:
Está claro que a no ser que nos fundamos de vuelta en Él, nunca podremos liberarnos del cautiverio de este mundo. Nadie es verdaderamente feliz en él. Con todo lo que hemos conseguido, aun así, no somos felices (…) este mundo está lleno de desgracia y de agonía, por mucho que queramos convertirlo en un paraíso (…) Así que creo que nuestra búsqueda va en la dirección equivocada (…) y a no ser que encontremos esa felicidad en nuestro interior, la vida no merece la pena ser vivida.
Este mundo está lleno de desgracia y agonía por mucho que queramos convertirlo en un paraíso, nos dice Hazur Maharaj Ji; este no es nuestro mundo, y la dirección en la que va no es la nuestra. Tenemos que dejar de mirar hacia fuera y empezar a mirar hacia dentro, cambiar el enfoque, porque si no “la vida no merece la pena ser vivida”.
Por tanto, sabemos cuál es nuestro objetivo, y en función de él debemos ordenar nuestras prioridades. Harry Emerson Fosdick decía: “No hay caballo que nos conduzca a algún lugar hasta que no se le han colocado las riendas. No hay vida de provecho sin que sea centrada, dedicada y disciplinada”. Grandes resultados requieren grandes cambios. Y en Joyas espirituales, el Gran Maestro dice que en el momento de la iniciación, nuestras vidas y prioridades deben cambiar radicalmente, poniendo la meditación como nuestra principal obligación diaria.
“El objetivo principal de la vida es realizar a Dios”, leemos en Perspectivas espirituales, vol. I. Esto significa que nuestra escala de valores y prioridades debe dar un vuelco. La meditación tiene que convertirse en nuestra obligación principal. Todo lo que hacemos debe favorecer la meditación; si no, debemos descartarlo. La meditación es la herramienta para cumplir con el propósito de la vida humana. Hazur Maharaj Ji en Muere para vivir afirma:
Limítate a cumplir con tu meditación. No hay otro camino; no hay otro atajo. Haciendo la meditación, progresas automáticamente hacia tu destino, y te conviertes en otro ser y pierdes tu identidad. La meditación es el único remedio.
Todo se reduce a si meditamos o no. Nuestra vida debería ser así de sencilla. Si amamos al Señor, no podemos tener otra prioridad. Aprender a caminar por este sendero significa no tener otra prioridad. Sant Mat no nos pide abandonar nuestras vidas ni obligaciones mundanas, solo nos pide que les demos la importancia que tienen y las pongamos en valor.
Entender este sendero es una cosa; caminar y profundizar en él, otra. La teoría es fácil, la práctica no tanto. El mundo nos pondrá a prueba, revelando cuánto deseamos alcanzar nuestro objetivo y cuánto estamos dispuestos a sacrificar. Estas pruebas nos mostrarán nuestra verdadera posición. La reacción y acciones frente a estas pruebas clarificarán nuestro sitio. Entender las enseñanzas es una cosa, caminar por este sendero es otra; teoría y práctica son dos mundos distintos.
La vida nos pondrá en nuestro sitio y, desde ahí, debemos empezar a aprender a caminar. Aprender a no dejar que los errores cometidos, los altibajos de la vida o los intereses a corto plazo se conviertan en obstáculos que nos desvíen de nuestro camino. Como dicen todos los maestros, debemos aprender a no dejar nunca que nada se interponga entre nosotros y nuestro Creador.
No deberíamos perder el equilibrio en tiempos de dolor y tristeza, pues en poco tiempo pasarán. Caeremos muchas veces y otras tantas nos tendremos que levantar. El camino hacia el éxito está lleno de fracasos, y debemos aprender a continuar a pesar de todo, sin dejar de intentarlo y sin permitir que nada se interponga. Sardar Bahadur en La ciencia del alma dice:
Intenta hacer lo mejor que puedas y no te preocupes, pues sea lo que sea lo que pase después, será en beneficio tuyo. Con fe y confianza en el corazón, sigue adelante.
En el libro The Master Answers, leemos: “Nunca deberíamos sentirnos culpables. Deberíamos dedicar más tiempo a la meditación y esperar a que los malos días pasen”. Meditar y esperar a que los malos días pasen, porque pasarán. ¡Que nuestras acciones nos definan, no nuestras palabras, y que nada se interponga entre nosotros y nuestro Creador!
Esta vida nos parece real, pero los maestros dicen que vivimos en una ilusión, un sueño de una noche. Calderón de la Barca decía: “Sueña el rico en su riqueza (…) Y en el mundo, en conclusión, todos sueñan lo que son, aunque ninguno lo entienda”. Y en el libro Sultán Bahu, leemos:
Toda esta representación no es sino el sueño de una noche, y ahora te he despertado.
Sant Mat nos enseña a ver este mundo como una representación y a descubrir la realidad más allá de ella. Los maestros nos dicen: Despierta, este cuerpo con el que te identificas no eres tú, este mundo no es el tuyo. Descubre quién eres en realidad y vuelve al mundo que por derecho te pertenece. Deja de ser esclavo de los sentidos y libérate de sus cantos de sirenas.
La rutina diaria y las prisas ocultan muchos sentimientos profundos y la importancia de este nacimiento humano. Hacer cotidiano lo profundo pasa por integrar la meditación en nuestra vida, dándole su espacio. Este sendero no es de conceptos, sino de realidades nacidas de la experiencia. En Sant Mat no hay nada que interpretar, solo mucho que practicar. Nuestras experiencias deben ser propias, no basadas en las de otros. Este nacimiento humano es una oportunidad extraordinaria.
Sardar Bahadur dice en La ciencia del alma:
El verdadero valor del cuerpo humano se aprecia después de la muerte, cuando el ser humano se arrepiente de haber desaprovechado su más preciosa posesión.
Este cuerpo humano es nuestra posesión más preciosa, la oportunidad de nuestras vidas, ¡si tan solo fuéramos conscientes de eso!
En la revista Spiritual Link (julio 2010) leemos: “El boxeador no se sube al ring anticipando la derrota. Sube sabiendo que le golpearán y le harán daño, pero con la voluntad de alcanzar la victoria sea cual sea la probabilidad”.
Debemos seguir intentándolo, como el boxeador con mentalidad de ganador. Como Hazur Maharaj Ji nos recuerda en el libro En busca de la luz:
Un pequeño cambio en el ángulo de visión puede marca toda la diferencia.
Un pequeño cambio y pasaremos de pensar “no puedo” a “la batalla está ganada”. Con ese cambio, veremos la vida y a nosotros mismos de otra manera, valoraremos este nacimiento humano y viviremos plenamente cada día.
En este mundo imprevisible, la vida puede ser difícil, pero debemos demostrar nuestra fortaleza. No esperemos a que pase la tormenta; aprendamos a bailar bajo la lluvia. Estos son los momentos en los que debemos manifestar nuestra fuerza interior, ser dignos hijos de nuestro Padre y seguir bailando bajo la lluvia.
¡Que la firmeza de su palabra nos dé la fuerza para cumplir con la nuestra! ¡Que nada se interponga nunca entre nosotros y nuestro Creador!