De lo burdo a lo sutil
Conserva el estómago vacío,
para que Dios lo llene de su amor.
Cierra la boca,
para que Dios te abra los ojos.
Sardar Bahadur Jagat Singh. La ciencia del alma
En el extracto de una carta del libro Luz divina, Hazur Maharaj Ji dice:
Los alimentos, lo mismo que las acciones, afectan a la mente y, por tanto, a su capacidad para concentrarse en el punto central natural.
Hay muchos motivos para andarse con cuidado con lo que comemos, motivos de todo tipo. Hay muchos motivos también para andarse con cuidado con lo que hacemos. Pero en esta ocasión, Hazur Maharaj Ji específicamente nos dice que lo que comemos y lo que hacemos afecta directamente a la meditación.
¡Motivo suficiente!
Si hablamos de la alimentación, la sabiduría popular lo tiene claro: somos lo que comemos. A nivel material, si tomo naranjas que tienen vitamina C, mi cuerpo tendrá vitamina C. Si tomo grasas, tendré grasas. A nivel espiritual sigue siendo lo mismo: si me alimento del sufrimiento de los demás, me lleno de sufrimiento. No tiene mucho más secreto.
Si lleno mi cuerpo de drogas, alcohol o tabaco –sustancias que minan la fuerza de voluntad, que cambian el carácter, que me alejan de mí mismo–, pues estaré cada vez más lejos de mi ser. Nada es gratuito. Lo que entre en nosotros, aquello que nos alimente, que nos nutra, será lo que habrá en nosotros, lo que acabaremos siendo. Y no solo a nivel físico.
Son importantísimas las cuatro promesas que adquirimos al iniciarnos: todas. Y matar animales para comer afecta a la mente, afecta nuestra capacidad para concentrarnos durante la meditación. Nos llena de sufrimiento innecesario. También tomar drogas, tabaco y alcohol afecta a la mente. Perjudica nuestra capacidad para concentrarnos durante la meditación y no solo cuando estamos bajo sus efectos. El consumo de estas sustancias nos aleja de nosotros mismos, y lejos de uno mismo solo hay sufrimiento.
Somos lo que comemos, somos lo que pensamos, somos lo que hacemos, y todo ello afecta directamente a la meditación. La actitud que tomemos con respecto a estas tres afirmaciones puede hacer que nuestra vida se encamine al desastre o a la liberación espiritual. Hazur Maharaj Ji continúa en la misma carta:
El tomar alimento implica la extinción de vida de la categoría a la cual pertenece el alimento. Por este motivo, el comer alimento animal (carne) hace la concentración espiritual más difícil que el comer pescado o aves; mientras que el comer pescado o aves (incluidos los huevos) hace la concentración espiritual más difícil que comer plantas (hortalizas y frutas).
Por esta razón recomendamos a los seguidores del sendero espiritual que para su alimentación, extingan vida del nivel más ínfimo. En otras palabras: les aconsejamos una alimentación estrictamente vegetariana.
Hay gente que opina que para ser buena persona no hace falta ser vegetariano; por el contrario, se puede ser vegetariano y tener mal carácter. Tienen razón. Una dieta por muy maravillosa que sea, no lleva a la autorrealización. Una dieta no es una filosofía de vida, más bien puede formar parte de ella, pero una parte nunca puede ser el todo. Un muro no es una casa, aunque sin él la casa no podría existir. Para construir nuestra vida espiritual debemos apoyarnos no en un compromiso o en dos, sino en todos. La vida puede ser sabrosa, chisposa, emocionante…, pero no a cualquier precio. No todo vale.
Dieta lactovegetariana, sin drogas, alcohol ni tabaco; vida honesta y dos horas y media de meditación al día. Esta es la base sobre la que se construye la espiritualidad en este sendero.
La evolución espiritual no se sostiene sin esos cimientos. Son el punto de partida: a partir de aquí hay mucho por construir. Nadie se queda a vivir en los cimientos. La casa va encima. Cada uno es libre de escoger como quiere que sea su casa o su vida espiritual: materiales, calidades, colores…
Por ejemplo, hay muchas maneras de llevar una dieta vegetariana. Unas más burdas y otras más sutiles. En el fragmento siguiente, Maharaj Sawan Singh en el libro Filosofía de los maestros (abreviado) nos invita a la sutileza:
El alimento sano se preparará con los vegetales y cereales adquiridos con los ingresos obtenidos con esfuerzo, por medios honestos. La persona que lo prepare habrá de tener ideas sanas y repetir el Nombre de Dios con una mente pacífica y tranquila. El efecto de estas medidas se refleja en los alimentos y en aquellos que lo comen. Al tomarlos habrá paz en sus mentes y se entregarán de buen grado a recordar al Señor.
El texto es un ejemplo de cómo ir profundizando en cada compromiso que hemos hecho. Cada uno a su manera y en la medida de sus posibilidades. Somos tantos, tan diferentes, y cada uno con sus fortalezas y sus debilidades…
La estructura de esta filosofía de vida es clara y concisa: cuatro compromisos que se resumen en una frase cada uno, y un maestro contemporáneo. ¿El resto? Lo vamos construyendo sobre la marcha. Empezamos con lo básico, lo burdo, y la práctica nos va guiando hacia lo sutil. Así con cada uno, de lo burdo a lo sutil.
El texto del libro de Filosofía de los maestros (abreviado) sigue explicando:
Los alimentos obtenidos honradamente producen dentro de nosotros una luz peculiar. El alimento es como una semilla. En la medida que las semillas sean puras o impuras, sus frutos producen buenos o malos pensamientos en nuestras mentes. Ingiriendo alimento obtenido tanto a través de un trabajo esforzado como por medios honestos, nos sentiremos inclinados a contemplar y recordar al Señor. Al comer el pan ganado con esfuerzo empezamos a impregnarnos de buenas virtudes.
Un detalle más. Los detalles, las sutilezas importan. Más allá del compromiso que hemos adquirido y que se resume en una frase, hay un mundo por vivir si queremos hacerlo. Si queremos profundizar en él.
Llevar una vida honesta, otro compromiso, lleno de entresijos y sutilezas. Seguramente nuestra manera de llevar una vida honesta ha ido cambiando con el tiempo. Seguramente hay cosas que antes cabían en nuestra cajita personal de lo que entendíamos por vida honesta, y que ahora ya no caben.
Sant Mat se puede vivir de forma burda o de forma sutil. Como discípulos, el propósito es avanzar de lo burdo a lo sutil. Llegamos al sendero un día, hace más o menos tiempo, empezamos a andar por él y si recapitulamos un poco, nos daremos cuenta de que no estamos como al principio. Cosas que antes eran un mundo para nosotros, ahora las hacemos sin darnos cuenta. Eso debería invitarnos a afinar cada vez más; a revisar a menudo nuestra manera de vivir para no quedar estancados en malos hábitos ni manías. Para que la vida fluya como el agua de un arroyo, siempre viva, siempre nueva, siempre mejor.
Cada palabra y cada matiz de lo que dicen los místicos es importante. Sin embargo, la mente tiene el hábito de darle vueltas a las cosas o de llevarlas al extremo para justificar lo injustificable y amoldar las enseñanzas a sus circunstancias. Un ejemplo de ello es la situación siguiente, donde alguien pregunta a Hazur Maharaj Ji qué hacer si surgiera el peligro de morir de hambre si no se toma carne. Él contesta en el libro Luz divina:
Es solo hipotético y no corresponde a la realidad. Al considerar tales cuestiones pierdes de vista un hecho: que el maestro es dueño de nuestra vida y de nuestra muerte. La muerte puede sobrevenirnos solo a la hora que él ha determinado previamente. Ni un hálito de vida nos puede ser añadido o quitado. Puesto que está fijada la hora de nuestra partida, ¿por qué no entregar nuestra alma a Dios limpia, pura, incontaminada, que es la única condición para que pueda llegar al Señor?
Nunca deberíamos perder de vista que el maestro es dueño de nuestra vida y de nuestra muerte. Si entendemos eso, viviremos más tranquilos y aprovecharemos mejor el tiempo. A menudo perdemos tiempo y energía queriendo intelectualizar las enseñanzas, y la mente no puede comprenderlo todo. Es más, no es necesario comprenderlo todo.
En una ocasión, un hermano contaba que se había hecho vegetariano por su maestro: no es el único. La cuestión es que hay miles de buenas razones para hacerse vegetariano, pero esta es la mejor. Cuando uno se hace vegetariano por su maestro, no necesita darle más vueltas. En el momento en que empezamos a hacer las cosas por él, empezamos a comprender de verdad. Cuando nos alimentamos por él, cuando nuestros pensamientos son para él y cuando solo le deseamos a él, se hace realidad lo que decíamos al principio: acabamos siendo él.
Llega un momento en que uno sabe lo suficiente como para dejar de hacer preguntas. ¡No porque lo sepa todo! Solo sabe lo suficiente como para confiar en que ya aprenderá el resto. Entonces aprovecha el tiempo, se dedica a profundizar en los compromisos, a vivir por su maestro y a practicar la meditación para su maestro. Entonces se relaja, se abandona a él porque comprende, tal como decía Hazur Maharaj Ji, que ‘el maestro es dueño de su vida y de su muerte, y que ni un hálito de vida puede ser añadido o quitado’.
Son tantas las cosas inexplicables que se nos desvelan en el silencio de la meditación, que no podemos darnos cuenta de todas. Verdades que son solo para nosotros, que no tienen nombre, que no podemos calificar ni expresar, y que nos confirman la cercanía de nuestro maestro. Es tanto lo que nos enseña el maestro sin palabras…
La meditación es la que nos hace comprender, la que nos lleva a donde queremos ir. Hay muchas maneras de hacer la meditación: hay meditaciones en las que uno no puede parar de moverse. Hay meditaciones donde uno se implica y se esfuerza por mantener la espalda recta, por permanecer inmóvil, por mantener la atención. Meditaciones desganadas, dormidas, enamoradas… Lo importante es meditar. Meditar siempre nos acerca a donde queremos ir. Pero es precisamente durante la meditación que la sutileza cobra todo su sentido. En el centro del ojo está la mayor de las sutilezas, la corriente audible de la vida, el Shabad. Y la manera de llegar a esa corriente, empieza mucho antes de la meditación. Empieza aquí y ahora, con cada gesto, cada bocado y cada pensamiento. Son los pequeños detalles, las sutilezas de la vida las que llegan a marcar la diferencia. Si vivimos los compromisos que hemos adquirido de forma superficial nos quedaremos en la superficie. Si profundizamos en ellos, las pequeñas cosas cada vez serán más pequeñas y el camino será tan estrecho, que donde antes cabíamos todos solo cabrá él.
Si elegimos seguir el camino de los santos, esto significa que deseamos utilizar nuestra vida para realizar nuestro potencial divino, y que nos hemos dicho a nosotros mismos que para vivir hay algo más que objetivos a corto plazo. La gracia de la iniciación nos proporciona un método práctico para realizar nuestro propósito, y para apoyar nuestra práctica espiritual nos comprometemos a vivir según unos valores específicos. Estos, debemos recordar, no son valores que se nos hayan impuesto por alguna autoridad exterior; realizamos el compromiso con nosotros mismos, dentro de nosotros, para ayudarnos en nuestro camino.
Vida honesta