Podemos dar más
Poco a poco, mediante el proceso de la meditación, reconoceremos al maestro como una presencia. Seremos conscientes de su presencia en nuestra vida, particularmente y más concretamente de su presencia en nuestra meditación.
A Wake up Call
Sant Mat nos capacita para realizar el viaje de la consciencia. A través de la práctica de la meditación alcanzamos un nivel de pureza mental que nos permite entender y captar con profundidad la verdad, la esencia que subyace tras todas las formas y fenómenos aparentes de la existencia. Sant Mat nos lleva finalmente a resolver el porqué de nuestra existencia, el sentido de la vida, desvelándonos todas las incógnitas que han estado con nosotros desde tiempo inmemorable y que los seres humanos no hemos sabido resolver.
En efecto, las personas que hacen de las enseñanzas espirituales su dedicación principal en la vida logran vivir sus vidas con una consciencia creciente que les acerca a la verdad única y cristalina, libre de las sombras provocadas por las constantes distracciones de un mundo falso y efímero. Es precisamente este crecimiento interior lo que nos prepara para que cada día de nuestra vida tenga una luz nueva. Los ojos con los que nos asomamos a la vida nos proporcionan un cuadro e interpretación del mundo siempre diferente, dependiendo de nuestro estado de consciencia. En realidad, como señalan los místicos la práctica de la meditación expande la consciencia hasta la fusión total entre el ser y su Creador.
Muchas veces los maestros espirituales para acercarnos a la profundidad de las enseñanzas que transmiten utilizan historias en las que subyace una enseñanza, una moraleja, una inspiración… Así lo han hecho todos los místicos a través de los tiempos. Por ejemplo, Jesucristo les hablaba a sus discípulos en parábolas, en otras épocas otros místicos lo han hecho a través de la poesía, la música, etc. Estos vehículos de comunicación le hablan a la conciencia y al entendimiento de los seres humanos y los conmueven, provocando un impulso en ellos que se traduce en una intensificación de la búsqueda espiritual.
La verdad que los maestros rebelan parece tomar siempre un sentido diferente, una lectura diferente dependiendo de nuestro estado de consciencia. Valiéndonos de este razonamiento, se presenta a continuación una breve narración de 1866 del autor, poeta y filósofo bengalí Rabindranath Tagore titulada: El grano de trigo. Está cargada de simbolismo, y la reflexión sobre ella, a la luz de las enseñanzas de los maestros, no nos deja impasibles. Nos habla de un mendigo que se encontró en su camino con un dadivoso rey que viajaba en su carroza real… Dice así:
Iba yo pidiendo, de puerta en puerta, por el camino de la aldea, cuando tu carro de oro apareció a lo lejos, como un sueño magnífico. Y yo me preguntaba, maravillado, quién sería aquel Rey de reyes. Mis esperanzas volaron hasta el cielo, y pensé que mis días malos se habían acabado. Y me quedé aguardando limosnas espontáneas, tesoros derramados por el polvo. La carroza se paró a mi lado. Me miraste y bajaste sonriendo. Sentí que la felicidad de la vida me había llegado al fin. Y de pronto tú me tendiste tu diestra diciéndome: “¿Puedes darme alguna cosa?”. ¡Ah, qué ocurrencia la de tu realeza! ¡Pedirle a un mendigo! Y yo estaba confuso y no sabía qué hacer. Luego saqué despacio de mi saco un granito de trigo, y te lo di. Pero qué sorpresa la mía cuando al vaciar por la tarde mi saco en el suelo, encontré un granito de oro en la miseria del montón. ¡Qué amargamente lloré por no haber tenido corazón para dártelo todo!
Ciertamente, ¡cuánto lamentó el mendigo no haberle dado mucho más al generoso rey!, un rey que tenía el poder de transformar todo lo que le ofrecían en el oro más valioso del mundo. “¡Ese oro hubiera cambiado para siempre mi pobre vida”, pensaba para sí el mendigo!
Y así andamos nosotros en el camino de la espiritualidad: parados en medio del camino esperando que llegue la gracia de Dios, el milagro… El maestro no cesa de explicarnos que su gracia está con nosotros las 24 horas del día y que no es necesario pedirla. No es cuestión de su dádiva hacia nosotros sino de nuestra receptividad. ¿Nos hemos parado a pensar que como en la historia, cada día, a cada instante, el carruaje dorado del maestro pasa por nuestra vida? Sin embargo, ¿qué le damos? ¡Las sobras, tan solo migajas…! ¿Como podemos esperar el brillo y el resplandor de la riqueza interior si no le damos la oportunidad para que nos transforme?
Solo podemos darle migajas porque para nosotros todo es importante en la vida, y la espiritualidad es lo último; por eso nos pilla con los bolsillos vacíos. Puede ser que falsamente creamos que somos muy humanos y espirituales, pero, aunque sea duro reconocerlo, estamos dominados por la mente y difícilmente podemos escapar de su poder, difícilmente podemos vivir una vida orientada plenamente a la espiritualidad.
Nuestros bolsillos están vacíos porque solo le damos al maestro las sobras de nuestro tiempo: unos minutos de práctica aquí y allá sin mayor dedicación… No nos esforzamos lo suficiente para que su presencia nos acompañe en nuestra vida; se nos olvida recordarle, y cualquier otro pensamiento o interés toma importancia. Nuestros días se van consumiendo, y cuando miramos en retrospectiva el tiempo pasado nos damos cuenta de que podíamos habernos esforzado mucho más, podíamos haberle dado más. Vemos como día tras día nuestros bolsillos se han llenado de pensamientos y acciones sobre lo que nos preocupa en la vida: nuestros planes, nuestros afanes, nuestros seres… ¡Ni una sola manifestación real de recuerdo al benefactor espiritual, de su importancia en nuestra vida, gracias a quien tenemos esta oportunidad.
En el libro Luz divina, Hazur Maharaj Ji nos explica:
Los santos vienen a este mundo a “dar”, no a “tomar”. ¿Qué puede ofrecer a Dios este pobre mundo? Sin duda, has interpretado erróneamente el significado de la frase “dar todo al maestro”. Hemos de guardar todas esas cosas con nosotros como meros depositarios, creyendo y comprendiendo que son dones recibidos de Dios, el cual nos los ha otorgado por su gracia, pero debemos mantener nuestra mente totalmente desprendida de ellos.
El maestro tiene como misión ayudarnos a despojarnos de nuestra condición mundana y material, pero para que pueda hacerlo tenemos que darle un poquito de nosotros mismos, tenemos que estar atentos a su paso, a su presencia en nuestra vida: tenemos que reconocerle en todo.
No hay nada que en realidad merezcamos ni que nos pertenezca. Las circunstancias en las que nos encontramos y los bienes de los que disfrutamos se deben a la gracia del maestro, sin la cual podríamos estar privados de todo. Por tanto, como ilustra esta historia, la pregunta que debemos hacernos es: ¿Cuál es la mejor forma de responder a la petición del maestro en el momento en que se produzca el encuentro? Reflexionemos, porque ese encuentro se producirá inevitablemente, por lo tanto, debemos estar preparados: la carroza del rey puede pasar en cualquier momento y pedirnos nuestra ofrenda. Nuestra vida debe ser una vida entera de preparación, como constantemente remarcan los maestros, para que cuando llegue ese momento, hayamos hecho un acopio de riqueza espiritual tal, que nuestra ofrenda sea tan generosa que le complazca plenamente.
¿Qué debemos hacer para que ese encuentro sea fructífero y podamos ofrecerle lo que es de su agrado? ¿Qué podemos hacer para que no tengamos que lamentarnos de nuestra pobreza interior?
En el libro Muere para vivir leemos:
El maestro está complacido cuando el alma trabaja duro para ir de vuelta al Padre, […] el maestro está feliz de que el alma –que se había extraviado, que era esclava de los sentidos, que no sabía nada del Padre, que estaba ciega para el Padre–, haya empezado a percibirlo interiormente. Se ha vuelto más y más ligera, ha comenzado a brillar y está ahora en posición de sumergirse nuevamente en el Padre.
Podemos trabajar con más esfuerzo para el encuentro, necesitamos entregarnos mucho más si queremos llegar al lugar de la reunión: el centro del ojo. En efecto, nuestra tarea de alcanzar el tercer ojo requiere de una lucha constante, puesto que la mente siempre escapa de este punto. Tendremos que traerla nuevamente de vuelta una y otra vez al centro del ojo; volverá a escaparse, nos dificultará la tarea muchas veces y de diferentes maneras, pero nosotros tenemos que continuar trayéndola persistentemente a dicho centro.
El Gran Maestro nos da la clave para practicar con acierto. Dice en Joyas espirituales:
De la misma forma que creamos hábitos en este mundo repitiendo algo una y otra vez, tenemos igualmente que originar el hábito de la concentración de la mente, mediante la atención a la meditación de manera regular, constante y puntual. Tenemos que crear en nuestra mente el hábito de la concentración y, poco a poco, triunfaremos. Por supuesto, es muy difícil. Es una lucha para toda la vida, no de un día o dos. Es una lucha constante con la mente, pero vale la pena.
No nos quedemos fuera mirando el espectáculo del mundo. El maestro desea con más fuerza que nosotros que vayamos al interior para llevarnos todo el tiempo en su carruaje de oro, confortable y resplandeciente en el que no entra la impureza del mundo, y donde colmados de su amor y gracia no nos falta nada. Sin embargo, para estar a salvo de esa impureza, es importante que todos nuestros esfuerzos se dirijan a completar la tarea: llegar al centro del ojo. Allí encontraremos la riqueza que nos permitirá viajar a salvo con el maestro, en su carruaje inmaculado, protegidos por su amor de todo dolor y sufrimiento del mundo.
El Gran Maestro nos dice en Joyas espirituales:
Tendrás todo lo que deseas, las cosas más maravillosas y extraordinarias que jamás hayas podido soñar. Aquel que tiene que dártelo todo está dentro de ti en el tercer ojo. Tan solo está esperando que se limpie tu mente, y vigila todas tus acciones.
Mientras la mente esté dispersa y agitada con los deseos y la necesidad de acciones externas, permanecerá distraída y no podremos enfocar nuestra atención. Y mientras nuestra atención no quede concentrada en el centro del ojo, no podremos entrar en los sutiles reinos espirituales, no podremos entrar en la carroza del rey, en el fascinante mundo del espíritu donde el que logra entrar, alcanza un punto de inflexión que da un giro de santidad a su vida y las cosas jamás vuelven a ser como antes.
Todo lo que necesitamos es no engañarnos nunca más con los espejismos de la existencia. Hemos estado muchas vidas sucumbiendo al engaño de las cosas de este mundo, creando pesadas cadenas que nos han encadenado vida tras vida a la rueda del sufrimiento de la existencia, haciéndonos portadores de una pobreza espiritual decadente y lamentable. Solo una consciencia clara, limpia y pura, lavada con el jabón de la meditación y el agua del Shabad, hará posible que nuestro encuentro con el maestro sea una experiencia fructífera.
Sí, Sant Mat es el viaje de la conciencia. El maestro ya lo ha dicho muchas veces, no tenemos que ir a ninguna parte, todo está dentro de nosotros, todo empieza en este punto: el centro del ojo. Solo tenemos que llegar ahí, expandir la conciencia, despertarla al amor espiritual y unirla junto al Dador de quien nunca debió separarse. En esto consiste la autorrealización y la realización espiritual, esta es la misión que los seres humanos, como especie superior de la creación, deben completar en la vida. Sant Mat nos otorga la conciencia verdadera que desvelará en profundidad todas nuestras grandes preguntas a través de la meditación. La práctica del simran y el bhajan es la dedicación infalible que todos los iniciados deben convertir en lo más importante de sus vidas.
Podemos expresar con muchas palabras escritas lo que requiere de una sola conclusión: Podemos dar más, mucho más de nosotros mismos, y nuestras excusas solo muestran la necesidad de valorar lo que es importante en la vida, y a qué debemos dedicarnos de todo corazón. Como Sardar Bahadur nos recuerda en La ciencia del alma:
Durante incontables eras hemos estado separados del Señor en el pasado, en un extravío desenfrenado. Hemos estado tan encadenados y arrastrados por la mente y la ilusión, que nos hemos olvidado por completo de él y de nuestro origen divino. Necesitamos una total reorientación. Tenemos que decirle a nuestra mente que, aun cuando miles de vidas hemos obrado con arreglo a sus mandatos, ahora estamos decididos a consagrar esta vida a Dios, y solo a Dios. Todos los momentos libres deben ser para el bhajan. Ahora todo nuestro tiempo ha de ser suyo.
A menudo decimos que Sant Mat es un sendero de autorrealización y de realización de Dios. Pero ¿qué es la realización? ¿Qué significa realizar algo?
En el lenguaje corriente, realización significa que algo ya es un hecho, que de por sí es real, ya está presente, solo que nosotros no lo sabíamos, no nos dimos cuenta. Para nosotros no era real. Por ejemplo, supongamos que estamos muy concentrados llevando a cabo una tarea como cocinando, leyendo, haciendo balance de nuestras finanzas, etc., y nuestro amigo entra en la habitación. No nos damos cuenta, así que nuestro amigo espera. Entonces miramos a nuestro alrededor, y sorprendidos decimos: “¡Oh! ¡No me di cuenta de que estabas ahí!”.
Del mismo modo, Sant Mat es un sendero de realización en este mismo sentido. Es una manera de despertar a la realidad más profunda de la vida. Nuestro amigo –nuestro amigo verdadero– está justo aquí a nuestro lado, y no nos damos cuenta.
A Wake up Call