Bienestar mental y espiritual
Hasta que no consigamos paz interior, nunca podremos estar relajados ni ser felices. Y la meditación es la mejor forma de relajación que se puede tener. Nada relaja más que la meditación.
M. Charan Singh. Spiritual Perspectives, vol. III
Actualmente se habla mucho del tema de la salud mental. Y en el campo de la psicología, hay diversas ramas que proponen distintas medidas para lograr una relativa estabilidad mental. Sin embargo, generalmente en ninguno de esos modelos se toma en cuenta nuestro componente espiritual como humanos, o sea nuestra alma.
Y aunque la palabra psicología significa etimológicamente ‘ciencia del alma’, esa ciencia por el momento suele estar reducida al estudio de comportamientos externos, y no del alma.
Esto no quiere decir que la búsqueda de la paz mental sea nueva, sino que la sociedad occidental ha empezado a estudiarla hace relativamente poco tiempo. Anteriormente, este tema era tomado en serio solo por las filosofías orientales o, si acaso, por algunos filósofos occidentales. Es por eso que, si queremos un método efectivo para lograr la paz mental, debemos acudir a los místicos, que la han estudiado desde los inicios de la civilización. Ellos dicen que todos los que vivimos en este mundo sufrimos de la enfermedad de este mundo, la ilusión, a la que el hinduismo denomina maya.
Los místicos nos hacen ver que todo aquí está sujeto a cambio. Así que si buscamos equilibrio y paz verdadera, es imposible hallarlos en el exterior. La cura definitiva a esta enfermedad del mundo no puede ser del mundo; tiene que venir de algo más elevado. Por lo tanto, además de procurar un equilibrio mental, necesitamos algo que nos lleve a trascender nuestra consciencia, la que normalmente conocemos aquí.
Nuestro estado habitual de conciencia se caracteriza por el funcionamiento de una mente despierta y enfocada en el mundo exterior, donde estamos constantemente activos generando pensamientos sobre nuestro entorno. En este estado de constante actividad mental, existe una pasividad o inercia espiritual, ya que la mente nos mantiene en un bucle sin fin. El hábito de crear deseos y perseguirlos, o crear problemas y resolverlos, nos mantiene en un proceso interminable, sin llegar nunca a un fin verdadero y ni mucho menos a alcanzar la paz o estabilidad que nuestra alma añora. Los místicos nos dicen que esa inercia o sopor espiritual es lo que mantiene la enfermedad de maya. Si únicamente practicamos esa forma de ser, seguiremos afligidos por toda clase de neurosis y preocupaciones. Peor aún, ese patrón se repetirá eternamente si no buscamos una cura. Sin embargo, podemos trabajar en nuestro bienestar mental y espiritual, pues tenemos el poder de discernir y tomar decisiones y los místicos nos ofrecen la cura, en contraposición a las soluciones que nos ofrece el mundo, que se enfocan mayormente en el exterior. Lo que debemos hacer es mirar dentro de nosotros para descubrir las causas de nuestros comportamientos problemáticos y, de igual forma, mirar aún más profundo para hallar la solución a ellos.
La realidad es que la mente, al igual que el cuerpo, puede sanar sus heridas por sí misma siempre y cuando tengamos buenos hábitos. La mente tiene sus propios sistemas para conectarnos con nuestra verdad, como la conciencia moral. Pero al igual que no podemos aspirar a un cuerpo saludable si lo alimentamos con comida “basura” y no le damos suficiente descanso, tampoco podemos tener una mente sana si constantemente la exponemos a información poco beneficiosa o nociva, y sobre todo si no sabemos pausarla para reflexionar y meditar.
Debemos cuidar a nuestra propia mente, así como cuidaríamos la mente de un niño pequeño, pues nuestra mente sigue siendo casi igual de impresionable a pesar de que seamos adultos. Para esto sirven los votos que nos dio nuestro maestro. Seguirlos nos permite apegarnos con facilidad al voto de la meditación diaria, y al practicarla podemos aprender a pausar la mente ordinaria y prestar atención a lo que hay más allá de ella.
Siguiendo las instrucciones de nuestro maestro podemos conectar la consciencia con su propio origen, que es el Verbo. Este es, finalmente, el poder que puede elevar nuestra atención. Es la cura que nos recetan los maestros para la enfermedad de maya. El Verbo es el sonido que reverbera en nuestro interior, y prestarle atención nos lleva de vuelta a reconocer nuestro verdadero ser. Este sonido también se denomina Shabad, Palabra o Nombre de Dios, y es el misterioso poder mediante el cual Dios sostiene la creación.
Esta práctica de escuchar atentamente el Shabad se llama bhajan, y significa literalmente “adoración”. Concentrando nuestra atención en él, nuestra alma reconoce su propia esencia y se une a él. Integrar esta práctica mística en nuestra vida diaria pone nuestra mente en equilibrio, y nos capacita para vivir lo cotidiano con mayor plenitud.
Por tanto, ese es el antídoto que nos dan los maestros contra el veneno de maya. Ellos reconocen que en nuestra sociedad actual reina el materialismo y el culto al ego. La importancia que se da a la adquisición de bienes materiales y al reconocimiento social refuerzan la idea de que la felicidad proviene de esos logros externos. Hace falta redefinir nuestros valores, y encontrar significado más allá de las posesiones materiales para contrarrestar el impacto negativo de maya.
Nuestra situación actual se asemeja a un gran chiste cósmico. Una broma que nos aplica el gran ilusionista, y creador de este mundo. Vida tras vida caemos de nuevo en su broma por estar distraídos con las formas del mundo. Y al llegar la muerte nuevamente él se burla, y nos dice: ¿De verdad otra vez creíste que esta vida era eterna?
Por esto, es clave mantener un agudo discernimiento y estar siempre alertas. Un buen discernimiento nos puede evitar caer de nuevo en ese engaño, y nos permite distinguir entre la mente inferior, que es verbosidad pura, y el Shabad que es pureza absoluta.
El discernimiento es una virtud de la mente superior que nos permite diferenciar el bien del mal, lo verdadero de lo falso, y lo eterno de lo efímero, por lo tanto, es la base de toda sabiduría y moralidad. Si nos imaginamos que nuestra situación en este mundo es como estar perdidos en una densa vegetación espinosa, el discernimiento es como un machete que nos ayuda a abrirnos paso hasta regresar a un sendero seguro y fácilmente transitable para nuestra alma. Sin embargo, una vez que nuestra alma encuentra este sendero místico y lo acepta gracias al discernimiento, incluso esa parte de la mente superior debe guardar silencio, sobre todo durante la meditación.
Una vez que nos sentamos a meditar, nos damos cuenta de que el mayor obstáculo en la concentración es la mente. La mente es extremadamente verbosa y ruidosa –si fuera una persona diríamos que habla hasta por los codos–, por lo tanto, la forma de silenciarla es no caer en su propio juego, y alterar las reglas a nuestro favor. Para ello, en lugar de darle más atención discutiendo con ella y corriendo tras sus pensamientos, necesitamos desarrollar la facultad de poder simplemente voltear nuestra atención en otra dirección. Y esto lo hacemos mediante el simran y bhajan.
Es bien sabido, incluso en términos mundanos, que nos volvemos como aquello a lo que le prestamos atención. Y de igual forma, sabemos que nuestra atención hace crecer las cosas. Por ejemplo, puede hacer crecer un negocio, una pasión, una familia, una idea, etc. La atención es lo que le da existencia a cualquier cosa en nuestra experiencia. Por lo tanto, nuestra atención es nuestra posesión más preciada y más poderosa. Y de hecho, es nuestra única verdadera y eterna posesión, aunque, desafortunadamente, tendemos a no valorarla y desperdiciarla en cosas vanas.
Todo en el mundo exterior parece diseñado para captar y retener nuestra atención de alguna forma. Desde nuestras necesidades físicas, como el hambre o el cansancio, hasta nuestras relaciones, intereses, deseos y posesiones materiales. Por eso, resulta tan difícil recoger nuestra atención y darle la espalda al mundo, al que estamos tan acostumbrados a perseguir.
Sin embargo, el simran es realmente poderoso, pues es un método que inteligentemente aprovecha la facultad de la mente de repetir palabras constantemente, y la usa a favor del progreso espiritual. La repetición de los nombres en el centro del ojo espiritual, tiene la capacidad de recoger toda nuestra atención en ese punto, y una vez ahí se vuelve posible captar el Shabad o Verbo.
El bhajan, o adoración, se llama así porque su nombre indica la forma en que hay que prestar atención al sonido. Existen tantas formas de prestar atención como emociones humanas, y la emoción e intención que ponemos al prestar atención determina los resultados que obtenemos. Podemos mirar algo con curiosidad, o con deseo, o con enojo, o con admiración, etc. Pero sin duda alguna, la que más conduce a una concentración total, es la atención amorosa o devoción.
Cuando miramos algo con devoción, es como si nuestra alma reconociera que comparte una parte de su esencia con eso que miramos. La devoción es similar en su dulzura al enamoramiento, pero este sufre de muchas limitaciones externas, mientras que la devoción al Verbo es una dedicación sin límite alguno. En referencia a esa dulzura, muchos místicos se han referido al Verbo como un néctar de inigualable dulzura que nos hace perder el interés por los placeres del mundo. Por ejemplo, el Gran Maestro en Joyas espirituales dice:
Mediante la repetición de los nombres y la audición de la corriente del sonido, la mente puede ser entrenada para mantenerse en el centro del ojo y gozar de esa dulzura y felicidad que no ha experimentado antes.
Similarmente, en el libro San Paltu: Su vida y enseñanzas, leemos:
La dulce melodía del Verbo deja al mundo insulso y sin sabor. ¿Cómo devolver a la vida mundana a quien ha sido tocado por el Verbo? Su meta ha sido cumplida y nada le importa el mundo.
Así como a veces brindamos toda nuestra atención al mundo, también muchas veces vivimos queriendo que el mundo nos de atención, que nos reconozca y admire. Sin embargo, sería mejor no esperar recibir nada del mundo y en su lugar dar; realizar buenas obras simplemente por humanidad, y como un medio para alcanzar nuestro máximo potencial. Con relación a esto, este sendero también brinda una perspectiva excelente, y es la del seva o servicio. En este sendero se utiliza el servicio como un medio para mitigar el egoísmo y la sed de reconocimiento. Se nos anima a ofrecer todos nuestros esfuerzos, dentro y fuera del sendero, como un servicio al maestro y a Dios, y de esa forma solo esperar a cambio más presencia suya en nuestra vida. En Joyas espirituales, el Gran Maestro expresa de forma muy bella:
El servicio tiene muchas recompensas, pero la más especial es que una persona se impregna de las cualidades de la persona a la que sirve.
¿Qué mejor incentivo podemos desear que el de parecernos más a nuestro querido maestro? Y en el caso en que, a pesar de todo esto, nuestra mente siga ocasionalmente anhelando la atención del mundo, la meditación del Shabad también es un santo remedio, ya que no hay atención más profunda que podamos brindarnos a nosotros mismos que la de liberar a nuestra alma de la ilusión. Los místicos nos aseguran que si practicamos su método fielmente, podremos resolver directamente nuestros anhelos, y obtener por añadidura la claridad para poder resolver nosotros mismos cualquier otra necesidad. A esto se refiere la cita bíblica que dice: “Buscad primero su Reino y su justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura”. (Mt. 6:33)
Meditar diariamente nos facilita llevar una vida en la que nuestro estado de consciencia está en profundo equilibrio. Además, la meditación diaria nos posibilita trascender la ilusión (maya) y el apego a este mundo, mediante el contacto con el Verbo o Shabad.