La habilidad del maestro
El maestro verdadero no revela el primer día todo lo que es. A medida que la capacidad del discípulo aumenta, también el maestro se revela más y más.
Filosofía de los maestros
Se cuenta que el hijo de un rey desatendía sus estudios y, en cambio, se pasaba todo el día ocupado con su afición de criar palomas. Un día, un santo visitó al rey. “¡Oh, santo! –le suplicó el rey–, mi hijo descuida sus estudios y pasa todo el tiempo entreteniéndose con sus palomas. Por favor, aconséjale que estudie un poco”.
El santo llamó al muchacho y le preguntó: “¿Cuántas palomas tienes?”. “Veinte”, respondió el muchacho. “No son suficientes”, le dijo el santo. “Deberías tener cien o doscientas; entonces podrías disfrutar verdaderamente de su vuelo”. “De acuerdo, señor”, respondió el muchacho con gran entusiasmo.
Cuando llegaron las palomas, el santo exclamó: “¡Qué gran cantidad tenemos! Debemos ponerles nombres”. Les puso nombres como: A, B, C, etc., y también escribió sus nombres en sus alas. De este modo, el santo enseñó al muchacho a leer y a escribir.
En lugar de forzar a las personas para que hagan algo a regañadientes, es mejor conocer sus aptitudes y enseñarles teniéndolas en cuenta.
Cuentos del oriente místico
Los santos utilizan varios métodos para impartir sus enseñanzas. A menudo suelen emplear breves historias, anécdotas, etc., con las que ilustran con gran lucidez la enseñanza que quieren transmitir a sus discípulos.
En esta narración, la habilidad del maestro consiste en que se vale del interés o afición de su alumno –que nada tiene que ver con el objetivo final que se persigue– para canalizarlo hacia el aprendizaje correcto.
Igualmente ocurre con el maestro espiritual y el discípulo. La sabiduría del maestro, fruto de su experiencia espiritual, le permite tener una visión y comprensión profunda de la condición interior del discípulo. Como leemos en Filosofía de los maestros, vol. V:
Un maestro verdadero puede, con una sola mirada, averiguar el estado interior de una persona. Entonces nos instruye de acuerdo con nuestra condición. Cuando alguien lo visita, puede ver el interior del visitante como si esa persona estuviera encerrada en un tarro de cristal transparente, pero lo mantiene en secreto.
Eso le capacita para guiar al discípulo dentro de las circunstancias en las que se encuentra, para que pueda realizar el mejor avance en el sendero espiritual. Así, en Cartas espirituales, Baba Jaimal Singh le expresa al Gran Maestro:
Él siempre está contigo y hará lo que considere mejor. Con amor y devoción, mantén las facultades internas y la mente superior siempre conectadas al Shabad-dhun, y permanece contento en cualquier lugar donde él te tenga. El satgurú es el creador de todo y nos dará lo que crea que es mejor para nosotros.
Queda patente en la cita anterior, que el maestro se encarga y responsabiliza de guiar al discípulo en su destino, circunstancias, entorno, en todo, para que finalmente alcance su máxima evolución espiritual. Un maestro espiritual no nos pide imposibles, él nos conoce perfectamente y nos conduce con sumo cuidado por el recto sendero para que transitemos por él de la mejor forma. Él aprovecha nuestras habilidades, amortigua nuestras flaquezas, y equilibradamente las pone al servicio de dicha meta. Con su mejor habilidad lleva nuestro potencial humano al máximo desarrollo para que la divinidad se manifieste realmente en nosotros.
El discípulo, como ese chiquillo de la historia –entusiasmado por la propuesta de contar el máximo de palomas que le llevará al aprendizaje adecuado–, no es consciente realmente de la capacidad del maestro para llevarlo hasta el Padre. Como leemos en The Spiritual Guide, vol. I:
El discípulo puede considerar al maestro un alma evolucionada, alguien que puede proporcionar guía, puede verlo como un amigo, una persona mayor, un filósofo, un guía respetable. El gurú desempeña el rol de un asistente que intenta ayudar al discípulo en sus luchas, tanto en el ámbito del mundo como en el espiritual. En el ámbito del mundo, normalmente su ayuda toma la forma de consejos sobre cómo afrontar los problemas de la vida sin perder el equilibrio y preservando los valores morales, tales como la no violencia, en un mundo que parece ignorar o aprovecharse de aquellos que sostienen tales valores. El gurú enseña también a corregir las faltas. En este sentido, el gurú desempeña el papel de un gran y noble profesor.
En el ámbito espiritual, el gurú explica las complejidades de los mundos sutiles que nuestros ojos físicos no pueden ver. Guía al discípulo correctamente en la práctica de su meditación o practicas yóguicas, para que el discípulo pueda experimentar la realidad espiritual por sí mismo.
Al respecto de la meditación y al hilo de esta narración, un discípulo, con total franqueza, le expresó a su maestro que no se veía capaz de mantener el estímulo por la práctica de la meditación para el resto de su vida, ya que su experiencia no dejaba de ser monótona y aburrida. El maestro le dijo que no se preocupara y que él se encargaría de que no le faltara el estímulo. Le explicó que se fijara en las populares carreras de galgos que recorren un circuito ovalado persiguiendo una liebre artificial. La liebre corre por un carril electrificado, va siempre por delante de ellos, y nunca pueden alcanzarla. El maestro le estaba diciendo que él se encargaría de transformar esa rutina en algo atractivo e interesante. Es decir, siempre que el discípulo corriera –como los galgos–, ‘siempre que meditara’, no le faltaría la motivación.
El maestro ha puesto ante nosotros la más excelsa meta: volver a Dios. ¿Cómo podríamos perder el entusiasmo ante algo tan noble y grandioso? Y el mayor estímulo es que él está a nuestro lado, reflejando ejemplarmente por sus propios logros que en el recorrido del camino a casa encontraremos innegable paz, pureza, y por encima de todo su misericordia. Según describe Shankaracharya en The Spiritual Guide, vol. I, tales son los signos distintivos del maestro, del ser realizado que no deja de inspirarnos a lo largo de todo el camino; así que su método es realmente encomiable.