Vivir en torno a la meditación
La iniciación es un compromiso para toda la vida. La tarea que tenemos por delante requerirá perseverancia y dedicación.
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Una vez que un maestro espiritual nos inicia en el sendero espiritual podemos afirmar, con rotundidad, que la meditación es fundamental. Entendiendo que practicarla va de la mano con el resto de los principios de las enseñanzas a los que nos comprometemos: seguir una dieta vegetariana, abstenerse de drogas, alcohol y tabaco, y vivir una vida moral limpia.
Y precisamente algo tan importante como la meditación no se presenta, en general, como algo menor o fácilmente manejable en la vida de las personas, puesto que una vez iniciados pasa a formar parte de nuestra vida para siempre, y tenemos que dedicarle un tiempo y atención considerables (desde la iniciación nos comprometemos a un mínimo de dos horas y media). La práctica de la meditación implica cambios importantes en la vida: ajustes de horario, preservar tiempo para practicarla, adecuar otras actividades para poder realizarla, moderación en nuestra actitud y actividades para que al practicarla podamos hacerlo dentro de una atmósfera propicia, etc. Podríamos decir, con consciencia, que ‘la vida gira en torno a la meditación’; por eso no deben extrañarnos las afirmaciones de los maestros cuando hablan de 24 h de meditación. Claramente, Hazur Maharaj Ji dice en Muere para vivir:
Tienes que ajustar tu tiempo, tus compromisos y responsabilidades. Tienes que adaptarte a todas esas cosas y luego encontrar tiempo también para tu meditación. La meditación es lo primero, pero también tienes que hacer cosas del mundo, debes llevar a cabo ambos deberes. (…) Cada una de nuestras acciones debe reflejar las enseñanzas y construir la atmósfera sagrada con la que atender a la meditación y hacernos receptivos a su bondad y su gracia.
Efectivamente, la meditación se convierte en una tarea de 24 horas de dedicación para toda la vida, Sin embargo, conociendo la naturaleza inestable de la mente no nos equivocaremos si afirmamos que necesitamos ánimo constante a lo largo de la vida para poder practicarla, pues ciertamente todo aquel que lleva tiempo en este sendero, admitirá que seguir el camino está sujeto a altibajos. A continuación nos centraremos en explicar ‘cómo mantener un firme propósito de realizar la meditación, al atravesar los altibajos de la vida, independientemente de las sensaciones, valoraciones, juicios y estados de ánimo que atravesemos’.
En el libro Sant Mat esencial leemos:
Antes de comenzar el camino de la meditación, la mayoría de nosotros subestimamos enormemente el control que la mente, cargada de apego, tiene sobre nosotros. (…) Cuando perseveramos en la meditación durante días, semanas, meses y años, aprendemos gradualmente a calmar y enfocar nuestra atención. No es que cada día sea mejor que el anterior. Nuestras circunstancias y nuestras acciones, nuestros karmas, son como el clima. No todos los días son soleados y cálidos, y pocos días nos traen el tipo de karma que es fácil de tratar y olvidar durante las horas de meditación. En la medida en que estamos apegados a personas, posesiones y situaciones, los altibajos de la vida afectarán nuestra capacidad de concentrarnos en la tarea de la meditación. Pero como dice el maestro a menudo, ¿qué es fácil en la vida?
Esta es nuestra realidad, no nos engañemos, no hay situaciones ideales: hay inestabilidad kármica. Veamos, pues, qué dos cosas principalmente nos ayudan a mantener ese firme propósito de meditar:
1. Tomarse de manera muy valiosa y en serio las explicaciones, consejos y palabras de los maestros, porque de ellas proviene la fuerza positiva que nos alienta y acompaña de forma inseparable a lo largo del camino.
2. Darse cuenta de lo negativo y poco productivo que resulta para nosotros seguirle el juego a la mente. En otras palabras: ¿adónde nos lleva el juicio y el análisis? Necesitamos ver cómo contrarrestar esta tendencia mental, creando hábitos que poco a poco aplaquen la inestabilidad de la mente y su errónea dirección.
Reflexionemos sobre el primer aspecto: la fuerza, la ayuda de tantas y bondadosas palabras y consejos de los maestros. Fijémonos en muchas de las preguntas que le hacemos al maestro relacionadas con la meditación. Todas ellas tienen distintos matices y detalles, enfatizan una cosa más que otra, pero en el fondo coinciden en el hecho de que el discípulo siente que no es posible o que le es difícil concentrarse. Algunos le dicen que no pueden sentarse a practicar la meditación tras años en el sendero; otros que han practicado por un tiempo, pero luego han interrumpido la práctica…
Los maestros intentan hacernos reflexionar, y responden preguntándonos qué puede hacer un profesor si el alumno no hace sus tareas. Esto es equiparable al caso del niño que va a una buena escuela, pero después no realiza las tareas que le propone el profesor. ¿Qué puede decir el maestro si los discípulos –de tantas y diferentes maneras– le dicen que no pueden meditar, que no logran concentrarse…? El maestro con mucha paciencia nos explica que no hay aprendizaje posible si no hay esfuerzo por practicar, por intentarlo.
No obstante, nos olvidamos de que la meditación es un proceso de aprendizaje exclusivamente personal. Por muchas dificultades que encontremos o por muy ineptos que pensemos que somos, no podemos delegar esa tarea en nadie más. No hay nada que sustituya a la meditación y nos corresponde a nosotros hacerla; nuestra implicación es necesaria. El maestro nos ha iniciado, nos ha revelado la técnica para beneficiarnos, para transformarnos.
Nadie nos ha dicho que esta práctica sea pan comido, ni que lo conseguiremos al instante, lo único que él nos dice es: ¡Hazlo!, y en esas palabras está la fuerza. Practica, nos dice, el Señor sabe lo importante que es para cada uno de nosotros la tarea de la meditación, y nos hace conscientes de que la única manera de tener una relación con Dios es a través de la meditación.
El maestro nos mueve por dentro, apela directamente a nuestra consciencia. Él sabe lo que nos esforzamos y conoce la sinceridad de nuestro esfuerzo. Así, podemos recordar esa frase de Baba Ji que expresa la idea de que por nuestra parte no quede nada por hacer, lo cual nos lleva a cumplir al máximo. Esforzarnos al máximo. Siempre podemos hacer más, recordemos: “Somos más fuertes de lo que pensamos” y “podemos hacerlo”, palabras alentadoras de Baba Ji que se recogen en el libro Sant Mat esencial.
Estamos aprendiendo a crear una relación con lo divino, y el maestro está a nuestro lado enseñándonos y animándonos; proporcionándonos los medios, de todas las formas posibles, para que le prestemos la importancia y el debido interés a esta tarea. En todo este tiempo tan controvertido, no nos ha faltado su ayuda y apoyo; así nos ha demostrado que está a nuestro lado antes, ahora y siempre. Él está comprometido activamente con su servicio de liberar a cada uno de los discípulos. Como les escribía el Gran Maestro a sus discípulos en Joyas espirituales:
Ayudar al iniciado es la misión de mi vida. (…) A propósito, solo tengo una misión, y es cuidar de las almas hambrientas de alimento espiritual y liberarlas del nacimiento y la muerte…
Se requiere firmeza de propósito para cultivar esta relación divina; las demás relaciones nos vienen dadas y respondemos naturalmente a ellas porque son las que hemos cultivado siempre, pero son solo para un tiempo. Perdemos de vista su carácter temporal. Tenemos una desproporción en nuestros apegos, afectos y relaciones: para lo que dura solo un tiempo nos damos mucho, y para lo que durará eternamente –para esa relación divina– aún no hemos empezado a darnos.
Sardar Bahadur nos impacta con una de sus conocidas frases, recogida en el libro La ciencia del alma:
Tenemos que decirle a nuestra mente que durante miles de vidas hemos obrado con arreglo a sus mandatos, y ahora estamos decididos a consagrar esta vida a Dios y solo a Dios. Todos los momentos libres deben ser para el bhajan. Ahora todo nuestro tiempo ha de ser suyo.
Al mismo tiempo, no solo es importante que nos tomemos muy en serio las palabras del maestro sino que también confiemos plenamente en ellas, sencillamente porque no son las palabras de cualquier persona, sino de alguien muy especial. En el libro Cartas espirituales leemos: “Aquel que tiene un amor y devoción inquebrantables por el satgurú, se ha entregado a él con un corazón sincero, descubre que el satgurú no es un hombre normal sino que es el hacedor de todo, que es Sat Nam, Sat Purush, alakh, agam, anami, el maestro de todo y de todas las cosas, y que no hay nadie más grande que su satgurú, ese verdadero devoto alcanzará sach khand”. Por este motivo, el maestro sabe lo que dice, sus palabras siempre ponen de manifiesto la verdad. Aunque ahora no lo veamos así, él siempre tiene razón, y su intención es guiarnos de la forma más conveniente, ¡confiemos!
En segundo lugar, ¿somos conscientes de adónde nos lleva el constante análisis y el seguirle el juego a la mente? Es un enredo, una pérdida de tiempo que únicamente socava nuestro ánimo. Siempre nos vemos envueltos en ese bucle de juzgarnos a nosotros mismos, de valorar, comparar nuestra meditación y sus resultados. Hay una analogía que puede ayudarnos a ver con más perspectiva este aspecto:
El corredor aficionado que tiene la esperanza de completar el maratón de la ciudad, empieza la carrera lleno de optimismo y energía. A medio camino, cuando el entusiasmo inicial desaparece y solo queda trabajo duro y mucho esfuerzo y sufrimiento, podría pensar: “¿Por qué estoy haciendo esto? No veo la meta, no seré capaz de llegar”, e incluso puede plantearse abandonar. Es entonces cuando las palabras de aliento y el recuerdo de cuál es el objetivo marcan la diferencia.
Por el contrario, el corredor profesional ha entrenado y entrenado, y por eso entiende lo que le sucede a su cuerpo y a su mente en cada etapa de la carrera. Sabe que pasará por altibajos físicos y emocionales, y tiene la experiencia que necesita para poder superarlos. De la misma forma, alguien que durante años ha dedicado tiempo regular a la meditación diaria, puede reconocer los altibajos que acompañan a la práctica, y con fe y confianza en el maestro espiritual ser capaz de continuar a pesar de todo.
En el libro Sant Mat esencial leemos:
Las dudas y el desánimo le asaltan a todo el mundo de vez en cuando: es natural (…) Es posible que muchos de nosotros pensemos, de vez en cuando, que no somos buenos en la meditación y que es posible que nunca lo seamos. Podemos pensar que nuestro maestro ha cometido un error al iniciarnos o, incluso, que todo esto es un cuento de hadas y que seríamos más felices (…) tomándonos un descanso de la meditación o… Si nos paramos a pensarlo, llegaremos a la conclusión de que no es así. Después de todo la ‘práctica’ se construye ‘fracaso’ tras ‘fracaso’.
Es verdad, tenemos la tendencia a pensar que el fracaso es algo negativo, algo que debemos evitar, pero esto solo es un malentendido. Pensemos por un momento cómo se consiguen o logran las cosas que aprendemos. Si observamos a un niño que intenta ponerse en pie por primera vez, después mantenerse derecho y seguidamente caminar para al final echar a correr, nos daremos cuenta de cómo el fracaso repetido no es algo secundario respecto al esfuerzo, sino absolutamente esencial para el éxito.
Efectivamente, el progreso se basa en el fracaso y el esfuerzo repetidos. Si no hay intentos por nuestra parte, si cada vez que creemos que fallamos nos desanimamos y dejamos de practicar, ¿entonces…? Igualmente, a través de las horas diarias de práctica, nuestra negligente mente comienza gradualmente a aceptar que algún día perderá la lucha.
Como dice el proverbio chino: Los hábitos crean costumbres. Finalmente, nuestro cuerpo se quedará quieto durante la meditación de forma natural, por costumbre. Sin embargo, si intentamos analizar y medir mentalmente lo que está sucediendo, las cosas se complicarán. Por eso, los maestros dicen una y otra vez: “No analices, solo practica”. Aplicarse en la meditación es la propia señal del progreso. Podríamos decir que la gracia del Señor o del maestro espiritual, se muestra en el esfuerzo que hacemos en la meditación. El esfuerzo es en sí mismo devoción, es devoción.
La mente nos enredará, lo cuestionará todo y nos complicará las cosas. Nosotros solo debemos preocuparnos y enfocarnos en crear esos hábitos. En eso y solo en eso está la solución. Eso es lo que se necesita, y lo que en el largo recorrido nos dará el control de la mente y la victoria sobre ella.
El Gran Maestro, en el libro La Llamada del Gran Maestro, explica cómo debemos tratar a la mente cuando un discípulo le pregunta: “Hazur, la mente nos tiene tan dominados que resulta imposible impedir que se salga con la suya…”.
“No. Imposible no es la palabra”, dijo el Gran Maestro. “Di difícil. Comienza así: imagina que estás sediento y que vas a tomar agua o alguna otra cosa para beber. Pon el vaso de agua sobre la mesa delante tuyo, y di a tu mente que tendrá la bebida después de diez minutos, y espera hasta que transcurra ese tiempo. Eso será bastante fácil, creo yo”.
“Sí, eso puede hacerse fácilmente”, convino el satsangui.
“Es una victoria sobre la mente”, dijo el Gran Maestro. “Supón de nuevo que te gustan los dulces y que tienes un caramelo. Ponlo a un lado y te dices a ti mismo que lo comerás después de cinco minutos. Pasado este tiempo puedes comerlo. Pequeñas victorias como estas sobre la mente, suponen un gran avance para conseguir subyugarla completamente. A lo largo del día, prueba de hacer al menos una cosa buena que vaya en contra de la inclinación de tu mente. Después de algún tiempo encontrarás que el resultado de esta práctica es maravilloso”.
Y sugiere más adelante: “Convierte en un hábito regular hacer media hora adicional de simran cada noche antes de irte a dormir. La regularidad obra maravillas”.
Si nuestra meta y objetivo en la vida es establecer esa relación consciente con lo divino, tenemos que conseguir que la mente deje de ser un obstáculo. Tenemos que convertir a la mente enemiga en amiga, como sugiere a continuación el Gran Maestro en Joyas espirituales:
La mente es un niño muy desobediente. Mientras no es educada es nuestra peor enemiga; pero cuando se la ha educado es nuestra amiga más fiel. Y la cuestión es que tenemos que educarla para sacarle el mejor provecho, y para que conozca su origen espiritual. La mente es el más letal de los enemigos, pero el más útil de los sirvientes. Cuando se vuelve rebelde y se sale de control, nos lleva hacia una destrucción certera.
Pero ¿por qué toda esa rebeldía, desobediencia y enemistad en la mente? Porque la mente no es feliz en este plano material, anhela volver a su origen. Tenemos ya cierta experiencia en la vida y nos damos cuenta de esto; nos toca sufrir su frenético desasosiego en busca de más y más objetos que le proporcionen placer. La mente nos arrastra con sus pasiones y obsesiones en una frenética carrera sin fin. Y eso es así porque ella tampoco está estable ni es feliz en este plano, de ahí tanto cambio, tanto movimiento, tanto afán… Pero debemos razonar, hablarnos a nosotros mismos y decirle a la mente: ‘Esta actitud no nos conducirá a nada, es un círculo repetido. Vayamos al interior y busquemos paz, estabilidad’. Esto es recordar siempre y tener presente cuál es nuestro objetivo una vez iniciados.
Hazur Maharaj Ji nos explica en Spiritual Perspectives, vol. I:
La mente también sufre; siendo esclava de los sentidos también sufre. Como la mente corre tras los sentidos para obtener placeres y felicidad, pero no los encuentra en ellos, se vuelve aún más desgraciada. (…) Cuando, a través de la meditación o concentración, la atención se recoge en el centro del ojo y la mente retorna a su casa original con la ayuda del Nam o Shabad, no puede haber mejor amigo que la mente. Cuando la mente se encuentra en el camino de regreso a su propia casa se convierte en nuestra amiga, porque solo cuando la mente va camino a su hogar, el alma también, junto a la mente, sigue su camino al hogar.
Como todo en la vida, hay etapas que atravesar, pequeños objetivos que culminar, límites que una vez hemos pasado señalan un punto de inflexión, un cambio, una diferencia en la manera de enfocar y vivir la meditación. Así ocurre cuando la mente, que ha estado siempre frustrada y decepcionada del falso, efímero y decepcionante placer del mundo, empieza a sentir la paz, la concentración que proviene de sentarnos sencillamente en silencio, repetir los cinco nombres sagrados y escuchar el sonido interior, que es nuestra misma naturaleza y que reconocemos al experimentarlo. En Sant Mat esencial leemos:
Nos vamos dando cuenta de que solo en las profundidades de nuestro ser podremos encontrar una paz y felicidad duraderas y no en el exterior, en un mundo que se encuentra en constante cambio.
No es el análisis, ni el juzgarnos, ni el centrarnos en los resultados, ni cualquier otra forma que la mente adopte para desanimarnos lo que nos llevará junto al maestro. Es la práctica de la meditación, es andar el camino con buen ánimo, amparándonos en la poderosa y amorosa ayuda del maestro.