La vida dirigida al seva
Si el maestro está en nuestro interior, si siempre estamos inmersos en el amor y la devoción por el Padre, entonces cualquier cosa que hagamos en este mundo es meditación, todo es seva. Pero no debemos olvidarle ni siquiera por un momento. Él debe reflejarse en cada una de nuestras actividades, en cada una de nuestras palabras. Entonces cada aliento es meditación.
M. Charan Singh. Spiritual Perspectives, vol. II
Los místicos conceden gran importancia al servicio como medio para someter a nuestra arrogante mente, de manera que podamos sentarnos a meditar con una predisposición y actitud más humilde. De esta forma, podemos llevar a cabo la meditación como lo que es verdaderamente: una súplica al maestro para que se apiade de nosotros, para que nos ayude a apartar todos los obstáculos que se interponen entre nosotros y él.
Hazur Maharaj Ji solía explicar que el maestro está contento cuando el discípulo colabora en el proceso de volverse puro, de meditar para ayudar a quemar toda la basura que se amontona en su mente. Dice así en Muere para vivir:
El maestro desea que te hagas puro y limpio con el fin de que puedas sumergirte de nuevo en el Padre. ¿Qué es seva? Seva es conseguir agradar al maestro; cualquier cosa que agrade al maestro es seva del maestro. Le agrada que quemes tu basura, que quemes tu carga de karma cada día, que te vuelvas más y más ligero y que estés finalmente en posición de volar de regreso al Padre.
Y dice más adelante: “… el tiempo que concedemos a la meditación no es otra cosa que servicio al maestro”.
Conforme vamos recorriendo este sendero, crece la necesidad de sentir más al maestro, de querer servirle más, de dedicarnos plenamente a él. Ser sevadar no implica el servicio altruista de unas pocas horas de tiempo, sino la generosidad de sumergirse en las enseñanzas todo el tiempo…, es entonces cuando nuestra vida entera se dirige al seva.
Si nos fijamos en cómo llegamos a hacer seva, a simple vista observamos que las posibles respuestas implican: ser aprobado por el centro donde se realiza el satsang, tener tiempo libre suficiente, tal vez la habilidad o capacidad requerida…, etc. Pero eso sería olvidar que, sobre todo, el seva es el don del maestro. Y, en segundo lugar, que este regalo está ahí para todos nosotros, todo el tiempo, y en todo momento y lugar.
Porque el seva no está reservado a unos pocos privilegiados. Todo el mundo puede hacerlo, ¿por qué no? Todos somos sevadares si todo lo que hacemos, lo hacemos como si fuera para nuestro maestro. Porque convertirse en sevadar es algo que ocurre a través del corazón, cuando priorizamos el sendero.
Lógicamente hay una diferencia esencial entre las acciones que tienen un propósito social y personal, como cuidar de nosotros mismos y de nuestra familia, y las que tienen la intención de servir al maestro y a su sangat. Estas últimas son las que solemos llamar seva, pero, en última instancia, el seva se identifica con ese hilo dorado de la intención, la actitud y la dedicación interior, y nada en la vida nos limita para tener esa actitud.
El mundo se ha vuelto más complicado, más sofisticado… Incluso el sangat total en el mundo ha crecido hasta un tamaño inimaginable debido especialmente a la gran compasión, y a la previsión y trabajo duro de los maestros. Pero Baba Ji de forma muy generosa también nos da muchas más oportunidades de servicio, y en esas oportunidades la relación entre el maestro y el sevadar sigue teniendo su antigua simplicidad, su antigua magia: se llama amor.
El maestro es el ejemplo del verdadero sevadar, y nosotros tenemos que entregarnos a él para poder desarrollar una mejor actitud. Nuestro ego necesita una lección primordial: necesita humildad. Y ser sevadar implica humildad. No es fácil; no es un propósito que se logra en un tiempo determinado: no.
Nuestro orgullo rige toda nuestra vida. La mayoría de nosotros somos capaces de ser pequeños reyes o reinas de un pequeño dominio, aunque no sea más que en la cocina o en el salón de nuestra casa. Nuestro ‘yo’, siempre aparece imperando a sus anchas… Pero si somos honrados haciendo nuestro servicio regular, debemos preguntarnos: ¿Podemos cumplir las instrucciones que se nos dan con un espíritu positivo y amoroso en vez de cuestionarlas todo el tiempo? ¿Podemos preocuparnos en mejorar nuestro propio servicio y no juzgar el que hacen los demás? Difícil prueba para nuestra mente ¿verdad?
Si en vez de reafirmarnos siempre en nuestras propias ideas vamos aceptando humildemente las de los demás, y las consideramos de manera objetiva y amorosa, estamos progresando en nuestro acercamiento al maestro. Estamos dándole cabida a él y humillando a nuestro ego. Pero sobre todo si nos aferramos mentalmente al simran, si hacemos de esas maravillosas cinco palabras, nuestra compañía preferida, podremos responder afirmativamente a esas preguntas y, por tanto, estaremos en camino de llegar a ser sevadares todo el tiempo.
Hay una historia popular que nos habla de humildad y servicio:
El rey le preguntó a su esclavo favorito: “¿Qué quieres comer?”. Y él contestó: “Oh, rey, lo que me des”.
Preguntó de nuevo el rey:”¿Qué te pondrás?”. “Lo que tú elijas”, respondió el esclavo.
“¿Dónde vivirás?”, dijo el rey de nuevo: “Dondequiera que me pongas”, contestó el esclavo con una sonrisa.
Y finalmente, el rey le preguntó: “Entonces, ¿qué es lo que deseas?”. A lo que sorprendido, el esclavo respondió: “Mi señor, ‘esclavo’ y ‘deseo’…, ¿cómo pueden ir juntos?”.
Bien, la Real Academia Española especifica que esclavo puede significar también alguien rendido, obediente, enamorado… ¿Somos obedientes con las instrucciones del maestro? ¿Nos sentimos llenos de amor hacia él y nos rendimos a su amor, o somos esclavos de nuestros deseos todo el tiempo? Tenemos mucho camino que andar para ser como este esclavo, pero al mismo tiempo sabemos que nuestros pasos son más firmes cada día… Solo hay que afianzar nuestro simran y meditar con mucho amor y devoción.