Razones para ser felices
Tú me enseñas el camino de la vida;
con tu presencia me llenas de alegría;
¡estando a tu lado seré siempre dichoso!
Salmos 16:11
“Cuando la mente empiece a quedarse en el interior, el alma y la mente comenzarán a actuar interiormente y te sentirás feliz”. Con estas palabras, le explica el Gran Maestro a un discípulo de dónde proviene la felicidad. Y en el libro Tesoro infinito Hazur Maharaj Ji también nos dice: “Deberíamos llevar una vida sencilla, relajada y libre de tensión (…) Deberíamos ser compasivos y serviciales con los demás”.
En efecto, al vivir las enseñanzas, todo lo que hagamos en la vida debería proporcionarnos bienestar y felicidad. Debería ayudarnos a ser más positivos, a tener más paz, más alegría, y una disposición fraternal con los demás. Los místicos nos dicen que es igual de fácil estar triste y malhumorado que alegre y feliz; es una manera de enfocarnos, de proyectarnos en la vida y relacionarnos con los demás. Y la verdad es que tenemos argumentos de mucho peso para afirmar, con propiedad, que como seguidores de las enseñanzas no deberíamos sentirnos tristes jamás.
Tener el privilegio de interiorizarnos y sentir la energía, paz y dicha interior que proviene de experimentar el Shabad, no es algo que se quede ahí, tan solo en las horas de recogimiento de la meditación, sino que nos acompaña todo el tiempo. Hazur Maharaj Ji solía decir que inevitablemente irradiaremos felicidad como consecuencia de esa interiorización y contacto con el Shabad. El Gran Maestro dice en Joyas espirituales:
Recibir el Nam significa más que si hubieras heredado un millón de dólares. Eres uno de los afortunados hijos de Sat Purush, y él te ha escogido para que recibas el Nam y vayas con el maestro a sach khand.
Textualmente dice, “… más que si hubieras heredado un millón de dólares…”. Y, en efecto, ser conscientes de esto debería hacernos sentir muy dichosos, porque aquel que sabe a dónde va, aquel que –habiendo estado incontable tiempo sometido al ciclo del nacimiento y muerte– ha encontrado el camino y ahora vuelve a casa de la mano de su guía espiritual, acaso, ¿no debería ser feliz sobre manera?
No hay motivos para la tristeza. A cada momento deberíamos celebrar la oportunidad que se nos ha ofrecido de andar la senda de regreso a nuestro hogar. Cada paso en este sendero, cada meditación debe colmarnos de dicha y paz. “Cuando con la concentración tu atención se eleve, te sentirás feliz”, nos dice el Gran Maestro en Joyas espirituales, y esa felicidad viene de sintonizar con lo más verdadero que hay en nosotros, con la fuerza que mantiene toda la vida que existe, el Shabad o espíritu interior.
En los satsangs y escritos se habla de cómo nos perdemos la experiencia de esta maravilla interior por estar enfrascados en las cosas pasajeras y efímeras de este mundo, pero las líneas que siguen no tratarán de esto. Hoy, todas las palabras serán para expresar cuánta felicidad y grandeza nos pertenece y de hecho ya está en nosotros; solo tenemos que mantenernos sintonizados con el espíritu interior. El Gran Maestro dice en Joyas espirituales: “Tus sueños o imaginaciones más extraordinarias, nunca podrán representar la grandeza que hay en el interior. Pero el tesoro te pertenece y está ahí para ti; puedes conseguirlo cuando vayas al interior”. Estas palabras del Gran Maestro representan para nosotros el ‘todo’; de ahí llegaremos a sentirnos completos y todo nos bastará. Todo a lo que debería aspirar un ser humano ya está en nosotros si vamos al interior.
El maestro imparte sus satsangs, nos ofrece la oportunidad de servir a los demás, nos mantiene en unas condiciones muy especiales, talladas a nuestra medida para que podamos vivir como seres espirituales. Y por todo eso, además de sentirnos felices deberíamos expresarle nuestro agradecimiento.
Porque el satsang refuerza nuestro sentimiento de devoción por el maestro, renueva las ganas por esforzarnos más al practicar la meditación. Pero especialmente el satsang crea felicidad en nosotros, cada satsang es una inspiración, una alegría, un acercamiento más estrecho al maestro, a sus enseñanzas, a querer complacerle y servirle como él quiere que lo hagamos. El satsang trae la presencia del maestro con tal intensidad que no podemos resistirnos ni quedarnos impasibles, es un caudal de fuerza e inspiración, y nos sentimos inmensamente dichosos. ¿Cómo podemos estar tristes con tanta gracia a nuestro lado? En el siguiente fragmento del libro Conceptos e ilusiones leemos acerca del satsang:
Los satsangs nos inspiran a avanzar en la dirección donde la verdad surgirá dentro de nosotros. (…) Los satsangs están cargados de significado.
Además del satsang, el maestro nos ofrece la posibilidad de hacer seva. El seva es una ofrenda silenciosa de nuestro amor por el maestro. Es una forma de expresar nuestra devoción, un débil esfuerzo de entrega para así poder humillar nuestros egos. Si queremos vivir en el amor, tenemos que amar y respetar a los demás, y si queremos servir a la humanidad, tenemos que hacerlo con humildad. Si nuestra actitud es la adecuada, nos daremos cuenta, como dicen los místicos, de que la felicidad de dar es inmensamente mayor a la de recibir. En otras palabras, solo los que han aprendido a dar saben lo que significa la dicha del seva. Hazur Maharaj Ji dice en Tesoro infinito:
Deberíamos ser felices haciendo felices a los demás, sirviéndoles.
Especialmente la meditación nos proporciona felicidad, pero el satsang y el seva son medios que crean un buen ambiente para vivir una vida plena y con sintonía espiritual, por eso debemos ahondar en su esencia y en el propósito que tienen. Es nuestra actitud positiva la que determina el que absorbamos la influencia positiva que generan y para lo que están concebidos. Todos los satsangs a los que asistimos y todo el seva que hacemos son fructíferos cuando tenemos una actitud inocente, abandonando nuestra arrogancia y engañoso ego, cuando nos abrimos a aprender de verdad para que la fuerza inspiradora del maestro nos guíe e ilumine.
Sí, estas son prácticas más que suficientes para caminar del lado positivo, alegre y feliz de la vida; es como tener el sol calentándonos por todas partes, sin posibilidad de que el frío se cuele por algún resquicio. Así nos acompaña el maestro desde la iniciación, dando calidez a nuestra vida como iniciados, alentándonos sin dejarnos ni tan solo por un instante, solo hace falta que lo veamos así. Por eso, no hay motivo para sentirnos tristes. Pasemos por la vida como a él le gustaría vernos: alegres, fuertes, equilibrados y bien orientados en el camino del reencuentro.