Mirar a su presencia interior
Verdadera devoción es llevar nuestra atención al gurú interior: la luminosidad sonora y sin forma del Shabad.
del yo al Shabad
Un proverbio tibetano dice: “El maestro es como el fuego. Si te acercas demasiado te quemarás; si te alejas mucho, no sentirás su calor”.
¿Puede “quemarse” un discípulo por el hecho de tener una relación estrecha con el maestro?
Si no estamos en guardia, esa misma proximidad puede inflar nuestro ego, sacar a relucir el aspecto crítico de la mente y destruir la esencia de la relación del discípulo con su maestro. La cercanía puede generar familiaridad. La cercanía puede quemar la fe, la confianza y el amor. Entonces, el discípulo deja de ser un discípulo; el discípulo deja de ver al maestro como un maestro. El discípulo se quema. La fe y el amor del discípulo arde en llamas y puede que hasta se reduzca a cenizas.
“Si te alejas mucho, no sentirás su calor”, es el otro extremo. No se trata de la distancia física. Después de todo, nuestros karmas pueden habernos colocado en el otro lado del mundo. “Estar lejos”, significa desvincularse de los principios de Sant Mat, desviarse de las enseñanzas, dejar de asistir a los satsangs y abandonar la meditación. Cuando nos extraviamos tanto, dejamos de sentir el calor del “fuego” del maestro. Entonces no podemos beneficiarnos de las enseñanzas, tampoco somos capaces de ser receptivos a la gracia del maestro.
Citando las palabras del Gran Maestro: “Cuando nos distanciamos del maestro y del satsang, el mundo se graba de forma tan imperceptible en nosotros que, a pesar de dedicar regularmente tiempo al simran y al Nam, a menudo comenzamos a sentirnos desanimados, vacíos y desolados”.
Esto es lo que significa estar demasiado lejos del “fuego” que es el maestro.
Aspiremos a seguir el camino del medio; no tan cerca para quemarnos, no tan lejos que no recibamos el calor.
(…) No puede haber un vínculo más estrecho que el que existe entre un maestro verdadero y un discípulo genuino. Sin embargo, debido a nuestras limitaciones, todo lo pensamos en términos físicos. Evaluamos la presencia y el poder del maestro con las medidas de tiempo y espacio. En los centros de satsang alrededor del mundo, cuando el maestro convoca a los sevadares y a los miembros del comité local, podemos pensar que el hecho de que estén alrededor de una mesa de conferencias, tan cerca del maestro, va a hacer que mejore su concentración, o que tengan un simran más enfocado y un gozo más intenso del Shabad. Incluso podemos pensar que aquellos que son tan afortunados para hacer seva en Dera, que viven en Dera durante todo el año, se deben haber convertido en almas especialmente evolucionadas.
En virtud de esta teoría, todo aquél que haya sido iniciado por un maestro de Beas, ¡podría convertirse en un alma evolucionada mudándose a Dera! Y, sin duda, muchos de nosotros desearíamos poder hacer lo mismo –creemos que, si pudiéramos vivir en Dera, nuestra meditación sería más concentrada–. Si pudiéramos pasar nuestros días físicamente cerca del maestro, seguramente nuestra alma volaría hacia los reinos superiores. Si nuestras circunstancias fueran distintas. Si… ¡No funciona así!
El maestro nos recuerda que él no puede estar más cerca; en todo momento está con nosotros, todos los minutos de cada día, pero no físicamente. Necesitamos mirar hacia donde realmente está su presencia: en nuestro interior. El maestro verdadero, como él tan a menudo nos recuerda, es el Shabad interior. Cada uno tenemos la oportunidad de pasar tiempo con nuestro maestro en privado, cada día, en la meditación. A través del simran podemos desarrollar una conciencia de la presencia del maestro, dándonos cuenta de que está con nosotros todo el tiempo.
Desgraciadamente, los sevadares de Dera no alcanzan la iluminación viviendo en la colonia, ni tampoco los sevadares de muchos lugares del mundo que son convocados a reuniones habituales por el maestro –desafortunadamente, porque todos desearíamos que fuera así de fácil–. No podemos saber o adivinar, o incluso especular sobre por qué las circunstancias de alguien son las que son, por qué algunos tienen más acceso que otros de ver al maestro.
Lo único que podemos afirmar con certeza es que a cada uno de nosotros se nos han dado las circunstancias concretas para nuestro mejor beneficio, donde mejor podamos saldar nuestros karmas, donde seamos capaces de pasar por nuestro destino en esta vida y cumplir con nuestros deberes, y al mismo tiempo donde podamos darnos cuenta de nuestro potencial espiritual.
Extractos del libro A Wake Up Call