Los regalos del maestro
Aquel en quien mora la verdad, realmente practica el Nam y dice la verdad. Él mismo pisa el sendero del Señor y guía a otros a este sendero.
Filosofía de los maestros. (Abreviado)
¿Qué sabemos realmente sobre el maestro? La mayoría de nosotros sabemos muy poco sobre quién es en verdad. Cuando el maestro se acerca a nosotros como un ser humano, podemos olvidar su verdadera identidad. Nos enfocamos en su apariencia, en su sentido del humor, en sus acciones mundanas, y olvidamos el significado que hay tras él: su forma interior, el Shabad. Debido a nuestra inmadurez espiritual, analizamos sus palabras y acciones creando nuestras propias interpretaciones de quién es y de cómo debería actuar.
Sin embargo, las palabras del maestro no se entienden mediante el análisis mental, sino que se reciben como un regalo, una luz directa al corazón. El maestro es nuestro amigo, maestro y guía divino. En el libro El sendero de los maestros, su autor nos dice:
El maestro es el instructor, luz e inspiración de todos, lo sepan o no. Quien lo conoce es afortunado, se dé cuenta o no. Solo su gran amor lo une a todos los seres humanos, animales y seres vivos. Él es tanto el maestro de los seres humanos como su servidor, aunque nunca está encadenado por ataduras humanas (…) Ama, pero con un desapego sereno. Al amar de este modo puede dar un amor más grande que cualquier otro ser humano, sin llegar a hacerse esclavo de los objetos de su afecto.
Solamente se inclina en humilde sumisión al Señor supremo, Sat Purush, cuya voluntad soberana es la única ley que reconoce el maestro. Esa y la más universal de todas las leyes: el amor.
El amor incondicional de nuestro maestro es el regalo más grande que tenemos en esta vida. Él nos dedica su vida por la simple razón de que nos ama. No mira nuestros pecados; nos acepta tal como somos. Nos despierta del sueño del mundo y nos enseña cómo podemos llegar a ser uno con el Creador.
Constantemente nos da su tiempo, sus enseñanzas y su amor. Hay un dicho conocido, que expresa: “El regalo de Dios para nosotros es la vida, y lo que hacemos con esta vida es nuestro regalo para él”. Los santos enfatizan una y otra vez que la forma humana es preciosa, y que la hemos recibido puramente por la gracia del Señor. Nos recuerdan que no desperdiciemos nuestro tiempo, porque solo en esta forma podemos unirnos y regresar a él. Ninguna otra forma de vida tiene esta capacidad y privilegio.
Ahora la pregunta es: ¿Qué estamos haciendo con nuestra vida?, –su regalo–. Cada día que vivimos en este mundo, el maestro nos bendice. Sus bendiciones diarias toman muchas formas, y algunas están tan disfrazadas que no reconocemos su generosidad. Sin embargo, todos los regalos del maestro nos acercan más a ese regalo final: nuestra liberación de este mundo físico.
Después de miles de vidas, hemos sido bendecidos con esta forma humana. Nuestro nacimiento humano es el primer gran regalo. Es esta forma humana la que Dios ha creado como la única vía de escape de este mundo físico. Al haber sido bendecidos con la forma humana, también se nos brinda la excepcional oportunidad de la liberación, pues somos la única especie a la que Dios ha distinguido con el sentido del discernimiento. Nos ha dado un cuerpo y una puerta hacia la libertad, y luego nos ha hecho comprender que no somos libres y que debemos ser liberados.
Para ayudarnos en esa liberación, su siguiente regalo es enviarnos un satgurú, que envuelto en carne y hueso desciende a este mundo para redimirnos. Aunque está en un cuerpo físico, nuestro salvador no está encarcelado como nosotros, así que es nuestro único amigo verdadero y protector en esta vida. La gracia del Señor envía a los santos a nosotros y también es su gracia la que nos atrae hacia su presencia. Sabemos que nunca podremos encontrar nuestro camino de regreso por nuestra cuenta; necesitamos a alguien, necesitamos un amigo, alguien que aminore nuestro ego, alguien que nos tome de la mano y nos ayude a mantener nuestro equilibrio.
La amistad del maestro, su iniciación, no es un regalo pequeño, pero a menudo su valor parece demasiado sutil para nuestras demandas mundanas. Algunos de nosotros ni siquiera lo reconocemos, porque no está empaquetado de la manera que esperábamos. Algunos de nosotros ni siquiera desenvolvemos el regalo para ver qué hay dentro. Ni siquiera leemos la tarjeta de instrucciones que viene adjunta a ese regalo. Guardamos el regalo sin abrir en el cajón superior del armario y lo olvidamos. Maharaj Jagat Singh Ji dice en La ciencia del alma:
Uno no se hace satsangui por el mero hecho de recibir la iniciación. Tiene que moldear su vida con arreglo a los principios del satsang.
En el libro Sultán Bahu, leemos:
Si practicas el verdadero nombre de Dios, toda la felicidad será tuya, oh Bahu, en este mundo y más allá.
La iniciación es, por lo tanto, un punto de inflexión en nuestras vidas, un renacimiento en niveles más altos de conciencia, un proceso de transformación. Con nuestra iniciación, comienza la gracia laboriosa del maestro despojándonos de nuestras capas de ego, de nuestros deseos y apegos acumulados vida tras vida.
Para comenzar nuestro proceso de limpieza, la gracia del gurú primero fluye hacia nosotros en la forma de los cuatro votos que adoptamos en la iniciación. Al principio, no tenemos una apreciación completa del valor de estos cuatro votos: seguir una dieta lactovegetariana; abstenerse del alcohol, productos del tabaco y drogas, incluidos los productos canabinoides; llevar una vida moral; y realizar dos horas y media de meditación diaria. Pero con el paso de los años, nos damos cuenta de que el maestro perfecciona nuestra práctica de esos votos para que podamos empezar a recibir los beneficios de esos regalos extraordinarios y hacer nuestra meditación.
Hemos escuchado muchas veces que la relación entre maestro y discípulo no empieza con la iniciación sino antes; el maestro está con nosotros desde nuestro nacimiento y nos cuida desde ese momento. Cuando somos iniciados, esa relación se convierte en una fuerza activa en nuestras vidas.
Los santos dicen que no estarían en ningún lugar sin sus discípulos, aunque, por supuesto, son los discípulos quienes no estarían en ningún lugar sin el gurú. ¡Mantenemos al maestro tan ocupado! No hay límite para sus esfuerzos por intentar levantarnos y animarnos para que vayamos en la dirección correcta. La mente nos causa problemas continuamente, y a menudo parece que estamos en una batalla constante con algún tipo de problema. Ya sea que estemos luchando con nuestro destino, culpando al Señor porque no se cumplen nuestros deseos, o simplemente luchando con nuestras relaciones personales.
Al proceder así, no le damos al maestro y a sus enseñanzas una verdadera oportunidad, y la fuerza y el coraje que podríamos obtener de nuestra relación con él, se pierden. Esto es lamentable, pero es cierto y nuestras acciones lo demuestran. No nos esforzamos en la meditación y comprometemos los principios de Sant Mat tan pronto como tenemos un pequeño problema en nuestras vidas. Constantemente buscamos atajos en la vida y en el camino espiritual para evitar hacer lo que realmente él nos pide que hagamos. En realidad, ni siquiera le estamos dando al maestro la oportunidad de ayudarnos. Sin embargo, él no está aquí para ponernos dificultades. Ningún padre amoroso le haría eso a sus hijos, y los santos no tienen más que amor infinito por sus discípulos.
Debemos desarrollar una confianza plena en el maestro y creer sinceramente que las instrucciones que nos da, son para nuestro propio beneficio; no son para el maestro. Cuando ponemos esas instrucciones en práctica de todo corazón, nuestra fe limitada comienza a hacerse más firme. Cualquier cosa que el maestro nos pida que hagamos, en realidad es el camino más corto hacia la salvación. Él no quiere que estemos aquí un segundo más de lo necesario. De hecho, su propio seva no está completo hasta que todos sus discípulos, de los que es responsable, hayan alcanzado sach khand. Así que démosle al maestro la oportunidad de ayudarnos. Creamos de corazón que siempre está haciendo lo mejor para nosotros. Trabajemos con nuestro maestro, no contra él.
El maestro nos anima a mantener un equilibrio entre los deberes mundanos y los deberes espirituales. Si examinamos nuestra vida, ya sea en casa o en el mundo laboral, encontramos que la familia y el trabajo son las dos cosas a las que dedicamos la mayoría de nuestro tiempo. Desafortunadamente, el estilo de vida moderno en general no fomenta la quietud y la vida simple. Estamos tentados a comprar más y más, más grande, mejor, más nuevo. El resultado final es menos tiempo libre, más estrés, más angustia. Para lograr el equilibrio, una vida simple es todo lo que se espera de nosotros. Tenemos que hacer nuestro deber, sí, pero siempre recordando que todo aquí es perecedero, efímero. Necesitamos comprender que solo somos administradores en nombre del Señor. Tenemos este cuerpo, esta familia, estas posesiones, pero nada, absolutamente nada nos pertenece. Nuestro trabajo principal es la meditación y vivir en el ambiente de la meditación. Si hacemos nuestra práctica de meditación regularmente, entonces como consecuencia nuestra vida mundana también se equilibra. Aunque para lograr ese equilibrio verdadero del que habla el maestro, es posible que tengamos que renunciar a cosas innecesarias, tal vez menos internet, tal vez menos WhatsApp, tal vez ver menos televisión, tal vez ir menos de compras, etc., para que podamos encajar todos los deberes necesarios en nuestro día a día
En Spiritual Perspectives, vol. III, Hazur Maharaj Ji nos recuerda:
Tenemos que cumplir con todas las responsabilidades y deberes, pero, por encima de todo, tenemos un deber hacia el Señor y debemos cumplirlo sin sacrificar ninguno de los demás.
Baba Ji también ha comentado, parafraseando, que el criterio para cualquier cosa en nuestras vidas debería ser preguntarnos: ¿Esto me llevará hacia el Señor o me alejará de él?
Aunque buscamos un equilibrio en nuestras vidas, no es una tarea fácil. Las prioridades mundanas no cumplirán nuestros anhelos más profundos. Nuestra meditación y enfoque en el maestro, sí nos ayudarán a mantener nuestras vidas en equilibrio. Centrarnos en nuestra vida espiritual fortalecerá una respuesta amable y amorosa a los deberes de todos los karmas que debemos atravesar.
La meditación es el regalo más valioso del maestro, por lo que debemos esforzarnos por mantenerla viva, renovarla y aplicarla adecuadamente en nuestra vida, revisando continuamente su práctica. Para alcanzar este objetivo con éxito, es esencial considerar cuatro factores: disciplina, concentración, paciencia y prioridad.
Con relación a la disciplina, una mente fuerte y clara aprende a rechazar las demandas interminables de los sentidos, y posee la fuerza de voluntad necesaria para adherirse a los principios de la espiritualidad. El alma vuela hacia el amado en las alas de la disciplina y la devoción. Sin ellas, caerá al suelo.
La concentración significa llevar nuestra atención dispersa de lo múltiple a lo único. Nuestra cultura nos anima a hacer multitareas, a hacer muchas cosas a la vez, tal vez de manera deficiente. En cambio, en Sant Mat se nos dice que pongamos toda nuestra atención únicamente en una tarea, y que en la meditación entrenemos nuestra atención para mantenerla enfocada en una sola cosa: el simran.
Respecto a la paciencia, observamos que en este mundo estamos condicionados a esperar resultados rápidos en todo lo que hacemos. Sin embargo, nada de valor se alcanza sin un esfuerzo largo, paciente y persistente. Literalmente tenemos que transformarnos a nosotros mismos, desapegarnos del mundo y apegarnos al Señor, y eso ocurrirá gradualmente haciendo nuestra meditación durante toda la vida. Sant Mat no es una un esprint, es como un largo y sostenido maratón. Es solamente el ego el que nos empuja a buscar resultados inmediatos.
Y finalmente, prioridad. Frente a todas las exigentes preocupaciones de la vida moderna, tenemos que eliminar lo menos importante y enfocarnos en lo más importante en nuestra vida: la meditación.
Los maestros a veces describen el camino de Sant Mat como una lucha. Porque a lo largo de nuestras vidas, a través de la mente, hemos desarrollado muchos patrones de comportamiento y hábitos que ahora son un verdadero obstáculo. Por ejemplo, la mente ha tomado tal protagonismo, ha sido dominante durante tanto tiempo, que hemos llegado a creer que somos mente. Nos identificamos con ella y pensamos que nos ayuda a resolverlo todo, de modo que la mente se percibe a sí misma como la hacedora.
Nuestra mente piensa que es la hacedora. Hace planes y cree que está haciéndolo todo. Se estresa y se agota al ordenar los planes y cuando no funcionan, se estresa aún más intentando resolverlos. Todo lo que realmente tenemos que hacer es fortalecer nuestra fuerza, nuestra fe, y luego rendirnos a la voluntad del Señor. Eso es todo. El Señor tiene el mejor plan, y el poder para llevarlo a cabo.
Necesitamos recordar que los planes de Dios funcionan; los nuestros no. ¿Cuánto tiempo más queremos hacer oídos sordos a todo esto? ¿Podemos imaginarnos la felicidad de no querer ni desear nada en esta creación? ¡Pensemos en la libertad y plenitud de estar con nuestro maestro! ¡Que felicidad sería no sentirnos solos, sino siempre felices por encima de cualquier circunstancia de la vida! Para disfrutar de esa felicidad, ¿queremos esperar hasta que agotemos nuestras energías bailando al ritmo de la mente, hasta que nos cansemos de intentar ser felices? ¿Por qué no escuchar al maestro?
Los maestros vienen con su infinita misericordia para desapegarnos de la creación, pero nunca usan la fuerza. No es su método. Usan amor, compasión y perdón. Solo usan una dulce persuasión, rogándole al discípulo que se salve a sí mismo. Entonces, ¿no es hora de que prestemos atención a lo que los maestros intentan decirnos?
Alguien una vez se quejó a Hazur Maharaj Ji de que el camino de Sant Mat es muy difícil. Y él contestó que no es difícil sino largo. Por tanto, aunque el camino sea largo, no es el momento de perder la esperanza. Todo lo que podemos hacer es poner nuestro mejor esfuerzo, al mismo tiempo que confiamos en que nuestro progreso espiritual depende completamente de su gracia.
A medida que la vida continúa, reconocemos las preciosas bendiciones que el Señor nos ha otorgado. Estar en la presencia del maestro, tener la oportunidad de visitar Dera, asistir a satsang, hacer seva, todo es un regalo suyo para nosotros. En este mundo de dolor y sufrimiento, somos afortunados de tener un maestro que nos guía a través de nuestra vida cotidiana, que nos da fuerza, aliento para realizar nuestro verdadero propósito en esta vida.
Nos sentimos agradecidos por todo lo que el maestro hace por nosotros; aprendemos a mostrar nuestro agradecimiento viviendo las enseñanzas y luego practicando sinceramente nuestra meditación. Todos los regalos que el Señor nos envía a lo largo de nuestra vida tienen el propósito de acercarnos más a él y a nuestra verdadera esencia. Es entonces cuando se rompe el encierro de este mundo, nos elevamos por encima de nuestros deseos, guiados por nuestro fiel amigo, nuestro maestro, y nuestra alma abre sus alas y volamos sin restricciones hacia nuestro verdadero hogar.
Así pues, el regalo más precioso del satgurú es la liberación: nuestra alma brilla en su verdadera naturaleza, y libre regresa a su hogar verdadero.
No puede haber felicidad para el alma ni descanso para la mente, ni siquiera en un sueño, si uno no medita en Dios y renuncia al deseo, que es la morada de la tristeza.
The Teachings of Goswami Tulsidas.