La responsabilidad de vivir
Ahora que has recibido esta forma humana, esfuérzate por cumplir con tu verdadero empeño. No te enredes en los asuntos de este mundo, considéralo tan solo como el sueño de una noche. Este cuerpo es falso, como falsas son sus relaciones, ¿por qué agotarte ante un espejismo?
Soami Ji. Sar bachan poesía
¿Hemos sentido que vivir comporta una responsabilidad? Es cierto que tenemos responsabilidad por las diferentes cosas que forman parte de la vida: por el trabajo que desempeñamos, por la familia a la que pertenecemos y de la que cuidamos, por las pertenencias que tenemos y mantenemos, etc. Como vemos, esta pregunta puede tener varias respuestas dependiendo de la perspectiva en que la planteemos. Pero en su sentido más profundo, nos referiremos a la responsabilidad sobre la meta hacia la que encaminamos nuestra vida, entendiendo que responsabilidad significa responder por lo que se nos ha dado o rendir cuentas por la capacidad del poder que se nos da.
Y podemos pensar, ¿qué se nos ha dado…? Sencillamente, se nos ha dado la existencia en una forma humana. Somos seres humanos que gozan de capacidades superiores al resto de seres de la creación. Por tanto, puesto que se nos ha dado infinitamente mucho más, eso nos hace responsables: pues a quien más se le da, más tiene que responder. En este sentido, en el libro Discursos espirituales, vol. I, leemos:
De todas las formas de vida, únicamente los seres humanos tienen activada la facultad de discernimiento, que les da un limitado libre albedrío y la capacidad de elegir una línea de acción que les saque del ciclo de la transmigración.
Y aún con más claridad en Perspectivas espirituales, vol. I, veamos la respuesta de Hazur Maharaj Ji a la pregunta: “¿Qué significa ser ‘la cima de la creación?”, (como se ha llamado al ser humano):
La oportunidad de regresar al Padre se les da solo a los humanos. (…) La creación entera está dividida en cinco elementos: tierra, agua, aire, fuego y éter. Las plantas están formadas solo de agua. Los insectos tienen fuego y aire. Las aves tienen tres elementos: agua, fuego y aire. Los animales tienen cuatro elementos: no tienen éter, el sentido de la discriminación. Los humanos tienen los cinco elementos, y como tenemos los cinco elementos, estamos en la cima de la creación. El Señor nos ha concedido la capacidad de discriminar, la cual se le niega a otras especies. Por eso, al cuerpo humano se le conoce como la cima de la creación. Desde aquí podemos subir o podemos bajar.
Los místicos nos hablan de que el alma va evolucionando en distintas formas de vida y cuando se encuentra en la forma humana, no solo recibe la oportunidad de liberarse de todas las características dominantes en esas formas de vida inferiores sino también de volver al Señor. Como consecuencia de haber estado en esas formas de vida, ahora nos encontramos con pasiones y tendencias que nos dominan y que influyen notablemente en nuestro comportamiento. Pero, en esta vida, podemos liberarnos de esas influencias que mantienen nuestra atención hacia abajo, hacia los sentidos y elevarla para ser conscientes de lo que es ser ‘humano’.
Esta vida es una oportunidad para aprender realmente a ser humanos, y a partir de ahí dar el siguiente paso hacia la divinidad, prácticamente de forma natural. Esta vida es nuestro momento para encontrar a Dios. Aprovechémoslo, haciendo un uso responsable de la superioridad que nos caracteriza para liberarnos del ciclo de los 8 400 000 especies de vida, pues cualquier otro esfuerzo es en vano.
Sin embargo, de la misma forma que podemos aprovechar esta oportunidad para elevarnos, también puede ocurrir que ignoremos esta superioridad y vivamos de un modo no muy distinto a como viven el resto de las criaturas. Hazur Maharaj Ji, nos dice en Discursos espirituales, vol. I:
Los santos llaman nuestra atención sobre la situación que prevalece en el mundo. Señalan cómo las personas (…) viven despreocupadas de la existencia de Dios. No tienen tiempo para pensar en él. Están completamente inmersas en los placeres de los sentidos. Su lema es: “Comer, beber y divertirse”. El pensamiento: “Agradable es este mundo, ¿quién ha visto el otro?”, los mantiene apartados de la realidad.
Frente a la orientación del “comer, beber y divertirse” que puede tenerse de la vida, se suscita la pregunta de si esto realmente puede mantenernos satisfechos por mucho tiempo. Los místicos señalan que llega un momento en que este tipo de existencia no le basta al ser humano. Vemos, a través de la historia de la humanidad, como a menudo cuestiones que trascienden el nivel de la supervivencia han estado presentes. En su ansia de conocimiento por resolver estas incógnitas y llevar una vida más plena, el ser humano ha demostrado verdadero interés por encontrar una razón a su existencia. Cuestiones como el bien y el mal, el fenómeno de la naturaleza, la razón de ser del sufrimiento, la pérdida, la muerte, etc., ponen de relieve que la conciencia humana tiene la necesidad de sobreponerse a un planteamiento tan básico de la vida y encontrar respuestas satisfactorias en un nivel más profundo.
También podemos reflexionar, a pequeña escala, sobre la trayectoria de cada persona en particular, y observar cómo a medida que pasa la vida y alcanzamos cierta madurez, empezamos a buscar con más profundidad nuestro propósito en la vida. Si hacemos un poquito de memoria y repasamos las diferentes metas que nos han motivado hasta ahora, observaremos que inicialmente nuestro propósito era muy diferente al actual: por un tiempo fue la familia y los amigos, tal vez después fue el hacer dinero, más tarde conseguir reconocimiento de los demás o alcanzar posición, etc. Pero ahora, que ya hemos tenido abundantes experiencias, nos damos cuenta de que todo esto solo han sido y seguirán siendo medios que nos ayudan a desenvolvernos en la vida, a vivir con más comodidad, pero realmente no nos han proporcionado la paz mental y la felicidad que queremos obtener.
Para los místicos esta búsqueda que ha protagonizado el ser humano tiene una respuesta muy clara y mucho más sencilla que cualquier intelectualismo en el que podamos vernos inmersos. Su planteamiento acerca del propósito de la vida es muy revelador. Describen una creación totalmente diseñada y planificada para primero: formar parte de ella; segundo: experimentarla; y tercero: liberarse de ella. Y esto último solo es posible o está al alcance del ser humano, y no del resto de criaturas. De ahí que dirigir la existencia hacia la meta de la liberación es no solo lo propio y lo que dará respuesta a todas sus incógnitas, sino lo que debería hacer un ser humano. Esencialmente, esta es la base de los discursos y enseñanzas de los maestros.
A través de sus satsangs intentan, infatigablemente, concienciar al ser humano de que está atrapado en esta creación ilusoria, y le infunden el ánimo de esforzarse por salir de ella y volver a su Creador. Además, indican que hay una manera, un método, denominado meditación en el Espíritu o Shabad para abordar con éxito esta finalidad: la liberación o retorno a la fuente u origen. En el libro Sant Mat esencial, leemos:
Sant Mat enseña que la esencia de todo ser humano es el alma, y que el privilegio y el propósito de la vida humana es que el alma tome conciencia de su identidad con su fuente divina. Esta comprensión puede lograrse por medio de la práctica de la meditación en la emanación de la divinidad, la cual resuena dentro de cada ser humano y se conoce como Shabad, la ‘corriente del sonido’ o ‘Palabra’.
La idea principal de la meditación es encontrar nuestro centro de quietud en el interior de nuestro propio cuerpo. Es reencontrarnos con nosotros mismos, dejando atrás toda la agitación y alboroto externo en el que estamos inmersos constantemente, para gozar de la tranquilidad, el silencio, la paz y la alegría interior. En el libro One Being One leemos:
… La mayoría de nosotros lleva vidas rutinarias, salpicadas de alegrías ocasionales e interrumpidas con períodos de problemas y angustias (…) y luego se nos considera responsables de nuestras acciones; y terminamos yendo en círculos en un ciclo de nacimiento tras nacimiento, no necesariamente como seres humanos.
Es una vida dura, pero la buena noticia es que podemos contactar con el Ser único en nuestro interior por medio de la meditación o verdadera oración espiritual. Esto hace la vida más dulce. De hecho, con el tipo correcto de meditación y la clase correcta de guía, nosotros, los seres humanos, podemos incluso llegar a entender qué es la muerte (mientras aún estamos vivos). Con un poco de suerte, llevando a cabo un gran esfuerzo y recibiendo la gracia divina, podemos incluso escapar del renacimiento y regresar al Ser único. Y ese es el propósito divino en todo el asunto.
Y concluye:
Todos nuestros problemas se resolverían si pudiéramos recuperar el contacto con el Ser único. Si pudiéramos subir de regreso por esa escalera del ser al único origen.
¿Podemos subir por esa escalera? En otras palabras, ¿podemos escapar de este ciclo de nacimiento, muerte y renacimiento? Sí, podemos hacerlo. Y ¿cómo vamos a ascender por esa escalera? A través de la meditación. Con la meditación concentramos la atención en el interior, en el centro del ojo espiritual, y esforzándonos por mantener la atención recogida en este punto lograremos una concentración firme que nos permitirá, gradualmente, llegar al conocimiento de nuestro ser verdadero: el alma, el ser; una vez que logramos separarla de la mente. Aquí los místicos nos explican que esto es conocernos a nosotros mismos, es la autorrealización. Hazur Maharaj Ji dice en Perspectivas espirituales, vol. I:
¿Qué es la autorrealización? Ir más allá del reino de la mente y maya; tratar de llevar la mente al centro del ojo y a su propio destino, para que el alma pueda liberarse de las garras de la mente. Separar el alma de la mente: eso es autorrealización, es conocernos a nosotros mismos. Ese es el propósito de la meditación.
En realidad, meditar implica mucho más que sentarnos simplemente con los ojos cerrados repitiendo mentalmente alguna fórmula verbal. Meditar es el principal medio para la evolución espiritual, para el crecimiento espiritual. Tenemos que vernos a nosotros mismos en nuestro interior. Vernos nos ayudará a darnos cuenta de que necesitamos desprendernos de todo aquello que nos mantiene enfrascados y atados a esta creación y nos impide tener la atención apta para ir al interior. Tenemos que darnos cuenta de que seguir interesados en las cosas del mundo y sus atractivos es la causa de que hoy nos encontremos todavía apegados al mundo y sus seres. Y mientras no controlemos esta adicción de nuestra atención hacia el mundo, no hay posibilidad de una concentración real. Si pudiéramos soltar todas las amarras que mantienen la atención en el mundo y sus seres, podríamos elevarnos, simbólicamente, como un globo cuando se le desata el lazo que lo mantiene atado a la tierra. Nada nos impediría ir al interior y, en un instante, cruzar las puertas de la muerte e ir más allá.
Y para poder desprendernos, primero tenemos que conocer todos esos lazos, apegos y confusiones que forman parte de nuestra mente, etc. El maestro nos da el ejemplo del ordenador: compara nuestra mente con un ordenador. Todo está en la memoria del ordenador, en el disco duro, y para borrar cualquier información debemos traerla y hacerla visible en la pantalla. Igualmente, con la meditación vamos trayendo a la pantalla (a la consciencia) lo que hay en nuestra inconsciencia, y solo entonces podemos borrarlo.
Tenemos que ser conscientes, porque mientras no lo seamos seguiremos actuando del mismo modo, no veremos dónde está nuestra equivocación, el error hacia el que hemos encaminado nuestras vidas repetidamente (vida tras vida) y, entonces, será difícil cambiar la dirección de nuestra atención. El Gran Maestro dice en Joyas espirituales:
Nuestra atención ha estado siempre, y aún lo está, apegada a nuestros cuerpos, a nuestros parientes más cercanos, a nuestros hogares, y también a nuestras preocupaciones y pesares. Nos hemos identificado tanto con estas cosas, que hemos perdido nuestra identidad. A no ser que empecemos ahora a desprendernos de estas conexiones externas, y comencemos a desarrollar la capacidad de conectar y desconectar nuestra atención a voluntad, haremos pocos progresos en el sendero.
Este proceso de desconexión puede tomarnos toda la vida, porque implica hacer frente a todas las cosas que hemos acumulado en nuestra mente que evitan la concentración plena. Tenemos que purificar a la mente de toda inclinación material y externa, de todos los pensamientos egocéntricos, de todo… excepto del Señor. Y alcanzar eso no es fácil. Tenemos que enfrentarnos a nuestra propia persona: llegar a conocer todo lo que ocurre dentro de nuestra cabeza, mucho de lo cual es actualmente inconsciente, y ser conscientes de cosas que probablemente nos harán sentir incómodos. Como explica Hazur Maharaj Ji en Muere para vivir:
A menudo doy también un ejemplo: Estás en una habitación cerrada y está oscura por completo; a través de la abertura de ventilación llega un rayo de luz y de pronto puedes ver mucho de lo que hay en la habitación. Ves partículas de polvo y muchas cosas que se mueven. Pero antes de que llegara el rayo de luz no eras consciente de todo lo que había en esa habitación. Así, en la meditación, ese rayo de luz entra dentro de nosotros, y esas mismas cosas de las que estábamos orgullosos, que pensábamos ciegamente que eran logros, nos hacen sentirnos avergonzados (…) nos hemos hecho conscientes de esas debilidades. Y cuando te haces consciente de ellas, naturalmente nos avergüenzan, y esto hace que desees liberarte de ellas.
Gradualmente, debido a esa mayor consciencia adquirida con la meditación empezamos a desarrollar la voluntad de ser mejores personas, de comportarnos mejor, con mejores cualidades. Se desarrolla nuestro entendimiento y eso nos hace actuar con una perspectiva más elevada: ahora nuestra atención trata de esquivar el mundo sin fijarse en sus objetos –nuestras acciones ya no están secuestradas por el placer o el dolor que nos provocan– y la dirigimos hacia todo lo que nos ayuda a estar en el centro del ojo con el maestro, recordándole con los cinco nombres, siendo continuamente conscientes de su presencia.
Gracias a la meditación, el conocimiento de uno mismo es un proceso que se da de forma paralela a la manifestación de las cualidades divinas que habían permanecido dormidas en nuestro interior. Redescubrimos todo aquello que entra dentro del proceder de un ser humano excelente, lleno de las mejores cualidades humanas. Con las siguientes citas del evangelio de San Mateo (5:43-47), se ilustra este aspecto: “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto”.
Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; (…) Porque, si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? (…) Y, si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más?
Es cierto que todos tenemos un destino que vivir, formado de todos esos karmas que ahora debemos saldar, y que cada karma comporta una responsabilidad. Tanto la familia como el trabajo, las relaciones, etc., nos mantienen ocupados y son deberes u obligaciones que debemos afrontar con la debida responsabilidad, pero los santos nos dicen que debemos mantener el equilibrio en la vida y no olvidarnos nunca de que también tenemos una responsabilidad principal con nosotros mismos. Si al final del día nos hacemos la pregunta: ¿Qué hemos hecho hoy por nosotros mismos?, en la respuesta no debería faltar: Hemos hecho nuestra meditación tal como el maestro nos ha dicho que la hagamos, con devoción, con interés, y hemos procurado ser conscientes de su presencia.
Viene muy bien aquí, a modo de conclusión, citar la parábola de los talentos del evangelio de San Mateo (25:14-19), porque precisamente nos habla de responsabilidad. Dice así:
Porque el reino de los cielos es como un hombre que yéndose lejos, llamó a sus siervos y les entregó sus bienes. A uno dio cinco talentos, y a otro dos, y a otro uno, a cada uno conforme a su capacidad; y luego se fue lejos. Y el que había recibido cinco talentos fue y negoció con ellos, y ganó otros cinco talentos. Asimismo el que había recibido dos, ganó también otros dos. Pero el que había recibido uno fue y cavó en la tierra, y escondió el dinero de su señor.
Después de mucho tiempo vino el señor de aquellos siervos, y arregló cuentas con ellos.
Significa que el Señor, en este mundo, nos da a todos los seres humanos un capital determinado; es decir, nos asigna un número de respiraciones y espera de nosotros que en la vida hagamos un uso correcto de ellas. Por consiguiente, no solo espera que utilicemos estas respiraciones para vivir en este mundo, sino también que aumentemos este capital haciendo algo más. Recordemos, como se explicaba al principio: A quien más se le da, más tiene que responder.
Cuando somos iniciados el Señor nos da la riqueza del Nam, y nosotros como discípulos podemos aprovechar esta excepcional y valiosa oportunidad para ir multiplicando esa riqueza espiritual (por medio de nuestra meditación), o podemos limitarnos a enterrarla y desperdiciar esta oportunidad en la forma humana.
Como explica Hazur Maharaj Ji en el libro Luz sobre San Mateo:
Debemos (…) utilizar debidamente el capital con el que el Señor nos ha enviado a este mundo. Lo que significa: acumular riqueza espiritual, liquidar todas nuestras cargas, vivir en las enseñanzas de los santos, obedecerles y apegarnos interiormente a la melodía divina. De ese modo, el maestro y el Señor nos aceptarán a la hora de nuestra muerte, y volveremos a nuestro verdadero hogar. (…) Así pues, tenemos que aprovechar al máximo esta oportunidad. Cumplir con nuestra meditación. Hacer progresos espirituales. Y con las alas del amor y la devoción volar hacia él, y fundirnos con el Padre interiormente.
Finalmente, los místicos dicen que podemos prolongar nuestra estancia en esta creación, encadenando nuestras acciones a la ley de causa y efecto kármico actuando irreflexivamente y, por lo tanto, tomando malas decisiones. O ser sabios y no perder de vista nunca nuestra meta, recordando la imprescindible necesidad de dedicarle el tiempo completo a nuestra meditación, de ‘vivir en meditación’.
De esta forma estaremos dirigiendo nuestra atención hacia el interior, hacia el punto de quietud en el centro de la rueda giratoria de la existencia, para liberarnos eternamente de la incertidumbre y el sufrimiento en esta creación, para salir definitivamente de esta cadena de existencias.