Los dos remos
No penséis que he venido para traer paz a la tierra; no he venido para traer paz, sino espada.
(Mt. 10:34)
Muchas veces cuando los discípulos le hacen preguntas a su maestro, él no responde directamente, y mucho menos con grandes teorías o elocuentes disertaciones. Puede que en ocasiones lo haga por medio de fábulas o parábolas, o tal vez usando una ilustración vívida y práctica. Tomemos el ejemplo del gurú que viajaba en una barca junto a su discípulo:
El gurú estaba remando, agarrando los dos remos –uno en cada mano–, cuando el discípulo preguntó: “¿Por qué Dios nos brinda la desdicha, así como la felicidad? ¿Acaso no puede concedernos siempre felicidad?”. El gurú no contestó directamente, únicamente le entregó un remo al discípulo y le pidió que remara la barca mientras él se quedó tranquilamente sentado, como si estuviera muy cansado. Muy a su pesar, el discípulo se dio cuenta de que la barca estaba girando en círculos alrededor del lugar y no había avanzado a pesar de sus mejores esfuerzos. Avisó al gurú y suplicó que le dijera qué hacer. El gurú le entregó el segundo remo. Cuando el discípulo colocó el segundo remo al otro lado, la barca comenzó a moverse hacia delante.
Finalmente, el gurú le dijo al discípulo: “Nuestra vida es como esta barca; la alegría y la desdicha representan los dos remos. Ambos remos son necesarios si la vida tiene que continuar”.
El gurú podía haber respondido exponiendo las leyes del karma, acción y reacción… Pero el sencillo ejemplo formó una profunda y potente impresión en la mente del discípulo.
Los místicos nos explican que este mundo nunca será perfecto. Si este mundo tiene que continuar existiendo debe seguir siendo imperfecto. En el momento en que alguien se vuelve perfecto, regresa al Padre. Así pues, si el Señor quiere que la creación continúe, habrá sufrimiento, habrá desavenencias, hogares rotos, tragedias, etc.
Siempre es una combinación de karmas buenos y malos lo que nos trae a un cuerpo humano. Por consiguiente, y puesto que es una combinación de lo bueno y lo malo, naturalmente, nunca se puede ser permanentemente feliz en este mundo. También hay que sufrir.
Si tuviésemos en nuestro haber únicamente karmas buenos, acciones buenas, estaríamos ahora en el cielo. Si en nuestra cuenta solo hubiera acciones o karmas malos, ahora estaríamos en el infierno. Pero si tenemos acciones buenas y malas combinadas, obtenemos una forma humana. Esta es la razón por la que encontramos tantas desigualdades en este mundo. Algunas personas tienen más karmas buenos que malos, y por eso son más felices que infelices, más ricas que pobres. Otras tienen más karmas malos que buenos, así que tienen más días infelices y menos días felices en este mundo.
En este sentido, Hazur Maharaj Ji, comenta en el evangelio de San Mateo:
Cristo afirmó que no había venido a traer paz a este mundo. Vino con una espada. Su propósito al venir a este mundo no era convertirlo en un paraíso, era cortar el apego de sus discípulos a este mundo con la espada de la verdad. La finalidad de los santos no es hacer que el mundo sea perfecto. Vienen a sacarnos de este mundo para devolvernos al Padre. No vienen aquí para mejorar nuestra suerte. Nos dicen que el sufrimiento seguirá formando parte del mundo. Si queremos librarnos de este sufrimiento solo hay un camino: volver al Padre. Así que su propósito no es mejorar este mundo, su objetivo es sacar a las almas de él.
Es la combinación de karmas buenos y malos lo que nos ayuda a conseguir esta forma humana.
Así que mientras estamos en esta forma humana, debemos elevarnos por encima de estos buenos y malos karmas; y solo podemos elevarnos sobre ellos a través de la devoción al Señor, apegando la mente al sonido o corriente audible de la vida.
Hazur Maharaj Ji en Spiritual Perspectives, vol. I, nos dice:
Únicamente el apego al sonido crea desapego en nuestro interior. El sonido, la corriente audible de la vida, está aquí, en el centro del ojo, y cuando con la ayuda de la concentración y la contemplación de la forma del maestro retiramos nuestra atención hasta este lugar, podemos mantener ahí nuestros pensamientos. Apegamos nuestra mente y nuestra alma, atadas juntas, a ese Shabad o Verbo, ese sonido o Logos. Su apego automáticamente nos desapega de los sentidos y nos eleva. Eso nos desapega de todos esos deseos y apetitos. Mientras la tendencia de la mente es descendente, todos esos deseos y apetitos permanecen. Pero cuando esa tendencia se vuelve ascendente, automáticamente, abandona esos deseos y apetitos.