El maestro responde
Un alma puede estar sujeta a una serie de reencarnaciones hasta que la persona que la habita responda a su llamada para alistarse en la lucha por la liberación de las chispas divinas de su prisión. El ciclo de la reencarnación es una especie de exilio del alma, y cuando finalmente se le permite regresar a su divino origen, entonces encuentra la paz.
Rabbi Yaakov Yosef. Citado en El Nombre sagrado
P. Quiero preguntar por el dolor y el sufrimiento, y cuál es su relación con la consciencia individual y la consciencia universal.
R. Verás, cuando cuerpo, mente y alma no están sincronizados entre ellos, alguno de los tres sufre. Si los tres van juntos, están sincronizados entre sí. Pero cuando van en diferentes direcciones, alguno tiene que sufrir. El alma sufre cuando el cuerpo cae víctima de los placeres sensuales, de los sentidos, ya que la tendencia del alma va en diferente dirección. La tendencia de la mente a través de la carne va en otra dirección. Así pues, el alma sufre, seamos o no conscientes de ello. Y cuando la mente no se acopla al cuerpo, sufre enfermedad mental, preocupaciones, problemas mentales. A menos que los tres se sumerjan en su propio origen, ninguno puede escapar del sufrimiento. El alma sufre pues está separada de su origen, el Señor. La mente porque está separada de la segunda región, trikuti, la mente universal, y se ha vuelto esclava de los sentidos. El cuerpo sufre porque sus cinco elementos están separados de la tierra, del agua, del aire, del fuego y del éter. Cuando morimos, ¿qué ocurre? Los cinco elementos se funden con los cinco elementos. Finaliza el sufrimiento del cuerpo. Cuando la mente se sumerge en la mente universal, su sufrimiento cesa. Cuando el alma vuelve a sumergirse en la divina melodía interior, el Señor, su sufrimiento finaliza. En tanto estén separados de sus orígenes, tienen que sufrir. No hay otra salida para ninguno de los tres. De un modo u otro sufren. Solo es cuestión de más o menos.
P. Quisiera entender tu lógica, pero me siento arrastrado por el gran número de personas que tienen un entendimiento igual al mío, que prefieren el progreso moderno a la paz y felicidad de antaño.
R. Eso es lo que digo, pero nos corresponde a nosotros juzgar si estamos mejorando o empeorando. No afirmo que ellos no prefieran esto. A todos nos agrada ser mejores seres humanos; pero lo que está por dilucidar es si nos hemos convertido o no en mejores seres humanos. Creo que llegará el día en que nos daremos cuenta de que tenemos que decir adiós a esta civilización moderna y volver al modo de vida natural para tener más paz y mejor salud. Pienso que en cada uno de nosotros está aflorando la constatación de que hemos llegado a la cima, y ahora nos sentimos desilusionados con esta civilización. A pesar de todos estos logros materiales a nuestro favor, ¿somos más felices o tenemos más salud que antes?
P. Pero también creo que ahora hay más personas que antes conscientes del misticismo y la espiritualidad.
R. Es cierto. Y puedes atribuirlo a la civilización moderna, porque esta nos ha hecho más infelices y frustrados. Así que intentamos hallar la paz y la felicidad basándonos más en el misticismo, inclinándonos más hacia la espiritualidad. En este sentido puedes reconocer y atribuirle a la civilización moderna el que ahora estemos buscando la verdadera felicidad.
P. Estoy un poco confuso. ¿Debo entender que hablas de Dios como una entidad separada que no mora en nuestro interior o como alguien a quien le rezamos fuera? Yo siempre he pensado que Dios vive dentro de nosotros.
R. Dios está dentro de todas las cosas del universo. Él está dentro de nosotros. Sin embargo, incluso estando dentro sigue separado de nosotros. Por eso tenemos que eliminar esa barrera de separación. Él está dentro de nosotros. Cuando seamos conscientes de él en nuestro interior encontraremos a Dios en todas partes. Pero a menos que lo encontremos interiormente, nunca lo encontraremos fuera. No podemos encontrar a Dios en el exterior. Él está en nuestro interior, pero no lo vemos dentro de nosotros. Tenemos que eliminar este velo de ignorancia que se interpone entre el alma y el Señor. El alma está dentro del cuerpo y el Señor está dentro del cuerpo. Tenemos un velo o una barrera de mente entre el alma y el Señor. Tenemos que eliminar este ego, esta mente, que obstaculiza el camino. Solo entonces el alma podrá ver a Dios interiormente, y cuando veamos al Señor dentro de nosotros, dondequiera que miremos no veremos más que al Señor. Esto es lo que intentaba explicar cuando dije que cuanto más cerca estemos del Señor, más cerca estaremos unos de otros. Cuanto más alejados estemos del Señor, más alejados nos sentiremos de los demás. No podemos unirnos en el ámbito político, económico o social. Por lo menos la historia no nos anima en ese sentido. Solo podemos unirnos sobre una base espiritual. Estamos juntos. Somos uno. Todavía podemos ser uno. Así pues, cuando seamos conscientes de él interiormente, dondequiera que miremos no encontraremos nada más que al Señor.
Spiritual Perspectives, vol. I