El centro de nuestra vida
Una densa e intensa oscuridad
predomina en el mundo,
y el cuerpo es un almacén de penumbras.
Ya despiertos o dormidos, veo a los hombres irremediablemente atrapados
en el laberinto de la creación.
Ignorante de su verdadero hogar
el alma vive aquí como un vagabundo,
afrontando diferentes formas de vida
dentro de los vaivenes del ciclo de nacimientos y muertes.
A cada momento vive una existencia miserable,
vencida, desmoralizada y llorando de dolor,
pero ¿quién oye su llanto?,
Soami Ji. Sar Bachan poesía. Bachan 14, shabad 12
Envueltos en la pesada e intensa oscuridad de la ignorancia, vivimos en un cuerpo que una y otra vez nos produce dolor y sufrimiento. Tanto si estamos despiertos o dormidos, nos encontramos en una montaña rusa emocional las veinticuatro horas del día. A veces estamos en paz, pero a continuación nos preocupamos. En un momento nos sentimos felices y al siguiente tristes.
Debido a nuestra ignorancia confundimos nuestro cuerpo, nuestra personalidad, nuestros sentimientos y nuestra mente con nuestra verdadera naturaleza.
Nos preocupamos y tememos que al morir perdamos todo lo que tenemos, y esto nos angustia. ¿Cómo puede alguien describir los miedos, la ansiedad, las preocupaciones, el dolor físico y el tormento mental que padecemos mientras pasamos por la experiencia de ser seres humanos?
Sufrimos porque no sabemos cómo volver a conectarnos con nuestra verdadera naturaleza Shabad, e incluso sabiéndolo, la mayoría de nosotros no hace lo que se necesita para recobrar nuestra identidad espiritual y funcionar desde esa perspectiva.
Para saber quienes somos, tenemos que dejar de estar tan metidos en el mundo. Este mundo no es nuestro verdadero hogar. Nuestro verdadero hogar es nuestra consciencia superior sin forma.
Mientras pasamos por esta experiencia como seres humanos y desempeñamos nuestras obligaciones mundanas, podemos adoptar la actitud que tendría un viajero al pasar por un pueblo pequeño que estuviera asolado por el ébola, la gripe porcina o cualquier otra enfermedad altamente contagiosa.
Si en efecto estuviéramos pasando por un lugar así, intentaríamos abandonarlo tan pronto como pudiéramos y ni siquiera nos detendríamos para tomar un vaso de agua. Así es como deberíamos pasar por este mundo; sin involucrarnos en sus asuntos, sino más bien como si estuviésemos atravesando un puente. Nadie se detendría en medio de un puente para construir una casa. Tampoco cuando estamos en un hotel nos ocupamos en cambiar la decoración. Esta es la actitud que necesitamos tener si queremos que esta sea nuestra última encarnación.
El tiempo, la ilusión y la dualidad gobiernan el mundo en que vivimos. En la dualidad siempre existirán el día y la noche, la enfermedad y la salud, el amor y la soledad, el rico y el pobre, la paz y la guerra. Por tanto, en esta dimensión nunca habrá paz.
En el libro En busca de la luz, Maharaj Charan Singh describe la situación del mundo como sigue:
Este mundo jamás ha sido un paraíso, ni lo será nunca. Miramos a los sucesos de este mundo con nuestra limitada visión y por ello encontramos mucha supuesta injusticia. En realidad, cada uno está pasando su propio karma: recibiendo premio o castigo por sus propias acciones de vidas pasadas o incluso de esta. El Creador nunca recompensa ni castiga a uno sin motivo.
“Como siembres, así recogerás” es la inalterable ley de este universo y nadie puede cambiarla. Con esta ley a la vista, ¿a quién podemos acusar? Y además, ¿cuándo ha sido el mundo un lugar feliz donde vivir?
Lee la historia del mundo y verás que esta matanza y destrucción ha sido siempre la norma. Incluso en los últimos tiempos pacíficos, ¡cuánto sufrimiento no encontramos en este mundo en forma de enfermedades físicas y mentales, crueldad, asesinatos y otros crímenes! Por estas mismas razones, los santos nos exhortan a dejar para siempre este ‘océano de horror’ y salir del ciclo de nacimientos y muertes. Ellos no solamente nos dan la llave para retornar a nuestra verdadera casa de eterna felicidad, sino que además nos ayudan y guían en el viaje de regreso a esta bendita mansión, desde la que nunca volveremos a este mundo.
Todo sucede como el Señor quiere que suceda. Ni una hoja puede moverse sin su mandato. Ningún hombre puede cambiar el curso de la naturaleza. ¿Cómo, pues, han de poder unos pocos hombres, por muy bienintencionados que sean, contener el empuje de un torrente que avanza con toda su furia? Es mejor dejar esas cosas como están y que sigan su curso natural.
Los santos nunca interfieren en las condiciones del mundo, que marchan con arreglo al plan del Creador. Nos aconsejan que nos elevemos por encima de todo esto, para, al fin, huir de este mundo de furia por medio de la meditación, mientras llevamos una vida normal y cumplimos todas nuestras obligaciones mundanas.
Sigue meditando con amor y fervor y no apegues tu mente a los acontecimientos del mundo deteniéndote en ellos. Eso no serviría de nada y, además, por muy buenas que puedan ser tus intenciones, solo retrasarías tu progreso espiritual si te dejas enredar en ellos.
Los verdaderos maestros espirituales nos ayudan a comprender el propósito del nacimiento humano, que es volver a conectarnos con nuestra naturaleza original e intrínseca. Ellos nos ayudan a obtener la claridad de pensamiento necesaria para comenzar a identificarnos con nuestro verdadero ser. Nos dicen que los apegos pueden transcenderse si hacemos de la espiritualidad el centro de nuestra vida.
Hacer de la espiritualidad el centro de nuestra vida significa que mantenemos nuestra mente en el centro del ojo tanto tiempo como sea posible, por medio del simran o siendo receptivos al sonido interior.
Si mantenemos nuestra práctica espiritual, esta será nuestra última encarnación. Finalizará el ciclo de nacimiento y muerte y pasaremos lo que nos queda de la vida como espectadores, pasando por nuestro programa de karma con paz mental y felicidad serena.
Mantener la atención en el centro del ojo nos protegerá de daños mientras pasamos por la experiencia humana en esta peligrosa dimensión. Que estemos protegidos de cualquier daño no significa que no les ocurrirán cosas perjudiciales a nuestros cuerpos, pues cualquier cosa que le pase a nuestro cuerpo fue determinada por nuestras propias acciones en vidas pasadas. ‘Protegidos de daños’ significa que, por la práctica continua de llevar la atención al centro del ojo, estaremos en contacto con nuestra naturaleza superior original. Entonces, cuando pasemos por cualquier karma no nos afectará tanto, en función de dónde mantengamos nuestra atención.
del yo al Shabad
El bienestar material del discípulo y su éxito o fracaso en los negocios es asunto del karma. Antes de que nazca, el curso de su vida ha sido diseñado. La cantidad de respiraciones que tiene que realizar, los pasos que tiene que dar, los bocados de comida que tiene que comer, su dolor y su placer, su pobreza y su riqueza, su éxito y su fracaso, todo ha sido determinado de antemano. Él mismo fue el hacedor de su destino. Lo que ha sembrado lo está recogiendo ahora, y lo que está sembrando ahora es lo que recogerá después. Si ahora sigue siendo mundano volverá a este mundo, pero si gira su cara al maestro y al Verbo irá a donde el maestro vaya, y allí desde donde el Verbo se origina.
M. Sawan Singh. Joyas espirituales