El criado de Bagdad
Tu miedo a la muerte es en realidad miedo a ti mismo; date cuenta de qué estás huyendo.
Selected Poems of Rumi. Publicado en Conceptos e ilusiones
Érase una vez, en la ciudad de Bagdad, un criado que servía a un rico mercader. Un día, muy de mañana, el criado se dirigió al mercado para hacer la compra. Pero esa mañana no fue como todas, porque esa misma mañana vio a la muerte en el mercado haciéndole una señal.
Aterrado el criado volvió a la casa del mercader.
“Amo –le dijo–, déjame el caballo más veloz de la casa. Esta noche quiero estar muy lejos de Bagdad. Esta noche quiero estar en la remota ciudad de Ispahán”.
“Pero ¿por qué quieres huir?”, le preguntó el mercader.
“Porque he visto a la muerte en el mercado y me ha hecho una señal de amenaza”, contestó el criado.
El mercader se compadeció de él y le dejó el caballo; y el criado partió rápidamente con la esperanza de estar por la noche en Ispahán.
Por la tarde, el propio mercader fue al mercado, y, como le había sucedido antes al criado, también él vio a la muerte.
“Muerte –le dijo acercándose a ella–, ¿por qué le has hecho una señal de amenaza a mi criado?”. “¿Una señal de amenaza? No, no ha sido una señal de amenaza, sino un gesto de asombro. Me ha sorprendido verlo aquí, tan lejos de Ispahán, porque hoy por la noche debo llevarme a tu criado en Ispahán”, contestó la muerte.
Como refleja esta historia, cuando la muerte nos golpea, llega sin avisar ni respetar a nadie, y ninguna circunstancia puede evitarla. No importa quién seamos ni dónde estemos, la muerte no perdona a nadie.
En el transcurso de la vida vivimos bajo la ilusión de que nosotros vamos sorteando los obstáculos que se nos presentan, creemos que tenemos el poder de cambiar las cosas, pero, precisamente, con la muerte no podemos hacer nada, estamos indefensos: cuando llega se nos lleva por delante. Y sabemos además que cada respiración es un aliento que nos acerca a ella. Cada semana, cada mes, cada año que pasa, debería recordarnos que la muerte está llamando a nuestra puerta. Hemos depositado nuestra confianza en una vida que se mantiene gracias a algo tan incierto como la continuidad de nuestras respiraciones, sin embargo, ¿quién puede asegurárnoslas? Cada respiración puede ser la última.
Esa inevitabilidad es una amenaza colosal para nosotros, y nos aterra, nos asusta porque es algo desconocido. Pero los místicos nos dicen que no deberíamos quedarnos anclados en el temor, sino dar un paso adelante para acabar con él. Y eso es algo que todos podemos hacer si experimentamos la muerte mientras vivimos.
El misterio de la muerte puede revelarse, lo desconocido puede convertirse en conocido; así que no hay necesidad de que tengamos miedo. En el libro Conceptos e ilusiones leemos:
Cuando hablamos de la muerte, la mayoría de nosotros actuamos como los niños en la oscuridad. Para eliminar el miedo, los niños encienden la luz. Para eliminar nuestro miedo a la muerte, podemos encender la luz interior. “Cuando tu ojo sea único, todo tu cuerpo se llenará de luz” (Mt. 6:22).
Cuando repetimos constantemente el simran con la atención concentrada en el centro del ojo, es decir, cuando nuestro “ojo es único”, nuestro “ojo” espiritual interior ve interiormente, y la luz interior inunda nuestro ser. Esta luz nos da sabiduría interior; “… todo tu cuerpo se llenará de luz”. Esa luz, esa sabiduría interior, elimina nuestros miedos y nos infunde una fe inquebrantable.
Si tenemos fe en que el maestro está con nosotros tanto en la vida como en la muerte, ¿por qué deberíamos tener miedo a morir?
Lo que debemos hacer es vivir cada día de nuestra vida preparándonos para el inevitable encuentro con la muerte. Entonces la muerte no será una desconocida para nosotros. Podemos encontrarnos con ella en cualquier lugar, en cualquier momento, si estamos preparados.
La meditación diaria es nuestra forma de prepararnos, y debe ser parte de nuestra existencia. La meditación es una renuncia constante del ‘yo’, la meditación es aprender a morir. La meditación es morir en vida.