El objetivo de esta vida
Cáete siete veces,
levántate ocho.
Proverbio japonés
Hazur Maharaj Charan Singh en una carta del libro Luz sobre Sant Mat explica, en apenas nueve líneas, la esencia de las enseñanzas de Sant Mat:
Incluso ante un aparente fracaso, se debe continuar la práctica con fe y devoción. La mente ha estado extraviándose desde eras incontables, y cada vez está más dispersa. El objetivo es recoger la mente en el punto de concentración, contactar con el Shabad, y comenzar el viaje de vuelta a casa. El primer paso es el más difícil de todos y se tarda mucho tiempo; el periodo de tiempo depende de los resultados de nuestras acciones del pasado, además de la sinceridad y la cantidad de esfuerzo constante que ponemos en seguir las instrucciones del maestro. El esfuerzo y la gracia van de la mano.
El maestro nos explica que el primer paso del viaje espiritual es llegar al centro del ojo, para así contactar con el Shabad, la luz y el sonido interior, que es el poder creativo de Dios. Este es el objetivo de esta vida. Una vez que sintonicemos conscientemente con el Shabad, nos atraerá hacia arriba y hacia dentro. Sin embargo, la consecución de este objetivo es una tarea que requiere toda una vida de dedicación, puesto que la mente está completamente dispersa en el mundo como consecuencia de haber vagado libremente durante incontables millones de vidas. Necesitamos una práctica eficaz que nos ayude a retirar la atención al centro del ojo, y esa práctica es el simran o repetición de los cinco nombres sagrados que el maestro nos concede en la iniciación para combatir las tendencias descendentes de la mente.
Efectivamente, como alcanzar nuestra meta es un logro que requiere de toda una vida de lucha, muchas veces desfalleceremos y sucumbiremos al desánimo, a la falta de estímulo para continuar, etc., y afirmaremos que no estamos yendo a ninguna parte, que ni siquiera estamos acercándonos un milímetro al centro del ojo.
Hazur Maharaj Ji, conociendo en profundidad la dificultad de este primer objetivo al centro del ojo, dice en la cita anterior que cuando nos enfrentamos al ‘aparente fracaso’ de nuestros esfuerzos, debemos seguir adelante. ‘Aparente fracaso’ desde la profunda visión del maestro, en realidad quiere decir que lo que nosotros percibimos como fracaso, puede no serlo. Recordemos que la frase más repetida por todos los maestros cuando sus discípulos se lamentan de su escaso progreso es que no debemos juzgar nuestra meditación, sino simplemente continuar practicando. Nosotros analizamos bajo la perspectiva de lo que queremos o deseamos que ocurra, pero de este modo jamás podremos tener una percepción verdadera de nuestro progreso. No es algo que tenga que ver con nuestros deseos sino con lo que el maestro, que es quien tiene la visión completa del progreso de cada uno de sus discípulos, considera.
El maestro también comenta que el período de tiempo requerido para completar la primera etapa depende del resultado de las acciones que hemos realizado en el pasado, es decir, de nuestros karmas. Tenemos que pasar por nuestro destino y eso puede demorarnos en alcanzar el objetivo principal de llegar al centro del ojo, sin embargo, también depende de nuestros esfuerzos. Dice que el esfuerzo y la gracia van de la mano.
Maharaj Sawan Singh Ji dice en una carta de Joyas espirituales:
Estoy contento con los esfuerzos que realizas para practicar tu bhajan (meditación). El bhajan es nuestro principal deber. Todos los otros empeños de la vida deben emplearse como un medio para alcanzar este fin.
En esta carta, el Gran Maestro expresa su satisfacción por los esfuerzos que realiza el discípulo en el bhajan, y a continuación nos recuerda que el bhajan es nuestro principal deber: ‘nuestro’, o sea, el de todos los iniciados. Y más adelante, de forma muy contundente, dice también en Joyas espirituales:
El progreso espiritual es el objetivo más elevado, y todos nuestros esfuerzos deben dirigirse a este fin. Si sacrificásemos el mundo entero por esta causa, no sería demasiado.
Todos nuestros esfuerzos deben dirigirse al progreso espiritual. ¿Por qué? ¿Por qué debemos sacrificar el mundo entero por nuestra meditación? Sencillamente para que cuando muramos ya estemos apegados al sonido y a la luz interior del Shabad, y no seamos arrastrados de nuevo a esta creación para tener que vivir otra vida en otro cuerpo.
Nos conviene esforzarnos para poder tener experiencia del camino interior antes de andarlo definitivamente. Como nos recuerda Maharaj Jagat Singh Ji en La ciencia del alma:
Hay dos escaleras: la escalera de los “ochenta y cuatro” que baja y la escalera del “Nam” que sube. Una nos conduce a la oscuridad y al engaño, y la otra a la luz y la refulgencia. Debemos saltar de la primera a la segunda y agarrarnos fuertemente a ella. Esta es la escalera por la cual, con devoción y amor, podemos ascender a los reinos superiores y finalmente regresar a nuestro hogar eterno.
La dirección que los maestros nos señalan es unívoca, tenemos que elevarnos y abrirnos paso hacia la luz dejando cualquier camino inferior, sinónimo de oscuridad. Como explica, tenemos la opción de ir hacia arriba y hacia dentro, en dirección a la luz –hacia el Nam, sinónimo de Shabad–, o hacia abajo y hacia fuera, hacia la creación física en la que vivimos, donde solo encontramos oscuridad y engaño debido a la percepción errónea a causa de los sentidos y la mente. Pensamos que nuestra vida es verdadera e importante y que los objetivos que tenemos son el sumum de nuestras vidas, pero nos engañamos. Lo que vemos aquí no es verdadero, es una ilusión diseñada por Kal (el poder negativo) para mantenernos atrapados en el chaurasi (la rueda de las 8 400 000 especies).
En este valioso cuerpo humano, las almas afortunadas que se encuentran con un maestro verdadero y contemporáneo tienen la oportunidad de reflexionar si desean la luz del camino espiritual o la oscuridad de la creación física: Dios o dinero.
En el libro Luz sobre San Mateo, Hazur Maharaj Charan Singh nos habla de esta elección y nos recuerda las palabras de Cristo: “Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas” (Mt. 6:24).
Hazur comenta en esta cita del evangelio que la mente no puede amar a dos maestros. El primer maestro es Dios, el segundo son los sentidos. Cuando la mente es esclava de los sentidos desciende, y cuando se apega a la luz y al sonido asciende. No se puede complacer a ambos maestros. Se tiene que dejar a uno y ser fiel al otro. Por tanto, o escogemos ser esclavos de Kal o devotos del Padre. Cuando la atención desciende servimos a Kal; y cuando se eleva servimos a Dios. Cuando estemos con Dios, volveremos a Dios. Cuando estemos con Kal, volveremos al reino de Kal.
Por eso, los maestros dicen que nos tomemos muy en serio la meditación y que la consideremos el deber principal de nuestra vida. Por medio de la práctica sincera y consciente, hagamos todos los esfuerzos posibles para interiorizarnos. ¡Convirtamos la meditación en la meta principal de nuestra vida! Solo a través del simran (repetición) y bhajan (audición), veremos por nosotros mismos la luz y escucharemos el sonido interior, y entonces estaremos en disposición de comprender quiénes somos: almas, no cuerpos, no mentes. Para lograr la autorrealización primero debemos preguntarnos quiénes somos en esencia y qué es esta vida en realidad. Después, con la autorrealización desarrollaremos la consciencia que nos permitirá ver a través de la ilusión.
Este mundo es un campo kármico de deudas, que deben sembrarse y cosecharse. Desde el principio del tiempo formamos parte de la creación; repetidamente hemos estado en diversas formas de vida. Hemos sido hombres y mujeres, animales, pájaros, insectos, peces, plantas y deidades… Así que esta vida que llevamos, ¿creemos que es toda nuestra realidad? No es así. Nuestros trabajos, nuestras familias, incluso nuestro seva físico no es más que karma a pagar.
Hasta que alcancemos la autorrealización, y entendamos que somos seres espirituales pasando por una vida humana, tenemos que tomar esta afirmación con fe. Pero esa fe ya está ahí, aunque hoy por hoy tan solo sea una pequeña semilla, porque de no ser así nunca hubiéramos llegado a este camino. Si hemos llegado es debido a que el anhelo de nuestra alma por volver a su fuente ya no puede negarse más. Hemos tratado de calmar nuestra dolorosa hambre interior satisfaciendo nuestros deseos mundanos, pero no ha dado resultado.
Los maestros nos dicen que la felicidad no se puede encontrar en esta creación, independientemente de lo que hagamos, de la riqueza material que amasemos, de los deseos materiales que satisfagamos… La felicidad que alcanzamos en el mundo no es permanente; ocasionalmente podemos disfrutar de cierta alegría cuando las cosas nos van bien y logramos algún objetivo material, pero generalmente esa felicidad es de corta duración, pues las inquietudes y preocupaciones siempre interfieren en nuestra paz mental. Lo sabemos porque lo hemos experimentado, lo estamos experimentando. Pero la meditación ayuda, trae a nuestra vida una paz y dicha que no se consigue en ninguna otra parte.
Maharaj Charan Singh explica en Muere para vivir, que el motivo de que seamos infelices es debido a que nuestra atención está dispersa. Cuando nos centramos en la vida y en los problemas mundanos, no podemos tener paz mental: es imposible. Él dice:
La única manera de conseguir paz es retirar la consciencia al centro del ojo y mantener la atención hacia arriba en vez de hacia abajo. Alcanzamos la paz únicamente trascendiendo el centro del ojo, hacia arriba: mientras estemos por debajo del centro del ojo, seremos infelices.
Esta afirmación se hace eco de las palabras de todos los maestros y místicos, cuando expresan que la felicidad es el resultado de una mente concentrada.
Maharaj Charan Singh Ji continúa diciendo:
El único método para conseguir tranquilidad y paz es la meditación, la cual conduce a la mente de vuelta a su fuente, liberándonos así de la mente y despojándonos de todas las coberturas del alma. Nunca se puede encontrar paz permanente en los objetos mundanos ni en los placeres sensuales. Son de corta duración estos llamados placeres, y la reacción a ellos a veces nos hace más infelices. Así que la única manera de obtener la paz eterna es volver al Padre y ser uno con él.
Nadie es feliz en este mundo; la única forma de conseguir la felicidad es volver a nuestra fuente; la única manera de hacerlo es meditando. La meditación no solo nos aporta tranquilidad mientras pasamos por nuestros karmas de destino, sino que también es una práctica para aprender a morir poco a poco para el mundo y vivir para el espíritu. Por eso los maestros llaman también a la meditación: morir en vida.
En Muere para vivir, Hazur Maharaj Charan Singh dice:
La meditación no es nada más que una preparación para abandonar el cuerpo. Este es el auténtico propósito de la meditación. Antes de que representes un papel en un teatro, lo ensayas muchas veces para hacerlo perfecto. Similarmente, esta meditación es un ensayo diario para morir, al objeto de que nos hagamos diestros en cómo morir y cuándo. La meditación no es otra cosa que una preparación para morir.
¿Por qué necesitamos ensayar para morir? Porque si a la hora de la muerte física tuviéramos algún apego residual a este mundo, algún deseo incumplido que obsesione a la mente, estos apegos pueden hacer que retrocedamos. Pero si ensayamos la muerte mediante la meditación, durante un mínimo de dos horas y media diarias, tratando de alcanzar el centro del ojo, podremos estar felices de deshacernos de esta “sucia y deteriorada vestimenta”, como Maharaj Jagat Singh Ji denomina a este cuerpo físico en el libro La ciencia del alma, pues con el tiempo este cuerpo se deteriora y se desmorona.
Maharaj Sawan Singh Ji también explica en detalle el proceso de morir en vida, y al hacerlo desmitifica la muerte mostrando que no hay que temerle. Dice así en Filosofía de los maestros (abrev.): “El simran es el primer paso en el Surat Shabad Yoga. El surat es el alma; el Shabad es Dios, el yoga es la reunión; es decir, el sendero de la reunión del alma y Dios”. Y continúa:
Por medio del simran –el primer paso en el Surat Shabad– toda la energía del cuerpo (las corrientes del alma) se retira a la sede del alma en el cuerpo, que es el centro del ojo; y luego asciende hacia arriba por medio de la corriente de sonido que reverbera allí. Cuando el alma se separa del cuerpo, ese estado se conoce como “morir en vida”. Aquellos que practican de acuerdo con las instrucciones de un maestro, “mueren” todos los días. Son capaces de abandonar el cuerpo e ir a la región astral (o a las regiones superiores, dependiendo de su progreso), y nuevamente volver al cuerpo a voluntad. El que practica el Surat Shabad Yoga abandona su cuerpo de la misma manera en el transcurso de la vida como en el momento de la muerte. La única diferencia es que el “cordón de plata” (vínculo entre el cuerpo y el alma) no se rompe.
Por lo tanto, un devoto que tenga éxito en la práctica de la meditación tiene a su disposición el poder de ir a la región astral, causal e incluso a otras superiores y volver a voluntad. La ventaja de esta práctica es que la persona es capaz de cruzar las puertas de la muerte sin temor o inconveniente alguno. En otras palabras, conquista la muerte. Los santos tienen experiencia real de este estado, y quien lo desee y se esfuerce por lograrlo también puede experimentarlo.
Así pues, la meditación no es más que un ensayo para morir. Cada día cuando nos sentamos a meditar, ensayamos para el último momento de nuestras vidas, entonces, ¿por qué deberíamos sentir temor alguno?
No sabemos cuándo moriremos. La muerte no respeta la edad. Otros podemos vivir hasta los noventa o incluso más allá de los cien. Algunos puede que ni lleguemos a los cuarenta. Probablemente en nuestras propias familias, hayamos visto a la muerte llevarse a jóvenes y viejos por igual.
Entonces, ¿por qué nos resulta tan difícil creer que un día, nosotros también moriremos? La mente nos impide pensar en la muerte. Todo el día nos mantiene tan ocupados con infinidad de cosas que no nos queda tiempo para reflexionar sobre la inevitabilidad de la muerte y lo que representa. El maestro nos dice que no nos atormentemos por la muerte. De hecho, cuando alguien con una enfermedad en estado terminal le hace preguntas, suele contestar que no piense en eso, sino que disfrute del momento, ya que solo el Señor sabe en qué instante nos llegará la muerte. A pesar de que los médicos pronostiquen una muerte cercana, hay gente diagnosticada con enfermedades terminales que viven largas vidas. El maestro siempre nos anima a ser positivos, y a que nos centremos en lo positivo, en la solución, no en el problema. Así que ante la aparente fatalidad o amenaza de la vida que supone la muerte, la mejor forma de ser positivo es prepararse para afrontarla con ecuanimidad en el momento en que acontezca, y ese es el objetivo de la vida: meditar y alcanzar el centro del ojo experimentando la muerte en vida.
Y este objetivo es algo para lo que hay que trabajar desde una perspectiva práctica. Tenemos un destino que afrontar, karmas que pagar, responsabilidades que atender, deberes que debemos cumplir…, y tenemos que llevarlo todo a cabo correctamente, o sea participar plenamente en todas esas cosas y disfrutar de la vida, pero manteniendo nuestro verdadero objetivo firmemente en la mente y priorizando siempre nuestra meditación.