El peregrino en el río Ganges
Tendrás que rendir cuentas incluso de un solo grano del campo de tu vecino que inadvertidamente entre en tu granero.
Sardar Bahadur Jagat Singh. La ciencia del alma
En una ocasión, un peregrino le dijo al río Ganges:
“Si tú purificas a los seres humanos, tus aguas deben estar llenas de pecados”.
“No –repuso el río–, yo hago que el agua desemboque en el océano”.
El peregrino se encaminó entonces al océano y le dijo:
“Si tú recibes el agua del Ganges, debes estar lleno de pecados”.
“No –replicó el océano–, yo evaporo esa agua hacia las nubes”.
El hombre se dirigió entonces a las nubes y les dijo:
“Nubes recibís el agua del océano, por tanto debéis estar llenas de pecados”.
“No –contestaron ellas–, nosotras devolvemos el agua a los seres humanos en forma de lluvia”.
Este relato popular de la India nos muestra el curso cíclico del agua, y simboliza que todo aquello que depositamos en ella acaba volviendo a nosotros, como el efecto de un bumerán que al lanzarlo, por su movimiento giratorio, vuelve al punto de partida.
Llevando el significado de esta metáfora del agua a las enseñanzas de Sant Mat, los místicos afirman que nadie puede liberarse de los resultados de sus malas acciones, pecados o karmas por el mero hecho de sumergirse en el agua, como bien sabemos. Lo que ocurre realmente es que tendremos que enfrentarnos a las consecuencias de todas nuestras acciones. No hay escapatoria.
Con la misma lógica que entendemos que un agricultor siembra distintas semillas en un campo, y una vez sembradas no tiene otra opción excepto recoger los frutos acordes a la naturaleza de las semillas, igualmente, en algún momento del futuro (en esta vida o en vidas futuras) tendremos que afrontar las consecuencias que generen los pensamiento o acciones que hayamos tenido.
Nosotros podemos creer que todo comienza y acaba con esta vida, porque no comprendemos que existe una ley (ley del karma o de causa y efecto) que opera a niveles más profundos que las leyes que observamos en la naturaleza, y que determina que lo que estamos experimentando en esta existencia es la cosecha de semillas de pensamientos y de acciones sembradas con anterioridad.
Es fácil para nosotros ignorar o excusar las cosas que hacemos y desentendernos, especialmente, si son cosas pequeñas o insignificantes, considerando que no tienen ninguna importancia. Pero los místicos nos dicen que ninguna acción es insignificante, por pequeña que sea. Todo se tiene en cuenta, y algún día en el vasto panorama del tiempo todas nuestras acciones, como la fruta, tendrán su propio tiempo de maduración. No hay nada inventado, arbitrario o fuera de guion en el destino de cada persona; cada destino nos devuelve las consecuencias justas de todas nuestras acciones y pensamientos, y si tuviéramos una comprensión más amplia nos daríamos cuenta de que en la vida cada uno tiene exactamente lo que se merece, debido a la implacable ley del karma.
En el libro La vida es justa leemos:
La mayoría de nosotros nos inclinamos decididamente más hacia las cosas mundanas que hacia las cosas espirituales, y como consecuencia el camino lógico después de la muerte es el del regreso a esta existencia o plano físico. No obstante, aquellos que han sabido liberar su mente de manera significativa –aquellos con más tendencias espirituales que mundanas–, tienen la posibilidad de alcanzar el nivel de pureza necesario para seguir ascendiendo hacia las regiones superiores y no tener que volver más a este campo de cultivo.
Los místicos nos dicen que ningún ser humano puede abandonar esta creación y volver definitivamente al Espíritu, si antes no ha saldado toda sus cuentas pendientes.
¿En qué consiste esta cuenta? Es el registro de todo lo que alguna vez hayamos pensado o hecho desde que nuestra alma dejó su origen para quedar encerrada en una mente y un cuerpo. Este registro nos ata a la creación, ya que tenemos que permanecer en ella, mudándonos de vida a vida, para responder de todo lo que hayamos hecho. La libertad consiste en saldar esta cuenta del pasado y no incurrir en nuevas deudas. Cuando entendamos con profundidad que todo lo que hacemos ahora nos ata al futuro, entonces tendremos una base práctica para vivir de forma que nos guíe en cuanto a saber lo que debemos o no debemos hacer para ser libres.
Por tanto, aplicar nuestro conocimiento de la ley de causa y efecto a nuestras vidas diarias, y vivir conscientemente de manera que siempre nos percatemos de las consecuencias de lo que hagamos, es la manera adecuada para favorecer nuestro viaje de retorno a Dios.