¿Por qué hacemos seva?
Aquel que ha sido bendecido con el servicio a un satgurú vivo hace el mejor uso de su cuerpo.
Soami Ji Maharaj. Love in Action
Puesto que el seva no es obligatorio, ¿por qué lo hacemos? Cuando en nuestra vida echamos una ojeada al pasado, nos damos cuenta de que las razones que nos llevaron a hacer seva al principio y a continuar haciéndolo a lo largo de los años, han ido cambiando y evolucionando a medida que madurábamos. ¿Recordamos el primer día que nos apuntamos al seva? Nuestras razones iniciales eran muy sencillas. Quizás otro sevadar nos preguntó si podíamos ayudar en algo, y sin pensarlo demasiado dijimos: “Sí”. Después de un par de veces empezamos a disfrutar del seva y volvimos para hacer más seva.
Quizá vimos a algunos sevadares haciendo seva y sentimos el impulso de participar en él. Tal vez leímos en los libros que los místicos abogan firmemente por el seva, y pensamos que ellos no recomendarían algo a menos que tuviera un beneficio espiritual. O puede que simplemente sintiéramos un fuerte deseo de servir al maestro, de cualquier forma posible, en su servicio al sangat.
Puede que, al principio, nuestros motivos de acercamiento al seva no fueran completamente desinteresados. Puede que hayamos querido hacer seva por motivos sociales o teniendo en mente expectativas matrimoniales. O quizá esperábamos que fuera un sustituto de la meditación, ya que la meditación nos parecía que implicaba demasiado esfuerzo.
Incluso puede que hayamos querido hacer seva con la idea equivocada de que el seva era una utopía, un lugar donde podríamos encontrar paz y armonía, un lugar libre de conflictos. Pero si vinimos al seva con gafas de color de rosa, probablemente muy pronto descubrimos que nuestras expectativas eran poco realistas. Al igual que cualquier otro lugar en el que dos o más personas se reúnen e interactúan, el mundo del seva tiene sus retos. Sean cuales sean nuestras razones para hacer seva –por simples, equivocadas, genuinas o egocéntricas que sean–, el maestro nos acoge sin juzgarnos. Su amor es tan magnético, tan generoso, que nos atrae poco a poco.
Con el tiempo, nuestro amor por el maestro se vuelve más profundo. Es posible que ahora hagamos seva porque queremos dar en retorno o corresponder. El deseo de ser de ayuda al maestro es una gran motivación para el seva. El maestro dedica su vida a su propio seva: cumplir la voluntad de su maestro. Vemos lo mucho que hay que hacer, así que queremos tender la mano y ayudar. Como dice un sevadar: El seva es una gran oportunidad para poner los músculos y la mente a trabajar para el maestro, para compartir su carga, para servirle sirviendo a sus discípulos. A lo largo de los años, damos cada vez más de nosotros mismos porque sentimos la necesidad.
A medida que nuestro amor se vuelve más profundo, nuestras razones para hacer seva también se vuelven más profundas. Hacemos seva porque nos mantiene en su presencia. Apuntarnos al seva no significa necesariamente que veamos más al maestro físico de lo que otros lo verán, pero cuando hacemos seva sentimos la fragancia de su sutil presencia. Empezamos a ver que cada paso que damos en seva es un paso hacia él; cada momento que pasamos en seva es tiempo que pasamos con él. El mero deseo de sentirnos envueltos por su presencia se convierte en una motivación para hacer seva. En algún momento de este proceso en el que cada vez nuestro amor se vuelve más profundo, nos damos cuenta de algo importante:
Necesitamos el seva, pero el seva no nos necesita.
Maharaj Charan Singh
Hacemos seva porque lo necesitamos. Nos damos cuenta de que si dejamos de hacer seva, muchas otras personas lo realizarán. Hay un dicho en la India que expresa: “Cuando hacemos seva, puede parecer que hay mucho que hacer, que no tiene fin, pero si decidimos no hacer seva, el seva no se detiene; continúa sin nosotros”. El Gran Maestro dijo que si el Señor quiere, puede hacer que hasta las piedras hagan su trabajo. Esto significa, que el maestro no necesita nuestra ayuda; puede hacer que el trabajo lo haga cualquier persona. Hacemos seva para nosotros mismos, porque lo necesitamos. El seva nos limpia, nos hace más amoldables, nos purifica y nos hace más parecidos a aquel a quien servimos.
El servicio tiene muchas recompensas, pero la más especial es que una persona se impregna de las cualidades de la persona a la que sirve.
Maharaj Sawan Singh
El seva nos transforma. El mayor beneficiario del seva no es el sangat ni el maestro, es el propio sevadar. Las personas que asisten al satsang, escuchan los shabads y el satsang durante una hora más o menos, consiguen sentirse más tranquilos y centrados para vivir la semana, y luego se van. Pero el sevadar que quizás ha pasado meses leyendo libros espirituales para preparar el satsang se ve transformado por el proceso. El sevadar que ha pasado meses practicando el canto de shabads, explorando profundamente el significado de cada palabra, también se transforma. Y los sevadares que han dedicado muchas horas colocando los libros, limpiando la sala y los aseos, cocinando la comida, podando los setos, pintando el muro de separación y guiando a los coches hasta el aparcamiento también se transforman. Esta transformación puede ser sutil y apenas perceptible de un día para otro, pero sabemos en nuestro corazón que está ocurriendo.
A medida que maduramos como discípulos, empezamos a darnos cuenta de la magnitud de lo que el maestro está haciendo por nosotros. Empezamos a ver su mano en todo, no solo en nuestro trabajo espiritual, sino también en nuestra vida mundana. A medida que nos revela su cuidado y protección, nos sentimos abrumados por el deseo de agradecérselo de alguna manera. El seva se convierte entonces en una expresión de nuestra sincera gratitud.
La meditación nos llena de amor por el maestro, por el Señor, por toda la creación. Años y años de meditación desvelan lentamente quién es realmente el maestro. A medida que la devoción comienza a llenarnos, nos desborda la necesidad de servir, la inevitable efusión de amor hacia el único que nos lo ha dado todo.
No puedo amar a Dios solo con palabras: mi corazón tiene que expresarlo, mis manos tienen que expresarlo, mis pies tienen que expresarlo.
Madre Teresa
Por último, no importa dónde nos encontremos a lo largo del camino del discipulado, una motivación para hacer seva se mantiene siempre constante, y es la alegría de hacer seva.
Seva