Tiempo al tiempo
Menos que una burbuja estamos en este océano de la vida,
donde las olas surgen y desaparecen.
Sujeta un espejo frente a ti
y mira por un momento.
Tan solo eres un reflejo de estas aguas:
¿Cuánto tiempo crees que permanecerás?
Sarmad: Martyr to Love Divine
Medimos el tiempo, llevamos relojes, tenemos todo tipo de artilugios que nos sirven para medirlo, para controlarlo. Los miramos constantemente, rigen nuestras vidas, y a pesar de que fueron creados para ayudarnos a controlar ese tiempo que tanta falta nos hace, la verdad es que nos hemos convertido en sus esclavos. Tenemos muchos aparatos que nos ayudan a medir el tiempo y a saber controlarlo, pero la gran paradoja es que nunca lo encontramos cuando nos hace falta para dedicárselo a lo que de verdad nos importa.
El tiempo nunca se para, nunca vuelve atrás, sigue su trayectoria ajeno a nosotros. Nos carcome, nos absorbe; el tiempo no perdona, y sus efectos son perfectamente palpables en el exterior de las personas… Y aun así nosotros queremos ser eternos, no quisiéramos envejecer jamás. Sabemos que eso no es posible, pero lo seguimos intentando a toda costa, a pesar de la falta de control absoluto que tenemos sobre el tiempo.
Aun y sabiéndonos mortales y a pesar de que sabemos que algún día tendremos que dejar este mundo, vivimos con el deseo de ir contra el reloj, de intentar ganarle tiempo al tiempo, de vivir para siempre: queremos ser eternos. ¿Por qué? La repuesta es porque en la profundidad de nuestro ser, en nuestro yo más auténtico sabemos que, aunque este cuerpo humano en el que estamos atrapados es mortal y perecedero, nuestra verdadera esencia, lo que de verdad somos, nuestro verdadero yo, no está sujeto a la crueldad del paso del tiempo; porque nuestra verdadera esencia siempre ha sido, es y será eterna.
Pertenecemos a ese lugar en el que no existen ni la enfermedad, ni el sufrimiento, ni la vejez, ni la muerte. Lo sabemos, en algún lugar de nuestro ser tenemos ese sentimiento escondido, pero no lo recordamos e interpretamos mal las señales, intentando trasladar a este plano lo que en realidad pertenece a otro. Queremos vivir aquí para siempre, porque aquí están nuestros apegos, porque no conocemos nada más, pero vamos en la dirección opuesta y erramos el tiro. Somos en realidad herederos de esa vida eterna…, pero no aquí, no en este plano.
Hazur Maharaj Ji nos dice en el libro En busca de la luz:
La vida que estamos viviendo aquí es corta y perecedera, mientras que la que nos espera más allá es la que tiene real valor e importancia.
Esta vida no es eterna, nunca se creó para que fuera eterna. ¿Cuál es pues su objetivo? ¿Por qué tenemos que pasar por todo esto, por todas estas limitaciones, si nuestro sitio no está aquí, si aquí estamos todos de paso? Lo que siembres recogerás, esa es la ley de la vida. Y la Biblia aún es más exacta cuando explícitamente dice:
No os engañéis;
de Dios nadie se burla.
Lo que el hombre sembrare,
eso también segará.
Gálatas 6:7
Un día, hace mucho tiempo, tanto que ni siquiera nos acordamos, sembramos semillas, y las semillas cuando se siembran tarde o temprano acaban por dar fruto. Pueden tardar más o menos, pero siempre acaban por dar fruto. Solo tenemos que esperar pacientemente a que el tiempo haga lo que siempre hace: pasar, y a que en ese pasar le proporcione a la semilla lo que necesita para germinar.
Todos tenemos, ni más ni menos, el tiempo necesario para recoger los frutos de lo que un día sembramos. Tal es la finalidad de nuestro limitado tiempo en este plano; y deberíamos rentabilizarlo para pagar a nuestros acreedores y cobrar de nuestros deudores. Así quedaríamos libres para volver a ese lugar al que pertenecemos y donde sí le ganaremos la batalla al tiempo.
Mientras tanto, solo nos cabe esperar y vivir en la separación, a la vez que vamos recogiendo los frutos de nuestras acciones del pasado. Sí, vivir en la separación porque entre nosotros y nuestro verdadero hogar están todas las interacciones con el mundo, está la obra de teatro donde tenemos que acabar de actuar. Entonces, y a medida que vayamos saldando todas esas cuentas, la distancia se irá acortando hasta que al final acabe por desaparecer, y con ella la separación que tanto nos hace sufrir.
Hazur Maharaj Ji dice en Spiritual Perspectives, vol. II:
Cuando se trata al oro, el fuego quema todo el residuo que trae y al final el oro aparece (…) tiene que pasar por el fuego para convertirse en oro (…) la separación tiene un papel que jugar. No hay unión completa sin separación.
La separación juega un papel importante en nuestra historia. El oro que hay en nuestro interior tiene que purificarse. En nuestra vida hay karmas por los que tenemos que pasar y que se interponen en nuestro camino. Ese fuego purificador de nuestra espera, no nos deja limpios de la noche a la mañana. Tenemos que seguir esperando pacientemente a que el fuego de la vida nos vaya limpiando.
¿Por qué tenemos que esperar? Hazur Maharaj Ji nos da la respuesta en Spiritual Perspectives, vol. III:
¿Por qué toda esta espera? Pues porque estamos separados. Estamos separados de nuestro objetivo. No estamos en la puerta de nuestra casa, pero el maestro sí que está en la puerta, así que tenemos que esperar hasta llegar a la puerta. Vayamos a la puerta de la casa, entonces la espera acabará.
Estamos separados de nuestro objetivo porque tenemos que recoger el fruto de nuestras semillas. El maestro nos espera en la puerta, pero somos nosotros los que tenemos que llegar hasta ella. Estamos aprendiendo a amar al maestro, a ir hacia él. Ahora nos toca caminar hacia su encuentro.
Todavía no hemos alcanzado la puerta interior y el camino hacia ella puede ser difícil. Estamos atrapados en esta penosa cárcel de los karmas, pero, como nos dicen los maestros, lo que nunca haremos es retroceder. Son muchas las fases por las que tenemos que pasar, y siendo humanos tenemos que hacer frente a muchas malas decisiones, equivocaciones y fracasos, pero estamos aprendiendo a pulir nuestra humanidad. Solo tenemos que seguir hacia delante y seguir esforzándonos.
La espera es muy necesaria, es esencial, y nos da, además, una gran oportunidad: la oportunidad de medir cual es en realidad la intensidad, la profundidad de nuestro amor. Nos da la oportunidad de saber cuánto queremos realmente a nuestro maestro. Porque cuando estamos cerca del maestro es muy fácil dejarse llevar por las emociones y decir que lo queremos, pero qué pasa cuando volvemos a casa y las actividades del mundo nos atrapan de nuevo en su red. ¿Qué pasa entonces?
Hazur Maharaj Ji nos dice en Spiritual Perspectives, vol. III:
Cuando estamos inmersos en las actividades del mundo, en sus posesiones, en el amor al mundo, tenemos la oportunidad de medir nuestro grado de amor y devoción. Es entonces, cuando nos encontramos en esa atmósfera, cuando sabemos si echamos de menos al maestro o no. En su presencia siempre sentimos amor por él, porque no hay nada que nos separe de él y estamos llenos de ese amor y devoción. Pero ¿cómo de profundo es ese amor? Eso solo lo podemos saber cuando estamos separados de él, cuando estamos metidos de lleno en las actividades y apegos del mundo; si lo seguimos echando de menos, si seguimos teniendo el mismo amor y devoción por él, entonces podemos hacernos una idea de cuál es la profundidad de nuestro amor.
(…) En la separación, sabremos lo profundo que es nuestro amor.
Y en la situación en la que nos encontramos, eso es lo que tenemos que hacer: esperar, esperar y seguir trabajando con fe y determinación para poner fin a esa separación, para ir recogiendo los frutos de todas esas semillas que en su día sembramos, y para que al hacerlo la distancia que nos separa de nuestro objetivo sea cada día más corta.
Tenemos una vida y un tiempo limitado para estar en ella, para hacer lo que sabemos que tenemos que hacer. El maestro desciende hasta nuestro nivel y viene a enseñarnos cómo hacer el mejor uso de este tiempo y acabar de una vez por todas con esa separación. Si seguimos su ejemplo, esa distancia que nos separa se irá acortando y, poco a poco, empezaremos a ver la luz al final del túnel.
A nosotros nos toca esperar y seguir meditando, del resto se encarga el maestro. No podemos hacer nada más que esperar y seguir trabajando para que ‘el tiempo se encargue de ponerlo todo en su sitio’. Tiempo es todo lo que tenemos, y tiempo es todo lo que necesitamos.
El Gran Maestro nos dice en Joyas espirituales:
El factor tiempo es necesario para la consecución del objetivo que tienes ante ti. No te desalientes por la lentitud del progreso en el sendero espiritual.
Y en otra de sus cartas dice:
No hay un límite de tiempo determinado en el que el practicante alcance el objetivo. Si alguien se marca un tiempo determinado solo está engañándose a sí mismo y a los demás. A todos les gusta escuchar que siguiendo un método en particular alcanzarán su objetivo en un tiempo determinado y, de esta manera, los atrapan. No se examinan a sí mismos de una forma crítica. La mente no es algo que se pueda conectar o desconectar a voluntad.
La mente no es un interruptor que se pueda encender y apagar a voluntad, tiene sus tiempos: son muchas las semillas que dieron su fruto y que ahora tenemos que recoger. Están ahí, esperando pacientemente a que llegue su momento para que nosotros las recojamos. Son muchas las deudas que tenemos que saldar, muchos los cobros y pagos que tenemos que realizar, y eso lleva su tiempo.
Dice la Biblia (Eclesiastés 3): “Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora”. Y así es, todo lo que se hace bajo el sol tiene su tiempo. Estamos aquí, dominados por el tiempo. Y en Eclesiastés 2-7-8, leemos:
Tiempo de nacer,
y tiempo de morir;
tiempo de plantar,
y tiempo de arrancar lo plantado;
(…) tiempo de callar,
y tiempo de hablar;
(…) tiempo de guerra,
y tiempo de la paz.
Para todo y en todo interviene el tiempo, y no importa la prisa que tengamos o lo que nosotros queramos: nuestros karmas tienen sus tiempos.
El Gran Maestro continúa en Joyas espirituales:
A pesar de nuestros mayores esfuerzos, a la mente no se la puede arrancar de su rutina. Es una batalla que tenemos que librar de por vida. Aquellos que lo han hecho o que lo están haciendo, entienden lo que significa conquistar a la mente, significa hijo, hija, marido, mujer, riqueza, apego, avaricia, lujuria, ira, orgullo…, y qué no.
Hijos, maridos, esposas, amigos…, significa todo lo que nos rodea, todo a lo que estamos acostumbrados, todo lo que tenemos en nuestra vida aquí, la única que conocemos. ¿Cómo va a ser fácil? ¿Cómo vamos a darle un tiempo determinado? Es imposible. Eso lleva su tiempo. Aunque nosotros creamos que todas esas cosas no nos dominan, que las tenemos bajo control, la realidad es otra… La realidad es que sin que nos demos cuenta –y ahí es donde son más peligrosas– nos tienen completamente dominados, por eso el Gran Maestro nos vuelve a decir en el libro Joyas espirituales que consideremos a nuestra mente como si fuera un niño pequeño, un niño que necesita ser vigilado:
Igual que una madre vigila y cuida a su hijo, el devoto vigila y cuida de su mente. Aun así, no hay tiempo límite. En palabras de un famoso poeta, la batalla con la mente es como la invitación que se le hace al amante para que se prepare para el mayor de los sacrificios (la pérdida de su cabeza), aunque no tenga ni siquiera la promesa de conseguir una entrevista con el amado.
(…) No necesito escribir más (…) es la muerte en vida.
Es la muerte en vida. ¡Como le vamos a poner un tiempo límite!