De la cantidad a la calidad
No el logro al principio, sino el esfuerzo;
no la perfección al principio, sino el esfuerzo;
no es la demostración del ideal,
sino el esfuerzo por alcanzarlo
a pesar de cualquier fracaso y error.
Annie Besant. (Publicado en Conceptos e ilusiones)
Un maestro alfarero de una pequeña aldea reunió a algunos habitantes del lugar y les dijo:
“Amigos, hoy quiero hacer un regalo muy especial a todos los habitantes de esta aldea. Quiero enseñar el antiguo arte de moldear vasijas de barro. Una vez estén hechas se cocerán al fuego para darles un perfecto acabado. Así se podrán utilizar en los hogares de este lugar”. Todos los asistentes aplaudieron al alfarero, y pensaron que si la producción era mucha podrían venderla a otras aldeas cercanas.
Agradecidos, los aldeanos preguntaron: “Maestro, ¿de qué manera nos enseñarás este oficio?”. Y el alfarero contestó: “Muy sencillo. Primero, dividiré el trabajo en dos grupos. Los aldeanos que estén a mi izquierda trabajarán centrándose en la cantidad de vasijas que efectúen, mientras que aquellos que se encuentren a mi derecha tendrán como objetivo enfocarse en la calidad de las vasijas que realicen”.
Entonces, los aldeanos preguntaron. “Pero dinos, ¿cómo valorarás el trabajo que hagamos todos hoy?”. A lo que el alfarero contestó:
“Ya lo tengo resuelto. Al final del día, pesaré en la báscula el trabajo de las personas que estén en el grupo de cantidad. Y en cuanto a las del grupo de calidad, también al final del día examinaré, una a una, la perfección de cada vasija hecha por ellos”. Y añadió: “Si el grupo de calidad acaba realizando una sola vasija, consideraré bueno su trabajo siempre y cuando esa vasija sea perfecta”.
Todos los aldeanos se dispusieron a aprender el arte de hacer vasijas con gran entusiasmo. Finalmente, al acabar el día, el alfarero se puso a valorar todas las vasijas hechas, pero para sorpresa de todos comprobó que las vasijas de más alta calidad las habían hecho los aldeanos del grupo dedicado a hacer cantidad de vasijas.
¿Cómo pudo ocurrir esto?
El maestro alfarero, ante este hecho, les explicó a todos: “Las vasijas de mayor calidad las han efectuado los aldeanos del grupo de cantidad, porque ellos se han dedicado a hacer un recipiente tras otro, y mientras los hacían iban aprendiendo de sus errores. Esto les ha permitido trabajar cada vez de forma más perfecta”.
“¿Pero a que se debe nuestro fracaso”, preguntaron los aldeanos del grupo de calidad. “Sencillamente –contestó el alfarero– porque en este grupo todos se sentaron a teorizar y discutir sobre cómo hacer una vasija perfecta, de manera que al final del día han mostrado grandiosas teorías…, y un montón de barro sin utilizar”.
De esta breve historia se obtiene una clara enseñanza. Es siempre la práctica lo que nos ayuda a alcanzar la maestría en cualquier ámbito en el que deseemos perfeccionarnos; no solamente en asuntos espirituales sino en todas las cosas de la vida.
Se nos ha dado la prerrogativa de la acción, del esfuerzo y del esmero en poner todo empeño y energía en lo que hacemos, sin embargo, es prerrogativa del Señor otorgarle valor a nuestros esfuerzos.
En este mundo, somos testigos de cómo en numerosas ocasiones el género humano ha llevado a cabo proyectos, obras y misiones ejecutadas con grandes dosis de genio y talento, pero no hay genialidad sin mucha práctica. Nadie nace aprendido, y en la meditación (concentración) esto no es una excepción.
Los maestros espirituales hacen hincapié reiteradamente en el hecho de que ¡quién sabe durante cuánto tiempo la mente ha estado vagando, corriendo y dispersándose a su antojo por toda la creación! Y ahora nosotros, mostrando una gran ingenuidad, queremos ser geniales y meditar con perfecta concentración tan solo con unas pocas horas de dedicación, a lo largo de algunos años o tal vez de una vida.
No, no hay concentración, no hay calidad si no hay cantidad de práctica. Los maestros lo dicen: la práctica hace al hombre perfecto. Se trata de una vida entera de lucha, una vida entera practicando, donde cada dedicación cuenta y donde ni un solo minuto de práctica se desperdicia.
Como en este cuento, podemos autoengañarnos creyendo que tamaña tarea (controlar a la mente) se conseguirá con unas horas de dedicación esporádica o a ratos perdidos del día; un momento aquí y otro allá. Nos equivocamos si pensamos que mucha filosofía y discusión sobre la excelencia de las enseñanzas nos dará la concentración perfecta que buscamos. Sant Mat no funciona así. Es un camino con el que hemos tenido la fortuna de encontrarnos en la vida, y que es una oportunidad excepcional para convertir el hierro oxidado y efímero de nuestras vidas en el oro puro de la eternidad, una vez que logremos concentrarnos y conectar con el sonido eterno que purifica e ilumina nuestras vidas, llevándolas hacia la fusión con la luz de Dios.
Solo la dedicación persistente hará que lo logremos. Sin lugar a dudas tendremos una meditación de calidad, siempre por la gracia del maestro, cuando él vea nuestro empeño y dedicación, y que aprovechamos cualquier momento libre en nuestra vida meditando, practicando y no teorizando.
Intenta darle un uso práctico a lo que has aprendido que es verdadero. Si pasamos toda nuestra vida en sutilezas y análisis, no llegaremos a ninguna parte. Ya ha pasado tu tiempo de búsqueda y teorización. Lo que has de hacer ahora es practicar y meditar.
M. Charan Singh. Luz divina