El despertar espiritual
Nadie, excepto el maestro, puede revelar los secretos de la realidad, y sin él nadie puede liberarse de la esclavitud de la mente y maya. Nadie puede encontrar al Señor si no es a través del Verbo, y es solo el maestro quien puede conectar al alma con el Verbo.
Filosofía de los maestros
Según la tradición, antes de encontrar a su maestro, Gurú Amardas Ji realizó veinte peregrinaciones a lugares sagrados de la India. Cuando estaba haciendo su última peregrinación, se encontró con un asceta joven y célibe.
“¿Amigo, adónde vas?”, le preguntó el asceta.
“Voy al Ganges a bañarme en sus aguas sagradas”, le dijo Gurú Amardas. “¿Y tú, adónde vas?”.
“Yo también voy a tomar un baño sagrado”, le respondió el joven asceta.
Así que se unieron y se hicieron buenos amigos, mientras caminaban fatigosamente a lo largo del camino. Finalmente llegaron a Hardwar, se bañaron en la Madre Ganges y después regresaron al Punyab. Para entonces, ambos devotos sentían mucho afecto y respeto el uno por el otro. Como resultado, cuando llegaron a la casa de Gurú Amardas, este invitó a su amigo a que pasara la noche en su casa.
“¿Cuánto tiempo llevas iniciado?”, le preguntó el asceta, cuando se retiraban para descansar. “¡Oh! Yo no tengo gurú”, fue la respuesta.
“¿De verdad no tienes gurú?”, exclamó sorprendido el asceta. “¡Oh, ojalá lo hubiera sabido antes! Entonces no habría comido en tu casa”. (…) Muy ofendido, recogió sus pertenencias y se fue de la casa sin decir nada más.
A Gurú Amardas le afectó bastante lo ocurrido.
“Aquí estoy, con setenta y dos años –pensó– y todavía no tengo gurú. “¡Oh, Dios! –suplicó–, derrama tu gracia sobre mí enviándome un maestro”.
Se pasó toda la noche rezando, sin dormir nada. Cuando amaneció, escuchó a Amro, la esposa de su sobrino, recitar la escritura sij, Japji Sahib, como solía hacerlo cada mañana.
Permaneció muy atento, escuchando ávidamente cada palabra.
Todo su ser quedó fascinado y transportado por la belleza de las verdades espirituales que Amro estaba leyendo en voz alta. Levantándose de su cama, se acercó de puntillas a la habitación donde Amro estaba sentada.
Mientras escuchaba, se produjo en él un cambio arrebatador. Se sintió llenó de luz y felicidad, como si debido a un despertar interior saliese de un profundo sueño.
“¿Quién es el autor de esos escritos?”, le preguntó. “Son las enseñanzas de Gurú Nanak Sahib, que nombró a mi padre, Gurú Angad, su sucesor”.
Ola tras ola de beatífico amor inundaron el ser de Amardas. En su corazón brotó un ardiente deseo de ver al satgurú. “Por favor, llévame a ver a tu padre, Gurú Angad”, le suplicó.
“Hay un pequeño problema”, le dijo Amro. “No voy a ver a mi padre a menos que él envíe a buscarme. Tengo que esperar a que me llame”. Pero Gurú Amardas no aceptó la respuesta, pues todo su ser ardía de anhelo.
“Tienes que llevarme, tienes que llevarme”, insistió. “Si te reprocha algo, yo asumiré la responsabilidad. Si tu padre se enfada, le explicaré que nuestra visita se debe a mi insistencia”.
Amro accedió, y se fueron juntos a casa de Gurú Angad.
“Por favor, espérame fuera”, le dijo ella cuando llegaron. “Voy a ver si mi padre me da su permiso”.
Al entrar en la casa, se encontró a su padre que iba hacia la puerta. “Buenos días, querida hija”, le dijo. “Ahora que ya has traído a tu tío hasta aquí, ¿por qué le haces esperar fuera? Por favor, dile que es bienvenido, e invítale a entrar”.
Cuando Gurú Amardas se encontró ante la respetable presencia de Gurú Angad Dev, se tiró a los pies del gurú y le pidió el don de la iniciación en los secretos del Nam. Conociendo ya sus méritos y su intenso amor, Gurú Angad lo aceptó como discípulo, y a su debido tiempo lo tiñó con su propio color espiritual.
Las personas que han encontrado a un gurú viven sus vidas llenas de sentido. Desgraciadamente, hay otras que desperdician sus vidas en actividades mundanas y no han encontrado el camino de la realización de Dios.
La enseñanza de esta historia tiene que ver con la búsqueda espiritual verdadera, cuando esta acontece en nuestra vida. Es un hecho que no podemos anticipar ni retrasar, y la edad que tengamos es irrelevante. Llegado el momento apropiado, las circunstancias se confabularán de tal modo que no podremos evitar sentir atracción interior por la espiritualidad.
En esta historia, la reacción y desprecio del asceta hacia Gurú Amardas Ji, al saber que no estaba iniciado, fue un estímulo que le empujó a ser consciente de su tardía edad y de que no podía permanecer más tiempo sin tener un maestro espiritual que le guiara. A pesar del tiempo que ambos habían compartido juntos viajando en peregrinación y del aprecio que se profesaron, Gurú Amardas Ji, no lamentó la partida del asceta, sino que de inmediato imploró la gracia del Señor para que le ayudara a encontrar a un maestro espiritual y así recibir la iniciación.
No sabemos por qué medios y de qué forma el Señor llega a despertar a un alma y le concede la compañía de un maestro espiritual; pero si debemos estar seguros, de que la relación con un maestro ya está predestinada desde nuestro nacimiento: no depende de nosotros en absoluto. Podemos pasarnos toda la vida buscando un guía espiritual y no encontrarlo, y por el contrario podemos ser incluso ateos y de pronto ¡despertar a su presencia sin más! Ciertamente, cuando el discípulo está listo, el maestro aparece, como dicen las escrituras orientales. No antes ni después…
Por eso, cuando Gurú Amardas Ji oyó recitar el Japji Sahib quedó fascinado por las verdades espirituales que estaba escuchando, y se interesó inmediatamente por encontrar a la persona que podía proporcionarle esta realización divina. Realmente Gurú Amardas era un alma devota y anhelante, fue un discípulo ejemplar y llegó a convertirse en gurú como narra la historia.
Verdaderamente, cuando este despertar se produce es porque Dios nos ha marcado para que vayamos a él y nos pongamos en contacto con un maestro verdadero. Y esta prioridad prevalece por encima de los demás asuntos de la vida. En este sentido, Hazur Maharaj Ji nos habla en las siguientes citas del libro Perspectivas espirituales, vol. I, sobre cómo se produce este hecho:
No está en manos del discípulo venir al sendero. De forma automática se encontrará en el sendero.
… Nadie se inicia a menos que tenga que ser iniciado. El discípulo no tiene ninguna opción y el maestro tampoco. Todas las almas pertenecen al Padre, y el maestro únicamente se dedica a recogerlas para llevarlas de regreso al Padre.
… El maestro solo inicia a aquellos que están marcados. No le concierne cuantos karmas tenemos o la carga kármica que soportamos. Él solo inicia a aquellos que el Padre ha marcado para él y a nadie más. Puede que existan almas más puras que las de los satsanguis y que ni siquiera estén iniciadas. El Padre sabe mejor a quién marcar.
Y también dice más adelante:
¿Cómo ha llegado el alma a los pies del maestro …? ¿Es por nuestro propio esfuerzo o por otros medios? ¿Comenzamos la búsqueda de un maestro justo desde el nacimiento? Las circunstancias nos condujeron de tal forma que nos sentimos atraídos a él. Una vez que se ha sembrado la semilla, es el maestro el que encuentra al discípulo. El discípulo nunca puede encontrar al maestro. El maestro encontrará automáticamente a su discípulo, dondequiera que nazca.
En un sentido más profundo la enseñanza general que los místicos nos dan con relación a la búsqueda espiritual es que no deberíamos engañarnos a nosotros mismos, pensando que nuestras obligaciones y responsabilidades en este mundo son realmente nuestro verdadero trabajo como seres humanos. La tarea principal al recibir la forma humana es volver a Dios, y eso podremos lograrlo cuando en nuestra vida tengamos la buena fortuna de encontrar a un maestro espiritual y nos inicie en el camino espiritual.
Todas las demás cosas que hagamos podrán parecernos muy importantes, pero son secundarias en relación con la meta principal de un ser humano, a quien Dios ha distinguido con la facultad del discernimiento.
Hazur Maharaj Ji dice en Perspectivas espirituales, vol. I:
El Señor nos ha dado el intelecto para que lo conozcamos, lo realicemos, lo encontremos. (…) La grandeza del ser humano está en su facultad de discriminación.
El despertar espiritual de un buscador y el encuentro con el maestro espiritual pueden ser diferentes para cada persona, pero están establecidos de antemano, y llegado el momento será inevitable que acontezcan. Y es en ese momento afortunado cuando el maestro establece el contacto del alma con el Shabad.