Estado de contento
Saber que lo suficiente es suficiente, es tener siempre lo suficiente.
Tao Te Ching
La mayoría de las personas descubren en un momento u otro de sus vidas, que cuando su prioridad se centra en la adquisición de cosas materiales, esto las lleva a un cierto nivel de insatisfacción, ansiedad y depresión, aun cuando obtengan lo que buscaban inicialmente.
Solo tenemos que mirar a nuestro alrededor para darnos cuenta de que el tener riqueza no equivale, necesariamente, a tener un estado de bienestar; que el ser rico o pobre tiene poco que ver con estar feliz o satisfecho. Todos sabemos de personas que a pesar de ser muy ricas, son infelices, y personas que son pobres pero felices.
También sabemos de personas que son ricas y felices, y de pobres que son infelices. ¿Acaso no es el nivel de contento de una persona y su actitud en la vida lo que importa, y no lo que tenga materialmente?
Si creemos que el dinero es la respuesta a los problemas de la vida, es probable que nos matemos trabajando a costa de nuestra vida espiritual, y tal vez de nuestra salud, principios y familia. No importa lo que tengamos en términos materiales, esas posesiones no dan paz mental. Como discípulos en el camino espiritual, necesitamos llegar al punto en el que aceptemos que lo que el Shabad nos ha dado y las circunstancias en las que nos ha puesto, son la suma total de lo que necesitamos para realizar nuestro objetivo en la vida.
Por lo tanto, sabio es aquel que ha alcanzado un estado de aceptación y satisfacción y se encuentra sin deseos en serena alegría. El secreto para una vida satisfecha y feliz es aprender a aceptar en lugar de esperar. La aceptación y el estar contento con lo que se tiene son una parte fundamental de las enseñanzas de los santos. No se llega a esta paz y contento a través de afirmaciones o deseos mentales, sino como resultado natural de una mente tranquila que se ha asentado en la meditación.
(…) La meditación es lo que nos despierta a la realidad de nuestro ser. Esta debe ser nuestra prioridad. Podemos tener un trabajo muy importante… ¿y qué? Podemos tener el mejor coche… ¿y qué? Podemos tener muchísimo dinero… ¿y qué? Podemos tener la mejor esposa o esposo y la mejor familia… ¿y qué? Podemos ir de retiro, a un ashram, o a Dera todos los años… ¿y qué? Podemos ver la forma física de nuestro maestro cada día durante el resto de nuestra vida… ¿y qué? Una vez que hemos sido iniciados, ¿qué es lo que en verdad queremos? Ninguna de estas cosas puede, por sí misma, despertarnos a la realidad de nuestro verdadero ser.
Todas estas cosas son ayudas externas y como mucho, medios para ayudarnos a alcanzar un fin. Todo lo que de valor real y duradero podamos realizar, lo obtendremos únicamente al ir al interior a través de la meditación.
(…) Puede ser que no lo digamos o que ni siquiera lo hayamos considerado, pero ¿acaso con nuestros hechos no estamos demostrando que la adquisición de bienes materiales o de riqueza material es lo que en verdad queremos en la vida? ¿Acaso no pensamos a veces que si tan solo pudiéramos tener ese coche, ese ordenador o computadora, ese trabajo o esa casa, entonces seríamos felices para siempre y nuestras vidas sí que funcionarían correctamente? El hecho es, y lo sabemos, que una vez que se obtienen esas cosas, llega el día en que nos damos cuenta de que no nos satisfacen.
Le sacaríamos más jugo a la vida, si independientemente de nuestra posición, actividades o posesiones, cultiváramos un estado de satisfacción o contento con lo que tenemos.
(…) No está mal tener objetivos en la vida. El problema surge cuando nos olvidamos de nuestro propósito verdadero. Debe haber un equilibrio entre lo material y lo espiritual, porque el alma está alojada en el cuerpo y su energía se canaliza a través de la mente.
Necesitamos seguir martilleando en la mente la necesidad de que se dé la vuelta, convenciéndola de que debe cambiar el proceso de sus tendencias aparentemente naturales, mirar hacia arriba y actuar conforme a lo que le dice nuestro maestro. Para tratar de ver nuestras prioridades objetivamente, es imprescindible que nos decidamos a vivir la vida de un discípulo verdadero. La meditación tiene que ser nuestra principal prioridad. Todas las demás consideraciones deben ocupar un segundo lugar. Si algo interfiere en nuestra meditación debemos descartarlo sin siquiera pensarlo dos veces. Como señala el filósofo alemán Goethe: “Las cosas que más importan, nunca deben estar sometidas a las cosas que menos importan”.
Necesitamos darnos cuenta de que cada vez que nos sentamos en meditación, estamos haciendo lo más importante que puede hacer un ser humano. Sin meditar, continuaremos siendo parte del ciclo de nacimientos y muertes.
Meditación viva