Las dos mentes
Todo se reduce justamente a la atención:
la atención ininterrumpida en el centro del ojo,
sin permitir que se introduzca en la consciencia ningún otro pensamiento
que te aleje del centro.
M. Sawan Singh. Joyas espirituales
Solo hay una mente, pero a efectos prácticos y dependiendo de donde ponemos nuestra atención, podemos hablar de dos mentes: la mente que se dirige al interior y la que se dirige al exterior.
[…] La mente indisciplinada que siempre se dirige al exterior, necesita entretenimiento constante. Le gusta dirigirse hacia el mundo. Nunca tiene paz y está obsesionada con el yo y lo mío. Siempre está inquieta. Esta mente ha secuestrado nuestra verdadera identidad y pretende ser nuestra naturaleza real. Estamos tan acostumbrados a verlo todo a través de las lentes de la mente exterior, que correr tras los sentidos y mantener la mente enfocada en la experiencia humana pensando, juzgando y etiquetando se ha convertido en parte de nosotros mismos.
La mente exterior está obsesionada con todo tipo de deseos y formas. Ama la variedad. Pero pronto se aburre, se siente sola y busca entonces nuevas formas de entretenimiento. Nada satisface su apetito. La mente exterior es la mente centrada en sí misma, que funciona por debajo del centro del ojo y que se ofende, se siente herida y padece el drama del karma. Esta es la mente que teme la muerte del cuerpo, porque sabe que es su propia muerte. Es la mente que alimenta el ego, que ha creado la personalidad y es responsable de que hagamos la distinción entre el yo y todos los demás.
Manteniendo nuestra atención en el mundo, la mente exterior ha creado la ilusión de que estamos separados y solos. Con una ilusión tras otra, con un concepto tras otro, hemos construido una sólida individualidad o ego que nos tiene encerrados en un aislamiento permanente. Todo lo que esta personalidad separada puede experimentar es una breve felicidad, seguida de ansiedad, sufrimiento y miedo.
La mente dirigida al interior es ese aspecto de la mente que mantiene la atención en su propio centro, en el sonido interior. A la mente interiorizada le gusta permanecer en el interior, en la paz y la dicha que llegan con la contemplación del sonido interior.
La mente dirigida al interior funciona desde el centro del ojo hacia arriba y, por tanto, transciende los pensamientos, sentimientos, sufrimientos y juicios. No se identifica con el ego, por lo que no se toma las cosas personalmente ni se siente ofendida. No se aferra ni corre hacia el mundo en busca de placeres sensuales. No busca los pensamientos para entretenerse. De todo es testigo, pero ni juzga ni condena. Se halla en paz en la quietud interior. La mente interior es como un cielo claro y luminoso, que permite pasar de largo a las nubes de pensamientos y sentimientos sin verse afectada por ellos.
Por medio de la meditación podemos familiarizarnos con la mente dirigida al interior y mantener nuestra atención en el sonido interno. Si lo hacemos, alcanzaremos una paz duradera, sabiduría absoluta y total libertad. Alcanzar esta consciencia superior es el objetivo de la espiritualidad. En ese estado de creciente y tranquila percepción, la mente se inmoviliza y el practicante comprende que su identidad real es el Shabad.
Para acceder a la mente interior, todo lo que tenemos que hacer es mantener nuestra atención en el simran y ser receptivos al sonido interno.
Cuando seamos capaces de mantener la atención inmóvil en el centro del ojo, no nos afectarán las circunstancias externas ni los altibajos de la vida. Cualquier cosa que experimentemos en la vida, elogio o censura, fortuna, pobreza o enfermedad, será igual para nosotros.
Todos podemos tener contacto consciente con la paz, dicha y sabiduría del Shabad, si convertimos en hábito el mantener nuestra atención en el centro del ojo.
del yo al Shabad
En el ciclo de la transmigración pasé miles de vidas,
pero nadie vino en mi ayuda.
Ahora el maestro me ha encontrado
y gracias a su misericordia me ha concedido
el misterio del Shabad, la esencia misma de la vida.
Atrás he dejado las nueve puertas
dedicándome ahora a la décima,
y mediante la práctica del Verbo
he obtenido la esencia.
Soami Ji. Sar bachan prosa