¿Por qué me pasa a mí?
Todo aquello que no deseamos que los hombres no hagan no se lo hagamos a ellos. Esta es la ley absoluta, el resto tan solo son explicaciones. Hillel ha-Babli. La vida es justa
Todos alguna vez hemos sufrido adversidades en la vida en forma de enfermedades o pérdidas. Puede que incluso ahora estemos pasando por una mala racha de esas que parece que no termina nunca.
¿Por qué me pasa a mí? Es la pregunta que se hace quien no sabe de los entresijos de la ley del karma o quien ni siquiera conoce esta ley. ¿Por qué me ocurren todas estas cosas, si me comporto correctamente…? Desde este punto de vista, es fácil caer en el lamento y en el victimismo y pensar cosas como: ‘¡Es tan injusto lo que me está pasando! ¡Qué pena de vida! ¡Si soy muy buena persona! ¿Cómo me ocurren estas cosas a mí?’.
Los altibajos forman parte de la vida y seguirán haciéndolo en el futuro. La cuestión es cómo los afrontamos y si somos capaces o no de mantener el equilibrio en tales situaciones.
Hay dos conceptos clave que tienen mucho que aportar al respecto. El primer concepto ya lo hemos mencionado: el karma, y el segundo es el libre albedrío. Son dos términos que pueden generar cierta polémica y no es de extrañar, porque en el fondo somos incapaces de comprenderlos. La cuestión que surge a menudo es que si son los karmas los que marcan el destino de cada persona, si todo está escrito, entonces ¿qué pinta ahí el libre albedrío?
Los maestros lo explican desde diferentes ángulos y le dan diferentes perspectivas. Por ejemplo, para entender que nuestro albedrío es limitado, argumentan la situación de una partida de ajedrez en la que el primer movimiento condiciona el resto de las jugadas de la partida; señalan que el único movimiento libre que pudimos hacer fue el primero, todos los demás quedan condicionados a este.
En el libro El evangelio de San Mateo (Mt. 10:30) leemos:
Pues hasta los cabellos de vuestra cabeza están todos contados.
Cabría pensar que si nuestro destino ya está escrito y si nuestro libre albedrío es tan limitado, ¿qué podemos hacer nosotros, si es que podemos hacer algo? Visto así parece que poco o nada podemos hacer. ¿O tal vez sí?
A primera vista no parece fácil la respuesta. Analicemos los siguientes ejemplos: Seguramente la gran mayoría de personas no tenemos ni idea del funcionamiento interno de nuestro teléfono móvil. Si alguien lo supiera podría explicárnoslo. ¿Pero, realmente, alguien tiene interés en saber cómo es su móvil por dentro? Si la placa base es un circuito impreso que contiene a los demás componentes, si la unidad de procesamiento central tiene tantos sensores… Nosotros lo que queremos es saber enviar mensajes, hablar por teléfono, hacer fotos…, y todo aquello que mejore nuestra calidad de vida.
Si nos invitaran a darnos una vuelta en un yate de lujo, ¿nos pondríamos a estudiar ingeniería náutica para saber cómo funciona el yate? No, simplemente nos relajaríamos en la cubierta a tomar el sol y contemplar el paisaje. ¡No nos complicaríamos mucho más! En cambio, respecto a la ley del karma y el libre albedrío, parece que tengamos que entenderlo todo en vez de relajarnos y sencillamente seguir las instrucciones del maestro. ¡Qué más da como funcione todo; ya nos iremos enterando! Afortunadamente el maestro deja muy claro todo lo que favorece o perjudica nuestra vida, tanto a nivel espiritual como mundano. Se trata sencillamente de tener en cuenta las pautas básicas que él nos da –los cuatro votos para ser exactos–, y si las seguimos, entonces podemos vivir tranquilos.
Pero nuestra mente tiende a perderse en los conceptos en vez de perderse en la experiencia. El libro Concepts & Illusions explica a través de un ejemplo la relación que hay entre el karma, el libre albedrío y el papel que juega el destino. Dice que, por ejemplo, ante una situación donde el karma requiere que nos rompamos una pierna, nosotros gracias al libre albedrío podemos escoger si vamos a salir de la casa por la puerta de delante o por la puerta de atrás, podemos decidir si vamos a empezar a andar primero con la pierna derecha o con la izquierda y cosas así, pero que el destino propiciará las circunstancias para que el karma pueda tener lugar. Sin importar si iniciamos el paso con la pierna derecha o izquierda, o si hemos escogido salir por la puerta de delante o la de atrás, el destino nos pondrá en una situación donde tengamos que resbalar y caernos. El resultado final será que nos romperemos la pierna y el karma se habrá cumplido.
Es cierto que la mente es muy dada a las interpretaciones y a las elucubraciones, y a veces en el afán de querer entender más allá de lo que realmente necesitamos entender, caemos en sus trampas. Una de esas trampas puede ser el adoptar una actitud poco comprometida ante la vida con la excusa que da igual lo que hagamos, que los karmas se pagarán igualmente y que no merece la pena esforzarnos para ser mejores ni tomar precauciones. Es una buena excusa para eludir nuestras responsabilidades. Pero eso no es lo que aconsejan los maestros.
Los maestros dicen que lo que sí está en nuestras manos es la actitud que tomamos ante los karmas y ante la vida en general. Nosotros podemos escoger…
En el libro Concepts & illusions leemos:
Tenemos libre albedrío para adoptar una actitud negativa o positiva, para llorar o reír, para estar contentos o tristes. Esto solo son emociones y actitudes. Las emociones y las actitudes pueden cambiar en un momento dado, pero las circunstancias o situaciones de la vida no pueden cambiar. Podemos creer que la aceptación o el rechazo de una situación cambiará el curso de nuestras vidas, pero eso es una idea equivocada. Nos encontraremos en la situación que el destino marque, independientemente de cuál sea nuestra actitud o emoción.
Parece que esta cita tampoco ayuda mucho a implicarnos y esforzarnos en tener la mejor actitud ante cada situación. Pero pensémoslo bien: en el caso de que en nuestro karma esté escrito que debemos tener un accidente y atropellar a una persona… ¿Cómo será más llevadera la situación? ¿Teniendo ese accidente yendo a la velocidad que marca la ley y conduciendo con prudencia? o ¿yendo a 160 km por hora bajo los efectos del alcohol?
El atropello tendrá lugar sí o sí, pero estaremos de acuerdo en que si hemos sido prudentes será mucho más fácil sobrellevar la situación. Nuestra conciencia estará más tranquila (incluso podremos entregar los resultados de esta acción a nuestro maestro) que si nuestra conducción hubiese sido temeraria.
El libro Concepts & illusions sigue diciendo:
La actitud que adoptemos puede ayudarnos a afrontar la situación, ya sea deprimidos o serenos. Dependiendo de si reímos o lloramos el momento puede aligerarse o empeorar.
Motivo suficiente para tener la mejor actitud en todo momento y ante cualquier situación, más allá de lo que al final acabe sucediendo.
Cuando tomamos perspectiva y nos situamos en el escenario de nuestra vida, vemos como nos van pasando los karmas en forma de acontecimientos, y observamos que unos son positivos y otros negativos. Sabemos que es el maestro quien administra los karmas. Él ya nos tiene preparado todo lo que vamos a disfrutar o soportar en la vida actual para que nuestro progreso espiritual se desarrolle de la mejor forma. En el fondo somos los responsables de esos karmas, son nuestras acciones de vidas pasadas las que estamos disfrutando o sufriendo. Así que no hay motivo para quejarse ni para enorgullecerse. Además, cuanto mejor actuemos y mejor nos lo tomemos, mejor los viviremos.
En un fragmento de la carta 187 del libro Luz sobre Sant Mat, Hazur Maharaj Ji nos dice:
En gran medida, nuestras vidas y relaciones están basadas en ajustes kármicos y otros factores que se hallan fuera de nuestro control. Nos juntamos debido a estos antecedentes, y a veces tenemos que pasar por situaciones y experiencias para ajustar cuentas kármicas, nos guste o nos disguste. En realidad, la vida en este mundo es como interpretar una obra; y si no olvidamos esto e interpretamos bien nuestro papel, seremos felices…
¡Esa es la actitud! La mejor manera de afrontar las perdidas o las ganancias es comportarse como meros espectadores de nuestra vida, y actuar como si le ocurriera a otra persona. Sin vivirlo en primera persona, sino como un actor que sabe que tiene que representar el papel que le han asignado lo mejor posible, y cuando termine la actuación será él mismo otra vez.
Hazur Maharaj Ji nos ponía el ejemplo de las nubes que ocultan el sol: cuando el viento se las lleva, el sol vuelve a brillar. Ese punto de equilibrio que deseamos conseguir ante los embates kármicos, solo nos lo puede dar la meditación; solo refugiándonos en los pies del maestro estaremos protegidos de la tormenta. Esta manera de pensar y actuar tiene que formar parte de nuestra vida.
Aparte de pasar por los karmas de destino en la actual vida, también podemos actuar sin realizar más karma. ¿Cómo? Pues haciéndolo todo como si fuéramos un representante del maestro, como si este cuerpo no fuera de nuestra propiedad, porque en realidad no lo es.
Actuamos como si el cuerpo que ocupamos nos perteneciera. Solo que no somos conscientes de que Dios nos lo ha prestado para cumplir con nuestro trabajo. Es como cuando alguien trabaja en una empresa y visita a un cliente para venderle el producto que tiene. No hay nada personal en si vende o no vende, simplemente hace el trabajo como un representante, de manera más impersonal. La empresa es la responsable de todo lo que el representante venda.
En un fragmento de la carta 222 del libro Luz sobre Sant Mat, Hazur Maharaj Ji nos dice:
El mejor medio de saldar los karmas y al mismo tiempo impedir la formación de otros nuevos, es hacer las cosas por deber. Esta actitud en la vida, juntamente con una asidua meditación, es el mejor procedimiento para contrarrestar la atracción del karma.
Cuando dice Hazur Maharaj Ji “la atracción del karma”, se refiere tanto a los positivos como a los negativos. Todos los tipos de karma influyen en nosotros. Por eso nos dicen los maestros que debemos hacerlo todo como un deber, sin pensar en los resultados ni esperar nada a cambio.
Esta es la mejor manera de andar por la vida sin crear karma nuevo. Claro está que crear nuevo karma, no es una cosa que entre en los planes de ningún buscador. ¡Por supuesto que no queremos acumular más karma¡ Pero ¿qué pasa con la mochila que cada uno trae consigo?
El karma se elimina con la devoción que ponemos en la meditación. En el diálogo de la pregunta 132 del libro Muere para vivir, se habla del efecto de la meditación diaria sobre el karma que tenemos almacenado, es decir el sinchit karma. El discípulo dice:
“Pero yo tenía la impresión de que nuestras dos horas y media de meditación, solo limpian el karma que producimos durante el día, de forma que para trascender el reino de la mente y maya debemos meditar durante muchas horas, muchas más horas que dos y media…”.
El maestro responde: “¿Quién te dijo eso?”.
Le contesta el discípulo: “He considerado todas las posibilidades, maestro”.
Responde Hazur: “No. Dos horas y media de profunda meditación”.
¿Profunda?, le pregunta el discípulo.
Y el maestro responde: “Sí. Profunda significa con amor y devoción, con concentración. La devoción limpia una parte muy grande de nuestra carga kármica. Ayuda a aligerar mucho nuestra carga kármica”.
La gran mayoría de los discípulos no soportamos una profunda meditación. Actualmente no tenemos ese poder de quedarnos en el tercer ojo concentrados, enfocados: de mantenernos ahí. Con esfuerzo y ganas, podemos aumentar el tiempo de la meditación y hacerla con amor y devoción constante. Es el trabajo que nos toca, la tarea que nos ha encomendado el maestro desde que nos inició; sin su gracia poco más podemos hacer.
Esta es la ventaja de tener un maestro vivo que nos guía y nos da las instrucciones exactas para que nuestro progreso no se pare. ¿Qué sería de nosotros sin un maestro, sin esa guía? Estaríamos siendo zarandeados por las tormentas mundanas como una pequeña embarcación flotando en medio de un temporal en el mar.
La ayuda del maestro nos da más perspectiva cuando afrontamos asuntos tanto espirituales como mundanos. Al final, llegamos a la conclusión de que podemos decirnos para nuestros adentros: ‘¿Por qué no a mí? Este mundo es un campo donde venimos a cosechar el fruto de lo que hemos sembrado en otras vidas anteriores, ni más ni menos. El maestro es quien nos administra los karmas ¿Por qué no iba a aprovechar el maestro esta vida, para aligerar mi carga?’.
Se trata de nuestro progreso espiritual y él sabe lo que es mejor para cada uno. Así que…, llegados a este punto, la pregunta podría ser: ¿Por qué no a mí?