El círculo de la devoción
Y les refería Jesús una parábola para enseñarles que ellos debían orar en todo tiempo, y no desfallecer…
Lucas 18:1
“Cuando recordamos constantemente al Señor y somos devotos suyos, podemos ser realmente felices”. Estas palabras de Hazur Maharaj Ji del libro Luz divina relacionan la felicidad, el ser realmente felices, con el recuerdo constante del Señor. Efectivamente, la clave para lograr esta felicidad se encuentra realmente en el esfuerzo, en el intento que como discípulos hacemos por mantenernos dentro del círculo de la devoción, de la presencia interior del maestro, a través de la repetición o simran.
En la vida estamos sujetos a altibajos ocasionados por las diferentes situaciones y problemas que surgen en el día a día. Nuestra implicación e identificación con el mundo y sus problemas hace que nos preocupemos, suframos, y de este modo difícilmente gocemos de una paz y felicidad duraderas. Es precisamente para evitar ese sufrimiento, que los maestros nos recuerdan la importancia de practicar el simran y recordar al maestro en nuestros quehaceres diarios. Hazur Maharaj Ji dice en Luz divina.
En la vida de todos se presentan, en una u otra época, altibajos en los negocios o en los asuntos personales, o en ambas cosas al mismo tiempo. Son el resultado de nuestros propios karmas pasados y hay que hacerles frente con valentía y buen humor…
Y dice más adelante:
Cuando nuestra mente está saturada de amor a Dios, nos enfrentamos a estos altibajos de la vida con alegría y felicidad; y también el Señor derrama entonces su gracia sobre nosotros.
Ahora bien, esa felicidad a la que se refieren los místicos, ¿tiene que ver con grandes explosiones de emoción, con abundancia de bienes materiales, con que la vida nos sonría y todo nos vaya estupendamente…? No, la felicidad a la que se refieren los santos está relacionada, principalmente, con un estado de aceptación –sea cual sea el destino y las circunstancias que tengamos–, de gratitud y de apreciar todo lo que el Señor nos ha dado en la vida. Una actitud así es el resultado del trabajo interior, de esforzarnos porque el maestro esté presente en nuestras vidas y sea nuestro verdadero apoyo.
Los místicos nos explican que cuando ese es nuestro enfoque, entonces no hacemos diferencias entre lo que nos ocurre, diciendo:
“Esto es bueno o esto es malo”. Simplemente lo aceptamos, porque unidos al maestro sabemos que todo viene de él, y es para nuestro beneficio espiritual. La aceptación nos ayuda a pasar por las situaciones. Una vez que aceptamos se acaban los problemas, entendemos que hay cosas que no podemos cambiar y que debemos afrontarlas tal como vienen, adaptándonos lo mejor que podemos a ellas. Como dice Hazur Maharaj Ji en el libro Muere para vivir:
Los místicos dicen que hemos de intentar adaptarnos a la situación. La situación no se adaptará jamás a nosotros, así que no tiene sentido ponerse tenso. Hemos de adaptarnos a la situación; la felicidad se basa en eso. Aun cuando digamos que el invierno no llegará, el invierno llegará, tiene que llegar. Preparándonos para enfrentarnos al invierno no estamos cambiando su curso. El invierno tiene que venir, pero podemos prepararnos para afrontarlo.
Los místicos nos explican que conforme vamos madurando en el sendero espiritual y alcanzamos una comprensión más profunda de la vida, nos damos cuenta de que todo tiene un propósito, todo ocurre por algo; siempre hay una razón. Nosotros –en nuestra limitación– puede que no alcancemos a ver la causa que ha motivado determinado acontecimiento; no lo entendemos. Solo vemos el resultado, pero, sin ninguna duda, la razón de lo ocurrido se encuentra en el pasado, en otras vidas. Nuestro pasado condiciona nuestro presente, nada está fuera de lugar; todo está ordenado de acuerdo a la ley divina: la ley del karma. Todo está bien. No deberíamos juzgar ni analizar, sino procurar pasar por las situaciones con desprendimiento y aceptación, sin negativizarnos.
El Gran Maestro dice en Joyas espirituales:
Mientras permanezcamos cubiertos por la mente y la materia, no podemos ver la realidad. Cuando elimines esas capas, podrás ver cómo son los demás, verdaderamente, con solo un vistazo. Entonces verás que todo el mundo, bueno o malo, actúa en virtud de una ley, y que todo lo que ha ocurrido, o está ocurriendo, está bien.
¡Veamos cuánto nos ha dado Dios hasta el día de hoy! Si hasta hoy ha estado cuidando de nosotros, ¿por qué debemos ver la carencia o el lado negativo de las cosas, que tan solo nos hace sufrir? Somos los seres más desarrollados de la creación; si el Señor cuida incluso de las más insignificantes bacterias, ¡cómo dudamos de que algo malo pueda ocurrirnos! Estamos bajo su ley, la creación sigue el curso de su bondadoso mandato, y es incuestionable. Pasemos por las situaciones con una actitud desapegada y con el entendimiento de que él tiene trazado un plan para que las cosas ocurran de la forma en que deben, y para nuestro beneficio espiritual. Como leemos en Cartas espirituales:
Todo lo que él haga será para nuestro bien. ¡Que tanto en el dolor como en el placer, nuestra fe permanezca siempre en sus pies de loto!
Fija tu amor en el Shabad-dhun constantemente. Más bien, haz que tu devoción por él sea tan profunda que tanto el dolor como el placer te parezcan igual de buenos.
Si al interactuar en el día a día nos apartamos de la repetición, si olvidamos al maestro, entonces vivimos en la mente; lo cual deriva en preocupación mental y sufrimiento. ¡Eso es lo que no deberíamos permitirnos! Ilustremos esta cuestión con la reflexión y enseñanza de uno de esos ejemplos que los maestros suelen comentar. Observemos por un momento la situación de un niño pequeño que está en el regazo de su madre: ¡siente tal protección!, que ni por un solo instante se le ocurre pensar que algo malo pueda sucederle. Igualmente ocurre con el recuerdo constante del maestro, bajo esa protección, la mente no genera sus habituales pensamientos de preocupación, ansiedad, etc. La protección del maestro anula la actividad de la mente descontrolada. Y de eso se trata, de no permitirle ningún pensamiento y mucho menos si este es negativo. El poder del simran, del recuerdo del maestro, es tal que anula la actividad de una mente torturante, permitiéndonos vivir en la paz del magnetismo del maestro.
La interiorización, mantenerse enfocados en el simran es el combustible que hace funcionar nuestra vida como discípulos en las mejores y más óptimas condiciones. La meditación nos proporciona la fuerza que nos renueva y que nos ayuda a salir de la sombría influencia de la mente y de los malos hábitos que genera. La meditación nos ayuda a ser positivos.
En un mundo en el que abunda el sufrimiento mental, resultante de una mente sobrecargada, buscamos apoyo yendo a centros de ayuda especializada para recibir terapias, pero debemos entender que la solución definitiva a nuestros problemas solo la encontraremos en nuestro interior, con la meditación. Solo podremos solucionar y mejorar nuestra situación cuando nos entendamos y aceptemos a nosotros mismos tal como somos. Pasar por las experiencias de la vida nos permite conocernos a nosotros mismos; conocer nuestras fortalezas y debilidades, y con la fuerza interior derivada de la meditación, podremos sobreponernos a nuestras debilidades. Eso es vivir el aprendizaje que realmente es la vida.
Pero es cierto, que la actividad negativa de la mente no puede controlarse si no es con una dedicación fuerte y poderosa. No es cuestión de ser flojos y acordarnos del maestro o del simran, un ratito aquí o allá. No, así difícilmente la controlaremos, pues la mente no se ausenta; no nos deja ni un instante de descanso. Por esta razón los maestros nos advierten que no podemos desfallecer en nuestra practica regular de la meditación ni en la repetición del simran, siempre que estemos libres mentalmente. Hazur Maharaj Ji solía comentar que los discípulos, muchas veces, le expresaban cierto desánimo hacia la meditación y, justo entonces, él les indicaba que era el momento de practicar más meditación. Este aspecto se refleja en el siguiente texto del místico carmelita del siglo XVII Fray Lorenzo de la Resurrección:
Necesitamos fidelidad en la oración en los momentos de sequedad espiritual, de insensibilidad y de aburrimiento, cosas estas por medio de las cuales Dios prueba nuestro amor a él. Esos momentos son propicios para que hagamos buenos y eficaces actos de entrega, actos que deberíamos repetir frecuentemente para facilitar nuestro progreso espiritual.
A veces tenemos la percepción de que en la meditación, las cosas no van como esperábamos o como nos gustaría. Sin embargo, no deberíamos analizarnos. Evitemos juzgarnos y no seamos tan duros con nosotros mismos, solamente debemos ser constantes y no desfallecer. Enfoquémonos en la práctica, en lo que podemos hacer y todo llegará a su debido tiempo. No podemos forzar la concentración, pero si podemos esforzarnos por prepararnos.
A estas alturas, ya hemos comprobado que la mente no colabora y que estamos nadando a contracorriente, pero “lo nuestro” es mantener el esfuerzo y volver a la repetición, tantas veces como nos alejemos de ella. Si no lo hacemos, ¿qué sentido tiene llamarse satsanguis? –de quienes se dice que están asociados a la Verdad–. En la realidad del día a día, ¿mantenemos esa asociación? El potencial de nuestra vida, la atención, está desparramándose por todo el mundo, y permitimos que la mente robe nuestra atención con influencias que tan solo contrarían nuestro ánimo. Solo la repetición puede parar la entrada de esas influencias y mantenernos íntegros, con paz y felicidad. Hazur Maharaj Ji dice en Muere para vivir:
El hábito del simran debe arraigarse tanto en nosotros que prosiga automáticamente incluso cuando estemos hablándole a alguien. La ventaja de esto consiste en que podremos desprendernos fácilmente de las cosas mundanas, o de las nueve aberturas del cuerpo, para volver al centro del ojo y después sin dificultad unirnos al Shabad.
Hazur Maharaj Ji se refiere a algo muy importante cuando dice, “que podremos desprendernos fácilmente de las cosas mundanas”.
En efecto, porque toda nuestra vida como discípulos es una preparación, es un ir desprendiéndose o vaciándose de todo lo que todavía es motivo de apego a este mundo, para que cuando él lo considere nos colme de gracia, nos colme con el Shabad: el verdadero propósito de nuestra práctica, de toda la preparación que hacemos.
Vivir la espiritualidad es el proceso de aprender a salir de todos esos hábitos que están privando al alma de su unión consciente con el Creador. Desde que estamos en la creación hemos ido creando hábitos con todas las cosas que hacemos en el mundo, creando así capas y más capas que ocultan la relación natural del alma con el Creador. Una relación que existe ahora y que ha existido siempre, pero que no podemos vivirla plenamente porque la mente ha creado confusión y se ha interpuesto como obstáculo.
Por eso tenemos que hacer tanta preparación, vivir las enseñanzas y hacernos receptivos. Como solía decir Hazur Maharaj Ji en sus satsangs, si queremos recoger agua de lluvia tenemos que invertir nuestras copas hacia arriba, si no aunque llueva nada entrará en ellas. Y ya sabemos cómo se orienta correctamente nuestra copa: con simran, simran y simran. Esa es nuestra parte, y a él le corresponde llenarla.
De este modo, mediante el ejercicio disciplinado de estar repitiendo su Nombre, tendremos mayor receptividad y alcanzaremos un estado de consciencia definitivo en el sendero: la dicha de estar en su presencia interior. Tendremos la experiencia de ser conscientes verdaderamente del maestro, alguien que ha estado con nosotros siempre, pero no éramos conscientes.
Es así como llegaremos a reconocer al maestro como una presencia constante en nuestras vidas, especialmente y más concretamente su presencia en la meditación. La idea de que está en nuestro interior, esperándonos en el centro del ojo, poco a poco se convertirá en una realidad para nosotros. Finalmente, nos daremos cuenta de que el maestro y el Shabad son uno.
En el libro A Wake up Call leemos: “Cuando a través de su gracia comenzamos a escuchar el Shabad reverberando en nuestro interior, despertamos a la realidad que siempre estuvo ahí”. Los místicos nos explican que esta experiencia está más allá de la dicha más grande que la mente pueda nunca imaginar.
El actual maestro nos explica que el Shabad está sosteniéndonos en todo momento. Simplemente no somos conscientes de él. El maestro nos da un toque de atención: El Shabad nos cuida a cada segundo, a todos nosotros. Estamos bajo la protección del Shabad. El Shabad nos sustenta. El Shabad nos vivifica. El Shabad es lo que somos. Ahora mismo, sin el Shabad no estaríamos vivos; no existiríamos. En realidad… somos Shabad.
A Wake up Call